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lunes, 1 de julio de 2019

PASIÓN SEGÚN PABLO DE ROJAS



El eccehomo  es una representación iconográfica que tuvo una gran repercusión en la ciudad de Granada, como elemento sintético que representa la Pasión de Cristo, resumida en la paciencia de Jesús ante el sufrimiento y su presentación al pueblo. No existieron en su tierra natal representaciones  de dicha imagen, anteriores a su llegada a Granada, salvo unas posteriores a la muerte del imaginero que tuvieron lugar con la inauguración de la ermita de dicho nombre por los años treinta dentro de un Calvario y como primera estación para ser contemplados por los devotos y meditación de la Pasión de Cristo. No han podido ser documentadas las imágenes atribuidas de  dos figuras del Renacimiento tardío  de este tipo colocadas en la iglesia de San Matías, otra en San Ildefonso(esta atribuida por Juan Jesús Guadalupe) y la última de la Catedral, procedente del arzobispado de la Zubia. Tampoco, son dignas de crédito las atribuciones del eccehomo de barro o las de madera a Martínez Montañés, sino que está perfectamente comprobado la participación de los Hermano García en la especial maestría de este tipo eclipsó a cualquier otro imaginero que tratara dichas formas. Estos imagineros, según Medina, significan el  especialista de este ciclo de Pasión.  No obstante, dicho tipo debió ser tratado en algunos retablos por Pablo de Rojas dentro del ciclo de Pasión, como sucede la  secuencia del tercer piso del monasterio San Jerónimo en la escultura que sigue al de la columna, siempre que pueda constarse la atribución de las obras.

Entre este tipo de atribuciones y por su tramiento similar del Cristo de la Paciencia de Granada se encuentra el Cristo de la Humildad de Baeza, que a pesar de sus innumerables restauaraciones podemos ver el típico contraposto de la transición del manierismo hacia el naturalismo, expresado en el buen tallado de manos y pies, corpulencia de zona muscular frente a la esrechez de cintura, que la deja al descubierto muy típico de Pablo de Rojas.          










Jesús con la Cruz a cuestas  camino del Calvario era un tema esencial en las manifestaciones religiosas de Semana Santa, sobre todo, a finales del siglo XVI, momento en el que comienza a extenderse esta imagen en muchas cofradías pasionales a expensas de las órdenes dominica y franciscana para llevar a cabo una catequización del pueblo sencillo ante los avances de la reforma luterana. No hay  pueblo en Andalucía que en el siglo XVII y XVIII no tenga la presencia de esta imagen en la mañana del Viernes Santo. Por muchos sociólogos, se ha definido esta imagen como la más adecuada para conformar el alma del espíritu senequista de lo andaluz. Es curioso que muchas de esto tipo iconográfico se envuelven en una aureola legendaria, cuyos autores regalaron de forma anónima la imagen. No es fruto de un a época en la que la religiosidad popular despierta todo este tipo de fantasías.
Decía el mencionado Francisco Medina sobre este paso: es tema casi imprescindible en nuestros desfiles procesionales por prestarse más su composición escénica a la idea del paso como camino, a la vez que simboliza uno de los centros nucleares de la espiritualidad cristiana: el seguimiento y la imitación de Cristo por el camino de la Cruz. Los nazarenos barrocos, imágenes  solitarias sin personajes que lo acompañen, no son tanto escenificaciones del relato de Pasión cuanto de aquel otro pasaje evangélico" el que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga".
Simplemente, como referencia, en la capilla del Baptisterio, conocida como la de las Angustias o del Descendimiento, de la iglesia Mayor de Alcalá la Real en el arco de medio punto de su frontal aparece escrita dicha leyenda en latín, aunque hoy día no quedan sino los rastros del carboncillo, que le sirvió de base para las letras doradas que estuvieron esculpidas años antes. En esta misma iglesia, hay constancia de un Cristo de la Misericordia, imagen nazarena, que gozaba de mucha devoción en las rogativas (ver programa del Dulce Nombre de Jesús).
En la iglesia de las Angustias de Granada se data su primera imagen nazarena, como venimos manifestando, pero una obra desaparecida o, al menos, no localizada debió ser la que mayor influencia y devoción popular despertaron en la génesis de las procesiones semanasanteras. Nos referimos a la imagen de Jesús Nazareno de la iglesia de los trinitarios descalzos. Esta  estaba ubicada en la plaza de su mismo nombre y, al desaparecer los trinitarios y no encontrarse un convento femenino donde ubicar sus imágenes. 


