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viernes, 25 de mayo de 2018

EN IDEAL. ALCALÁ LA REAL. LA HORTICHUELA(i)


LA HORTICHUELA (I)




El mes de mayo recibe el nombre de Las Flores, por cierto, más bien tardías en este año afortunadamente lluvioso y de buen agüero para los campos alcalaínos. Muchas aldeas vivieron su punto álgido a partir de los años treinta del siglo pasado hasta que comenzó la diáspora de los años sesenta, y, a pesar de que mantenían una gran dispersión de sus viviendas, consiguieron engrandecer los núcleos constituyentes a partir de un edificio público o religioso, o simplemente expandido en torno a un cortijo de labradores. Durante estos años, se asentaron muchos vecinos y, además, se establecieron algunos servicios públicos como el correo, el estanco, la escuela y la iglesia (a veces, compartidas en un mismo edificio), En muchas de ellas, se propagó la devoción de la Virgen de Fátima, que daba lugar a celebrar la fiesta por este mes y estrenar una puesta en sociedad de los niños aldeanos recibiendo las primeras comuniones. Este es el caso de la Hortichuela, uno de los doce partidos de campo que recogía el diccionario histórico-geográfico de Madoz, simplemente un refrendo de aquellas divisiones administrativas de índole local para el pago de impuestos, guarda de montes y tierras privadas y comunales, reclutamiento y levas, y disfrute de servicios religiosos. Hace más de ciento sesenta años se componía de 103 casas en un hábitat de los más dispersos que comprendían el municipio alcalaíno. Citaba este autor los siguientes cortijos de teja: Parreño, Portillo de las Carretas, Domínguez, Jabalquinto, Flores, Churro, Álamos, Laguna, Rincón, Retamales, Gayumbares, las Monjas, la Chinche, el Pedregal, Donadío, la Cuesta, Cadimo, Nuevo, Loma del Carril, la Memoria, la Reja, Carvajal alto, y bajo, Aguilerica, la Zarza, Citora, las Monjas, Cerro de la Cruz, Huertas, Fuente del Soto y el Hospital. Todavía no le habían alcanzado a este partido la roturación de los campos ni las consecuencias de los terrenos desamortizados con el repartimiento de las tierras comunales, dando lugar al nacimiento de muchas más viviendas rurales. Los nombres de los cortijos recuerdan parajes donde los labradores vivían como  Aguilera, Flores o Domínguez, o se resaltaba que labraban tierras de hidalgos, descendientes de los conquistadores de Alcalá o de hacendados de otros lugares que lo habían recibido de compraventa o por herencia como los granadinos Carvajales o Cadimo. Otros eran, tierras municipales que hacían referencia a tierras hoy de olivares y, en aquellos tiempos,  un monte bajo, lleno de la verde  retama o de la amarillenta gayumba,  y entre terrenos pedregosos. Y, no escaseaban los provenientes de las instituciones llamadas de las manos muertas, que luego se desamortizaron, cono los de La Memoria, las Monjas o el Hospital, -de seguro del Dulce Nombre de Jesús-. Y, en el resto de los otros cortijos, el accidente geográfico o motivo histórico artístico les dieron el nombre como las Huertas, La loma, la Cuesta o la Cruz.
Muy lejos están los años en los que este ministro decimonónico definía sus tierras como un terreno muy agreste, salvo el de las Pilas de la Fuente del Soto y sus cercanos, que se regaban con un venero de agua potable en una cantidad de unas de 28 fanegas. Incluso calificaba lasas tierras de este partido en general por endebles, y sólo una pequeña parte de bastante buena calidad. Eran tiempos en los que todavía se resaltaba la importancia de su monte alto y bajo, donde se encontraba algún que otro viñedo. Para mejor comprender aquella tierra, hay que partir que el hombre de estos parajes tan sólo disfrutaba de un molino harinero, llamado de Suarez, pero tan escaso de a g u a, que solo en el invierno podía moler. Y para llegar a esta tierra, desde Alcalá, bajando por la Ladera de Montefrío, a través del camino del Cañuelo, se dirigían los labradores a aquellas tierras por la Cañada del Membrillo y a través del portillo de las Carretas se adentraba en la zona de la Hortichuela. o se podía subir al cerro de la Torre, un mirador sin parangón para contemplar las sierras subbéticas, desde la Tiñosa hasta el santuario de la egabrense Virgen de la Sierra. Un paraje marcado desde tiempo inmemorial por dos torres y una fuente citada hasta por el Libro de la Montería de Alfonso XI. Las torres debieron ocupar un sitio privilegiado:  una, la de Gibralquite, prácticamente seccionada en la base. Se erguía en el lugar estratégico, para controlar a los playeros que venían de Montefrío; la otra, la de la Solana, sin más rastros que el círculo de la cimentación de sillería para otear los movimientos de los vecinos de las tierras de Priego, convertida en baluarte y trinchera de la Guerra Civil. La fuente, en otro tiempo llamada del Obispo y hoy de Chinares, que, a modo de Guadiana, mana agua en la parte superior y reaparece conforme se acerca a la parte baja de la Cañada del Membrillo.

Hoy, en torno a las Pilas, se encuentran los edificios público más importantes- el Centro Social, la Escuela-ermita, los bares, el molino de aceite, el polideportivo, la mayoría construidos a partir de la democracia-; antes también, jugaba un gran papel la zona de la Hortichuela donde abundaban algunos importantes cortijos, incluso en estos parajes hubo escuela, ermita, cruz de fiesta, Lejos han quedado aquellos tiempos, actualmente corren otros en los que sus aceites de excelencia pasaron página a la fábrica harinera de los años setenta y a los asentamientos de turismo rural del actual milenios



. Este es el segundo capítulo, cuando comienzan a florear los cerezos y a teñirse de penachos aleonados los gayumbares,
 


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