Al final del año pasado 2018, se celebraba el torneo de la esgrima de la
ciudad de Jaén. Y lo presentaban los organizadores del evento, resaltando
algunos datos sobre este deporte. En concreto, el concejal de Deportes del ayuntamiento jiennense resaltaba que era “el
deporte olímpico de origen español” y que
Andalucía sea cuna de este deporte con un gran número de “tiradores”, Así se
denominan sus practicantes como esgrimistas frente a los esgrimidores que
realizaban antiguamente las armas de esgrima
y equivalían en otra modalidad con los espaderos. En estos tiempos del
siglo XXI, siempre se barría para casa y se traía las aguas a su molino
utilitarista justificando el torneo deportivo dentro de la modalidad de turismo
deportivo. El responsable de la UJA transcendía
el deporte y lo enmarcaba en el desarrollo ético de valores, que fomentaba el
deporte de la esgrima. Pero ni es un deporte reciente por ser olímpico ni su
nobleza surgió al azar dentro del mundo del deporte y militar. Su práctica se
remonta a los primeros siglos de la Edad Moderna en las tierras de Jaén. Deben
abundar, en los pueblos más populosos y en la capital, las noticias de los
espaderos y los esgrimidores, que frecuentaban este
oficio de fabricar espada a través de los padrones de población, contratos y ordenanzas de oficios. En concreto en la
ciudad de la Mota hay constancia de los espadores que abrían su tienda en las
Entrepuertas de la Mota, y así lo hacía Gonzalo Martínez en 1549.
Pero, en esta misma ciudad, se conoce con rotundidad el
ejercicio de la esgrima como foco importante de Jaén por varios
documentos. Por
uno primero, ante el Juan Bautista Cano
en 10 de septiembre de 1638 y siendo testigos Martín de Rueda, Antón de Víboras
y Bernardo Ruiz, recogíamos la práctica deportiva del Juego de la
Esgrima en Castillo de Locubín, con motivo de la avenencia judicial entre dos contendientes por un pleito de lucha
de esgrima.
Era
muy frecuente la práctica de perdonar a las personas y dar una cantidad de
dinero por el delito cometido. Juan de Pareja aludía que
prieguiense Juan de Jiménez fue acusado por la Justicia de la ciudad de Alcalá
la Real de haberle herido Diego Palomino, maestro de esgrima, que le sacó
en la Era de esta villa con una cuchillada en el hombro izquierdo. Se
muestra claramente que no fue un duelo, porque se refería a que el
maestro jugaba con Jiménez a las armas y al tirarlas le
dio estando recto y sin darle percibimiento entró la misma espada por las
espaldas y se dio en un ojo. Ante la petición de personas honradas,
decentes, caballerosas y por el servicio a Nuestro Señor, solicitaba el
perdón ya que no tuvo culpa el maestro pedía que se le perdonara. Se
demostraba que ya existía la presencia de las enseñanzas y escuelas de
esgrima españolas con su correspondiente tipo de espadas roperas y sus
reglas. Por este tiempo, se habían escrito diversos tratados del Arte de
la Esgrima de Jerónimo Sánchez de
Carranza (1582,), de Luís
Pacheco Narvaez (1624), maestro mayor de Felipe IV de Carranza, Nicolás Tamariz
y Ettenhard y Abcarca, compendios que sobrepasaban este arte para
profundizar en sus fundamentos teóricos,
filosóficos y matemáticos. Como dicen algunos “Destreza se convierte
en algo más que una visión esgrimística, incorpora referencias a autores
clásicos, la geometría, biomecánica y demás hijos del humanismo renacentista
que daba sus coletazos aun en España”. En el siglo XVII, la
espada ropera tomó el control y se popularizó enormemente, sobretodo de la mano
de la publicación de la obra del esgrimista Salvatore Fabris. Su estilo triunfó en Italia y se expandió en la esgrima
germánica. Y curiosamente en España fue conocida como la Verdadera Destreza en base a esta tipo arma de la espada ropera.
Pero,
no era una noticia accidental aquel pleito ni una pura anécdota el juego de la
esgrima. Pues, un siglo anterior, nos encontramos otro documento sobre la
esgrima, en este ante el escribano Antón García de los Ríos con fecha de
diecinueve de enero de 1553, siendo testigo Pero y Lope Garrido y Blas Alcalde,
el propio maestro de esgrima alcalaíno, Francisco de Anaya aparece
concediendo nada menos el título de poder ejercitar la enseñanza al prieguense
Juan de Arroyo en su localidad. Lo hacía conscientemente y dándole poder para
que representando su propia persona pudiera abrir escuela de esgrima de armas
en ella como maestro como mejor le convenga y el visto bueno del
alcalaíno hasta que alcanzara el título de maestro mayor del rey Carlos V.
Por
este documento, se demuestra que la escuela alcalaína ya gozaba de tradición y
dinamizaba las de las otras poblaciones de la abadía, donde se abrían escuelas
al amparo del examen de oficio de los maestros de esgrima de Alcalá la
Real, que gozaban del poder de dar el título real de, ejercicio.
Por eso, la esgrima no sólo mereció con
creces su categoría olímpica en esta tierra, sino que también viene refrendada por la práctica de unos
valores, ajenos del simple aprovechamiento
utilitarista del turismo, de modo que era algo más, era una escuela de fomento de valores.
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