CAPÍTULO XXII. NO
LLEGA MIGUEL DE RAXIS
El escribano Gome Muñoz no pasaba un
momento de admirarse por la belleza de cada uno de los objetos que, en aquel
gran portalón y cuarto de entrada, ocupaban los rincones más insospechados. Tan
pronto, fijaba su vista en un tronco semidebastado como lo hacía con una pequeña imagen de la Madre de Dios;
en un rincón, se encontraban una gran cantidad de escudos de piedra a medio
tallar, junto con algunos putti y angelotes. Destacaba un escudo grande con los
símbolos de la ciudad de Alcalá la Real, la llave y los castillos y leones
bellamente tallados. En su mesa, -que ocupaba el centro del vestíbulo- parecían varios medallones que
insinuaban la cabeza de un evangelista. Junto a una escalera de subida a los
cuartos, un banquillo de trabajo estaba ocupado por las herramientas de tallar
la piedra con algunos martillos de diversos tamaños, tres cinceles, una piedra
de bruñir y diversos punzones con puntas
de diversos tamaños y filos aplanados y apuntado; otro banquillo-que daba
a la puerta del patio, con el fin de
evitar el asma y el ahogo durante el trabajo- estaba repleto de herramientas de
carpintería. Cepillos, gubias, y escofinas para realizar el ensamblaje y
tallado del ambón o una escultura, junto
con una gama muy amplia de formones, barrenas, raspadores, lijas y limatones
para preparar los trabajos de policromía y encarnado. En varias baldas de la pared, unos caballetes
tumbados, rollos de lienzos, algunas tablas,
botes con boj, vasos para dorar, estofar y encarnar, frascos diversos con la escala cromática, y algunas taleguillas con tierra para cromatar
y hojas de plantas cromáticas como la de
zumacal. Junto a las baldas y en un poyete un arca pequeña guardaba 227 estampas
de dibujo, de entre ellos 23 libros de estampas, trazas y
música. Sacos de yeso y escayola
se colocaban sobre otro pequeño poyete para no recibir la humedad del
suelo. Sobre un bufete como mesa de despacho, se
amontonaban muchas láminas de un tal Zuccaro curiosamente, ocultaban los dibujos por estar
cubiertas con mucho polvo de la piedra arenisca salida de los escudos, formando una mezcla amarilla con el serrín de la madera. Tras el bufete, dos bastidores
de pintar y varios paramentos pintados
ya viejos que los ofrecían como muestra
de la clientela que se acercaba a esta casa. De
una alcayata grande colgaban varias calabazas con cola para pegar.
Quiso
convidarlo el padre Pedro Sardo y bajó a la
bodega, donde en varias tinajas guardaban los vinos de la tierra. Gome Muñoz le dijo:
-Te has hecho de ricos caldos este año.
-Son de viñas muy diferentes Algunas propias y otras de
alguna que otra compra. Mías y de mis hijos. Comparto negocios con algunos mercaderes de Granada. Del arte
solamente no se puede vivir
-Aquí, está mi
hacienda y en mis manos. Pues en
los cuartos altos, no están más que muchos dormitorios y muchas bocas para
comer.
-No me había llamado para algo importante, ¿acaso no me
habrá llamado para que le dé testimonio de las arrobas de vino almacenadas?
-Sí, Gome, te he llamado
para algo importante. Pero, no para el vino. Esto es un detalle para
empezar bien el negocio. Vivir entre
artistas no es posible. Y, más, siendo mis hijos. Cada uno tiene su orgullo. Se
cree que es el más importante. Raro es el día que no hay una trifulca entre
ellos. A veces no se aguanta ni una
broma. Me tengo que andar con pies de
plomo para poder mantener la paz familiar. Y eso que me murió mi rey negro
Baltasar. Mi Juan le siguió los mismos pasos; y mi otro Juan se fue a las
Indias.
-Ya me lo dijo
usted hace unos años cuando hizo el
testamento hace cuatro años.
-Y eso, que mi hijo Gaspar se hizo sacerdote y se marchó a
Priego.
