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domingo, 28 de marzo de 2021

EN EL JAÉN DE HOY , EL TESORO DE LOS QUIBIRES, TESORO HISPANO MUSULMÁN.



EL TERSORO HISPANOMUSULMÁN DE LOS QUIBIRES DE LA FUENTE NUEVA DE ALCALÁ LA REAL

 

 

De todos es sabido que los territorios que ocuparon los musulmanes en el Al ´Ándalus fueron propicios a los movimientos migratorios por las distintas invasiones desde la entrada árabe a la península ibérica hasta el final del reino nazarí de Granada. Estos desplazamientos poblacionales se ocasionaban por motivos de guerra, persecuciones u otros motivos. En muchas ocasiones, el abandono de sus antiguos asentamientos motivaba la esperanza de la vuelta en tiempos de mejor situación social. No era un hecho ocasional que guardaran sus enseres más valiosos para recuperarlos a la vuelta. Esto daba lugar a que, junto a las alquerías, en los terrenos cultivados juntos a las corrientes de aguas, como fuentes, huertas, cequias, alquerías y fundos se escondieran los tesoros hispanoárabes. Las leyendas se multiplican en versiones variadas de tesoros escondidos bajo un elemento natural-un árbol, una cueva, o una sima.- a los que acudían los repobladores o conquistadores o los labriegos con una condición básica para que pudieran ser descubiertos. 

 



En la Alcalá de los Banu Said, se produjeron en diversos momentos de su historia estos movimientos migratorios, que afectaron a los mozárabes, a los muladíes y a las diversas etnias árabes, como almohades, y almorávides. Como tierra de frontera, la ciudad cayó en diversos momentos en manos de los reinos cristianos desde el siglo X. Por eso no es de extrañar que hayan aparecido los tesoros de Ermita Nueva y de Charilla, o se encuentren lugares imbuidos de leyendas de tesoros como Charilla, La Pedriza, las Riberas, La Rábita, Majlacorón, Cequia o Fuente Álamo. Se conservan relatos como los de la Encina Leona del cortijo Bajocar, la Leyenda de la Mezquita de oro del Cerro del Águila, el Túnel de la Cañada de Ámbar hasta la Peñuela desde Venta Quenada, la Cueva de Rubio en la Joya de Charilla, la de la Loma de Mures, Malagüilla….  

Tampoco extraña que se ratifique este descubrimiento de tesoros con documentación objetiva. Me refiero a una escritura ante el escribano Alonso Ramírez en 1566 (Legajo 4720, folios 135-137 y 141-142) sobre el descubrimiento del Tesoro de los Quibires de la Fuente Nueva de Alcalá la Real.

Corrían tiempos que la ciudad fortificada de la Mota se encontraba habitada, junto con sus arrabales de su derredor, antiguas albacaras, por los primeros descendientes de los conquistadores y primeros pobladores. A partir de los primeros años del siglo XVI, se comienza una nueva repoblación que comienza a asentarse en los arrabales nuevos, Los reyes permitieron que los terrenos, que se extendían desde la Carrera Vieja hasta la Corredera y el Tiro de la Piedra, y desde la fuente de la Tejuela y Barrero hasta el ejido, fueran repartidos entre las familias hidalgas de la ciudad. A través de grandes hazas que se correspondían con las manzanas de la ciudad del llano, luego subdivididas por las calles, los Padilla, Gómez Muñoz, Cabrera, Hidalgo, Montesinos, Pineda, Garrido, Gadea reciben estas parcelas que transformaron en solares para edificar y vender mediante censos perpetuos y, además, urbanizaron con calles disvisorias. Entre estas hazas, a mediados del siglo XVI, la familia de Pedro Hernández de Aranda había heredado un haza por encima de la Fuente Nueva, lindera con una zona llena de viñedos viejos de la ciudad de Alcalá la Real antes de los Reyes Católicos, donde se construyó la Fuente Nueva, se abrió una calle por encima de ella y entre dos caminos, el de la Fuente del Rey y el que subía a dar con el camino de la Fuente Solera y molinos de Huéscar.

