I
LAS PRIMERAS DOMINICAS
DE ALCALÁ, FUNDADORAS DE UN CONVENTO DE
GRANADA
I .
ALCALÁ DE LOS REYES CATÓLICOS
A principios
del siglo XVI, Alcalá estaba encerrada en la fortaleza de la Mota y
en el barrio de Santo Domingo. Tras siglo y medio de zozobra y congoja por las incursiones de los moros del reino de
Granada, la vida social y comunitaria,
en tiempos de paz, comenzaba a desarrollarse
normalmente, como, en muchos otros lugares de Andalucía, lo había hecho
anteriormente. Las torres de defensa y de alojamiento en su interior, dieron paso a nuevos edificios, destinados
para casa de ayuntamiento, de la justicia,
escribanos y recaudadores En
aquella fortaleza tan cerrada, comenzó a resurgir el comercio y se levantaron el matadero, las carnicerías,
el pósito, y otros edificios públicos y religiosos, dando un nuevo aspecto en torno a una plaza, rodeada por la Iglesia
Mayor, el hospital de los Monteses, una botica, los escritorios y las tiendas adosadas a las torres con sus corredores y miradores, la antigua cárcel, la
botica y las casas de fachada piedra de los principales caballeros de la
ciudad.
Incluso, los propios Reyes
Católicos, agradecidos por los servicios de aquellos vecinos tan dechados de
valor bélico, coadyuvaron al ornato de la ciudad y otorgaron una provisión, por
la que les concedieron una campana y reloj, cuyo sonido debía escucharse en
todas las caserías de la comarca.
NACE EL BARRI O DE SAN JUAN
A las afueras de este recinto,
se extendió el prado de la Fuente Nueva, que fue comprado por la ciudad para servir de dehesa. Y, a finales del
reinado, la ciudad inició un nuevo desarrollo urbano, que no pretendía otra
cosa que acrecentar la población convocando a los serranos, montañeses, y
gallegos que probaban fortuna en tierras andaluzas tras la conquista de
Granada. Para ello estableció la costumbre, mantenida inmemorialmente, de
conceder solares a lo nuevos pobladores en la parte llana y valle de la ciudad.
Esto dio lugar a que se ampliara la
ciudad fortificada con nuevos arrabales en torno a las nuevas iglesias
de san Juan, el Anillo, san Sebastián, y la cuesta del Cambrón, obligando a que
el abastecimiento de agua se canalizara
con una nueva fuente, que emanaba desde los Llanos hasta la Tejuela.
Como antigua ciudad fronteriza, pretendió
seguir manteniendo la fortaleza ante las invasiones turcas del Reino de Granada
y ser baluarte de las tropas y control del paso hacia dicho reino. Por eso, se
beneficiaba de las medidas de exención, como el pago del almotacenazgo, con el
que los reyes eximieron a Alcalá y al Castillo, o el de las alcabalas que les
pedían a los mercaderes alcalaínos en Sevilla y en otros muchos lugares.
Era, todavía, una sociedad compuesta de los descendientes de los antiguos pobladores
y conquistadores, entre los que había algunos judíos, a los que se le aplicó
que pagasen la moneda forera
Los principales conflictos, sin embargo, se movían entre los
distintos bandos de caballeros, y,
además entre este grupo y la Corona.
Solían resurgir por el abuso de estos señores, que controlaban los órganos de
gobierno de la ciudad y se introducían en las tierras comunales beneficiándose
de sus prerrogativas.
Y eso que la Corona concedió muchas mercedes
provisiones para afrontar los nuevos tiempos, entre las que destacaba que
pudieran gastar 18.000 maravedíes de las
sisas. Por otro lado, el cabildo municipal recibió de los reyes la merced de
disfrutar los nueve cortijos de propios con el fin de hacer frente a los gastos ordinarios. Estos se extendían en
el flanco sur, pues el norte se lo habían reservado los caballeros. Sus nombres
eran Cabeza del Carnero, Mesa, Medianil, Juanil, Acequia Alta y Baja, Pinillo,
Piojo, y Fuente de la Piedra. A ello se añadían los ingresos de los censos
sobre las tierras de la Hortichuela, Chupete, Allozarejo, las tiendas de la plaza y otros lugares de la
ciudad. Como ejemplo, en un año cualquiera de finales del siglo XV, el cabildo tenía arrendadas en la plaza las
tiendas de Rueda, Miguel Sánchez Vasco, Pedro Sánchez de la Puerta, Alonso
Hernández, tienda del Rincón o los
mesones en el arrabal, o solares y
adarves en el mismo lugar junto a la
Puerta del Arrabal.
LOS
BANDOS
No era todo malo en estos caballeros, sino que siempre estaban preparados para el servicio a
los reyes. Pues, tras el toque de campanas de las iglesias o la convocatoria de concentración por el pregonero y el tambor, al instante se
concentraban en la plaza de la Mota y nombraban el capitán y otros cargos formando una compañía de caballería en dirección
a los frentes de guerra, siempre que se recibiera una llamada real, como fue,
en aquellos años, la del sitio de
Mazalquivir ante una cédula enviada por el rey don Fernando.
