TIERRA
DE ATALAYAS EN LA SIERRA SUR (I)
En la Sierra Sur, la ciudad fortificada de la Mota define el paisaje de todo su territorio. Para cualquier persona que se acerca a estas tierras, de momento percibe la noción de haber sido tierra de frontera, paso de reinos, encrucijada de culturas, encuentro de civilizaciones, y enclave de trincheras y empalizadas. Quedan restos de sus baluartes defensivos por doquier, y abundan las atalayas centinelas en el cerro o el montículo menos esperado. Si se conservaran en su totalidad, de seguro que ocuparía el primer lugar de la ruta más poblada de recintos defensivos, y, por cierto, se tiene más que ganada su pertenencia a la ruta de batallas y castillos. Es fácil establecer varios recorridos para contemplar una tierra que fue sometida a dos fronteras finales del final de la conquista de España, la frontera calatrava en tiempos de Fernando III y la de Alfonso XI que se prolongó hasta tempos de los Reyes Católicos con la rendición definitiva del reino musulmán de Granada en 1492.
Esta última
etapa de frontera significó un paso de la poliorcética muy significativo al
pasar de las construcciones musulmanas de torres cilíndricas a las atalayas
góticas troncónicas y de cuerpo cilíndrico y orladas con la guirnaldas y
almenas de su parte superior. Resulta interesante y agradable compartir esta
experiencia con el recorrido y la visita de estas atalayas adentrándose en este
territorio de la Sierra Sur. Pueden contemplarse desde los restos de las
antiguas atalayas y castillos abandonados hasta las almenaras que todavía se
yerguen a lo largo de todo el territorio de la Sierra Sur. Desde el castillo calatravo
de Alcaudete hasta la Villeta del Castillo de Locubín, se muestran un sistema
de protección y centinela con relación a las tierras calatravas y las tierras,
más musulmanas a través del antiguo camino real y sus senderos más
insospechados como servideras, veredas, y calles de campos que acercan a
parajes singulares; actualmente transformados en carreteras naciones,
autonómicas, locales y caminos rurales. Este círculo de atalayas protegía y emitía
señales de alarmas con motivo de la llegada de tropas invasoras, tráfico de
mercancías o aviso de salud pública. Por seguir esta ruta y desde la carretera
de Jaén, se puede elegir un recorrido agradable entre muestras de atalayas,
Se inicia por la
carretera autonómica que parte de Jaén desde el cruce de los Noguerones, y
puede contemplarse la atalaya del Cortijo y el castillo del Víboras en la
lejanía invitando a adentrarse a un entorno encantador de su pantano, para
seguir y hacer una parada en el muy buen reconstruido castillo calatravo de
Alcaudete, y seguir el camino entre atalayas hasta la Venta del Carrizal, la
torre de los Ajos ( probablemente del Atranque por encontrarse en este cerro),
Molino del Moro, Caniles, Torre Blanca y del Harina. En las inmediaciones del río San
Juan, la parada es obligada en la torre de la las Ventas del Carrizal, un
singular paraje regado por el río San Juan, esta torre fue denominada por un
estudioso de las atalayas Valeriano del Castillo Torre del Atranque (y
confundió con las de Cañizar Alto y Bajo), también se conoce por el nombre de
Atalaya de Encina Hermosa. Ilustra ejemplarmente este tipo de construcción musulmán.
Formada por una torre cilíndrica de más de seis metros de diámetro y macizo en
su base hasta la altura de cinco metros, donde en esta segunda sección se abre
un vano, que se utiliza para puerta y ventana, que obliga a la escalada llena
de obstáculos. En estas secciones se abriga una sala de planta cuadrada se
cubre con una bóveda vaída y construida por la técnica del mampuesto, No ofrece
terraza alguna. Y con su visita se puede uno hacer idea de todas las atalayas
oteadas o del recinto del entorno. Tan sólo, algunas de ellas permiten la
entrada de la luz a través de las saeteras, pequeños vanos que rajaban el lienzo
para poder disparar con las ballestas.
Cercano se encontraba el castillo de Cabeza Baja, en un entorno que
probablemente se alzaba uno de los oppidum iberos romanos más importantes de la
Sierra Sur. No es de extrañar que, en su entorno, la antigua Ipolca, municipio polconense
o Ipocobulco debiera levarse. Actualmente, en fase de recuperar este yacimiento
que puede dar muchos descubrimientos para el estudio del paso de las tierras
del Alta Guadalquivir a tierras costeras.
Cercana se
encuentra la torre de la Cogolla.
Valeriano del Castillo la citó como la del Carrizar Bajo y se encontraba
en el cerro de dicho nombre. Muy similar en su tipología a la anterior, se
puede contemplar por la carretera que alinda con el río san Juan,
de menor es dimensiones y altura, su nombre sugiere una mistérica
interpretación al estar relacionada la cogolla, con la cuculla, un hábito o vestimenta en forma de túnica y capucha de
los monjes monacales, al mismo tiempo no es de extrañar que se le llamara del
Carrizal, por abundar en tiempos de reconquista el carrizo por estos lugares. Siguiendo
esta carretera y refrescados por el río, se llega al Castillo de Locubín, donde
se presenta la Villeta, un castillo que solo conserva la muralla noroeste, y,
que fue un recinto esencial para el desarrollo urbanístico de esta villa a
partir del siglo XVI. Hay que tener en cuenta que desde su plaza de armas y
desde sus dos puertas, una de ellas la de Alcalá, se va a formar su entramado urbano,
en el que destacaban sus carnicerías, algunas tiendas, y las dependencias de
los alcaldes ordinarios, Pero, la caída de la torre del Homenaje en 1595,
supuso la pérdida de la mayor parte del recinto.
De seguro que
saldrán a la luz nuevos elementos defensivos, en este recorrido. Pues abundan
si nos adentramos en la parte meridional, No hay más que avanzar por la
carretera para ascender el puerto del Castillo y topar con la torre del Puerto,
una torre con dos plantas, pero de dimensiones menores y con la puerta
orientada al este, a las dos plantas se le añade la azotea. La torre del Puerto
se le conoce también como La Nava, y jugó un papel fundamental para el intercambio
entre Alcalá la Real y Castillo, por comunicarse directamente con la ciudad
fortificada de la Mota. Pero, abre una nueva ruta que nos adentra a tierras
alcalaínas, y a otro tipo de atalayas. Se pasa de las musulmanas, a las que se remontan
los caminos púnicos y romanos, y nos reservan para una nueva caminata de vivir
tierras en tiempos nazaríes.
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