Al
hilo de las fotografía del 1927, topé
con un anuncio muy simpático que costeaba el carpintero Marcial Medina
Alcaraz sobre su negocio denominado LA
HIGUERA. No podía pasarlo de largo por
la extensión y por la simpatía con la que quería atraer a los demandantes de
sus productos. Aunque parezcan palabras de hoy, las basaba en el dicho “bueno,
bonito y barato”, o lo que es lo mismo “calidad
y precios accesible” por eso como
escribía “acreditado por lo reducido de sus precios y solidez en el
trabajo. Gusto y elegancia en la confección”. Entre las cosas que ofrecía a sus
clientes,- muebles, pianos, narrias y otros objetos de carpintería y
ebanistería- destacaba graciosamente “Bastoncitos para los POLLOS PERA”. Y mira
por dónde en mi familia este apodo bautizó a un bisabuelo mío que se aperrillaba
Manuel Gámez Sáez. Además, recordé las muchas veces que mi madre nos zahirió a
mi padre y a mí con esta frase tan curiosa “
estás hecho un pollopera” “ pareces un
pollopera”, “ qué a gusto te
encuentras, como un pollopera”. Lo que yo interpretaba como “un regalón” , un
afortunado que las tenía todas consigo y
le servían los demás las cosas sin dar un palo. Y, también algo parecido como un relamido, un rey. También en la comarca, me
He encontrado personas que aluden
al pollopera con una persona que es imperturbable, la ataraxia es su divisas “
te portas como un pollopera”. Y otros interpretan la palabra
con otros valores léxicos “ aquí le decimos directamente: GALLO! o GALLA”
, "polloperas
subvencionados" son muchachos jóvenes, creídos, que no trabajan y son
mantenidos por sus padres, algún "pollo" (hombre, chico, chaval) que
anda presumiendo por ahí:- Mira, el pollopera ese. ¿Quién se habrá creído que
es? “ Tiene una connotación mucho
más despectiva que "pollo", para mí es alguien mucho más chulo, casi
prepotente. Un pollo pera es un joven guapo, presumido y a la moda”.
1.
No me extrañaba que la usaran buenos
escritores como Manuel Rivas como lo
hace en su libro Mujer en el baño: “Parece que por allí pululan millonarios con
desasosiego existencial, tiburones con angustia fálica y polloperas
subvencionados” . Incluso, a partir de las interpretaciones de algunas persona
que se quedaban solamente con su aspecto
despectivo, tuve la fortuna de descubrir la génesis de esta palabra: “La
primicia de la palabra pollo con el significado de joven superficial se le
atribuye al escritor y diplomático Plácido de Jove Hevia, Vizconde de Campo
Grande, en su poema satírico “La
irrupción de los pollos” leído en 1848 en el Ateneo de Madrid.
Antes se usaban las palabras polla y pollear referidas a las muchachas, sin matiz peyorativo (y que tampoco resultaban malsonantes, porque entonces no estaba extendido el uso de polla con el sentido genital que hoy tiene quizá por influencia extranjera, sino que se preferían otras más castizas como verga… o pijo, de la que diremos algo más).
Antes se usaban las palabras polla y pollear referidas a las muchachas, sin matiz peyorativo (y que tampoco resultaban malsonantes, porque entonces no estaba extendido el uso de polla con el sentido genital que hoy tiene quizá por influencia extranjera, sino que se preferían otras más castizas como verga… o pijo, de la que diremos algo más).
2.
El apelativo pollo dirigido a un joven reprueba entre otras cosas su petulancia, de donde que el Diccionario requiera que sea «aludido o invocado por persona de mayor edad».
En seguida se usó como superlativo de pollo la aposición “pollo pera”, de origen culinario, pues se aplicaba a un pollo gordo por la forma que tiene en la fuente.
Curiosamente, esta expresión que nace como una censura llega a ser una lisonja a principios del siglo XX, por la frivolidad imperante. El pollo pera es el joven que gusta a las “niñas bien”: guapo y sobre todo a la moda en su forma de vestir, hablar y divertirse.
La vida de la voz pollo con este sentido declina a mediados del XX, cuando ya resulta anticuada, pero curiosamente le sobrevive pera, que fundiéndose con niño bien da lugar a “niño pera”. En el Madrid del Desarrollismo los niños pera dictan las modas desde la calle Serrano. El mote tiene intención ofensiva pero leve, como lo es llamar niño a un hombre.