No se había calmado la sed de botines de este el grupo de caballeros en los años de paz,
Pues, fueron parte activa en el
acontecimiento importante, cuando
se produjeron una serie de alteraciones del marqués de priego en el año 1508, y
en la que se vieron relacionados casi todos los hidalgos alcalaínos. Luego,
sufrieron las consecuencias. Pues recibieron una provisión de la reina doña
Juana para que Alcalá estuviese apresada por apoyar al rey Católico. Mientras tanto, don Pedro
Fernández de Córdoba, implicado en los
acontecimientos, se vio obligado a ser investigado por un juez pesquisidor
enviado por los reyes, a que se destruyera su fortaleza de Montilla y fue
desterrado de Andalucía, lo que fue
acompañado con la pérdida de muchos cargos y un fuerte castigo para que
sirviera de escarmiento. No obstante, dos años después que el marqués fuera
restablecido en su marquesado, Alcalá siempre mantuvo con él una relación muy
estrecha por pertenecerle la alcaldía y tenerle que rendirle homenaje.
El conflicto con las poblaciones
se dirimía por razones de límites y de intrusos ganaderos, sobre todo, de Priego, Alcaudete y Granada. Con la primera
tuvo un pleito, por el que los Reyes Católicos apoyaron a la ciudad alcalaína.
Con la segunda, se rompió la línea de acogida de los malhechores en su tierra
por una orden dada de los reyes dirigida al conde de Montemayor y el licenciado
Vela Núñez acudió para solventar los
conflictos entre los dos términos.
Eran ganaderos. Pero el vino de
Alcalá era famoso, pues obtuvo un
privilegio especial para que pudiera venderse en Granada, según aparecía en un
testimonio del escribano de Granada Jorge de Baeza en el que se mandaba que se
metiese vino de esta parte en dicha ciudad. Pero, para evitar la competencia,
logró que el corregidor de Granada evitara los pregones que permitía entrar
vino en su ciudad en los mismos términos que a otros pueblos.
La ciudad comienza a ser
controlada, primordialmente, por la familia de los Aranda en detrimento de
otras, sobre todo, los Montesinos y Badeas, que, a través de enlaces
matrimoniales iban acaparando la mayoría de los cargos municipales y las
tierras de la ciudad, dando lugar a abusos de poder con los que
confrontarán con el propio cabildo invadiendo y usurpando tierras de lo común.
Solían ser valientes guerreros y también aventureros. Pero, cansados de guerras,
los mayores comenzaban a disfrutar de los beneficios anteriores. Los más
jóvenes, siempre dispuestos al combate, caían en los miles de frentes que se
abrían en Italia, África o el Nuevo
Mundo. Otros, pagaron con la edad tantos años de lucha. Entre ellos, el
capitán Pedro de Quesada, que había
dejado a su viuda con sus cuatro hermanas.
CUATROS
MUJERES RELIGIOSAS
En aquellos tiempos, los predicadores franciscanos y dominicos
comenzaron a visitar la Iglesia Mayor por tiempo de Cuaresma. Criticaban las
malas costumbres, la cruzada y la evangelización de las Indias. No era extraño que, con sus prédicas, muchas
mujeres no vieran con buenos ojos la Casa de Mancebía, que, incluso, los reyes
habían permitido que se estableciera dentro de la fortaleza. Entre ellas, Catalina, que era la
viuda del alcaide y capitán mencionado del Castillo de Locubín. Junto
con sus hermanas Lucía, Margarita, y María,
formaron una especie de incipiente convento en su casa, tras hablar con
el abad don Juan de Ávila.
En la soledad, no les quedó más
remedio a estas castas mujeres, que entregarse a la religión, pues estaban
emparentadas con los hidalgos alcalaínos y debían mantener su pureza siendo
beatas al servicio de Dios, lo mismo que sus maridos lo habían hecho en vida en
la conquista de nuevas tierras con el nombre de Dios por delante.
Las cuatro juntas tomaron la
unánime decisión de transformar en
oratorio una de sus casas de la calle de
Despeñacaballos. Adecentaron toda su casa y se lo comunicaron a su confesor
un teniente de capellán, que no llegaba a comprender aquel cambio. Ellas le
recordaban que nunca podían olvidar la huella que les dejó en 1499 el dominico
fray Alonso Gutiérrez de Burgos. Le
decían que les había aconsejado que formaran un convento o monasterio de la
Orden de Predicadores en la ciudad. O, al menos, se hicieran religiosas, cumpliendo la tercera
regala. Adecentaron las casas, la
mística invadió aquel patio sostenido por cuatro vigas, que bajaba por una
esquina a una bodega donde guardaban en un aljibe el agua de la lluvia.
Colgaron todas las paredes de láminas y cuadros, comprados a los mercaderes
granadinos. En su primera estancia, lienzos de la Magdalena junto a una pequeña
escultura del Señor del Ecce-Homo y, en
la pared más señera, un Crucificado gótico. Compraron unos reclinatorios
que les servían para llevar cabo los
rezos diarios cumpliendo con el rigor
que establecían las horas del breviario
del calendario litúrgico.