Una imagen de finales del siglo XVI principios del siglo XVII, procedente del convento de San Francisco Casa Grande, actualmente conocido por el Cristo de las Tres Caídas y conservado en una de las hornacinas del Convento de Santa Isabel la Real, comparte con otra imagen de Jesús Nazareno, ubicada en la iglesia de las Angustias de Granada, la pervivencia de ser testimonio y convertirse en los genuinos representantes de este tipo iconográfico procesional de aquellos tiempos. Esta última está colocada en el retablo izquierdo del crucero y  perteneció a Pablo de Rojas  y en palabras de Gómez Moreno:" Tema tan extraño a escultura granadina como normal a la sevillana; está en la iglesia de las Angustias y se sabe que ya existía en 1586. La talla  de los ropajes obedece a fórmulas antiguas, con plegados de amanerada elegancia, mas el rostro muestra la expresión suave y un poco meláncólica habitual en nuestro escultor"[1].




Esta imagen fue muy dañada en restauraciones posteriores, y, afortunadamente, reintegrada a su aspecto original en el año 1936.
Su importancia radica en que Pablo de Rojas  consiguió que este tema de Pasión sea llevado al Arte en el momento más culminante de la Contrarreforma y, en palabras de otro crítico granadino Emilio Orozco, haya que partir de Granada para la difusión iconográfica de Jesús Camino del Calvario al resto del suelo andaluz: "vienen a constituir el verdadero origen  de este tipo iconográfico en Granada, ya que sus antecedentes no pertenecen a la escultura exenta"[2]
La serie de Nazarenos de Pablo de Rojas se continúa con el de la iglesia de Huetor Vega y el de la iglesia de San Francisco de Priego. La única diferencia que radica entre el primero y estos dos posteriores es la mirada del primero que cae hacia el suelo y la de estos últimos se nos manifiesta en un plano horizontal menos pendiente de la actitud devocional que de  la manifestación procesional. El torso también se inclina al lado izquierdo en estas dos últimas, pero el amanerado pliegue de su túnica, la melancolía del rostro- idéntica en la de los dos pueblos- el policromado de Pedro de Raxis y la perfección manierista de su rostro y manos son inconfundibles para atribuirlos a Pablo de Rojas - disposición de los bucles sobre la frente y en torno a las orejas, el equilibrio de los dedos de sus manos-. Su rostro es correcto y noble con la característica proporción achatada que comparte con las medidas del Crucificado de Granada. Decía Bernales sobre el nazareno de Priego lo siguiente:
“El Nazareno de Pablo de Rojas, esculpido en 1592 para la iglesia de San Francisco de Priego, es una de las obras capitales de este escultor, considerado como clave para la formación de la escuelagranadina y que también dejó influjos en esta zona de la provincia de Córdoba. La escultura es de talla completa y se representa a Jesús itinerante, camino del Calvario, con túnica morada estofada en oro, lo que no suele verse por las vestiduras de terciopelo con las que revisten a la imagen. La cabeza, compuesta en torsión, muy propia de Rojas, posee uno de los rostros de rasgos más bellos y patética expresión de los que realizó el artista”.
Y con  parecidas palabras se analiza por el mismo crítico el nazareno de Huetor Vega: "noble de movimiento y de viva expresión. De talla completa, conserva el rico estofado de la túnica, donde presenta un característico plegar acanalado, que resalta las formas del desnudo de las piernas, hasta reunirse en un prominente haz de pliegue entre ellas. En cuanto al movimiento y gesto, su actitud  es de más erguido avanzar, sin acusar tanto el peso de la cruz, mirando con viveza hacia el frente y a lo lejos en una serena aceptación de martirio...
Al mismo círculo se le atribuye el nazareno situado en el entre coro de la Cartuja, aunque es algo más inferior por lo que se refiere al tamaño establecido por los cánones del momento, y con cierta influencia en las trazas del taller de Alonso de Mena, escultor que en los últimos años debió trabajar con Pablo de Rojas.
Bernales le atribuye otro Nazareno que se guarda en el templo  granadino de San Agustín que es de talla completa y devoto aspecto dramático, conseguido por los tratamientos escultóricos y hábil policromía. Consideramos que es una confusión, pues se refiere al de la iglesia de las Angustias.
Finalmente, hay que atribuirle dos nazarenos en la provincia de Málaga, uno en Archidona y otro el de la iglesia de San Zoilo, aunque este  último se está cuestionando con la participación de un escultor local Juan Vázquez de la Vega. No obstante, su labor de talla en blanco de las imágenes nos hace pensar que la labor de pintura y policromado pudo ser obra del escultor antequerano y la obra en bruto de Pablo de Rojas. Para  el profesor Orozco, este nazareno significael último momento de su evolución estilística , en que su arte perdió robustez y grandisoa simplicidad estática, ganando en modelado y delicadas matizaciones que se perciben en la traza de la figura y en el plegado de la túnica y presentando unas proporciones más alargadas, cosa que no es el caso del de Archidona.

