NOTAS DEL CONVENTO DE SAN FRANCISCO (ORDO FRATRUM MINORUM)
EL CORREGIDOR FRANCISCO DE CHIRINOS Y EL MONASTERIO DE SAN FRANCISCO
Este corregidor dio un sitio para las casas de San
Francisco en 4 de enero de 1548.
II
eL ARRABAL DE SAN FRANCISCO ES UNA REALIDAD
ALCALÁ LA REAL EN TIEMPOS DE FELIPE II
Alcalá
la Real vive las mismas circunstancias sociales,
económicas y políticas del reinado de Felipe II. En cuanto a su término
municipal era más bien escaso, tal como referían a la Corona continuamente a la
hora de peticiones económicas o en el conflicto entre la ganadería y la
agricultura:
“Vien
constava y era notorio que el término de la dicha ciudad era muy corto, que por
lo más largo tenía legua y media”([1]).
A
comienzos del siglo XVI, sólo estaba cultivado el 12 % de las tierras de
Alcalá, en tiempos de Carlos V, se llevó a cabo una profunda labor roturadora que afectó a diez
mil fanegas, pero todavía quedaron por repartir unas 50.000 fanegas, dedicadas
a la ganadería en el monte. De ahí que
en la segunda mitad del siglo XVI,
coincidimos con el profesor Rodríguez Molina, cuando afirma:
“Estos
espacios dispersos aquí y allá contaban aún con una extensa superficie de
aprovechamiento comunal, uno de cuyos trozos arrojaba la medida de una legua”([2] ).
Era
un término áspero, de relieve accidentado, que se presentaba poco apto para el
cultivo básico del cereal.
En
esa segunda mitad del siglo XVI Alcalá la Real era una ciudad en plena expansión, a donde
un gran flujo de inmigrantes había acudido a expensas de la buena situación
geográfica para adentrarse en otros mercados. En este periodo, gran número los
mercaderes portugueses y moriscos, y algunos franceses, controlaban el comercio
y frecuentaban la zona en un constante trasiego, en el que los productos básicos- el trigo, el aceite y el vino-, las prendas de vestir y otros
productos alimenticios pasaban por la ciudad desde la Campiña hasta Granada,
desde Málaga al Alto Guadalquivir y
desde Murcia a las tierras cordobesas,
sin olvidar otros mercados más internos
de ferias locales, como la de Guadajoz o la de Noalejo, famosas por aquel
tiempo. La agricultura en los tiempos de cosechas y de la vendimia necesitaba
de mano de obra ajena de los pueblos comarcanos. No obstante, su hacienda
municipal apenas puede mantener los servicios básicos como el pago de las autoridades y oficiales del
cabildo, algunas obras básicas y
caminos, y las fiestas principales. Ante cualquier nueva obra de envergadura,
hay que acudir al endeudamiento por medio de censos, que se pagan por el
sistema de arbitrios roturados. Si a esto añadimos los servicios
extraordinarios a la Corona en forma de proporcionar efectivos o
recursos militares y otras
formas, como donativos, repartimientos, millones, sisas, alcabalas, la
situación se complica en demasía y da lugar a angostar los recursos naturales
ganaderos que en palabras de los regidores de su tiempo era la principal
granjería ([3])
a favor de la agricultura mediante la roturación de los campos. Simplemente, de los servicios militares destaquemos la cooperación intensa en la guerra de las
Alpujarras, el abastecimiento de recursos en la campaña de Portugal, el envío de las compañías militares a la Costa en
un periodo que no dejaba tranquilos a
los vecinos, ni siquiera un año, ante cualquier incursión turca o musulmana. En
cuanto a lo segundo, el muelle de Málaga por los años ochenta o el puente de
Madrid. A pesar de la táctica dilatoria y
exculpatoria del cabildo alcalaíno para evitarlos, al final la ciudad
debe afrontar la parte proporcional otorgada.
