Al otro lado de
la muralla del Arrabal Viejo, estaba el Rastro, lugar destinado para
vender la carne al por mayor. Desde allí se edificó una calle en 1576 hasta el
Matadero y desde este se dirigía otra a la Puerta Nueva. Además, otra calle,
en forma de anillo y foso, iba desde la puerta de Martín Ruiz hasta
la de Santiago y continuaba pasando por el Rastro.
MATADERO
Cerca se encontraba el
matadero. Este se realizó, en los primeros decenios del siglo XVI, la mayor
obra en 1556. Todavía quedan sus cimientos y caja de estanque en una de las
fincas de olivar del arrabal. Se componía de un corral cercado, donde en un
gran patio se recogían los ganados, provenientes del Corral del Concejo,
situado a las laderas de los Llanos, para sacrificarlos antes de ir a la
carnicería, patio al que se accedía por un portón o portada, y se encontraba
con algunas galerías de arcos para protegerse de la intemperie, empedrado y con
un pozo en su interior junto con casa de encargado.
LA PUERTA Y ARCOS DEL
RASTRO
Al Rastro se
llegaba también desde el arrabal de san Bartolomé por un camino
empedrado y desde el Arrabal Viejo por una puerta, llamada del Rastro, y que se
componía de varios arcos restaurados en 1556 en forma de portales para guardar
el ganado. Esta puerta, junto a la torre del Pico y la muralla del Rastro, no
se conserva, salvo un arranque recientemente descubierto en las
excavaciones recientes, comunicaba, a través de las
calles de la descendida y la del Matadero, con el Rastro, el matadero, la
Puerta Nueva y con la alhóndiga.
El recinto del rastro
se mantuvo hasta el siglo XVII, como
lonja de ganado, COMPUESTO POR ESTA PUERTA Y UNA SERIE DE ARCOS DE ALOJAR EL GANADO.
Una de sus obras más importantes se remató en 1621. (AHPJ, Legajo 4716, folio
33, 9 de febrero) en el albañil Marcos Ruiz
Cortecero. Se le entregó la planta y diseño
para que se realizara conforme a la orden, condiciones y el dibujo del proyecto, y valorado en 3.900
reales. Consistía en la obra del rastro según la forma y orden del proyecto
entregado para Pascua de este año del contrato, avalado por Juan Pérez de
Castilla. Le entregaban mil reales al inicio de la obra; otros mil cuando
terminaran los arcos y los otros 1.900 al finalizar y acabar la obra a toda perfección
a vista de los maestros de la obra. El avalador, que era el cantero Juan Pérez de
Castilla, se obligaba a sacar y traer la cal y la piedra de la cantera a catorce reales cada
una de las varas; y la de los bolsores de los arcos, es decir cada una de las dovelas,
a dos reales y cuarto. Y, por cada vara
de cahiz de la cal, cobraba 18
maravedíes y cuarto sacado de la cantera y
11 reales y medio el cahiz puesto en el rastro. (mismo legajo folio 34);
a esto se añadía un mozo y su mula que
transportaban la cal y piedra por ocho reales y media cada día de jornada.
LA ALHÓNDIGA
En la alhóndiga, se
comercializaba el trigo, el vino y el aceite, una especie de lonja muy famosa y
necesaria, que se instituyó en tiempos de Felipe II para controlar el precio y
el abastecimiento de los principales alimentos. Era uno de los muros menos
consistentes de la ciudad, porque tuvo que ser reconstruido en 1591, y además
fue el sitio por el que conquistó la fortaleza en su primer momento. Si nos
remontáramos al final de la época musulmana y a los primeros años de
la conquista, por este lugar de la muralla, que tenía poca altura,
se introdujeron las tropas de Alfonso XI hasta llegar a la torre de la Cárcel
el 20 de diciembre del año 1340 e inició la conquista de Alcalá de
Aben Zayde, según el manuscrito de don Antonio López de Gamboa,
SIGLO
XVIII. CASI UN TERRENO DE PROPIOS
En el siglo XVIII, se producen dos
acontecimientos muy significativos en el municipio alcalaíno:
por un lado, se completa la ruralización de una
importante parte de la población de la ciudad de Alcalá la
Real estableciéndose en los partidos la nueva ciudad de
Alcalá la Real gracias a la ampliación y continuidad de
los repartimientos reales entre las clases más populares, y ,
por otra parte, prácticamente la mayor parte de la población se extendió
por completo entre los dos cerros, el de la Mota y los Llanos, donde
se formó un rectángulo, atravesado por el Llanillo y la calle Real, a las
que convergen `perpendicular y paralelamente una serie de calles cardinales y
decumanas A consecuencia de todos estos movimientos, los antiguos solares
abandonados-convertidos en tierras de labor- comienzan a
subastarse y ser colonizados por nuevos labriegos siguiendo la
línea de repartimiento establecida por Carlos III para favorecer a la
agricultura entre las clases menos privilegiadas En , en 1785, ya
aparece en el recudimiento de propios una suerte pequeña referida a los
terrenos en torno al Matadero Viejo, quedando el resto de solares
abandonados en propiedad de la iglesia o de particulares,
porque hasta 1823 tan sólo se reparte este lugar entre los
vecinos como bien municipal de propios .