Lo mismo que este escultor iniciará la serie de Nazarenos de la Escuela Granadina- entre los que destacan los ejecutados por los Moras-, por su parte Juan Martínez Montañés, el discípulo de Pablo de Rojas, va trasladar este tipo a la Escuela Sevillana, teniendo su plasmación más perfecta en el Jesús de Pasión de la iglesia del Salvador, nombre que coincide con otros muchos andaluces, como el de Alcalá la Real, y en los posteriores de sus epígonos de Juan de Mesa, Ruiz Gijón etc. Con su discípulo se alcanza con este tipo de imágenes una figura de patética emoción contenida, de expresión angustiada, sumisa y reflexiva que nos conmueve ante todo a piedad y compasión. 
El Cristo de la paciencia y de la humildad refleja con su expresión iconográfica el momento en el que Jesús se prepara para la crucifixión, cuando espera sentado y despojado de las vestiduras que lo crucifiquen. En el retablo de San Jerónimo suele estar acompañado de varios soldados, pero generalmente suele hacer estación de penitencia en soledad. Varios son los nombres que suelen caracterizar este paso, entre ellos, el del Cristo de la Meditación. Sin intención de atribuirlo al maestro alcalaíno es un Cristo de Puerta Real, que hoy se encuentra en una hornacina del Hospital de San Juan de Dios. Pero cercano a su círculo, es el del Convento de la Piedad, donde Cristo apoya la cabeza sobre su brazo derecho. Siguen el mismo esquema los de San Justo y Pastor, el de San Antón y el del convento de  Clausura del Convento de Zafra, procedente de Antequera. Más visos de atribución tiene el Jesús de la Humildad de la iglesia parroquia de san Ildefonso Granada, representando la figura de Cristo sedente durante la coronación de espinas, que procedía del Convento de la Merced y pertenecía a la Cofradía de la Sangre de Cristo, obra de finales del siglo XVI.  



