CAPÍTULO XVIII. LOS MONFÍES
El escribano y
el oficial habían quedado en la casa del
primero, y Antón no llegó a ella, porque le avisó un alguacil que le esperaba
en la plaza Baja junto a la botica de Aranda para ir a la casa de la Justicia, donde el corregidor
necesitaba de sus servicios de escribanía. Al entrar, le saludó el señor
corregidor:
C-Siéntese,
Antón. Debemos escribir un aviso para que lo cumplan los vecinos.
A-Algo
urgente, me ha hecho perder la partida de ajedrez con mi señor.
C-Abajo, se
encuentra redactando unos informes para el Rey.
A-Urgente y dañino para la población.
C-De nuevo,
han venido los monfíes. Se han presentado en los cortijos de la antigua tierra
de nadie. Primero pasaron por las tierras de Gumiel, e hicieron la vega harina
en el cortijo de don Pedro, a través del camino de la dehesa de Mures, llegaron después al cortijo
de la Mesa. Y como siempre, han robado todos los frutos colgados en las vigas de las cámaras, han esquilmado
las trojes dejándolas vacías de cereales,
y en los saladeros no han dejado ni la sal de los jamones ni una onza de tocino.- Replicaba el
corregidor cerrando los puños en señal de
contención airada.
A-Siempre
tienen la misma táctica de los salteadores de caminos, déjese de monfíes ( eso
es cosa de la lengua morisca), puros
bandoleros, almogávares, ladrones,-respondía en forma lastimera y con la voz decaída Antón.
C-Pare, pare…Y
lo malo es que han crecido y se muestran
muy enfurecidos y encanallados por la
derrota y pérdida de su refugio en la sierra de la Alpujarra.
A- Mis fuentes me habían dicho que
habían cambiado mucho las cosas de un tiempo acá en el reino
de Granada Ya no se respetaba la costumbre antigua y frecuente en otros lugares de que “los autores de delitos se salvasen y
estuviesen seguros en lugares de señorío”.
C. No hubo más remedio que hacerlo. Pues
se consideraba que daba causa a más
delitos, favorecía a los malhechores,
impedía el ejercicio de la justicia, y no amparaba la autoridad a sus ministros
y alguaciles. Con estos inconvenientes, imitando a otros reinos, se ordenó que los
señores no acogiesen estos asesinos en
sus tierras.
A- Claro, está
claro, pretendían matar dos pájaros de
un tiro: ; confiados en que bastaba sólo
el nombre de justicia para castigarlos allá donde quiera que anduviesen. Pero,
hasta que no promulgaron las nuevas
ordenanzas, se hicieron fuertes, porque
se mantuvieron con sus oficios en
aquellos lugares, se multiplicaron y se casaron
a porrillo adquirieron pequeños terrenos, labraron la tierra, y , en fin se dieron a una vida sosegada.
C-No fueron
las cosas tan fáciles, porque le dieron un nuevo apretón de tuerca, Antón. Y ya
resurgió el rencor hacia los cristianos.
A- Ah,
cuando les prohibieron la inmunidad de las iglesias, dejándolo solo en un plazo de tres días….
C- Se volvieron muy tensas las relaciones entre
moriscos y cristianos. Y, además, una vez que les quitaron los refugios, se
quedaron desasistidos de protección y perdieron la esperanza de seguridad. Ya no
podían aguantar más, se dieron a vivir
por las montañas, alejados a todo lo que huela a humano, y como zorros
ocultos se lanzaron a la primera presa
que les salía al encuentro.
A. Lo que dijimos, estos son los nietos de
estos lodos, de donde vienen estos barros, se dedican a saltear caminos, robar y matar.
C. Antón, pero
yo creo que la gota que colmó el vaso,
fue la llegada de las cuadrillas de los alcaldes para
reprimirlos.
A. –Algo he
oído.
C. Pues fue
algo así, Se dudó sobre el tribunal al
que le correspondía el castigo, si a los
señores, si a la audiencia, a los eclesiásticos…todo por el embrollo de jurisdicciones; correspondía
a los generales a imponer estos castigos, como parte del oficio de la
guerra; pero, por ser negocio criminal, se puso en manos de los alcaldes, sin excluir en parte
al Capitán General.
A- Y ahora comprendo, Dióseles
facultad para tomar a sueldo cierto número de gente repartida con el nombre de cuadrillas, escasa para asegurar la autoridad, y sin fortaleza para resistir a aquellos
salteadores.
C.- Y estos son los resultados,
Antón, pues se unieron
la flaqueza de provisión y la
poca experiencia de los ministros al descuido, la negligencia y el capricho
en impartir los castigos, y crecieron como setas en las montañas. Y tan resistentes que no había fuerza alguna para
exterminarlos.
A- Y qué me dice de otros
agravios y ofensas a sus leyes, haciendas y costumbres. Además la Inquisición
los comenzó a apretar más de lo ordinario. Ya no podían soportar más, porque El
Rey les mandó dejar la habla morisca, y con ella el comercio y comunicación
entre sí; les quitó el servicio de los esclavos negros, a quienes criaban con
esperanzas de hijos, y el hábito morisco, en que tenían empleado gran caudal,
obligándolo s a vestir castellano con mucha costa
C.- Y que las mujeres llevasen los rostros
descubiertos y las casas, acostumbradas a estar cerradas, estuviesen abiertas:
lo uno y lo otro tan grave de sufrir entre gente celosa. Se cuenta de que les mandaban tomar los hijos y pasarlos a
Castilla, les vedaron el uso de los baños, que eran su limpieza y
entretenimiento. Y en los primeros
tiempos, les prohibieron la
música, cantares, fiestas, bodas, conforme a sus costumbres, y cualesquier
juntas de asueto y ocio
A- Eso, es mi señor. . Y todo, me
cuentan que “, sin guardia, ni provisión
de gente; sin reforzar presidios viejos o afirmar otros nuevos; y aunque los
moriscos estuviesen prevenidos de lo que había de ser; les hizo tanta
impresión, que antes pensaron en la venganza que en el remedio”.
