ATALAYAS ALCALÁINAS EN LA SIERRA SUR MIRANDO A GRANADA (iii)
Iniciar la ruta por la parte suroriental de la
Sierra Sur significa compartir con la naturaleza una serie de sensaciones
únicas, patrimoniales y paisajísticas. Desde el comienzo del itinerario, por el
desvío de la Nacional 5432 a través de la carretera provincial que se dirige a
la aldea de Charilla, se envuelve el viajero entre cerros que resuenan tiempos
de viñedos otoñales, hortelanos de Guadalcotón, y zumacales de los Tajos. Charilla, se siente protegida por su atalaya,
situada en un cerro, al que las calles concejiles conducen desde la ermita de San Miguel y de
los restos de la ciudad de la mozárabe Flora
un antiguo camino que se adentra
entre olivares, la fuente de la Montijana y del cortijo de la Leyenda de María Solís. Una bella durmiente
charillera que dejó su huella en la entrada de un manantial que alberga un
cortijo cercano a la torre. A través de un rocoso monte mediterráneo y de pasto
caprino, se alcanza una atalaya que servía de comunicación con las torres del
Castillo de Locubín, de los Pedregales y las de los derredores del cerro de la
Mota. Esta torre musulmana formaba parte de la red defensiva de la ciudad
fortificada. De planta circular, en su primer cuerpo, probablemente
horadado de su trama maciza, se abre una
bóveda semiesférica, y se percibe por un amplio hueco el segundo cuerpo con dos
vanos y un hueco destinado a la entrada original. Se ha desmochado su parte
alta, pues se denota en la pérdida de los sillares irregulares, Desde la torre,
a sus pies se extiende la aldea de Ben Jakán, el poeta charillero que cantaba,
en su libro “Collares de oro!” : Me perdí, y dejé mi continencia en el desierto;/Y monté mi gozo a
rienda suelta./Me ofreció la rosa de sus mejillas,/Y la recogí con la
mirada sin pecado./Quise abstenerme de su amor, pero no pude,/Mostrándole
seriedad en medio de la broma./Y dejé que mi corazón fuese, por el ardiente
afecto,/ Como un ave con la que vuelan, sin ala, los deseos.
Siguiendo por la cañada, actual carretera
municipal, de la Boca de Charrilla parece como si se pisara sobre la bóveda de
una falla tectónica, y llegaran sus ondas expansivas hacia la torre del mismo
nombre, una torre que comienza el cierre del círculo defensivo de la Mota,
Siguen dibujando el círculo las del
Cascante, a cuyos pies se refresca el paraje con la Fuente del Rey, continua
con la de la Moraleja, vigilando el camino de la Corte hacia Granada, y, se
estrecha el círculo con a la de Dehesilla de los Caballos.
Se han renovado actualmente en su iluminación,
pero el vandalismo no les ha permitido subsistir su luminaria durante muchos
años Pues estas torres de la Boca de Charilla, Cascante y de
La Moraleja se convirtieron recientemente en almenaras, que brillaron en las
negras noches alcalaínas con el resplandor de las nuevas energías a la manera
de aquellas atalayas que marcaban, en forma de hitos y miliarios, los caminos de los transeúntes y viajeros,
cuando se acudía a las tierras
granadinas por los caminos de Guadix, Colomera o de Granada, que atraviesan
todos estos parajes. Ahora, el ocio y el deporte se alumbra con su luz nocturna
por el camino del carril bici; y nuevos enlaces recortan las distancias entre
las carreteras nacionales y provinciales.
A la torre de la Bica de Charilla, se le conoce
por los nombres de Santa Ana, del Norte y torreón de los Llanos, ya que se
ubica en su parte oriental, al final del camino interior que conducía la aldea
santanera hasta los cortijos de Alhambra y de los Frailes. Esta torre es
también de planta circular y no se apoya en la base troncónica, propia de los
conquistadores cristianos. De sillería no muy uniforme, se abre un vano en
forma de puerta y ventana sobre los peñascos de los bordes de los Llanos que
miraban en el horizonte a la Carraca, los Barrios, la Celada, y se diluye la
vista la Cueva del Moro y Veinte Novias. En medio de un almendral y zona de
pasto, sus casi diez metros de altura conservados y la mitad de diámetro
encierran una habitación interior y redonda, donde se podía ascender a través
de las primeras escalas escalonadas. Su altura sobre el nivel del mar (1.001)
le permite contemplar claramente las luminarias de la ciudad fortificada. Se ha
reutilizado horadando su interior como una casilla de campo para guardar
aperos. También, pudo ser refugio cercano de los soldados del nido de
ametralladoras en la trinchera de su entorno en la Guerra Civil. Esta torre fue testigo de una escaramuza de
frontera en torno a 1469, conocida como la batalle de la Boca de Charilla,
donde las tropas de la ciudad de Alcalá la Real cortaron el paso de las huestes
musulmanas, en su invasión a las tierras del reino de Jaén y se enredó en la leyenda
con la aparición de San Sebastián montado a caballo y cubierto con unos
vestidos amarillo y azul
Dejando atrás
esta torre, los Llanos son un paraje de una zona de antigua dehesa, que
conducía a la aldea de Santa Ana en dirección sudoccidental. Y la huella gótica
se percibe todavía en la iglesia que
albergaba una imagen de su mismo estilo.
Cercana se encuentra una ermita, románica en el Paraje de la Fuente del
Rey, Y del paraje semidesértico se pasa a una zona de huertas, regadas por los
manantiales de varias fuentes, entre las que destacan la Somera y Fuente del
Rey, un paraje donde se comenta que acamparon las tropas de Alfonso XI en 1340.
A partir de este lugar las torres se visten de arquitectura gótica. La zona
denominada Entretorres, hace alusión a las torres del Cascante y Moraleja, abandonan
la forma cilíndrica de la Boca de Charilla. Por eso, les puso una base
troncónica, cuerpo de planta circular, y se levanta con mayores dimensiones con
respecto a otras del entorno; el perímetro llega a alcanzar en la de Moraleja
más de 25 metros; y unos pocos metros menos, la del Cascante; el vano de entrada
y acceso a una habitación situada en la parte superior obligaban a una escalera
artificial y efímera para evitar los ataques imprevistos. Se coronan con un
cuerpo superior de azotea, sobre una orla o guirnalda apoyada en canecillos que
se muestran en forma de balcón, y e aparecen en la de CascanteEstas torres formaban parte de una red que
comunicaba a los labradores de estas tierras expuestas a peligros e invasiones
continuas. Como centro fundamental, desde estas torres se disparaban los
mensajes de fuegos variopintos a la fortaleza de la Mota, pero no perdían las
emisiones entre ellas, la Dehesilla de los Caballos. Charilla, Puerto, las
Mimbres y la del Puerto. Ahora, estas torres controlan un tráfico fluido de las
nuevas rotondas que guiñan con su dibujo la silueta de las torres. Y, sobre
todo, tras estas
torres, parece como si el tiempo hubieran cerrado s otros núcleos concéntricos
u otras comunicaciones transversales del tiempo de frontera.
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