Yo intuyo que como una paráfrasis de niño pera nace la expresión “niño pijo”. La mención genital manifiesta su intención gravemente injuriosa. Después pijo, con este significado heredado de pollo, se emancipa del niño y hace carrera, de la que se ha tratado en otro hilo.
El apelativo pollo dirigido a un joven reprueba entre otras cosas su petulancia, de donde que el Diccionario requiera que sea «aludido o invocado por persona de mayor edad».
En seguida se usó como superlativo de pollo la aposición “pollo pera”, de origen culinario, pues se aplicaba a un pollo gordo por la forma que tiene en la fuente.
Curiosamente, esta expresión que nace como una censura llega a ser una lisonja a principios del siglo XX, por la frivolidad imperante. El pollo pera es el joven que gusta a las “niñas bien”: guapo y sobre todo a la moda en su forma de vestir, hablar y divertirse.
La vida de la voz pollo con este sentido declina a mediados del XX, cuando ya resulta anticuada, pero curiosamente le sobrevive pera, que fundiéndose con niño bien da lugar a “niño pera”. En el Madrid del Desarrollismo los niños pera dictan las modas desde la calle Serrano. El mote tiene intención ofensiva pero leve, como lo es llamar niño a un hombre.
Yo intuyo que como una paráfrasis de niño pera nace la expresión “niño pijo”. La mención genital manifiesta su intención gravemente injuriosa. Después pijo, con este significado heredado de pollo, se emancipa del niño y hace carrera, de la que se ha tratado en otro hilo.
Y pera hace también su vida, como un epíteto que se aplica a personas de cualquier edad y sexo, y a cosas, con un matiz casi ponderativo. Se dice de una persona, de su atuendo, y de toda clase de cosas, que son “muy peras”, significando que son de un gusto elegante y caro. Por lo menos, en
Armando de Miguel en Libertad Digital, se enredaba con el enfoque etimológico:
“Recomiendo la lectura del
reciente libro de Pancracio Celdrán Gomaríz, Hablar bien no cuesta tanto (Madrid, Temas de hoy, 2009). A través de ese texto podemos averiguar,
por ejemplo, que la frase "es la pera" (= es el colmo, algo
extraordinario) nada tiene que ver con la fruta del peral. La razón es que
"se llamó pera antaño a la
renta vitalicia, al destino o puesto de trabajo asegurado, a la posición
aventajada que permite pasar por digno. Por eso se llamó pollo pera al joven de futuro
resuelto". Podemos avanzar un punto más.
En efecto, según el Diccionario de Autoridades de 1937
"pera equivale metafóricamente a caudal o cantidad de dinero". Hoy no
se mantiene esa equivalencia, pero subsiste en muchas expresiones y frases
hechas, como esa de "pollo pera" que se utiliza poco. De todas
formas, el "pollo pera" era más bien el jovencito atildado, un tanto
pretencioso y ridículo. Hoy diríamos un "pijo". Esa derivación me
hace sospechar que "pera" sea también un ñoñismo para no mencionar
otras palabras que empiezan con y que funcionan como tabús por
malsonantes: pija, picha, polla, polvo, puta, paja (todas bisílabas). La prueba
es que la frase grosera "hacerse una pera" o "tocarse la
pera" es lo mismo que masturbarse. O también "tocarse la pera"
es tanto como hacer el vago, como se supone que lo hacen los que se masturban
con frecuencia. Por otra parte, "ser la pera" (= algo extraordinario,
el colmo, el no va más) se puede decir también como "ser la polla" o
"ser la puñeta" con el sentido indicado de las voces malsonantes. Lo
de "puñeta" alude también a la masturbación.
Hay otras frases hechas en
donde se conserva el sentido antes aludido de "pera" (= caudal de
dinero). Por ejemplo, "pedir peras al olmo". Aparte de la
interpretación literal (el olmo no da frutas), hay un juego de palabras, por
cuanto el olmo es un árbol ornamental, que crece espontáneamente en las riberas
y que da poca utilidad. Por eso "pedir peras al olmo" es tanto como
esperar un rendimiento bajo, en último extremo, pretender lo imposible.
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El sentido que hace equivalente
la "pera" con "una renta o destino lucrativo y descansado"
(según del Diccionario de Roque
Barcia) es porque el peral suele ser un árbol muy productivo. Así, "partir
peras" con alguien es llevarse bien, quizá por alusión a lo rentable que
resulta compartir el beneficio de los perales.