El Crucificado es un tema muy reproducido por la iconografía cristiana y refleja el momento culmen de la vida del Salvador. Pablo de Rojas recogió este motivo iconográfico de la Crucifixión nacido a raíz de los años posteriores de la Reconquista y que responde a una religiosidad reflejada en la expansión de los símbolos del Cristianismo y  supo transmitirla a sus discípulos, aunque  con anterioridad ya existían precedentes en el arte granadino, entre ellos, los de Silbé. También supo reflejar con su arte y plasmar en las imágenes de los Crucificados  los mejores cánones  del hombre ideal que propugnaba  el humanismo cristiano. Como dice Medina:
"en la época de la exaltación del hombre, la imagen de Cristo en la Cruz  era para  los creyentes el mejor modelo de renovación, en el que  se ponían todos los anhelos y esperanzas de la humanidad"
En su ciudad natal, Alcalá la Real, varios crucificados se conservan de su tiempo, actualmente en el convento de las Madres Trinitarias, que ofrecen esta transición entre el estilo siloesco y el nuevo aire que le va imprimir Pablo de Rojas. En la iglesia de la Veracruz, existía también un Crucificado, que salieron de las manos de su padre o de sus hermanos y de escultores coetáneos como Martín Pérez, o Jusepe de Burgos. Famosos eran en esta ciudad los del Cristo de Alcaraz del convento de Consolación y otro de la iglesia de la Mota. Frente a la intensidad posterior del barroco, a pesar de la huella  manierista de sus Crucificados, ya los atribuidos ya el de la Catedral, Pablo de Rojas conecta con el espíritu renacentista de un Cristo en la Cruz con un dolor intenso esperanzado, lleno de serenidad, sobriedad y equilibrio. Parece como si quisieran reflejar el mensaje cristiano de que en la Muerte está la Vida, según decía el crítico anteriormente referido. Significan estos crucificados un momento importantísimo para la escultura policromada andaluza, un paso  intermedio entre el clasicismo renacentista y el realismo barroco. Pues se fija un tipo consistente en un Cristo-Símbolo, apolíneo, mayestático, clavado en la cruz plana (trono y no patíbulo) mediante tres clavos, escasamente cruento, con el sudario en forma de un simple paño de pureza; interpreta patéticamente el dolor y lo expresa en la figura de Dios-Hombre, por así decirlo: es la versión manierista del Cristo Majestad de la Alta Edad Media.
Uno de sus Cristos más conocidos fue el del conde de Monteagudo que sirvió de base iconográfica para el Cristo de la Clemencia de Martínez Montañés, según refirió Pacheco en su Arte de la Pintura con estas palabras:
"Siguió felicemente la postura de sus pies conforme a las revelaciones de Santa Brígida, en cada uno un clavo, nuestro contemporáneo Juan Martínez Montañés en el famoso Cristo que dio a la Cartuja don Mateo Vázquez Arcediano de Carmona... Y me afirma- Montañés- que su maestro Pablo de Roxas hizo habrá más de cuarenta años un Crucificado de marfil con cuatro clavos para el conde de Monteagudo"


