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martes, 11 de junio de 2019

CARACTERISTICAS GENERALES DEL ARTE DE PABLO DE ROJAS






Una de las caracterisíticas de Pablo de Rojas que va transmitir a sus discípulos y, sobre todo, a Montañés, a la especial valoración de los aspectos y elementos puramente plásticos, del volumen y de la forma como corporeidad aislada e independiente. Todo ello viene motivado por el carácter devocional que tiene este tipo de imágenes en el ámbito religioso. Y esta fue la contribución más importante que se da en Pablo de Rojas, pues representa en la escultura granadina, a la que hay que añadir las interrelaciones entre los escultores del momento, la manera de concebir la imagen fuera del retablo, como algo independiente de su plena valoración plástica y expresiva. Las obras antecedentes, realizadas con fines procesionales, habían sido de inferior calidad si se compara con la gran retablística de Granada, y no digamos en su tierra natal, donde todavía se conservan piezas muy interesantes de los retablos de Santo Domingo de Silos. Incluso, asistimos en los años setenta del siglo XVI a un remozamiento, refresco y restauruación de imágenes, lo que nos indica las nuevas directrices contrarrefomistas y esta nueva manera de concebir el tratamiento de las imágenes. Esto lo tenemos documentado entre sus propios hermanos que por el año 1578 remozaron entre otras, la imagen de Santa Ana con una diadema y pintura de sus ropajes, la de Santiago por su hermano Miguel en el mismo año y la propia imagen de la que sería la Virgen de las Mercedes y de la Cabeza. Cercanos a su tierra son los tratamientos de lienzos de pintura como el Cristo de Moclín. Por lo tanto, como dice el profesor Orozco: Rojas, por su propio instinto, tiende a la concepción de la figura aislada, sobria y rotunda de traza, de vigorosos plasticismo, confiando las finuras y matices a la labor sobrepuesta de la policromía y el estofado. Para  ello se concibe la imagen con el más rotundo y sobrio sentido de las formas, en las el ropaje sea hace lo más simple posible por medio de unos pliegues amplios que refuerzan independientemente a la imagen. Para ello la figura suele ir apoyada con aplomo en una pierna, dejando la otra con un movimiento ligero y doblado;  se le acompaña de ropajes sencillos, pero con gran nobleza en sus caídas y el modelo de la toga les sirve a los mantos terciados, la frente, finalmente, viene acompañada de unos mechones rizados.  
En cuanto a los retablos se caracterizan por la composición piramidal con dos rígidos ejes, que implican una educación clásica y paños agitados. Los personajes se enmarcan y asocian de una manera muy poco académica, pues suelen abusar de la autonomía dentro del conjunto del relieve. Hay excepciones, entre ellas la de la Adoración de los Pastores que se agrupan en ángulo, cuyo vértice es el Niño y deja abierto el centro de la composición para acentuar profundidades. Frente a las de Montañés se nota cierta espontaneidad  formal y la ordenación anteriormente comentada, como sucede en la de los relieves de la Anunciación y el de la Adoración de los Pastores. Las figuras parecen como si quisieran ganar el sentido de la autonomía para ser valoradas independiente por su perfil. Se perciben ciertas dificultades entre este deseo de agrupar figuras para combinar los movimientos.  Predomina cierto sentido plano frente al rico esquema barroco de Montañés en el que la profundidad está latente.
     Suelen ser de una calidad inferior a la de otros artistas de origen italiano,  en palabras de Gallego Burín, pero no olvidan el gusto del Renacimiento por las actitudes de inspiración clásica : más bárbaras y broncas, pero, también más naturales y vigorosas. Son figuras achatadas, de expresión fija, hierática, apoyadas en una pierna y marcando el doblez de la otra a través de los paños, que forman amplios ángulos en la caída; rostros anchos, cuadrados, cabellos rizosos y duros, trabajados con trépano  frecuentemente y que dejan siempre visible la oreja, enmarcada con larga patilla.

Las Vírgenes suelen tener una gracia femenina en el tratamiento del tipo, tocado, disposición de paños, con plegado menudo y simétrico en las partes ceñidas y manifestando un recato y una pose maternal  que nada tiene de compuesto ni artificial. Tienen la misma influencia clásica que se percibe en los cuadros de sus hermanos documentados en la parroquia de la iglesia de Santo Domingo de Alcalá la Real. Más que Santas, figuras copiadas de efigies paganas, o, al menos, de catálogos de artistas italianos que le han servido de modelo. Son obras como dice el anterior crítico, llenas de pudor y gracia con el encanto silencioso de su rostro, cuya expresión matizan unos dejes góticos, que inmovilizan su sonrisa, casi eginética. El tipo se repite con rostros similares en la disposición del cabello que se recoge atrás y deja libre las orejas, mientras lo derrama por el cuello y extiende en forma de mechones sobre el hombro. No obstante, se advierte una evolución de tipos, que se van individualizando  y ganan en acento humano, cuyo mejor exponente es Santa Águeda de la iglesia de Santo Domingo. Esto lo consigue con un mismo esquema de figura pero con todos los elementos movilizados por el aire interior que  agita los paños y por el rostro de inspiración popular. Especialmente, en las imágenes de las Inmaculadas conectará con el alma popular y se percibe algunos caracteres de estas santas, como la de Santa Agueda, en el tratamieinto y noble y sereno que realiza en las figuras. Les falta la esbeltez montañesina, son superiores en el tamaño a las de Alonso Cano y Mena, pero la redondez de los tipos prefigura una tipo que se estilizara con los anteriores.

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