DICIEMBRE
Antes de
llegar el rey Numa al trono de Roma,
Diciembre era el mes décimo o en
forma de refrán “Diciembre es del año, el mes más anciano”. Y, salvo en
contados años, en los que, por nuestras
tierras, los pronósticos vuelven locos
a los hombres del tiempo y de
las cabañuelas, “En diciembre, frío; y calor en el estío”. Lo
curioso acontece cuando nos fijamos
en los numerosos eventos que se celebran durante el
mes de de diciembre. Predominan los actos y fiestas de amor, entendido no como “eros”
conquistador (que lo hay, porque los donjuanes ya se refugian en todos los
tiempos), sino en la nueva lectura de la
gracia, o “ágape”, regalo o banquete que recibimos desde diversas instancias
superiores. Abundan las cenas del mundo de la empresa, de compañeros de
trabajo, de peñas deportivas, de muchas asociaciones y de los grupos más
insospechados. En nuestro mundo
occidental, ocupan un lugar central
las opíparas cenas
familiares de Navidad y Fin de
Año (algunos no olvidan los Reyes Magos por eso de que todos los santos tienen
Novena). Por el contrario, parece como si ese concepto de amor-ágape no calara
en nuestros corazones, cuando vemos que muchas personas de otros países solo
reciben sino las migajas del rico Epulón,
las de nuestros alimentos o del dinero
sobrantes. Y eso que se multiplican los
mensajes y campañas de confraternidad y solidaridad por este
tiempo; y además aumentan los dardos envenenados con lemas como los que la
generosidad no es dar lo que nos sobra. Se nos debería caer la cara de
vergüenza cuando no les damos el mismo trato ni una similar
acogida a estas personas que nosotros exigiríamos dentro de nuestro
catálogo de derechos y pocos deberes, en el caso de que nos encontráramos en
tierras extrañas. Para estas personas,
ha desaparecido, del decálogo de la ley
natural de la subsistencia básica; no
existe la palabra amor/ ágape plasmada
en el alojamiento, la comida básica, la atención de la salud y el vestido.
¿Para qué referirnos a los lazos familiares? Aquí no hay buey ni mula, la
familia se ha quedado con un solo personaje que ha emprendido su huida a Egipto
sin encontrar ni la posada ni la tierra
prometida donde le den de comer. Para estos hermanos nuestros, no sirven aquellos
refranes “El mes de Pascua, pásalo junto
a la ascua”, ni “En
diciembre, hielos y nieve; ladrillos de matanza y roscos de aguardiente”, pues
vienen a buscar trabajo y salen
trasquilados ante la terrible situación que afrontan viviendo bajo cobertizos y sin ni siquiera leña para encender una
fogata ni un pedazo de pan y aceite poder llevado a su boca.
En muchas
familias alcalaínas por estas fechas, caló aquel dicho “Como nace, mece”,
refiriéndose al nacimiento de Jesucristo. Muchas personas hacen cábalas a la
hora de programar para al año siguiente los actos de Semana Santa y, en otros
hogares, el destino de sus vacaciones. Últimamente rara es la Nochebuena, en la que
no cae un chirimiri que barrunta lluvia
y se transforma en una tormenta de
órdago en el Viernes Santo venidero.
Todas la ilusiones puestas para una
salida procesional, mas bien su manifestación religiosa, se caen en el vacío al depender de un
momento, un lugar y una climatología. Nos hemos quedado en el Antiguo
Testamento griego usando la palabra
eros, para conquistar el objeto y , aunque
Friedrich Nietzsche diga que el cristianismo habría dado de beber al eros un
veneno, y le hizo degenerar en vicio, en parte tiene cierta razón porque el mundo occidental todavía no ha experimentado lo que significa la palabra ágape, que denota sin duda algo esencial en la novedad
del cristianismo, precisamente en su modo de entender el amor, el sentarse en
torno a una mesa, ser todos miembros de un solo ser, el ver el rostro de Dios en
las personas más excluidas. Si tuviéramos esta visión,
perfectamente comprenderíamos el dicho del final y principio del ciclo histórico de
Jesús y no nos quedaríamos en los
oropeles. Pues, si nace como uno más de
nosotros, morirá en las mimas
condiciones. Lo demás son autojustificaciones, evasivas o simplemente
quedarnos “Días de diciembre, días de
amargura; apenas amanece, ya es noche oscura”. Noches de crisis para los de
siempre, de espantar sus diablos para
los miembros de las sociedades de bienestar. Por eso encomendémonos a San
Silvestro y llevemos al nuevo año del
cabestro. Feliz Año 2014 a todos.
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