La voz "pera" procede
del latín pira (= las peras) o pyra (= hoguera, llama, fuego). Las
dos imágenes se asocian por la forma de llama que toma la pera. En griego pir es tanto el fuego, la llama, como
metafóricamente en ardor amoroso. Por ese lado asoma otra vez la alusión sexual
de la pera.
Hay muchas variedades de pera.
Como el lógico la que más me va a mí es la "pera conferencia".
Algunos lo han enlazado con la palabra “gilipollas” y fijaros qué curioso origen de esta palabra y
su relación con pollopera ” La procedencia de la palabra GILIPOLLAS
-En Madrid, hay una calle llamada de Gil Imón, haciendo de travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia, para más señas.
Es una calle dedicada al que fue alcalde de la capital, D. Gil Imón, por los tiempos de doña Mariquita de mi corazón, cuando el Duque de Osuna organizaba sus célebres bailes, a los que acudía la crema social de la capital del reino, para poner en el escaparate familiar a lindas damitas de la buena sociedad, como oferta casadera, las cuales acudían ataviadas con su miriñaque de fino muaré.
A las damitas de entonces se les aplicaba el apelativo de "pollas", que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) llevan, como sexta acepción, figurada y familiarmente, el significado de "jovencitas", algo que hoy se ignora, por mor del lenguaje, que en la actualidad se ha vuelto recio y tosco... La polla de entonces es la "tía" de ahora, aunque hoy en día las mentes malévolas sustituyen el significado antiguo por otro de morbosas connotaciones.
Pues bien, el tal Don Gil era un personaje de relieve (la prueba está en que tiene dedicada una calle) y su nombre aparecía frecuentemente en los ecos de sociedad de las revistas del corazón de la época, ya que este hombre, después de atender a los acuciantes problemas que su cargo de alcalde comportaba, se sentía obligado a responsabilizarse de sus deberes familiares, como buen padre.
Tenía dos hijas en edad de merecer, feotillas ellas, no muy sobradas de gracejo, y hasta un tantico tontuelas. Y se hacía acompañar por ellas a todos aquellos sitios a los que, invitado como primera autoridad municipal, tenía que acudir.
Él, en su fuero interno, acudía a menudo no como primera autoridad municipal, sino como primera autoridad familiar, puesto que, tras la imponencia de unos bigotes municipales, se ocultaba un corazón de padre deseoso del bien de sus hijas.
¿Ha llegado ya Don Gil?
-En Madrid, hay una calle llamada de Gil Imón, haciendo de travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia, para más señas.
Es una calle dedicada al que fue alcalde de la capital, D. Gil Imón, por los tiempos de doña Mariquita de mi corazón, cuando el Duque de Osuna organizaba sus célebres bailes, a los que acudía la crema social de la capital del reino, para poner en el escaparate familiar a lindas damitas de la buena sociedad, como oferta casadera, las cuales acudían ataviadas con su miriñaque de fino muaré.
A las damitas de entonces se les aplicaba el apelativo de "pollas", que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) llevan, como sexta acepción, figurada y familiarmente, el significado de "jovencitas", algo que hoy se ignora, por mor del lenguaje, que en la actualidad se ha vuelto recio y tosco... La polla de entonces es la "tía" de ahora, aunque hoy en día las mentes malévolas sustituyen el significado antiguo por otro de morbosas connotaciones.
Pues bien, el tal Don Gil era un personaje de relieve (la prueba está en que tiene dedicada una calle) y su nombre aparecía frecuentemente en los ecos de sociedad de las revistas del corazón de la época, ya que este hombre, después de atender a los acuciantes problemas que su cargo de alcalde comportaba, se sentía obligado a responsabilizarse de sus deberes familiares, como buen padre.
Tenía dos hijas en edad de merecer, feotillas ellas, no muy sobradas de gracejo, y hasta un tantico tontuelas. Y se hacía acompañar por ellas a todos aquellos sitios a los que, invitado como primera autoridad municipal, tenía que acudir.
Él, en su fuero interno, acudía a menudo no como primera autoridad municipal, sino como primera autoridad familiar, puesto que, tras la imponencia de unos bigotes municipales, se ocultaba un corazón de padre deseoso del bien de sus hijas.
¿Ha llegado ya Don Gil?
-Sí, ya ha llegado... y, como siempre, viene acompañado de sus pollas.
