Se celebran las fiestas del Carnaval o de las Carnes tollendas ( por eso de la carnem levare, que no es sino una manera de abreviar frase latina "dominica carnes tollendas" o "el domingo antes de quitar la carne"). Su fecha venía marcada desde antiguo ,una vez acabadas las fiestas de la Candelaria, por este domingo que tenía lugar antes de la cuaresma o los cuarenta días que Jesucristo guardó ayuno y abstinencia. A partir de esa fecha, el individuo se transformaba, o querían que se transformara, en muchas ciudades, porque se cambiaban todas las normas de convivencia bajo la égida de la moral católica. En nuestra abadía, esta fecha significaba una ruptura total entre la Cuaresma y el tiempo anterior, y así lo dicen sus constituciones “tengan mucho cuidado de castigar los pecados públicos, juegos, amancebamientos, blasfemias, usuras y otros cualquier, y para esto den cartas de edictos generales, y se publiquen en las iglesias el primer domingo de Cuaresma”. Por eso no es de extrañar que tuvieran un cuidado especial en reprimir todo tipo de mascaradas, empleo de rostrillos, representaciones, o parodias en el entorno de las ermitas e iglesia. E, incluso, se citen textualmente las veladas como el momento más propicio para cometer aquellos pecados al amparo de la poca luz, ninguna, o la luz de un candil que ,en las eras y plazas públicas, debían acontecer. Recuerdo que, desde niño, la careta y los corros de niños, lanzándose el cántaro, predominaban en los barrios altos, en contraste con las fiestas de los bailes de salón, que eran una rémora de las veladas de gabinete o de casino de siglos anteriores.
La careta, la mascarada y los ingenios de los gremios quedaron completamente prohibidos, perdiéndose esa riqueza de las farsas, parodias, canciones corales y divertimentos populares. Era la única licencia permitida para el desahogo colectivo ante tantos avatares de la vida diaria. Ahora acontece casi lo mismo. Nos hemos autocensurado. La vida ya es un auténtico carnaval. Pues no entiendo como se puede llamar “hotel” , incluso “de cuatro estrellas”, donde se han hacinado, durante más de dos meses, más de doscientos emigrantes y nos cubramos con el disfraz de mirar hacia otro lado.
Tal vez, nos quedemos en puros espectadores dejando reservados sólo a los chirigoteros y comparsitas la platea y el escenario de los teatros, hemos perdido el alma popular y, como es lógico, en una sociedad puramente egoísta el sentido de “pecado colectivo” suena chino. Sonreímos, tan solo, con el mal de lo ajeno. Como aconteció con aquel que, hace unos años, se puso la careta de Felipe González, y recibió un garrotazo en la cabeza, lo que le propinó un payaso con rostro cubierto en una discoteca repleta de público. Se sentía ufano y pasó de la gloria de papel al zurriago inoportuno, por ser simplemente tiempo de Carnaval. Como era Carnaval, aquel ficticio expresidente se tuvo que aguantar. Ni tuvo la sabiduría de la denuncia carnavalesca. Ahora, ni esa broma. Y miran que corren unos tiempos…Están vigentes las Ordenanzas del siglo XIX, que prohiben, como es lógico, la violencia.
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