Subir el
camino de la Virgen de la Cabeza y pasar el depósito de la antigua Fuente de la Mora, la Mora Vieja, significa divisar
la ciudad desde un mirador único e
inolvidable de Alcalá la Real. Es el mirador de san Marcos. A este entorno
siempre hubo que subir; aquí se halla, -
y se encontraba-, un lugar misterioso, sagrado, atávico, donde acababan los pasos de los primeros
pastores de la tierra alcalaína, porque
podían desviarse hacia los portillos de los Llanos (Aspadores, Cerrado,
Barrio…) o subir la colina que se orienta a los Tajos de Alcalá para compartir
los primeros vestigios de la civilización argárica y divisar, desde el Hacho hasta
el camino del Condestable, viñedos y actuales olivares de Monterrey, la Nava, la Acamuña,
Puertollano
y los caminos que nos adentraban a los antiguos reinos de Córdoba y Jaén.
y los caminos que nos adentraban a los antiguos reinos de Córdoba y Jaén.
La cuesta de
la subida es dura; se hace dificultoso
el caminar en medio de un tren de casas blancas, claro testimonio de una época
que se nos fue. Es un legado de la familia Batmala, que la última descendiente,
Clotilde, donó como acción graciosa a los más desfavorecidos de la ciudad. Pues,
todos los bienes de aquel grupo de emigrantes franceses de los Bajos Pirineos
se quedaron para la posterioridad convertidos en unas decenas de viviendas para
las familias alcalaínas que no tenían donde caerse muertos en los años de la autarquía
y para que las pudieran disfrutarlas en
vida gracias a las concesiones de los descendientes de aquel patronato benéfico
que presidía el alcalde de la ciudad. Cada casa es parte del ahorro de aquellos industriales, banqueros y comerciantes de origen francés con
el apellido de Lalolya, Corrucou, Govert…También de la sangre derramada
del alcalde republicano Pablo o Pablito Batmala, ya que sus bienes le fueron
incautados tras su fusilamiento, y su hermana los recuperó para agregarlos a
esta herencia solidaria, fraternal o,
como se la quiera llamar. Y así su altruismo perduró hasta nuestro
tiempo.
Al superar la
cuesta, se ofrece un altozano con la ermita dedicada a san Marcos y donde se
cobija la imagen de la Virgen de la Cabeza. Un recinto prehistórico, histórico
y moderno con perspectiva de atalaya de la ciudad. En la parte trasera, dentro de la fábrica de
la ermita han quedado cobijados el
pequeño cenobio franciscano, el templo de San Marcos y la tradición romera y
ganadera de una población, que fue desgraciadamente a menos, absorbida por la agricultura
de la triada mediterránea (viñedo, cereal y olivar) y que, en nuestros días, ha quedado sometida al monopolio del olivar.
Si avanzamos
hacia el ocaso del sol, este mirador nos recorre la evolución urbana e histórica
de la ciudad: desde los restos del poblado argaríco hasta la ciudad moderna construida
por los Reyes Católicos por la zona que
desemboca en el barrio de la Tejuela, pasando por los únicos parajes con toponimia árabe (Cauchil, Azacayas…), recorridos por una canalización de aguas que
se remontan a la época romana y abastecieron a las alquerías musulmanas gracias
a los rebosaderos de los Llanos. Por eso, no es de extrañar que en estos lugares se albergaran las
quintas de recreo de nuestros antepasados, y, también, de algunos contemporáneos, donde celebraron acontecimientos
y efemérides curiosas y nefastas en el sentido etimológico de su palabra
latina-nefas, en contra de la voluntad divina y la ley- o hicieron contubernios durante los gobiernos turnistas
o en la época franquista.
Desde el borde
del mirador la vista, a través de la agroganadera calle de la Antigua-por eso
que había una calle de la cofradía del mismo nombre- la vista se dirige a la cardo alcalaína de la Tejuela. Vía, antaño radial y comercial,
de la ciudad, cuyo primer hito o mojón lindero se encontraba en el Humilladero
de la Tejuela, junto a la fuente levantada por el corregidor Francisco de
Chirinos y cerca del derruido lavadero de Sacamoños, edificado en tiempos de la
II República; el segundo testigo
correspondía a la puerta Villena junto a la cruz del mismo nombre. Ambos
mojones se han sobrepasado por
los años sesenta del siglo pasado dando
lugar a varias barriadas ( desde la Carretera de Priego al camino de
Charilla) que denotan un desarrollismo
urbano sin control y claro testimonio de una
sociedad que avanzaba en los
primeros peldaños de su ampliación de la
clase media. La Tejuela fue el más barrio más dinámico de la ciudad durante muchos tiempos. Allí nació, tiempos ha, el
tejido industrial con las atarazanas,
las cantarerías, los primeros telares, y las primeras fábricas textiles ( Comercial
Castilla, Piñas, Barrio..), la primera almazara de aceite de la ciudad, las
imprentas ; en este barrio, se concentraba el sector de servicios predominando
las instalaciones comerciales (como las
fondas, posadas, mesones de caballerizas, tabernas, abacerías, tiendas de
cereales, talabarteros,) y los establecimientos administrativos tanto civiles (como la Cárcel del
Partido, la primera Casa del Pueblo, la
casa del corregidor y hasta estuvo el Ayuntamiento) como los recintos religiosos con la
iglesia principal de la ciudad ( Santa María la Mayor) y oratorios como el del
Ecce-Homo.
Desde el
mirador, la Tejuela todavía se yergue como un importante barrio, en el que
todavía mantiene el compromiso de subsistencia y de progresar a pesar de los
embates y envites del sector sur de la
ciudad. Por eso, no quiere perder ser el
centro de la vida alcalaína en los momentos
más importantes del año; ahora celebra las fiestas de la Coronación
Canónica de la Patrona; otras veces fue la entrada o la
alfombra de llegada para muchas personas
importantes. La Tejuela nunca quiso perder el tren.
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