Entre los primeros que se le adjudican figura uno de resabios arcaicos de Guadix que Jorge Bernales le atribuye al maestro Pablo de Rojas. Una variante más importante de la figura del Crucificado es la retablística, con la que se ocupaba generalmente uno de las huecos centrales del segundo cuerpo o culmina el ático del retablo. Procede de la tradición renacentista que se inaugura tras la conquista de Granada y en la que se impone el tema iconográfico de la Crucifixión para expresar de una manera rotunda el simbolismo principal de los cristianos concretizado en la Cruz y propagar el pensamiento cristiano de la Redención que en ella se manifiesta claramente expresado.
Las medidas suelen variar entre ellos. Así,  el de Albolote tenía unas medidas relacionadas con el encasamiento del dintel; el de la iglesia de San Ildefonso es más pequeño que el natural. Lo mismo que el del Convento de la Concepción,  algunos de ellos suelen estar acompañados de la figura de la Virgen y San Juan. En similares circunstancias, nos encontramos  el del convento del Angel Custodio, actualmente en la parroquia de San Cristóbal realizado en 1600.  Gallego Burín también le atribuye el del centro del segundo piso del retablo de Santa Isabel la Real, que es de muy buena factura y otro situado bajo la real del coro, muy deteriorado. Este tipo de crucificados influirá en su discípulo Martínez Montañés en los remates de los Cristos  del monasterio de Santiponce y el que integra el grupo de la Santísima Trinidad en el retablo de Santa Clara, aunque son posteriores, pues el primero data del 1611- 1612 y, el segundo en 1625, con la representación del Cristo de tres clavos.
Suelen tener estos Crucificados una actitud que deja caer levemente la cabeza reclinada hacia la derecha de la misma manera que el cuerpo vence con suavidad en esta misma dirección, mientras hacia el lado contrario vuelven las piernas de nuevo bajo el rostro.  Este presenta una cabellera tallada sin peluca, formada de trenzados mechones que suelen dejar libres las orejas y en la frente se abren frente a los montañesinos que ofrecen un mechón en el centro. Su mirada se pierde en el devoto mortecina. El perizoma o sudario suele estar anudado por una cuerda y cae amplia y naturalmente, pero siempre en la misma línea de la cabeza.   Suelen dejar limpio el suave contorno de la cadera bajo el nudo desplazado del sudario, consiguiendo bellos efectos anatómicos. Pero con pocas señales de sangre y la policromía en tono claro. Presenta una exquisitez en su gubia que no alcanzaron muchos de sus discípulos entre ellos Sebastián de Solís. Preocupados principalmente por la muscolosidad de las formas y el carácter eminentemente expresivo. No presenta ni torsos  potentes ni se ven afectados por la majestuosidad, más bien responden a  Cristos serenos. Suele estar la figura de Cristo crucificado por tres clavos, con pocas señales de sangre. Son imágenes, que olvidan los Cristos renacentistas y góticos de los retablos, hechas para ser contempladas de cerca, para conmover al devoto ante la humanidad de Cristo ya muerto. Dan muestras de esperanza ante la muerte.
Inaugura, por lo tanto, un canon distinto, según Bernales,  donde el torso, las piernas y, sobre todo, los brazos se acortan  acentuadamente, lo que, unido a una mayor robustez de formas y menor verticalidad de composición, refuerza el cambio hasta conseguir una perspectiva más cercana y real; todo ello supondrá globalmente el paso de una visión de imagen de culto a otra más próxima al concepto de imagen de devoción que lleva consigo en todos los sentidos una más acusada humanización y, por tanto, un mayor acercamiento al fiel.
Se observa una evolución de su estilo desde los crucificados primeros hasta el último atribuido de la iglesia del Sagrario. Los primeros- el de la Catedral, Seminario, Guadix-suelen presentar una talla dura, en la que los recios cabellos aparecen trenzados con la corona y distribuidos en forma de mechones. Además, las cabezas  se esculpen con proporciones cuadradas y caen hacia la derecha sin sensación de muerte y espíritu tranquilo. El paño de pureza se resuelve con naturalidad atado a la derecha y la policromía es de tono verdoso poco pulimentada, sin estridencias. Los de su segunda época suele tener un modelado más blando y la cabeza gana en expresividad como sucede en la iglesia del Sagrario que nos acerca a los Cristos de la escuela Sevillana. Sobre todo, el Cristo de la Clemencia de la Catedral sevillana.
  

 Este tipo de Cristo se impuso en la escuela granadina y fruto de la influencia que ejercerá con ellos  en la otra escuela- la sevillana- va a dar lugar a un gran número de atribuciones. Incluso trasciende la geografía andaluza sobrepasando el Despeñaperros con la figura de Gregorio Fernández.
El más importante de estos crucificados es el de la Catedral de Granada, situado en el pequeño museo situado en la sacristía de los beneficiados. Este Cristo fue conocido por el nombre de la Esperanza y fue procesionado en el paso de Santa María de la Alhambra en el Vía Crucis catedralicio del año 1934. Hernández Díaz lo destaca entre todas las obras cuando dice:”...siempre me ha impresionado el Crucifijo de la Catedral Granadina (1591), magnífico de dibujo, composición, antomía, talla, ropaje y hondísima unción sagrada..” Otra atribución y similar al anterior es el de la Casa de la Acción Católica y que actualmente recibe culto en la capilla del Seminario mayor en la Cartuja, procedente del Palacio Arzobispal de Granada. 