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A continuación, ya avanzado el siglo
XIX, le seguirán los de la Peña Horadada, el arrabal de
San Sebastián, el de San Bartolomé, Santo Domingo y algunos huertos del Arrabal
Nuevo. Sería muy extenso clasificar todos estos nuevos terrenos convertidos en
suerte de labor en manos de sus respectivos particulares, pero ejemplos
de su nuevo panorama rural frente al anterior espacio urbano. En 1771, el
administrador de la absentista Baltasara de Sotomayor incluía entre sus
numerosas propiedades y bienes inmuebles, dos fanegas en Barrero, cinco fanegas
en el Prado de San Sebastián, una fanega en el Rastro, otro celemín en el mismo
sitio, otro en la Placeta que llaman de San Juan “que antes
fue solar”. Curiosamente, este terreno se encontraba dentro de
la fortaleza, como propiedad del ayuntamiento, y, por este año, ya se lo había
hecho propio, porque en 18 de diciembre de 1652, se le dio licencia “ para
el adarvillo de la Puerta Nueva, que lindaba con Pedro de Medina, siempre
por 20 años y reservando la propiedad municipal.. Baltasar Serrano de
Pineda, cinco fanegas en Peña Horadada y una en Carrera de San Bartolomé.
A consecuencia de todos estos movimientos, los antiguos solares
abandonados-convertidos en tierras de labor- comienzan a
subastarse y ser colonizados por nuevos labriegos siguiendo la
línea de repartimiento establecida por Carlos III para favorecer a la
agricultura entre las clases menos privilegiadas. .En 1785, ya
aparece en el recudimiento de propios una suerte pequeña referida a los
terrenos en torno al Matadero Viejo, quedando el resto de solares
abandonados en propiedad de la iglesia o de particulares,
porque hasta 1823 tan sólo se reparte este lugar entre los
vecinos como bien municipal de propios . A continuación, ya avanzado el
siglo XIX, le seguirán los de la Peña Horadada, el
arrabal de San Sebastián, el de San Bartolomé, Santo Domingo y algunos huertos
del Arrabal Nuevo. Sería muy extenso clasificar todos estos nuevos terrenos
convertidos en suerte de labor en manos de sus respectivos particulares,
pero ejemplos de su nuevo panorama rural frente al anterior espacio
urbano. En 1771, el administrador de la absentista Baltasara de Sotomayor
incluía entre sus numerosas propiedades y bienes inmuebles, dos fanegas en
Barrero, cinco fanegas en el Prado de San Sebastián, una fanega en el
Rastro, otro celemín en el mismo sitio, otro en la Placeta que
llaman de San Juan “que antes fue solar”[1] Curiosamente,
este terreno se encontraba dentro de la fortaleza, como propiedad del
ayuntamiento, y, por este año, ya se lo había hecho propio, porque
en 18 de diciembre de 1652, se le dio licencia” para el adarmillo de la
Puerta Nueva, que lindaba con Pedro de Medina, siempre por 20 años y
reservando la propiedad municipal.. Baltasar Serrano de Pineda, cinco fanegas
en Peña horadada y una en Carrera de San Bartolomé”. En el siglo XIX, su despoblamiento se produjo de un modo
más intenso. Pues, partiendo de la base documental de
distintos padrones municipales., a partir de 1822, podemos resumir la
situación del barrio de Santo Domingo y alrededores con los siguientes
datos:
-Con motivo del nombramiento de alcaldes
de barrio, “ que celen y cuiden de los respectivos partidos que se les
asignen”, esta zona se comprendía dentro del distrito cuarto y se componía de
las calles siguientes:. San Blas, La Caba, Escalerillas, Pozuelo,
Mazuelos, Mesones, Trinidad, además de Luque, Llana, Rosario y Medrano[2].
En 1832, podemos constatar el número de viviendas y la desaparición de la calle
Mesones: San Blas ( 7 casas), Santo Domingo(4 casas), Caba con 7
casas y Mazuelos. Unos años después, en 1841, la despoblación es total: San
Blas, con un vecino; 8 casas por encima de San Blas, una por encima de iglesia
de iglesia de Santo Domingo: una Casa por encima de Santo Domingo, Cava
con 16 vecinos, 4 en Calle Mazuelos y 8 en Hondiguilla. Prácticamente, en
los barrios colindantes ya no existe población; y los edificios públicos
y religiosos son “un montón de ruinas cuyos materiales fueron
vendidos hace pocos años y transportados a la población”[3].
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