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sábado, 1 de septiembre de 2018

eEN IDEAL ALCALÁ LA REAL. SANTA ANA (i)

SANTA ANA(i)
                                   Santa Ana celebra el V Centenario de su Cofradía, al amparo de la Abuela de Jesús. Se hace patente que es una de las primeras cofradías de la ciudad de la Mota, tras las de la Nuestra Señora de la Antigua y la Santa Caridad. Esta última muy ligada a su territorio, donde se alberga su imagen con el nombre de la Coronada. Y, a pesar de contar con una rica historia, resulta difícil dar con la primera noticia para justificar la presencia de su nombre y de su ubicación por estos pagos. No es de extrañar que varios cortijos de los conquistadores de Alcalá rondaran las cercanías de una ermita con el nombre de Santa Ana, y fueron ellos los que ellos los que albergaran un pequeño oratorio para traer una imagen de la Abadía, que algunos remontan su procedencia de la mano dadivosa del Cardenal Mendoza, pastor y benefactor que estuvo residiendo en algunas ocasiones en la ciudad fortificada ante de la conquista o toma de Granada. Aquella ermita en el entorno de una alameda fue el núcleo dinamizador para que, con el paso de los siglos, nada menos que cinco- se haya convertido en la aldea más populosa de Alcalá la Real sobrepasando con creces los mil habitantes.                                  Pero no queda su antigüedad en una fecha histórica, sino que Santa Ana se enreda en la nebulosa de los millones de siglos que conformaron un paraje singular. Entre el llano casi desértico y las frondosas huertas (muchas transformadas en casas de segunda residencia o de campo), entre olivares y tierra de calma, entre urbana y hábitat disperso, entre industrial y asentamiento agrícola, entre lugar de servicios y polígonos de progreso, entre manantiales de agua y hortalizas de verano, entre senderos, servideras y carreteras de asfalto, entre lomas y vaguadas.
                                  Responde su fisonomía natural a las huellas dejadas de mar de Tethys, aquel mar que anegaba todo el territorio comprendido entre el Norte de África y el Sur de Europa con sus aguas someras, y que, durante el Cretácico, hace más de 65 millones de años, cubría todas las estas tierras. Y dejó, entre los montes de la Sierra Sur, un paraje singular que define y genera toda su naturaleza: la agreste y la frondosa. Nos referimos a los extensos Llanos, que por estas tierras se denominan de Santa Ana. No es de extrañar que las canteras recuerden en su materia prima los arenales de aquellos fondos marinos, ni que en sus superficies se propalen los fósiles, reminiscencias de un piélago viviente entre peces, estrellas de mar y cetáceos.  Por eso, resulta curioso que el ministro Madoz, en 1850, ya definiera este lugar aplanado, como la génesis esencial para este partido de campo: El cerro de las Cruces tiene en su cúspide una explanada de cerca de 1/2 legua de diámetro, terminando en casi toda su circunferencia por cortaduras y tajos; pero en dirección de Oeste a Este, forma un suave declive, en cuya parte inferior está colocada la aldea. de que nos ocupamos, en situado agradable y muy llana, pues por ella se prolonga dicha explanada, conocida con el nombre do los Llanos. Edificado el pueblo sobre canteras de piedra, en terreno arenoso, sus calles están sin empedrar, y son muy desiguales, con barrancos formados por las corrientes de las aguas llovedizas; y como las casas tienen corrales en lo general de mucha extensión, aparenta esta aldea, vista de lejos, ser una ciudad crecida.
Y las cortaduras de Los llanos dieron vida, a través de los manantiales de las fuentes de la Hostia, Gallarda, Somera, y, sobre todo, de la Fuente del Rey, a las ricas huertas que se cultivaron desde tiempos romanos hasta la actualidad. Primero, el hombre trashumante de Algar comenzó a pastar en aquel páramo de medio monte, cubierto de capa de tomillo, romero y de hierbas resistentes a las máximas temperaturas. Y este mismo hombre comenzó a habitar en los refugios de las cuevas que se horadaban en los tajos de los Llanos, dando lugar a que en la zona de las viñas del Humilladero se encontraran las primeras cistas de estos hombres del bronce, y, también los primeros sarcófagos romanos. Y, la piedra se hiciera testigo en las aras y lápidas romanas, como las de la joven Inicia, en el Museo local de Alcalá la Real. Y junto al Llano, la tierra de labor se multiplicó en villas romanas, esos cortijos que crecieron entre aguas de arroyuelos, manantiales y derramaderos de esa masa tectónica amesetada, como son testigos los restos de tégulas en La Lancha, Mazuelos, Chaparral, Pasailla Alta y Baja.  Y esto fue el comienzo hasta convertirse actualmente en una población con varios núcleos o barrios muy significativos. No nos extraña que aquel ministro se la imaginara como una ciudad.  


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