 Datado a principios de Siglo XVII, le atribuye al escultor alcalaíno Emilio Orozco el Cristo de fina talla y de marfil del Museo  de Bellas Artes de Granada, situado en las salas altas del Palacio de Carlos V. Por la mayoría de sus tratadistas, se le asignan también el Cristo del Convento de San José (carmelitas descalzas), el de la capilla mayor del convento de San Antón, el de la parroquial de San José, el de la parroquia de las Angustias del año 1582,  y el de la iglesia parroquia de Lanteira. Aunque no salidos de su gubia, pero pertenecientes a su círculo y a su taller, son los siguientes: el de la sacristía de San Matías, el de la primera capilla lateral derecha de San Pedro, el de la tercera capilla de las Angustias de la iglesia de San Ildefonso, el de la capilla lateral derecha de las Angustias, el de la iglesia de san Bartolomé, el de la Sala de Capitulación del convento de la Concepción, el de la sacristía de Santa María de la Alhambra y el del crucero del convento de San Antón y el del tamaño normal del segundo cuerpo del retablo mayor de la parroquial de San Justo y Pastor.
La importancia de Pablo de Rojas  se denota con esta valoración que hacen los críticos actuales recogiendo una anterior de Gallego Burín: " La figura indiscutible de este periodo es Pablo de Rojas   , considerado por algunos historiadores del arte como el padre de la escultura andaluza del siglo XVII A´ su obra la de un genio, pero ella por sí sola llena toda una  época y constituye un paso decisivo en la total evolución de su escuela. Y este instinto plástico ya no se perderá, sino que, ennoblecido y perfeccionado por Montañés- su discípulo- pasará a Sevilla, y, a través de éste, a Cano´siendo estos dos últimos maestros de las dos ramas de la escuela andaluza, la sevillana y la granadina, que directamente tienen la misma fuente común en el artista de Alcalá la Real"[3].

     Aunque comparte con los hermanos García la influencia en el Cristo de la Clemencia de Martínez Montañés, como dice el profesor Orozco: los Cristos de Pablo de Rojas son el eslabón imprescindible para llegar a la gran creación de Montañés. La visión prebarroca de imagen concebida con sentido de proximidad está en el “Cristo”realizado por su maestro. Como está también en el sentido de equilibrio entre lo humano realista y lo dogmático trascendente. Y tras de ese modelo, los hermanos García, con su “Crucificado”de la sacristía de la Catedral granadina, dan el paso inmediato- hasta el punto de la confusión en lo técnico formal- a la interpretación genial que representa el “Cristo de la Clemencia” del gran maestro”


Como resumen del tipo de los crucificados sirvan estas palabras de María Elena Gómez Moreno:
"todos difieren poco y se mantienen dentro de una gran nobleza artística"
           O las de Jorge Bernales: con el tema del Crucificado, Rojas da un paso hacia una visión más real apartándose de las formas ideales. Los Cristos anteriores de Rojas carecían de emoción, de personalidad y de brío. Eran Cristos que coronan retablos, más signos de la cruz que imágenes del Crucificado. Rojas los talla para verlos de cerca, de  frente al que reza, los humaniza para que conmuevan al que los contempla.
   
La imagen de Cristo muerto era frecuente en la iconografía de la Pasión de Cristo para ser procesionada en la tarde del Viernes Santo junto con la imagen de la Soledad. Hay noticias que en la iglesia de San Francisco de Alcalá la Real hubo una imagen de este tipo. A Pablo de Rojas se le atribuyen varias imágenes de Cristo muerto, la de la iglesia de Órgiva y la de la iglesia de San Pedro de Priego de Córdoba. El primero, aunque muy deteriorado, presenta la característica modelación de su rostro dejando libre las orejas. Del segundo una policromía blanca y verdosa y la misma modulación del rostro invitan a su atribución. En el monasterio de San Jerónimo, se encuentra otra imagen atribuida al círculo de Pablo de Rojas, cubierto por perizoma y sin ningún personaje que le acompañen.     




La ascensión del Señor es un tema que aparece en el retablo de San Jerónimo. Jorge Bernales se lo atribuye a  Pablo de Rojas, una vez que se marcharon en la ejecución del retablo Juan Bautista Vázquez el mozo y Melchor de Turín.


El Tema de  Dios Padre suele coronar los retablos y en ellos se continúa la presencia de Dios barbado pero humanizado distinto a los tipos de otros estilos anteriores. En el retablo de San Marcos de Alcalá la Real ya aparecía el motivo.





[1] M E. GÓMEZ MORENO, Escultura  del siglo XVII, p. 47.
[2] OROZCO DÍAZ, E. Unas obras de Risueño y de Mora desconocidas. Archivo Español de Arte 44(1971)
[3]MARTINEZ MEDINA, F. Cultura Religiosa en la Granada Renacentista y barroca. Pag. 107.

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