CAPÍTULO XIX
CONJUROS DE AMOR PARA EL ESCRIBANO
Antón,
bajó, por la callejuela Real de la Mota, junto al muro del Palacio Abacial, y habiendo dejando a un lado la torre de la Especería, a través de unas escalinatas, se adentró en el Bahondillo. Humeaban las chimeneas
que salían de las cuevas, y, al pasar
por la Puerta Nueva, saludó a Maese
Pedro que se dirigía a su covachón. Luego, Rastro abajo, se acercó a las casas
de la Comadre, que se encontraban cercanas y a las espaldas de la calle del
Matadero. Tocó a la puerta, y una mujer
ya de edad muy madura salió asustada
cubierta con una toca negra.
-A qué viene a
estas horas, pues casi me ha despertado de mis primeros
sueños.- Le dijo la anciana muy nerviosa como si quisiera evadir el compromiso.
-Vengo de
parte de mi señor. –Le contestó tajante el oficial.
-¿Quién?
-Don Gome
Muñoz
-Y Monte. Otra vez, con los mismos calentamientos de
cabeza. Los amores le
Vuelven loco.- Se quejaba
levantando las manos y bajándoos en señal de conformidad estoica.
-Mira que ha
ido, varias veces, a la iglesia a consultar a sus amigos capellanes, y, también, ha leído donde no puede acudir persona humana sobre espíritus ansiosos y manejos
diabólicos, pero nada…Ya sólo confía en ti, Comadre.
-Espere, un
poco, me encuentro con estas telas y la toca. Déjeme, que me prepare para la
ocasión.
Subió
la comadre a la cámara alta de su casa, mientras en la sala de espera Antón
preparaba la mecha del candil y lo
rellenaba de aceite para emprender la marcha hacia el lugar que le indicara la anciana. En el momento que dejaba el último peldaño,
le dijo que en las inmediaciones de las
Atarazanas le esperaba su señor.
Emprendieron el camino, por el
final de la calle del Rastro, y pasaron por su puerta dejando la Alhóndiga y el
anillo exterior de la muralla, mientras contemplaban algunos resplandores de
luz por entre las saeteras y troneras. Cerca de la puerta de Granada y Martín
Ruiz, tropezaron con unos jovenzuelos que se despedían tras haber pasado las primeras horas de la noche
en medio de juegos de ataque y apuesta de naipes; por la placeta de San Juan,
dieron con un despistado borracho sin que
se percibiera de la presencia de esta singular pareja. Por la calle del
Pozuelo, no encontraron sino a dos perros sueltos y escucharon los primeros
ronquidos de los cansados labradores.
Llegaron a la calle Real y cuidaron de
evadir el encuentro con cualquier
persona; rellenaron un cántaro de agua por si fuera necesario en la Fuente de
la Mora Nueva, se santiguaron a las puertas del convento de los frailes
franciscanos de la Orden Tercera, y, al paso del Peso de la Harina, se encontraron una pareja de mozalbetes
perdida en un rincón. Del Llanillo,
venía un arriero que se había corrido una juerga nocturna con una
mozuela.
Al principio de la calle Rosa, toparon con don Gome, cubierto con un gran mantón de lana y escondido bajo el alero del cobertizo del portón de las Atarazanas. Durante la espera, el escribano había recogido algunos ramales y sogas por si se necesitaran.
Al principio de la calle Rosa, toparon con don Gome, cubierto con un gran mantón de lana y escondido bajo el alero del cobertizo del portón de las Atarazanas. Durante la espera, el escribano había recogido algunos ramales y sogas por si se necesitaran.
Se
acercó La comadre y le dijo al
escribano:
-¿Está preparado para las pruebas?
-Lo estoy, mi comadre.
-Pues, vamos a la tarea, que es
muy complicada.
Comenzaron
a andar y se adentraron por las nuevas
calles de esta zona. No había dado unos pasos, y se metieron en un solar, que
acababa en una cueva oscura. Cerraron el portón, sin apenas ver una
rendija de luz. Quedaron en silencio; la comadre le cogió de las manos al
escribano y le ordenó no dar voz ni quejido alguno. Se le cambiaron los colores
de la cara y se le pusieron los pelos de punta, cuando, en medio de un
sepulcral silencio, escucharon algo así como unos flagelantes arrastrando unas
cadenas en medio de numerosos lamentos, se laceraban
a la manera de los nazarenos de la
cofradía de la Veracruz. Incluso, se los imaginó reflejados en sus sombras por las cuevas del arrabal
viejo en lo noche del Jueves Santo.
Se fueron apagando poco a poco los lamentos y
oraciones de penitencia, mientras comenzó a surgir un ladrido pausado de
perros, que se fue intensificando como si fuera una jaula de fieras exaltadas, pues se asemejaban más a las cabezas del can
Cerbero que a un corral doméstico de perros;
parecía que se acercaban para comérselos vivos a mordiscos y arañaban las
puertas del portón del mismo que si hubieran alcanzado una pieza de caza mayor;
cansados de dar con sus patas en la madera, se retiraron con un cansino y
lastimero ladrido que vaticinaba un acoso de venganza.