A mediados de siglo Pedro Hernández de Aranda, que había heredado de su familia Pedro de Pineda Góngora el haza de este entorno, había vendido varios solares. Los nuevos repobladores y vecinos solían edificar una casa, cercar su solar y corral abrir una portada, colocar varios cuerpos y en ellos sus palacios, caballerizas, cámaras, dormitorios, y algunas otras habitaciones como cocinas con chimeneas francesas.  Como es lógico en la labor de roturar el terreno, tajarlo y allanarlo acudían otros vecinos. En 9 de enero de 1567 Tomé Gallego y Bartolomé Ortega , por una parte , y, por otra parte Pero Hernández de Nocete  en nombre de Pero Hernández de Segura, su cuñado,  manifestaban que habían entablado un pleito ante el corregidor  y la justicia de la ciudad y la Real Chancillería de Granada en razón de " un tesoro de quibires,  que han hallado  junto a la Fuente Nueva, término de esta dicha ciudad, y sobre ello han traído provisión de Su Majestad , para que los dichos quibires se vuelvan  a poder del depositario, que los tenía en depósito, e, porque los pleitos son dudosos  y por evitar los gastos que del dicho pleito se pueden seguir, y en bien de paz e concordia de los que se han convenido  y concertado  em esta manera que los dichos Bartolomé de Ortega  y Tomé Gallego se obliguen a dar e pagar al dicho Pedro  Hernández de Segura  e al dicho Pedro Hernández Nocete en su nombre ocho ducados  de la moneda usual   el plazo que del susodicho declarado en recompensa de los gastos e costas que el dicho Pedro Hernández de Segura ha hecho  en el dicho pleito y poniendo en efecto los dichos  Bartolomé de Ortega e Tomé Gallego juntamente   y de mancomún e a voz de uno cada uno por su parte ".  Fijaban de fecha para cumplir la cantidad de el día de Nuestra Santa María de Agosto en la cantidad de 50. 000 maravedíes para las partes convenidas, la que aceptaba el acuerdo y la otra para la Justicia. El documento se repite con otro afectado del pleito Ginés de Pedroche, fiado por Alonso de Cea, en la misma fecha y en los mismos términos de concordia, con la cantidad de cincuenta reales. para la fecha de Santiago Apóstol, y con la pena de cincuenta mil maravedíes, repartido entre la parte obediente y las penas de cámara, en caso de que no hubiera acuerdo.  

Como es lógico se comprendía que el tesoro se hallara en este entorno, pues era una zona cercana a una fuente y el ejido de la ciudad, que se regaba con sus aguas, y bajo los viñedos que dispondrían de casetas o pequeñas alquerías, donde ocultarían el tesoro dentro de pequeños cantarillos.  El quibir nos sorprendió, hasta cierto punto. Parecía como si mantuviera el origen con la corriente de agua, grande, el Guadalquivir, e incluso con algún imán el Quibir. Pero, si nos fijamos más profundamente estaba relacionado con las monedas y joyas que debían guardar en los pucheritos. En este caso, este pucherito guardaba una gran cantidad de quibires, esa moneda musulmana, que los reyes convirtieron en maravedíes. Formaba parte de los pesantes, los dineros y quibires, que reproducían al mitqade plata que equivalía en tiempos nazaríes a diez dineros, o dirhams, cuya dobla recibía el nombre de quibir. Su conversión a la moneda castellana se evaluaba en un pesante valorado en 30 maravedíes, el dinero o dirham en tres maravedíes y el quibir en seis. 

No debía tener solo quibires el tesoro, también otros objetos de adorno y joyería. Pero quedó en manos del depositario municipal, que no transmitió a las arcas este tesoro, porque nunca más se supo de aquel tesoro o fue fundido en lingotes o monedas del mismo metal. 

 

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