Don Gil departía animadamente con los próceres de la actualidad, y, mientras tanto, sus pollitas iban a ocupar algún asiento que descubrieran desocupado, a esperar a que algún pollo (en masculino solía aderezarse con pera: "pollopera") se les acercase. Cosa por lo demás, siempre poco probable. Pocas veces había alguien que les dijera "hazte p'allá", como dicen en Carrizosa. La situación, una y otra vez repetida, dio lugar a la asociación mental de tontuelidad con el hecho de ver en algún sarao a Don Gil y sus pollas.
En aquella época, al tonto a secas podía llamársele: bambarria, menguado, zampatortas, chirrichote, rudo, zamacuco, papanatas, tolondro, ciruelo, zote, mamacallos, mameluco, majadero, zopenco, mastuerzo, borrico, tonto, necio, obtuso, imbécil, mentecato, idiota, torpe, lelo (sinónimos todos del Diccionario Ideológico de Casares)... Pero ¿cómo describir esa circunstancia tan compleja de tontuelidad inconsciente? porque ya decía el padre Ramón que el que es tonto y lo sabe no es tonto del tó.
Así, los imaginativos y bien humorados madrileños lo tuvieron fácil para expresar la idea de tontuelo, tontaina, tontucio, tontuelidad integral e inconsciente (lo de con malicia o sin malicia es otra cuestión; con el tiempo, habrá de todo) ¡Ya está!: gil (D.Gil)-y-pollas (las dos jovencitas hijas suyas) = gilipollas... Y cundió la especie por "el todo Madrid" que compuso esta palabra especial, tan castiza, nacida en la capital y siendo después exportada al resto de España, y ganándose a pulso el derecho de entrar en la Real Academia Española de la Lengua unos cuantos siglos después.
Y hacedme el favor: A partir de ahora no me escribáis gilipollas con j, pardiez... que ya sabéis de donde viene.
Por
eso, el Diccionario de insultos lo
incluye con esta definición:
Pollopera.
Niñato, pollo bien. Palabra compuesta; en cuanto a la primera,
"pollo", es el mozo de pocos años, bien parecido y formado. Una
damisela se expresa así, en cierta obra dramática del siglo XIX, perpleja ante
la cantidad de jóvenes bien puestos entre los que escoger:
Cierto es que en este Madrid
hay mil riesgos, mil escollos,
y es muy desigual la lid,
con una legión de pollos.
Respecto de la segunda parte del vocablo: "pera" es la
renta vitalicia, el destino o la posición aventajada y lucrativa que permiten
una vida descansada. Un pollo pera es, pues, un joven con el futuro
solucionado: una perita en dulce, a decir de nuestras abuelas. Esa seguridad
ante el destino que le da al joven tanta confianza en sí mismo, caracteriza al
personaje, haciendo del sujeto en cuestión un individuo indolente, que tiende a
la vagancia y al dulce ocio, convirtiéndose en un paseante en corte en busca de
aventuras. El pollopera con poco talento no tarda en convertirse en niño
pitongo, última parada para llegar a la condición de perfecto gilipollas en
forma de mozalbete educado y bien vestido. Como en el caso del "pollo
bien", un pollopera se siente envidiado, a pesar de que se le dirige el
calificativo en son de ofensa.
.
No no extrañe
que la palabra haya trascendido al francés “pollope” imposible
rien â faire, o al inglés como pollock pollack.
LA
PALABRA ENTRÓ A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX en una antinomia con pollo bueno que
era el chico adinerado aristócrata que vivía en los casinos, bien vestido frente al pollopera de vestido y aficionado a
la vida americana. Pues una película en 1926 que se llamaba Pollo Pera dirigida
por León Artola e interpretada por Isabel Alemany , José María Jimeno y
Francisco Martín e , incluso , en la literatura el personaje fue recitado
El
otro día un pollo pera
En el
sillón se sentó
Le
sacaron un bichito
Bailando
el Charleston.
El
barbero , muy irritado,
Estas
palabras decía
“Como
salga el bichito
Cierro
la peluquería”.
Y
a mi bisabuelo, hombre romero, que fue un buen trabajador , pero tuvo el
porte de mocito, dio lugar a que le aplicaran a él o a mi tatarabuelo el apodo de pollopera. Y llevara el bastoncito
de Pollopera, algo cursi o irónicamente un bastón de abuelo que compraba en la
carpintería de Medina. Es verdad que , en esta fotos, hay muchos erguidos, ( se encuentra Francisco Arenas, amigo de mi tatarabuelo), pero cual es el más "pollopera"?
“
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