Tras ellos,
por la parte alta de la cueva se veía un rayo de luz, por una pequeña apertura
de la cueva, en la que se asomaron varios gatos que reflejaban sus sombras en
la bóveda de la cueva a la manera del mito de Platón, no se peleaban entre ellos,
pero un maullido repetitivo y avieso a la manera de un salvaje felino se oía
en el umbral de la noche. De pronto, el
cielo quedó nublado, unos rayos iluminaron a los tres que quedaron como estigmatizados a la manera del resplandor de un resucitado; a continuación
una fuerte borrasca dejaba pasar unos grandes chorros de aguas por entre los
canales de las paredes; se mezcló el sudor frío del miedo con los chorreones y las gotas de agua que salían de la piedra arenisca, se asemejaban al aspecto de unos cautivos parecían como si hubieran
estado en las mazmorras de la ciudad fortificada y las humedades los hubieran
transformado en un hierro mohoso.
Finalmente,
pasó un esqueleto que dejaba asomar una calavera cubierta de una capa dando
alaridos de muerte en medio de los sonidos acompasados de la torre mayor
abacial y de los esquilones de la
iglesia de Consolación; para aquellos
dos seres, el fin del mundo y el juicio final era n inminentes. No
tenían en su mente más salida que salir de la cueva, porque daban por
seguro de que su vida se iba acabar
de un momento a otro y no encontraban otro subterfugio que mantenerse asidos a una piedra del centro de la cueva como si fuera la barca de Noé,
-No os preocupéis.
-Esto debía pasar. Son normas del
dios de la tierra.
-Pero, no tanto mi comadre.
-No nos merecemos tanto…
Pasó
la tormenta, el cielo trajo una luna
blanca y tan grande como un pandero morisco. Poco a poco, asomaron la cabeza y
vieron que estaba cerca la vereda que subía a Mari a Rosa. Al salir, se
toparon con plumas de pavos reales, patas de gallos, un camisas de la piel de una culebra, crestas de gallinas, hojas de hachas, hocinos, y un rabo de perro Lo metieron todo en una talega
por si hacía falta. más tarde
Tras
pasar la calle de la Viñuela, junto al Corral del Concejo, un nuevo sobresalto
les sobrevino de forma inesperada y se detuvieron ante el graznido de los cerdos
que estaban preparados para la matanza de la próxima madrugada, lo que les sirvió para descansar y reanimarse a la hora de subir la vereda que
les llevaba a la Era del Tiro de la Barra. Allí, se acercó el tinajero Antón de
Alcalá que se había comprometido con
el encargado del Corral para traerle dos grandes tinajas compradas en
la semana anterior por un ganadero valdepeñero.
-¡Qué
sorpresa, don Gome!
-No
se asuste, venimos de ronda.
-Y
son poca cuadrilla, además falta la vigüela. Pocas veces, he visto una capilla
de música tan reducida...
- -Déjese
de bromas, y guarde el secreto. Si no,
nos veremos con las espadas en el Barrero….
Se despidió el tinajero, y Cauchil abajo se adentró por el portón de la peste colocado, años antes, al final de su calle. Paró un momento, y observó cómo ascendían los tres en dirección a la era, mientras escuchaba el murmullo casi imperceptible de unas oraciones rutinarias y repetitivas. Algo así como "Jesús, sus, sus, sus…..". ”No es este primo de aquel fraile que embaucó a una joven monja y quiso chantajearla prometiéndole joyas, tierras y un paraíso terrenal.”, pensaba mientras los contemplaba a través de la rejilla embarrada de la puerta de su casa. Siempre el amor, el enredador de espíritus.
Antes de
acostarse, le dio agua a los animales, retiró los últimos cacharros del horno
para tenerlos secos por la mañana; se
asomó al patio y vio a la Luisa y sus
amigas, quitándose las ropas menores y
jugando, bajo los tejados de la tina del corral, con un mozarrón que parecía más un héroe griego
que un pastor alcalaíno, mientras desarrollaba una escena que parecía más un acto de danza
báquica que un corro de ronda castellana.
No sabía si aquel muchacho era un prostituto o un semental. Y, simulando que estaba escandalizado, se tapó los ojos con los dedos de las manos
entreabiertos, mientras bailaban
desnudas unas arrimadas con otras y un
solo fuego para abrasarlas. Pensaba que muchos cervatillos debieron volar por
la imaginación de cada una de ellas. Y,
además, no les pareció algo inusual, eran reincidentes, y sin escrúpulo alguno, porque ya habían sufrido la
reprimenda y las acusaciones de los familiares
de la Inquisición, que las tenían delatadas por medio del chivatazo de un vecino.
