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viernes, 22 de noviembre de 2013

CON FILIPINAS


 

 

            A todos nos impactan  las cifras de  pobreza y exclusión social de nuestra tierra. Pero, cuando la naturaleza ofrece su rostro más trágico, como ha acontecido durante este  mes  en Filipinas con la embestida del supertifón Haylán,  ya no nos quedamos impactados, sino que nos  vemos anonadados. Como siempre los resortes de loa mayoría de los corazones del mundo, suelen responder generosamente a una megatragedia: de  índole inconcebible para los que gozamos de una buena posición de bienestar, pero concretada  con números, cifras y datos irrefutables.  Si no, comprobémoselo. Nada menos que ocho millones de personas afectadas en 574 municipios o ciudades.  De estas se han visto obligadas a desplazarse112.962 personas.  Se encuentran además.,  más de 130.074 casas destruidas.  El paisaje es desalentador: caminos intransitables,  mercados totalmente destruidos,  escasez de alimentos, cortes de energía en la mayoría de las zonas afectadas, falta de agua corriente  de las  diversas redes en muchas provincias filipinas.

            Ante esta situación son muchas las llamadas de colaboración y ayuda, a las que nos convocan las ONG s, Cáritas, UNICEF u otra cualquier organización  altruista. Nos convocan no sólo con la urgencia necesitada  y básica de agua, abrigo, o alimentos  sino con la celeridad de la emergencia por jugarse la vida de muchas personas, que pueden verse afectadas en  muchas enfermedades y, con nuestra ayuda, sin embargo librarse de la muerte . Sirva como ejemplo esta nota de Javier Martos, director de UNICEF :  “El pasado viernes el devastador tifón Yolanda arrasó Filipinas, destruyendo pueblos enteros, haciendo desparecer millones de hogares y dejando cuatro millones de niños en una situación de niños en una situación de grave riego, sin alimentos ni agua potable. En esta catástrofe natural de esta magnitud, los niños son los que más sufren. Nuestra prioridad en estos momentos es actuar lo más rápido posible para salvar  vidas. Cada momento cuenta para salvar la vida de estos niños”.   En parecidos términos se referían los equipos de Caritas, cuando comenzaron a proporcionar las primeras ayudas  a los filipinos siniestrados. En palabras del voluntario Rey Barnido,  miembro del personal de Cáritas Filipinas en Taclobtan City  y  presente en el terreno,   se refería así:  “ el hospital regional está desbordado  de pacientes que necesitan ayuda. Hay muertos por todas partes. No hay agua ni energía. Los voluntarios están tratando de gestionar este desastre. Es como si hubieran lanzado bombas nucleares”.

En medio de la economía egoísta imperante que nos invade, me viene estas palabras  del economista Enrique Lluch, defensor de la economía altruista: “Cualquiera que quiera ser solidario, que piense que nuestra economía y nuestro sistema social deben ser más justos-entendiendo esta justicia como una mejora de los que peor están “. Y en este caso  el pueblo filipino no está peor,  está destrozado. Y ahí ya no vale tan sólo  la justicia, sirve todo, con el nombre de solidaridad, fraternidad, caridad o ayuda global, lo que cada uno o cada institución quieran.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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