C-Por eso, le he solicitado a su
escribano que lea las Ordenanzas Reales
sobre la Santa Hermandad. Y en ello se encuentra. Pues, mañana mismo, que hay cabildo ordinario, a las ocho de la mañana, estamos solicitando una provisión al Consejo Real para que se dé orden a esta ciudad de que tenga alcaldes de la hermandad. Y
mientras tanto, escriba Antón.
A-Lo hago:
-C Como veníamos diciendo, …los
monfíes dejaron las tierras del cortijo de Pedro Verdugo, donde no hicieron
nada pues sus caseros y zagales tenían una lumbre encendida al estar avisados
por un zagal del cortijo de la Mesa , y se dirigieron hacia el cortijo de propios de la Cabeza del Carnero,
y allí, golpearon a los pastores
llevándose unas cien cabras, algunas ovejas, que pastaban por aquellos
llanos; a continuación, se dirigieron al
cortijo y maniataron a sus labradores,
uncieron unos bueyes a sus carretas
y se llevaron una piara de cerdos, para sacrificarlos por el camino , y
todo lo que pudieron colocar en las carretas quesos, viandas,
pajarería…Se encontraron varios peregrinos que regresaban de los
baños y les dieron una paliza para que
no declararan lo que habían visto; además les desvalijaron la capa de
herrezuelo y los pocos maravedíes que ocultaban en sus talegos. Incluso, se enfrentaron
a unos cazadores, lanzando algunos tiros de arcabuz y dándoles a la huida. En un lagar, cercano a
la Atalaya, recogieron varios pellejos
de torrontés, y dejaron el baladí y los malos vidueños.-y en voz declamatoria el
corregidor dictaba-. Por eso, que los vecinos se cuiden de dar aviso a las autoridades si vieren
movimiento en sus predios, sus heredades o en las zonas de sierras y caminos, ya
que la justicia intervendrá de inmediato con los caballeros de la sierra, los
alguaciles y la tropa formada por las tropas de caballería de la ciudad, todos
bajo mis órdenes, distribuidos en formas de cuadrillas al mando de los
regidores comisionados..
A -Ya me lo temía, señor, y sin embargo nos
hemos quedado desasistidos para recoger las denuncias, porque, de pocos años a esta parte, ha habido mucha
mudanza de los escribanos de este
ayuntamiento por renuncia que ha hecho de los oficios y otros por haber hecho
ausencia de esta ciudad; y, asimismo, se han proliferado ahora más
causas para hacer que lo que hasta ahora ha habido.
C. Claro, piense que, por ser esta ciudad tan frontera de este Reino de
Granada, quedan tanto monfíes e
salteadores por las sierras y caminos, así de los enemigos como de otra gente perdida.
A.- y a esto, hay que añadir a algunos
de los mismos pueblos de la Abadía, que
son del malvivir e trato.
C Por eso, Antón, resultan mucho daño en los viñedos y en las
dehesas, con hurtos de ganados, como son en vacas y yeguas e cabras, y lo que
es más nefasto las muertes de hombres; y,
es mi obligación conferir y poner en
dicho remedio. Ea, llame a su señor Gome
Antón se
acercó a la tienda de escribanía de
Gome, que acababa de realizar un minucioso informe sobre hechos acontecidos en
la abadía por los monfíes a lo largo de
la última década detallando asaltos a cortijos, robando en ventas y posadas de
los caminos, asesinando a caminantes, raptando a niños y hurtando a mano
armada todo lo que se encontraban. De
inmediato, anduvo varios pasos y se
acercó al corregidor.
.Tras llegar
Gome a la casa de la Justicia con todos los folios bajo el brazo y y habiendo
manifestado que ponía a disposición del corregidor todos los informes
requeridos para solicitar la provisión l al
Rey, le dijo el corregidor:
-Escribe,
Gome, tras los informes mencionados,
propongo el acuerdo a esta ciudad para el
servicio del Rey Nuestro Señor y en bien
de la República, que haya los alcaldes de la hermandad para ayudar a la Justicia Ordinaria, y para
que tengan limpia su tierra de tanta gente perdida como anda por causa de la
guerra, que estos dos años había en este reino, y que los caminos y ventas
estén seguros , que las heredades estén
guardadas, e no con tanto daño como cada día se hace ”.
-Escrito
está.
-Hasta
mañana, a ver si nos podemos librarnos de las continuas amenazas.
Se fueron el
escribano y el oficial, muy de noche. Y Gome le manifestó a Antón que tenía un
gran desasosiego que no podía resolver. Le decía que era sobre la dama que se
le cruzaba en cualquier momento ante su
pensamiento. Su oficial le dijo que le concertaría una cita con La Comadre, para que le hiciera un
conjuro en una cueva de los Tajos.
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