Alcalá
es una ciudad no sólo en expansión económica, sino urbanística, donde el flujo de habitantes se estaba desplazando
desde la fortaleza de la Mota
hacia el Llano y los altozanos del cerro del Calvario, en medio de una
oposición municipal, que se sentía amenazada por las pérdidas de otros los
privilegios, mercedes, franquezas y toda
clase de dádivas concedidos por los reyes antepasados.
Ocupaba
su zona urbana la fortaleza de la
Mota y otra serie de barrios, tal como se describen en 1569:
-
El de la Mota
se expandía desde la Puerta
de la Plaza
cara arriba con el Bahondillo.
-
Arrabal Viejo, san Bartolomé y Entrepuertas.
-
Cuesta del Cambrón y la
Cava , descendiendo por la calle de Marinieves daba a la
esquina de las casas de Pedro Martos, descendía por la calle Pozuelo hasta las
hazas a mano derecha
-
Arrabal Nuevo desde la casa de Marinieves abajo hasta salir a la Fuente Nueva de la Veracruz por la mano
izquierda y por la acera mano izquierda de calle Real desde el mesón de Luis Martínez hasta la casa de Peña Redonda
-
Arrabal de san Sebastián por la acera de la calle Real abajo hasta el
Llanillo y hasta las hazas y la vuelta hasta la Peña Horadada y
vuelta hasta la casa de Miguel Muñoz herrero.
Los
barrios de la Mota
ofrecían un aspecto desolador, como manifiestan el primer libro de capellanías correspondiente a
estos años, en los que muchas casas estaban abandonadas en el Bahondillo([4]); por
otra parte, en el barrio antiguo de
Santo Domingo se encontraba la misma desolación con solares y casas vacías, donde vivía la
gente pobre([5])
De ahí que, hasta el 1582, no se
llegara a realizar un padrón fiable
de población, y los vecinos
se computaran entre los 3.500 vecinos hasta los 1.800, pasando por 3000
o 2.500. Por otro lado, se sobrevaloraba
el recinto fortificado como centro comercial, político, religioso y judicial en
detrimento de la nueva ciudad floreciente, dando lugar a un enquistamiento
de su desarrollo, pues impedía que los
centros de servicios básicos se trasladaran a nuevos barrios en detrimento de la economía local y de la estética de la
ciudad, aduciendo que estaban formados por gente advenediza que no sabían
defender los valores de sus antepasados.. Esto se manifestó claramente con
motivo del intento de creación de una nueva parroquia en el año 1586 en el
arrabal de la Veracruz.
Ni dio tiempo al corregidor a que llevara a cabo una
exhaustiva información para construir
una carnicería y un matadero, con el fin de agilizar las compras matutinas y
los inconvenientes que suponía el desplazamiento de la población de los barrios
bajos ([6]). A
pesar de esta tendencia natural, que corresponde a un periodo de mayor influencia urbana que militar, en el
recinto se restauraron las murallas del Trabuquete, de Santiago, del Rastro, y el propio Gabán.
Esto, sin olvidar la propia fortaleza o castillo, donde Ginés Martínez de
Aranda llevó a cabo unas trazas que se
mantendrán hasta el presente siglo con leves remodelaciones. En su entramado
urbano, se remodeló su centro básico con una nueva plaza, más amplia y de
mayor perfección estética, rodeada de las Casas de Justicia, de nuevos
corredores, una gran parte de la nueva Iglesia Mayor y la demolición de edificios que hicieron
perder la simetría de la
Plaza Baja. Se corrigieron las calles angostas de la Calancha , la de Góngora,
o la del Taller y se ubicaron en su recinto el convento del a Encarnación, la Casa de la Mancebía , las Carnicerías
y el Palacio Abacial. Sin embargo,
cuatro años antes de que acabara el
siglo, habían pasado el barrio de
la Mota , con el
que se denominaba n los de Santo
Domingo, Bahondillo y Despeñacaballos, de 1600 vecinos a cuatrocientos ([7]).