-Pedro, uno menos, porque Gaspar no está relacionado con los otros hijos, está solo; así
pues ni tiene familia que alimentar
y, al contrario, se ha hecho con algunos bienes gracias a su oficio de
sochantre.
-Y eso que en Priego
no hay colegiata.
-No hay colegiata,
pero Gaspar, mi segundo rey mago
como le llamo cariñosamente, se ha ganado el prestigio de las iglesias del
señor de Priego. Tiene un oído excelente
y domina el canto llano en todos los sentidos. No tienen tiempo ni para
venir a verme, anda corrido entre misas
y el acompañamiento musical de entierros, misas solemnes y las fiestas de la tabla
de las parroquias. Prepara,
además, el coro de los niños para los
actos solemnes y enseña a los capellanes
al canto. Incluso cuida de la biblioteca de la iglesia de la Asunción...y,
además, ha adquirido un cortijo en las
Navas,
-Ya me dijeron sobre su prestigio y su influencia en la villa. Sus hermanas Ana y Catalina le
acompañaron al principio en las labores de amas, pero pronto se casaron y se
domiciliaron en aquellas tierras.
-Bueno, mi hijo Juan
tampoco cuenta, porque ya no está con nosotros.
En este
preciso instante, su hijo Melchor entró en la casa saludando a su padre y al escribano. No había tenido que
andar sino unos cuantos paso desde su portal a la casa de debajo de la calle
Real, donde vivía su padre. Puso una
cara de pocos amigos. No le gustaba que sus
problemas trascendieran a otros estratos. Llegó dando voces que su
taller no tenía nada que ver con el de su padre, manifestando “llevo varios años emancipado”.
“ ya pasó mi tiempo de preparar las colas, elaborar las barnices y los colores,
cuantos bastidores han pasado por mis manos,
cuantos troncos han quedado tan solo para que mi padre le diera el retoque
de las manos y la cara” “qué más volviera mi tiempo de oficial”. Pero asentía el parecer de su padre, porque a
veces no podía controlar la situación sino se hacía con las leyes.
-Padre,
¿otra vez con los papeles?
-¡Qué le
vamos a hacer!
-Sí ya hemos
terminado recientemente con mi hermano Pedro el retablo de las hermanas
Gutierre de Burgos en el Convento
de San Francisco. Fuimos como las manillas de un reloj para presentar con
prontitud y arte el túmulo de l príncipe Carlos en 1568, yo como ensamblador y
escultor, Pedro de pintor y Nicolás un camaleón que obraba en todo. Incluso, no nos duelen prendas en que se
incorpore a nuestros trabajos el joven Miguel. Pablo, el más problemático de
todos, se nos ha marchado y parece como
si hubiera renegado de nuestro apellido. Ahora firma con Pablo de Rojas. Ni
Sardo, ni Raxis ni Sardo Raxis. Me dice mi hijo que se ha ido con é a Granada
que no quiere pareces un moro Rasis, y
se identifica con las ilustres de
aquel lugar, por eso se ha llamado Pablo de Rojas.
Fiel a la
cita, se acercó Nicolás Raxis, que no llegaba a los treinta años. Traía en su
cesto algunas asaduras y cabezas que había comprado en las Carnicerías Altas, y
además, un par de botos grandes para
evitar los fríos invernales.
-El que
faltaba Nicolás.-Le interrumpió Gome.
-No, que todavía queda tu hijo Pedro.
Me ha dicho su esposa que ha ido al Llanillo para tratar
cierto asunto con un arriero de Granda en la posada de los Álamos. Ah…y
Miguel ha ido a recoger una carga de leña para calentarnos, pero está al venir.
-Siempre mis hermanos Pedro y Nicolás abriendo nuevos mercados. Se pasan
los días en fondas, entre corredores, regatones y mercaderes. Un día, reciben una misiva por medio de un
cosario anunciando que le llamaba Sebastián de Solís, para hacer una imagen en
Jaén; otro, que en Granada les reclaman
para colaborar en un retablo; las noticias de probables contratistas en
Priego son diarias…¡qué os voy a decir que no sepáis! Nos falta trabajo, pues mis hijos y tus
nietos ya comienzan a trabajar como oficiales y
aprendices. Fijaros en Gaspar, Baltasar y Pedro.
-Esperemos, pues, un poco-dijo el
escribano.
-Vayamos
aclarando los asuntos, ¿cual es el
conflicto?
-Me parece
que no lo hay entre ellos. Pero sí
quiero marcar las lindes de mis bienes, los que pertenecen a todos en caso de
herencia, y los de mi hijo Miguel, que ha preferido vivir conmigo. Hasta ahora
compartíamos entradas y salidas, pero su obra, sus trabajos y sus negocios ya me superan. Es mis pies y mis manos, si
tengo que ir de veedor a Jaén, mi Miguel conmigo; si tengo que presentar a un hijo o nieto a otro artista para hacerle
valer mi arte, mi Miguel no se aparta de
mi lado ; si un nieto hay que llevarlo a Granada para que se
quede en casa de un escultor o pintor
como hace unos días lo hacíamos con Gaspar el de Melchor, Miguel no se separa
de mí.; si debo embarcar a tierras italianas como lo hice en 1568, mi criado es
Miguel …Pablo ya apenas nos visita, sea marchado, no quiere saber mucho de mi y de Miguel, tan solo mantiene
relaciones con Melchor y sus hijos. Pero
el que Miguel sea mi ángel custodio, no quiere decir que
su arte no valga. No vayan a creer los demás que sus bienes me
pertenecen a mí y a todos ellos. El es libre de hacer con lo suyo lo que
quiera.
-Padre,
entre, Nicolás, Pedro y yo hacemos
buenas migas-le contestó Melchor, un poco alterado-, fíjense los contratos
compartidos entre nosotros o los del propio Pedro y Nicolás que forman una
piña, le llamaban confraternidad en la
que consideran que cualquier trabajo es
firma de ambos lo hiciera quien lo hiciera. Además, Pedro solo tiene que
alimentar a su esposa. Mi caso es un
poco más complicado, parece como si me pisaran los talones mis hijos, porque me han
salido también artistas. De tal palo, tal astilla. En este4 caso de tu tronco,
tales ramas…
-Bueno,
dejadme. Hoy, simplemente, quiero que don Gome
se lleve unos apuntes. Copie, don Gome: poseo muchos colores del oficio de pintor, 27 hierro de talla, como
formones y gubias; 25 cepillos de ensamblar con sus hierros, garlopa y
junteras, un banco, abadejo, puente con abadejo, tablero y dos sierras.
Al quedarse
en silencio, Leonor bajó al portalón. Se quedó quieta sin decir nada, no hacía
sino mirar de reojo a don Gome; parecía como si
le quisiera desvelar algo a los presentes. Mientras sacaban papeles, y
los anotaba el escribano en un folio, ella regresaba a la cocina para
retenerse. Canturreaba en el patio para disimular que no percibía la
conversación. Se decía a sí misma que
este escribano era el mismo que había visto la noche anterior con la Comadre,
que ella no estaba confundida, el mismo sobre el que se comentaba que
frecuentaba una casa de alrededor a altas horas de la noche. Se acercó al padre
y en voz baja le dijo:
-Padre, ten
cuidado, este señor no tiene buenas compañías. Le remuerde la conciencia. Me lo
ha dicho la mujer de Contador. Es comidilla que juega a varios palos.
El escribano
no quiso hacerse el sordo, sino que alzó
su pluma y , alterado, no quiso seguir el trabajo. Muy irritado, dio un golpe
sobre el banco, y sin mediar palabra alguna, salió corriendo como "a perro flaco no le faltan pulgas" y dando un fuerte portazo.
Hablaba solo pasando por la cruz de la calle de los Vicentes y no escuchaba la
fuerte regañina que le estaban dando los hermanos Sardo y su padre a Leonor. Le recriminaban su indiscreción e insensatez.
Aplazaron para otro día la escritura de formar una sociedad laboral y el deslinde de bienes.
Aplazaron para otro día la escritura de formar una sociedad laboral y el deslinde de bienes.
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