Subía,
mientras tanto, la Comadre, que se llamaba por cierto María Alonso de Chirinos,
por aquella veredilla y, cumpliendo con todos los requisitos que debían realizar,
esperaron un largo rato en un rellano. Tras escuchar una sarta de letanías inapreciables para Antón
y el escribano, que la Comadre las volvía a recitar silenciosamente y balbuceando en
golosamente los finales. Al llegar exactamente la medianoche, precisamente
en la primera hora de la segunda vigilia, sin fallo ni momento de retraso, se
colocaron en el punto más alto de la era, donde existía una cruz, desde donde contemplaban
toda la ciudad del llano alcalaíno y las casas de la fortaleza de la Mota a oscuras a pesar de que aquella noche se pasaba de
las nubes pasajeras al claro plenilunio de modo que se
mostraba majestuosa la silueta de la ciudad fortificada como telón de fondo.
Veían todo el pueblo a sus pies, y, para
ellos no ser visto, se colocaron tras un pequeño muladar junto a la cruz., que
marcaba los caminos que se dirigían a los Llanos de Santa Ana y al Portillo
Cerrado por el oriente y al sur con las veredas hacia la Viñuela, una auténtica
encrucijada, como, marcaban los artículos
de los conjuros. Luego María pidió que formaran una mesa natural para ejercer
las acciones del conjuro.
-Haced una mesa como si fuera una
ara de altar. Traedme una especie
de fundas de flores silvestres o algo que simule una caperuza de las que usan
los sambenitos de la Inquisición.
Inmediatamente,
tomaron varias piedras e hicieron dos paredejas paralelas de un cuarto de vara
de alto, y sobre ella, en forma de dolmen,
colocaron una losa piedra de más de 10
arrobas. Pusieron los tres conos en forma de triángulo formados por unas hojas
grandes de higuera, atadas por pequeños ramales
en la parte de la cúspide, en medio y
la base. .Debajo puso unas bolitas, blancas con la boquita negra. . Comenzó a declamar sus rezos con esta oración
a modo de introito religioso como si quisiera encomendarse a los espíritus:
San Servián,
-suerte echaste a la mar
-si buena la echaste,
mejor la sacaste;
-por su santidad
-por la santidad
de estas tres mozas doncellas,
que me digas la verdad,
Señas te pido,
-ni lo que te pido,
-ni los polvos alcanzadores
ni vendedores-
de lo que quiero
lo otorgará,
entro y consiento
en el pauto criminal”
Este fue el
primer conjuro dedicado a conseguir el
amor de su amada, preservar sus virtudes y alentar la marcha de los diablos que impedían la
relación amorosa. A mi señor, le pasó algo así
como un ataque compulsivo cuando, según dicen los evangelios, los endemoniados
sufren al curarse de su enfermedad. Despedía un olor fétido especial, un poco
azufrado, mezclado con unos espumarajos que salían de su boca. Comenzó a
desvariar, diciendo cosas absurdas e inconexas hasta que le cogió la
comadre de la mano y , dándole varios apretones, por la zona de la palma y los venas de los antebrazos, se serenó y miró
fijamente a aquel altar simulado. La comadre le pidió a Antón que le trajera una talega, de donde
sacó unas nuevas bolitas de una planta canutera silvestre que Antón no pudo
reconocer en la oscuridad de la noche. Le golpeó varias veces e invocó a San
Juan aludiendo que estas bolitas las había recogido a la misma hora en la
festividad del día de su Nacimiento con tres vírgenes y una
sábana blanca.
Calló la
comadre, reclamando darle solemnidad al
momento y, uniendo sus manos con las del escribano, colocó las bolas sobre la
mesa y las golpeó varias veces. Sacó un
ramo de tomillo silvestre y lo mojó con el agua de la Fuente de la Mora y la aspergió
sobre los tres conos, mientras decía:
En un monte negro/
entré con tres negras cabras, /
encontré en tres negros darros/
las ordeñé en tres negro entremizos, /
tres negros quesos./
Hice con un cuchillo de cachas `prietas/
tres negros tajadas, /
corté a fulano y fulana.
Tosió Antón y, como si se tratare de un eco,
repitió el mismo sonido el escribano interrumpiendo a la Comadre, que continuó:
Les dio de comer y tal paz entró en ellos como entre el gato y el perro, cuando en una
escudilla les dan de comer.
Lo
repitió tres veces, con mucha solemnidad,
y, en medio del sepulcral silencio de los dos varones.
Le metió las bolitas mojadas en un trozo de lienzo al
escribano para que las lanzara a la puerta de su amada en un momento de plena claridad a las
doce de la noche tras un día de relámpagos y truenos sin caer gota en la
Mota. Además se le ordenó a Antón
que hiciera varios nudos en una mata grande de retama y con el ramo de
asperjar golpeara varias matas de romero. La comadre retiró
los conos y los trozos de resto de los animales , mientras el escribano se secaba a frente con un
pañuelo. Se fueron los tres en dirección a la calle de Utrilla, para buscar una
ruta distinta de la bajada... Los tres se miraban de rabillo como si quisieran contemplar los rostros de
los de al dado. La Comadre se sentía satisfecha por la tarea terminada, el escribano parecía que se había
quitado un peso de encima, que debía
desvelar a lo largo de los próximos meses y
Antón no hacía sino darle vueltas al conjuro , En un mon…te…..en…tré….con
tres….Creía que , en este caso, había tres personas en liza y no más. Y no podía
juntarse más que dos.
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