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lunes, 3 de septiembre de 2018

TIERRA DE ATALAYAS EN LA SIERRA SUR (I)


TIERRA DE ATALAYAS EN LA SIERRA SUR (I)

En la Sierra Sur, la ciudad fortificada de la Mota define el paisaje de todo su territorio. Para cualquier persona que se acerca a estas tierras, de momento percibe la noción de haber sido tierra de frontera, paso de reinos, encrucijada de culturas, encuentro de civilizaciones, y enclave de trincheras y empalizadas. Quedan restos de sus baluartes defensivos por doquier, y abundan las atalayas centinelas en el cerro o el montículo menos esperado. Si se conservaran en su totalidad, de seguro que ocuparía el primer lugar de la ruta más poblada de recintos defensivos, y, por cierto, se tiene más que ganada su pertenencia a la ruta de batallas y castillos.  Es fácil establecer varios recorridos para contemplar una tierra que fue sometida a dos fronteras finales del final de la conquista de España, la frontera calatrava en tiempos de Fernando III y la de Alfonso XI que se prolongó hasta tempos de los Reyes Católicos con la rendición definitiva del reino musulmán de Granada en 1492.


Esta última etapa de frontera significó un paso de la poliorcética muy significativo al pasar de las construcciones musulmanas de torres cilíndricas a las atalayas góticas troncónicas y de cuerpo cilíndrico y orladas con la guirnaldas y almenas de su parte superior. Resulta interesante y agradable compartir esta experiencia con el recorrido y la visita de estas atalayas adentrándose en este territorio de la Sierra Sur. Pueden contemplarse desde los restos de las antiguas atalayas y castillos abandonados hasta las almenaras que todavía se yerguen a lo largo de todo el territorio de la Sierra Sur. Desde el castillo calatravo de Alcaudete hasta la Villeta del Castillo de Locubín, se muestran un sistema de protección y centinela con relación a las tierras calatravas y las tierras, más musulmanas a través del antiguo camino real y sus senderos más insospechados como servideras, veredas, y calles de campos que acercan a parajes singulares; actualmente transformados en carreteras naciones, autonómicas, locales y caminos rurales. Este círculo de atalayas protegía y emitía señales de alarmas con motivo de la llegada de tropas invasoras, tráfico de mercancías o aviso de salud pública. Por seguir esta ruta y desde la carretera de Jaén, se puede elegir un recorrido agradable entre muestras de atalayas,
Se inicia por la carretera autonómica que parte de Jaén desde el cruce de los Noguerones, y puede contemplarse la atalaya del Cortijo y el castillo del Víboras en la lejanía invitando a adentrarse a un entorno encantador de su pantano, para seguir y hacer una parada en el muy buen reconstruido castillo calatravo de Alcaudete, y seguir el camino entre atalayas hasta la Venta del Carrizal, la torre de los Ajos ( probablemente del Atranque por encontrarse en este cerro), Molino del Moro, Caniles, Torre Blanca y  del Harina. En las inmediaciones del río San Juan, la parada es obligada en la torre de la las Ventas del Carrizal, un singular paraje regado por el río San Juan, esta torre fue denominada por un estudioso de las atalayas Valeriano del Castillo Torre del Atranque (y confundió con las de Cañizar Alto y Bajo), también se conoce por el nombre de Atalaya de Encina Hermosa. Ilustra ejemplarmente este tipo de construcción musulmán. Formada por una torre cilíndrica de más de seis metros de diámetro y macizo en su base hasta la altura de cinco metros, donde en esta segunda sección se abre un vano, que se utiliza para puerta y ventana, que obliga a la escalada llena de obstáculos. En estas secciones se abriga una sala de planta cuadrada se cubre con una bóveda vaída y construida por la técnica del mampuesto, No ofrece terraza alguna. Y con su visita se puede uno hacer idea de todas las atalayas oteadas o del recinto del entorno. Tan sólo, algunas de ellas permiten la entrada de la luz a través de las saeteras, pequeños vanos que rajaban el lienzo para poder disparar con las ballestas.  Cercano se encontraba el castillo de Cabeza Baja, en un entorno que probablemente se alzaba uno de los oppidum iberos romanos más importantes de la Sierra Sur. No es de extrañar que, en su entorno, la antigua Ipolca, municipio polconense o Ipocobulco debiera levarse. Actualmente, en fase de recuperar este yacimiento que puede dar muchos descubrimientos para el estudio del paso de las tierras del Alta Guadalquivir a tierras costeras.



Cercana se encuentra la torre de la Cogolla.  Valeriano del Castillo la citó como la del Carrizar Bajo y se encontraba en el cerro de dicho nombre. Muy similar en su tipología a la anterior, se puede contemplar por la carretera que alinda con el río san Juan, de menor es dimensiones y altura, su nombre sugiere una mistérica interpretación al estar relacionada la cogolla, con la cuculla, un hábito o vestimenta en forma de túnica y capucha de los monjes monacales, al mismo tiempo no es de extrañar que se le llamara del Carrizal, por abundar en tiempos de reconquista el carrizo por estos lugares. Siguiendo esta carretera y refrescados por el río, se llega al Castillo de Locubín, donde se presenta la Villeta, un castillo que solo conserva la muralla noroeste, y, que fue un recinto esencial para el desarrollo urbanístico de esta villa a partir del siglo XVI. Hay que tener en cuenta que desde su plaza de armas y desde sus dos puertas, una de ellas la de Alcalá, se va a formar su entramado urbano, en el que destacaban sus carnicerías, algunas tiendas, y las dependencias de los alcaldes ordinarios, Pero, la caída de la torre del Homenaje en 1595, supuso la pérdida de la mayor parte del recinto.
De seguro que saldrán a la luz nuevos elementos defensivos, en este recorrido. Pues abundan si nos adentramos en la parte meridional, No hay más que avanzar por la carretera para ascender el puerto del Castillo y topar con la torre del Puerto, una torre con dos plantas, pero de dimensiones menores y con la puerta orientada al este, a las dos plantas se le añade la azotea. La torre del Puerto se le conoce también como La Nava, y jugó un papel fundamental para el intercambio entre Alcalá la Real y Castillo, por comunicarse directamente con la ciudad fortificada de la Mota. Pero, abre una nueva ruta que nos adentra a tierras alcalaínas, y a otro tipo de atalayas. Se pasa de las musulmanas, a las que se remontan los caminos púnicos y romanos, y nos reservan para una nueva caminata de vivir tierras en tiempos nazaríes.


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