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jueves, 1 de octubre de 2015

LA VENDIMIA EN ALCALÁ. SU VINO EN EL ARTE.

UN NUEVO RENACIMIENTO EN EL SIGLO XIX


          Con la decadencia del vino, el cereal fue predominante en el siglo XIX, ya que era una fuente de ingresos de muchos propietarios. En primer lugar, como medio de manutención de la población, el trigo era esencial para el alimento de una población, jornalera, que dependía en su mayor  de él y generaba su única fuente de ingresos con su trabajo. En segundo lugar, por ser un producto comercial, ya que los labradores solían tener un fructífero mercado, que realizaban con Granada y Málaga en este intercambio. Muchos arrieros trasladaban sus cosechas a Vélez Málaga, y, en compensación, la vuelta venían cargados del pescado de la Costa. Así lo reflejaban los cantos de los verdiales y otras canciones como ésta:

          Segador, qué bien siegas
          La hierba buena,
          Mientras tu zagala
          Hace la cena.
          Segador, qué bien siegas         
          Con el rocío,
          Mientras tu zagala
          Lava en el río.
          Ya vienen los segadores
          En busca de amores,
          Después de segar
          Y segar y segar.

          No obstante, en este siglo, a pesar de la entrada de vinos de Valdepeñas, la comarca exportaba vino a los pueblos de Córdoba. Y claro reflejo de una cultura incardinada en el viñedo son las tradiciones y leyendas que vamos a comentar.
          A lo largo de esta comarca, abundaban por el siglo XIX, las cofradías de las ánimas que habían conservado unos cantos que se denominaban de animeros, los hermanos del pecado, solían acudir a las casas de los hermanos, que residían en los cascos urbanos y rural(los cortijos y aldeas). Iban con una campanilla para pedir par las misas de difuntos y para invitar al vecino a las fiestas nocturnas. Solían hacerlo al toque de ánimas. Solían ser invitados y, al mismo tiempo, recibían una limosna.
          Levántate de la cama,
          Que vienen los animeros,
          Que Dios os lo pagará
          Y la Reina de los cielos.

          En el aguilando navideño se encuentra una de las fiestas de esa sociedad de demandantes que abundaban en la comarca:
         
El aguilando real
 Son tres Kilos de tocino,
Cuatro de bacalao
Y arroba y media de vino.
El vino era un elemento esencial de las reuniones navideñas, en las que las familias acababan entonando los mismos cantos que aprendían en las ermitas e iglesias o, incluso, escuchaban en pequeños autos, llamados el Coloquio de los Muchachos que reflejaban los ciclos de la infancia de Jesús. Es curiosa la presencia de muchos romances de esta época, en la que la versión seria se ha dulcificado con la presencia de estrofas burlescas, irónicas o de humor, en las que se observa la influencia del vino y. Así lo han transmitido muchas personas sexagenarias. Por ejemplo, en la negación de la posada a Jesús y a su familia por el mesonero, se incluye estos versos:

Se acordó el posadero

Que le tenía que echar
A las bestias de comer
Para ir a trabajar.
Y al bajar la cuadra
La luz se apagó
Y cayó un porrazo
Y se escalabró
Salió dando gritos
Muy desesperado
Y gritó la perra
Y le tiró un bocado
Ya está castigado
Tu mal pensamiento
Por llamar la Virgen
Y no haber abierto.

En el Tema de la Anunciación, cuando San José recibe el anuncio del embarazo de María es donde el ingenio popular logra las sutilezas más curiosas, como nos contaba Ceferino Aguilera de Fuente Álamo:
Cuando vino San José,
Y el vientre se le aumentaba,
Le empezó a tomar celo
Sin saber lo que pasaba.
San José decía:
-Dios mío, qué hecho,
  Mi esposa se ha pasado
En su juramento.
Tarda la Virgen del Carmen,
Me voy a tener que ir,
Porque no quiero que hablen
La gente de ti y de mí,
Por lo que me ha pasado,
Esposa querida.
Me voy a un incierto
Y a pasar mi vida

Y no sólo eran canciones religiosas, los romances más populares se cantaban en estas reuniones. Este, conocido por la pedigüeña, asaltada por un galán, muestra que unos de sus deseos eran:

Y en medio de aquella casa,
Ha de poner una fuente,
Con cuatro caños de vino
Pá emborrachar a la gente.
Desde mi casa a la iglesia
Has de poner una parra,
Para que cuando vaya a misa
No me dé el sol en la cara.

          El tiempo de la aceituna, últimamente ha impregnado preciosas canciones basadas en el cultivo del olivar, pero quedan algunos residuos del cultivo del viñedo, pues muchas veces coincidían el tiempo del remate o el gasto como lo llamaban en la comarca. Allí se formaban fiestas, que acaban con  pequeñas escenas, en las que el aguardiente, el vino y otras bebidas, el típico arresolí condimentaban una comida más suculenta que la normal. Por la tarde en el baile, incluso, se formaban comparsas que llegaron a constituir las comparsas de carnaval, que constituían el gremio del campo y posteriormente intervenían en  el del Castillo o Alcalá. Una canción recogida  del Castillo, hace referencia al vino:

          El carnaval de hogaño,
          Es un carnaval cochino,
          Que no tienen las mozuelas
          Ni para un vaso de vino.
          Y esta de un corte un tanto machista:

Eres fea, chata
Tienes color de vinagre,
¡Qué lástima de mal rato
que por ti paso tu madre!         

          En la comarca, esta canción castillera refleja cómo estaba impregnado el vino en las relaciones sociales que hemos recogido de un cortijo cercano al nacimiento del río San Juan por las hermanas García:

          Van a quitar las tabernas,
          Tío Juan, tío Juan,
          ¿Qué van a hacer los borrachos?
          Tío Juan, Tío Juan,
          Darse con la esquina
          Y no mojarse los labios.
Tío Juan, Tío Juan.

Con esta variante, promovida por un momento de restricción moral que se cantaba en la misma localidad:


          Dicen  que van a cerrar
 las tabernas y barberías,
que cierren lo que quieran
menos las panaderías.
         

En esta misma línea, esta  propensión de que la taberna era el rincón social que atraía a las personas, se manifiesta en la común canción, que incluso hemos visto interpretada con cantos de auroros y hemos recogido de la familia Conde en San José de la Rábita:

A la iglesia no voy.
          Porque estoy cojo,
          Ya a la taberna voy,
          Poquito a poco.
          Los dineros que gastas
          En la taberna
          A tu mujer le faltan
para la cena.



















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