El núcleo rural de Puertolllano de
Alcalá la Real pertenece a la aldea de Las Caserías de Moraleda hasta que,
a partir del siglo XVII, se denominaron Caserías de San Isidro. Su nombre se
remonta a la época de la conquista ya que lo recibió de su parada en la subida
del camino que procede de Alcaudete, y, corre bajo la Sierra de la
Acamuña. Fue una tierra que, por una parte, se repartió entre los
conquistadores como zona de viñas y varios cortijos, y otra quedó como reserva
comunal en forma de montes de realengo, y se fue conquistando en repartimientos
posteriores.
Tras la subida desde la venta del
Carrizal hasta el puerto cuando se divisa la fortaleza de la Mota, entre
barrancales y monte bajo el descanso del viajero se alcanza en la parte llana
junto a una fuente que mana de las aguas de la Acamuña, es el sitio de
Puertollano. Junto a ella, un lavadero público recuerda los años del
subdesarrollo del siglo pasado. Su antiguo abrevadero y descansaderos se ha
convertido como una zona de descanso junto a la futura autovía.
Muchos viñedos y algunos cortijos
roturaron aquellos campos. Entre aquellos parajes y cortijos, destacaba el cortijo de
Pedro de Córdoba casado con Francisca de Moya que nos ilustra a comprender en
este lugar la importancia y la relevancia de presencia humana en aquel hábitat
rural, y, luego posteriormente, el nacimiento de otras viviendas dispersas. La
noticia viene recogida por un censo que este matrimonio en mancomunidad recibió
del granadino licenciado Juan de Bracamonte por 3.757 maravedíes. Para
afrontarlo, pusieron como garantía hipotecaria " sobre una casa cortijo venta que tenemos en el término de la
ciudad de Alcalá la Real, que dicen Puertollano, e sobre doscientas fanegas de
tierra e sobre cuarenta aranzadas de viña e majuelo con su casa e su lagar que
en ellas está, que tenemos, linde con dichas tierras, e sobre doce fanegas e
dos aranzadas de zumaque que nosotros tenemos en el dicho pago". El
documento alcalaíno se firmó ante el escribano Pareja un 20 de mayo de 1550.
Este testimonio de este
documento se complementa con otro de Luis Pareja, con otra venta en
la Rábita, donde aparece el ventero Juan García vendiendo al cantero Diego
Martín cantero de 11 cochinos en la cantidad de 2.250 maravedíes.
ante el mismo escribano de 30 de marzo de 1550. Las ventas, centros
comerciales de animales, de vino y de cereales.
Un tercer documento le vendía las
tierras por el censo, y aportaba el título de Licenciado de Juan de Bracamonte.
Se fijaba como linderas las tierras de Pedro Fernández de Alcaraz, de Francisco
de Aranda y Francisco de Cardera, descendientes de los caballeros alcalaínos. Y
se obligaban, un mes anterior, a las acostumbradas condiciones de mantener las
casas en buen estado, labrar y cardar las tierras, legar a sucesores y cumplir
con los compromisos con el cesonario.
Está claro que Puertollano era un
paraje, que ya se manifestaba labrado y habitado en tiempos pasados, con cortijos,
(este de cien fanegas es significativo). Ya en los primeros años del siglo XX, se distinguían los del Cerro, Antonio Gamboa,
Magallustre y el del propio Puertollano; en la posguerra, se acrecentaron las
viviendas como la de la Cagüela, incluso con su correspondiente panadería y el
hito de la cruz con su fiesta de primavera ; lo mismo que era importante la
presencia de la vid y el zumaque ( no exclusivo de los Tajos, también lo había
en Cañuelo) en estos parajes, transformados a partir de los últimos siglos en
un olivar muy productivo, así como se
acrecentaron los edificios de vivienda
de campesinos; los lagares para la
producción del vino, y, en tiempos recientes, viviendas de campo y de recreo ,
sobre todo en el entorno de los Prados de la Gitana y algún que otro taller de
industria agrícola junto con el cultivo de los cerezos y algunos que otros
huertos.
Las ventas, por esta zona norte de la
comarca alcalaína, servían de alojamiento y de centro comercial en la vía de
Granada, que se remonta a una calzada romana y prosiguió como camino mozárabe y
camino de la Corte, hoy día la Nacional 432.
La dehesa de la Acamuña prestaba un gran
servicio cinegético, y se ofrece como un mirador y atalaya natural de las
tierras jiennenses hacia las tierras de Granada. Sirvieron en tiempos de guerra
y de frontera, hoy sus antenas nos incardinan en el mundo virtual y de la
comunicación.
Cercanos los dos villares, el Alto y
el Bajo, son testigos de asentamientos romanos que afloran frecuentemente como
muestra de un pasado rico en cereales en
torno a la Pasada de Baena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario