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martes, 19 de noviembre de 2013

PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA HISTORIA LOCAL(II)



 

¿Cómo estaban organizadas las tropas republicanas en 1938?


En  mayo y junio de 1938 se reorganizó el mando en el sector republicano de Alcalá la Real. Se puso al frente del IX Cuerpo a Francisco Menoyo y a Cuerda, jefe de la XXI División y se integró este cuerpo en el Grupo de Ejércitos de la región central, que se encontraban al mando del general Miaja. La mayoría de las brigadas habían desparecido en sus combates del frente y solo quedaban en la División la 76 y 80. Hasta final de año, tan sólo se consiguieron el encuadramiento de las unidades mermadas y la fortificación de posiciones por las Albarizas, Cornicabra, Cerro de la Pelea, Acamuña, Fuente del Gato, Dehesa Portillo Alcalá y otros puntos en dirección hacia la Guzmana.
En  los primeros días de julio de 1938, el frente republicano se había replegado debido al ataque  y conquista de la Cabeza del Molino por parte del ejército franquista en la Rivera Baja. Las tropas republicanas se extendieron hacia el interior, por la aldea de Mures y los pueblos granadinos del Tozar y Limones. Eran frecuentes los conatos de combate entre los dos sectores.

¿Hay algún testimonio?

Así nos describe José Ibáñez Sánchez este día en el bando republicano:
“Pasado este corto espacio de tiempo, se ordenó nuestro traslado a Mures, pequeña y abandonada aldea por los efectos de la guerra.
Puedo decir que disfrutamos aquí de muy buena paz y tranquilidad, pero ésta quedó interrumpida el día 8 de julio.

         El sol aún no había salido cuando toda la compañía marcha a la primera línea de vanguardia para continuar sus trabajos de fortificación (por estas fechas estaba yo destinado de escribiente, y en esta mañana me preparaba para empezar la tarea diaria) en la posición conocida por el nombre de Cerro Mulero.

Un bombardeo de artillería se desarrolló aquella mañana sobre esta posición, que la mayor parte de las trincheras y nidos de máquinas fueron destruidos quedando ilesos los soldados que la guarnecían por haberse refugiado en profundos subterráneos que para estos casos  se habían construido.
Por espacio de tres horas, duró este continuo y cruzado fuego por todos los costados. Viendo nuestro capitán que la acción se prolongaba y que toda la compañía se hallaba en el centro del peligro, creyendo además que pudiera ser una preparación para después lanzarse al ataque el ejército de enfrente, sin vacilación alguna dijo dirigiéndose a mí que era el único soldado que le acompañaba:
-Prepárese como para entregar este parte al teniente que hay en la Compañía.
Yo, olvidando que se me ordenaba militarmente, y en un caso de guerra semejante, dije al capitán algo temeroso.

-¿Cree, acaso,  mi capitán, que podré llegar con vida al sitio que usted me ha mandado? Pues, si lo cree oportuno, voy cuando no haya peligro.
El jefe enfurecido me gritó “En el ejército, y más en guerra, se cumplen las órdenes sin la menor protesta ni señal de disgusto, y, por lo tanto, en este mismo momento tomará este sobre y, mientras le quede gota de sangre en la más pequeña  de las venas, subirá cerro arriba hasta cumplir el mandato y, si le toca caer muerto o herido, es uno de tantos, con que obediencia y valor”. Me hice cargo de aquel sobre y saludando a mi superior emprendo la marcha y en mi apretada mano guardaba la severa y urgente orden. Junto al río y a unos trescientos metros de la posición me hallaba, una nube de humo envolvía de proyectiles de todos calibres y de todas direcciones caía sobre él.
Meditando un momento estaba y resonó en mi turbada mente aquellas frases  de “ en el ejército se cumplen las órdenes…obediencia y valor”. Y otros más. Guardé  en mi pecho el sobre y, sin perder paso, ascendí a la cima del monte envuelto en miles trozos de metralla que esparcidos en todas direcciones volaban con chirrido aterrador. Como yo no era conocedor de la entrada a la posición de varios pasos a uno y otro lado. Pero, al ser visto por un centinela que permanecía en su puesto, me indicó por donde había de pasar .Al penetrar en las trincheras vi algunos de mis compañeros que me acompañaron a presencia del teniente. Al ver a este, le entregué mi cometido que leyéndolo  el y  con tono de risa me lo devolvió para que yo lo leyese también; en su texto decía:
“Tengo el honor de comunicar a Vd. Que en caso de entablar combate las fuerzas enemigas, retirará las de su mando por no estar dotadas de armamento para estas casos”,
Después de leído vuelvo a entregárselo y saludando militarmente regresé por el mismo sitio y con aumento de peligro a mi destino, siendo felicitado por el capitán al verme que resulté ileso después de realizar el servicio”.
 
(DEL LIBRO DE PABLO BATMALA LALOYA, de Francisco Martín Rosales).

  

 

4 comentarios:

  1. Francisco ¿dónde se podría adquirir tu libro de Pablo Batmala?

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    1. No está publicado, está en prensa.

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    2. Ok, gracias Francisco, permaneceré al tanto de su publicación; mientras tanto estoy disfrutando con un ejemplar que he podido adquirir de el de Pablo de Rojas, escultor de imaginería... Un saludo

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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