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domingo, 26 de noviembre de 2023

En la Semana del Jaén, Zumaques

 


UNA MAÑANA DE RUTA DE ZUMAQUES

 

 

Este año se resisten a ofrecer  su  sinfónico  concierto de colores el paraje de los Zumaques de la ciudad de la Mota. Pero, ya se ha convertido en realidad esta nueva ruta para muchos senderistas de toda España. Los hay que parten en dirección al Cerro de la Luna. Saludan a los vecinos  que encienden  las  luminarias otoñales e  invitan a unas salchichas a lo lejos, quemando la tala de su huerto del solarín  de su vivienda residencial. Pasan cerca de las Canteras Nuevas, depósitos y cruz del Rayo, acariciando  el lomo de la cornisa de los Tajos  cercanos al camino pecuario de los molinos de Huescar, y llegan a la ermita de la  Verónica, donde hacen  la primera parada. No tardan en resolver la duda  de este lugar de cruz y oratorio  con su relación sobre el antiguo Calvario, la sexta estación de la devoción popular del Vía Crucis, y el damero de la ciudad renacentista. Desde este mirador se divisan los arrabales viejos de la Alcalá  de Banu Said y el telón de fondo de la Mota. Se prosigue el  camino de los Llanos hasta cerca de las cuevas argáricas y las canteras romanas, rozando el sendero con la valla y las canteras del camino de San Marcos hasta topar con su cerro, desde donde se ofrecen el paraje de la primera ciudad de Alcalá, su  santuario, las casas de los Batmala y las placas del Mioceno.

Se coincide con otros ruteros que se han aproximado por una ruta más urbana. Este es su viario: Llanillo arriba, parada en Consolación, Tejuela abajo y camino de Charilla llaneando. Desde aquí, en la caseta del camino de San Marcos, se gira al norte por una pequeña vereda señalizada bajo el paraje de las Cuevas de san Marcos.  Entre conocidas cuevas, torcales, hundideros, algunas viñas y olivares, e imponentes Tajos. Sobre todo, el famoso Hacho:
Ese tajo se reviste de Caronte,
fue violentamente por algunos traspasado,
una cabra de Lot se manifiesta
en su boca con aspecto de bifronte.
Fue antaño una luz resplandeciente,
una llama de almenara en alerta
protegiendo el ruedo de San Marcos.

Por el sendero abierto en el bosque de Monterrey, y bajo los descomunales tajos  de  flancos horadados por la gelifracción y la erosión de siglos, se camina  pisando piedras y salteando las rocas caídas, mientras el grupo se reúne en las reliquias de los  terrenos roturados y rodeados de tapiales de piedras. La gente siempre quiere resolver el enigma de tantos montones de piedras acumulados por el hombre debido a  la roturación de los Llanos para reparto de  las clases humildes, lo que  en tiempos de crisis y sequía los llevó a su endeudamiento y venta a los patronos. Es un paraje donde no se olvida el oso cazado por el rey Alfonso XI y descrito en su Libro de Montería. Se escuchan tiros de cazadores por el olivar, y los esparragales amarillean los campos baldíos.  De allí se vira a la izquierda hasta llegar a un sendero que nos llevó a la casa de piedra,  un rincón encantador cuidado por Manuel y Toñi, repleto de su labor artesanal y artística con la que han elaborado una vivienda de piedra que complementa y mejora el medioambiente de este entorno. Se vive en otro mundo bucólico que recuerda las Geórgicas o las Bucólicas de Virgilio: no son los pastores de Téocrito son los descendientes de Gerión haciendo hablar a las rocas del desprendimiento secular. Al lado, disfrutamos con Vicente Moreno, en su huerto especialmente ilustrado con su gubia, en la que su cosmovisión  de artista nos ilustró de la génesis, esencia y diagnóstico del ser humano ante el planteamiento universal del topos ciudad/campo con un nuevo enfoque que lo convierte universal para los planteamientos del futuro. El hombre, la mujer, el campo, la naturaleza, la transformación humana y los complementos se romanizan en sus relieves con una versión portadora de mensajes muy ilustrativos para revisar el mundo de hoy.

Vigila el Hacho, rememorando su cadalso suicida.Y al llegar al cruce de caminos alto y bajo de Charilla, nueva parada, con la Martina al frente y los mismos  tajos alcalaínos recordando a Tetis, la diosa mítica del mar.
Esos tajos alcalaínos  y tenantes,
antaño ciudad argárica y centenaria,
 por su presencia corroídos y horadados,
dejan traslucir en forma catenaria
un panel de celdas columbrarías.
Y al subir al camino del lagar, se manifiestan los  pinos, los arbustos, las zarzas, las retamas , la higuera y los primeros zumaques, entre verdes y ocres, apenas rojizos clamando por el agua. 
En medio de tierras roturadas,
de hombres pobres y solemnes,
se levantan  sus piedras en mausoleo
de un infame esfuerzo de esas gentes, 
arrancando los yeros y las escañas.
Ayer, el zumaque  reinaba en su solana,
convertido  luego en ocre tinte,
estrujo en las negras atarazanas 
de las aguas de las limpias Azacayas,
hoy se brindan ufanas en un bosque de otoño
para curiosos de colores de esperanza.
Y. entre matorrales, piedras, erillas, veredas negras de lodo, y zarzales por doquier, cubiertos de liquen y musgo verde y blanco, se llega al lagar de Monte el Rey, donde se explica y comprende la descripción del Libro de la Montería , la caza del oso, los jabalíes, el ruedo... y se divisa Charilla, el Sotillo, la Celada...y se topa con el mirador del antiguo basurero, sellado y ofreciendo el pie de cuesta en su momento inicial con los tajos en caída y la invitación a descubrir  La Gotera, la cueva del agua.

Al llegar al mirador de los Zumaques, no se presentan este año  en su mejor momento: algunos rojizos, otros ocres por algunos sitios, escasos los amarillos pardos por los restantes y,  como si fuera una paniculata, el verdor de la vegetación mediterránea en su relleno natural.

De allí , en medio de una atmósfera purificadora a la manera de que envolviera una sombra regenerativa, se  llega a la caseta de la Mora Vieja entre la vaguada del cerro de San Marcos y la cresta de los Llanos, el antiguo camino de los Aspadores.

Es el punto de partida. Alcalá la Real cuenta desde hace años con este primer sendero homologado por la federación nacional de Montaña y ha sido precisamente el que discurre por esta emblemática ruta de los Zumaques. Esta ha sido una aspiración de la población local que ya es  visitada con todas las garantías por todos aquellos que disfrutan del patrimonio natural de nuestra tierra. El sendero discurre, entre tramos del antiguo camino a Charilla y las  veredas que enlazaban la localidad con las parcelas agrícolas cercanas. En su final, por el paraje de los Llanos, coincide con el Cordel de Córdoba y  caminos que unían Alcalá con localidades como Santa Ana y Frailes.
El rutero no olvidará nunca estos Tajos,  muestra de los bosques mediterráneos del sur de la Península Ibérica,  ni las maravillosas vistas en el horizonte, con vistas a la Fortaleza de la Mota,  Sierra Nevada y del centro histórico de Alcalá la Real.

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