Algunos de sus maridos no habían
tenido tiempo ni siquiera de testar,
pues habían fallecido en las costas de África, y, en la toma de algunas de
aquellas ciudades a las órdenes del señor de Alcaudete, se veían obligadas a
compartir todo. Incluso, pedían en tiempos de carestía de pan la porción
a los regidores, que la repartían a las puertas
del cabildo o en las panaderías de la ciudad..
En Navidad, mimaban, con
sus manos, la figura del Niño colocado sobre la
austera tabla de la mesa. Era uno de los pocos recuerdos de sus
maridos. Probablemente adquiridos o robados en el sur de e Italia. Por las
Carnestolendas, se asomaban, a través de
la reja, a escudriñar el bullicio de
la fortaleza, mientras se divertían los
niños vestidos de obispillos, cantando copas burlescas contra los capellanes
de la Iglesia Mayor. En Cuaresma, al
amanecer, solían mortificarse con
disciplinas, ayunaban casi todos los das y
se confesaban de los malos pensamientos. En las primeras horas ocupaban la capilla de
los Arandas y rezaban por el alma de todos los difuntos de su familia. A los
pobres que acudían a su casa, les sacaban
algunas cuartillas de trigo de sus trojes y,
economizaban con ellos algún
maravedí que otro, sacado del arca de siete llaves. Por la tarde, rezaban el
vía crucis en la iglesia de santo Domingo con el beneficiado. Y, al anochecer
el toque de ánimas, se encerraban en sus casas y volvían a repetir unas oraciones
ininteligibles por las ánimas del purgatorio. Visitaban todas las capillas.
Comían una sopa de gallina, pasas y algo de pan
Y rezaban, al acostarse, por todos los difuntos.
LAS
CUATRO EN GRANADA
Aconsejadas
por el provisor de la abadía, vendieron parte de los bienes que
habían acumulado sus progenitores y se fueron a Granada con el fin de unirse a la orden dominica que comenzaba a
establecerse en aquella ciudad. Les puso en contacto el sacerdote con algunos miembros de la congregación de santo Domingo de Guzmán, que
les buscó una casa en el Realejo junto al recién fundado convento de Santa
Cruz.
Las
cuatro mujeres acudían diariamente a los mismos
actos y misas de los
conventuales. Les limpiaban los
enseres y objetos religiosos. Le hacían
de despenseras y les compraban los
alimentos. Tanto llegó su fervor y
su amor por la orden dominica, que les
permitieron tomar los hábitos de la
Orden y les reservaron una capilla
dentro de aquel majestuoso templo.
Ellas
no se contentaron con haber conseguido
este reconocimiento, sino que, un día, las llama el padre provincial.
-Hermanas, todos los días me llegan noticias de vuestras
buenas acciones. Me es imposible que os niegue lo que me pide vuestro confesor.
-
Padre Alonso, no nos lo merecemos por Dios.
-
¡Cómo no, hacéis caridad con todos, con los pobres y los moriscos,
sois de buen linaje y me han dicho que
vuestra dote sobrepasa a cualquier otro que
en nuestro convento quiera iniciarse!
-
Somos cuñadas del famoso capitán Pedro de Quesada, alcaide, y
provenimos de la muy famosa ciudad de
Alcalá donde estuvieron confesores de la reina, de su misma orden
dominica. Ellos nos dieron estos nuestros principios.
-
Basta, hermana, la mejor biografía es la que
escriben vuestras acciones con el pueblo. Ayer, me llamaron otras hijas de
ilustres granadinos que quieren compartir con vosotras el convento.
No lo dudó
fray Alonso de Loaysa, unos días después, les
hizo las gestiones para que
profesaran la segunda regla de la Orden
de Predicadores. Les puso una nueva prueba que resistieran otros cuantos años de beatas junto a las
nuevas hermanas recién incorporadas. Lo cumplieron y con creces. Ampliaron la comunidad. Aquellas mujeres le
impresionaban, cada día más, al dominico, sin embargo no tenían recursos para
afrontar un nuevo monasterio.
Seguía
dudando el provincial, pero, al final, consiguió reunir a todos los miembros de su cabildo y les dio la licencia un día del mes de abril de 1514. No tardó en
comunicárselo a la reina Juana, que contestó afirmativamente con una provisión
real, enviada desde Segovia un 25 de
mayo del mismo año Junto al convento del
padre Loaysa mantuvieron su condición de
beatas la ampliada comunidad de
catorce mujeres, mientras iban
adaptándose a la nueva condición de monjas.
A finales del
año, llamaron al padre provincial y ala arzobispo, y bendijeron el convento en una casa junto a
la plaza del realejo, en las inmediaciones del barrio judío con el nombre de
santa catalina de Siena.
........................
Pablo de
Rojas estuvo en aquel convento y les
esculpió los santos Juanes. Durante su estancia, una
monja mayor le comentó que no había sido el duque de Arcos, quien lo
había fundado, sino unas paisanas suyas antes del 1523. No se lo creía.
_- No puede
ser. Tanto alcalaíno, emigrante de mi tierra. Cría que solo se marchaban de
allí los artistas, y también los hidalgos dejaron aquella
tierra....
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