Pero, por otro lado, en este tiempo, los edificios religiosos se extendieron
por la nueva ciudad y, frente a la oficialidad del cabildo, el clero secular y
regular ofrecía unos servicios cercanos a los vecinos que no podían ofrecerlos el cabildo abacial. Así, desde 1550,
se levantaron las iglesias y ermitas de la Veracruz y de la Magdalena , los conventos franciscanos de los Mínimos y
de la Orden Tercera
en los conventos de San Francisco y Consolación, y más tarde el monasterio de
los dominicos del Rosario ([8]), en
el centro de los nuevos barrios, lo que van a dar nombre a ellos. Esto, sin
olvidar, el traslado y nueva obra del hospital del Dulce Nombre de Jesús ([9]) y el
de la Veracruz ,
la apertura de dos nuevas puertas, la de la Tejuela y los Álamos, y, en un terreno más particular, la gran cantidad de posadas y mesones que a lo
largo del Llanillo jalonaban el camino
de la Corte. Por
citar un ejemplo de oficios fuera del recinto, había algún que otro mercero,
lencero, y especiero
Junto a la expansión de la ciudad, hay que
relacionar el asentamiento y dispersión
de un gran número de viviendas rurales, referidas a la ganadería y a la
agricultura. En su mayor parte de estructura efímera, como chozones, cuevas, o
corralones, y, otros, estables como los cortijos de los grandes labradores, que
provenían de antiguas alquerías y villas romanas. Incluso, surgieron o se
desarrollaron núcleos rurales procedentes de varios cortijos de la zona en
terrenos baldíos, a los que se les permitieron edificar ermitas como en
Frailes, dedicada a santa Lucía, y en Charilla
a san Miguel en 1590 ([10]).
[1]
AMAR. Libro Primero de Ejecutorias y Privilegios . Fols 98-99.
[2]
V.V.A.A. Alcalá la
Real. Historia de una ciudad fronteriza y abacial. Tomo
I.Pág.52. Alcalá la Real.
1999..
[3]
AMAR. Acta del cabildo del 23 de marzo de 1593.
[4]
APSM. Primer libro de Actas de la
Parroquia de Santa María la Mayor. Martín
Rosales, Francisco. “ Fuentes económicas de la abadía”. II Congreso de la Abadía de Alcalá la Real. Alcalá la Real. I 998.
[5]
AMAR. Acta del cabildo del 25 de noviembre de 1586. Declaraciones de los
regidores Gamboa, Clavijo y Pineda en esta sesión .
[6]
AMAR. Acta del 25 de noviembre de 1586.
[7]
AMAR. Acta del cabildo del 2 de agosto de 1595.
[8] AMAR, Acta del cabildo del
29 de noviembre de 1591. Ya estaba
fundado el convento en una casa de la calle Rela, su prior era el padre prior
Juan de Montoya, famoso por escribir un libro sobre el Santísimo Sacramento, dedicado a la ciudad
de Alcalá la Real.
[9] AMAR. Acta del cabildo uno
de febrero de 1597. Se recogen las obras de dicho hospital, que empezaron en
1594, y la petición de limosna al
ayuntamiento porque estaban en obras, tenían muchos gastos de botica, médicos de entierros, enfermos y
transeuntes, el salario de cuarrto hermanos de san Juan de Dios
[10]
AMAR,. Acta del cabildo del 21 de agosto de 1590.
III
cON LA FAMILIA DE LOS GAMBOA SE RENUEVA EL MONASTERIO.
No sólo se repartieron tierras para afrontar gastos de la ciudad, sino
que se hicieron limosnas a las fundaciones y nuevas obras de los conventos se
beneficiaron de la rotura de algunos montes. En 1602, las obras del convento de
San Francisco recibieron una ayuda de 4.500 ducados, que provenían de las
tierras de la Fuente
del Gato y el Navaltrillo. Como la productividad y las técnicas agrarias eran
deficientes, dio lugar a que renovaran en otros lugares de Alcalá-Torbiscal,
Peña del Yeso, Majalcorón, y Cañadas del Carril, dehesa de la Hondonera , Villar del
Juanil y Romeral.
II
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