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domingo, 4 de mayo de 2025

CRUCES Y LEYENDAS EN LA SEMANA DEL JAÉN

 




 

En el mes de mayo, la fiesta de la Exaltación de la Cruz, se celebra desde tiempo inmemorial ligada a las cofradías de su mismo nombre y a su presencia en los rincones más insospechados de todos los territorios. En las tierras de la subbética son frecuentes los calvarios o cerros de las cruces y su presencia como testigos de mojones de cabildo y de frontera.  No es difícil conocer la tipología de esta presencia icónica de la cristiandad en una ruta de las cruces y sus leyendas en la ciudad de la Mota. Al subir por el sendero del cerro de la Luna, en la descendida de los Llanos, se topas con la cruz y restos del chozón, testigo de la dehesa de los Llanos como antiguo terreno de lo común, es esta cruz blanca de referencia necrológica que está delante de su puerta junto a la placa del niño asesinado en 1956 Pedro Pérez Ávila, un crimen que turbó a la ciudad de Alcalá la Real, que acabó con la vida de este alcalaíno a manos de un infanticida.

Unos pasos más arriba, la vereda de ascenso a los Llanos llega a la Cruz del Rayo, donde se levanta junto a una era, restos de una torre o atalaya, y el camino de Frailes y Guadix, como marca de miliario, sin olvidar la leyenda de la leyenda de recuerdo del pastor herido por el rayo. Cercanas se encontraban Torres Bermejas envueltas en la leyenda de la Mina que unía el cerro de la Mota con el de los Llanos por medio de un pasadizo subterráneo. 

 


Por la vereda del borde de los Llanos se llega a la cruz en el parque de la Verónica. Un oratorio que ha sustituido a al antiguo lo mismo que se ha renovado su cruz, envuelto en la leyenda de la mujer Verónica, Vistas panorámicas majestuosas con la Mota al frente nos dirigen por la misma vereda y borde hacia ermita Fátima. Antes nuestros pies del borde del Tajo, se ubica la cruz de la estación décima de la crucifixión del barrio de las Cruces o Calvario. Recuerda la historia de la erección laica de este viacrucis desde 1600, con las reformas del siglo XX hasta el nuevo viacrucis, su destrucción de las cruces en el otoño de 1931 y la nueva reconstrucción que ha obtenido para el paraje premio de Paisaje urbanístico del Mediterráneo con su mirador de atalaya

Y bajando desde el borde, donde se ubicaba el molino de viento en el siglo XVIII, se llega a la ermita de Nuestra Señora de Fátima, décimo cuarta estación, ermita de San Judas Tadeo, donde estaba la caja de cristal con el Cristo Yacente, procedente de San Francisco y salía en la noche del Santo Entierro del Viernes Santo. 

Bajando el barrio antiguo de las Cruces, se topa con nuevas cruces de las estaciones del Viacrucis que remodelaron poblacional y urbanísticamente este barrio entre rincones de piedra y cuevas horadadas. Da gusto detenerse en la que conserva una basa con la leyenda Aqi Caio, que hace alusión a la caída de Jesús en medio de Parada en las casas de alojamiento rural- hoy de emigrantes, y en las cruces de descendida. Entre ella una remodelada cruz de estación, donde se desarrolló la escena de la leyenda del corregidor don Hilarión que se encontró por este paraje de monte mediterráneo a una figura fantasmal. Le abrazó y en una noche tormentosa se dio con bruces ante el cadáver de una mujer. Actualmente no es el ambiente que se respira en este lugar premio de urbanismo internacional. 

 


De allí a la cruz que dirigía edículo y cruz de la antigua Verónica, donde se describen los dos barrios de las Cruces y Verónica y se desciende por la calle Corredera y la de la antigua Caserías de las Valencia hasta la calle Utrilla. En frente del final de la calle Fuente Nueva, se la funcionalidad de la cruz de los Valencias, por estar en la casería antigua de esta familia, pero ser cruz junto a la puerta del camino que venía de los molinos de Huéscar; y también referencia por su antiguo nombre de Cruz de los Moros en el barrio de las Torres Bermejas. Cruz de fin de delimitación de la ciudad, cruz de identidad cristiana y de proteger ante los malos espíritus y epidemias, como comenta Caro Baroja en otras ciudades de esta misma tipología. 

 


Llegar al final de la Corredera es recorrer la calle de circunvalación de la Alcalá Moderna, pasando la zona del Tiro de Barra del siglo XVI junto con el Corral del Concejo- y bajar a la cruz de las Tórtolas, al que dio nombre un hortelano y arrendador de estos parajes, Cristóbal López de Tórtolas y cerraba el circuito urbano del casco antiguo de Alcalá la Real, cruz de término local y de protección ante el maligno.

Bajar por la calle del Horno o del tinajero Antón de Alcalá, tras pasar por la desaparecida casa de la Inquisición, y llegar a la primera estación del Viacrucis, Jesús se presenta al pueblo condenado, el Ecce-Homo, cruz de la calle Rosa. Invita a contar la leyenda entre Mari Rosa, el tamborilero y el capitán de los Blanquitos. Triángulo de amor. Una ficticia historia de una amante, que no fue sono la vecina María, de apellido de la Rosal, que se ubicaba en la calle del mismo nombre, con el que se perpetuó su apellido familiar. El oratorio ofrece detenerse en esta primera estación del Viacrucis ante la imagen del Ecce Homo, obra del círculo de Pablo de Rojas. Aquí en mayor se celebran las fiestas de la Cruz en medio de un bullicio juvenil, con olor a alcohol y aglomeración de personas por los chiringuitos del Juego Pelota.

 

 

 

 

 


Por la Tejuela, se alcanzamos con la vista la cruz de hierro de Villena, otra cruz de término junto a la puerta situada al norte de a ciudad. Se puede hablar de su nombre, ya que en una casa cercaba vivía Tomé de Villena en el siglo XVI y algún familiar regentó el mesón del entorno a la puerta y cruz de Villena. Se produjo decadencia festiva por el accidente pirotécnico de años sesenta del siglo XX. 

Por calle Mesa, pasando por el Pósito, restos de aquel silo, obra de José de Oviedo, se llega a la Cruz de la calle Ancha, remodelada en los primeros decenios del siglo XXI, con una pavimentación en cruz y bellamente adornada recordando ser cruz lindera de ciudad desembocando en el Barrero de la ciudad. En las afueras del casco, se encontraba la cruz de cadalso y humilladero con el nombre de este entorno. Testigo de los muertos por condena a esta pena e hasta el siglo XIX y de los fusilados en los últimos meses de 1936 tras la toma de las tropas de Franco.

Se sube a otra bella cruz de final de término de ciudad en la confluencia con la calle de Aben Jakán.

Y de allí a la peana de la cruz del compás de las ruinas del convento franciscano, cruz de humilladero de iglesias y ermitas. 

 

Cercana se encuentra una cruz histórica, la del último tramo de la calle Real, la cruz de Juan Vázquez Mesía. Disfruta del privilegio que refiere el decreto de indulgencias otorgadas a los fieles por el arzobispo de Granada Pedro Antonio de Bertoeta y Ángel en la segunda mitad del siglo XVIII, al que rece ante ella, se postre de rodillas o diese limosna para el culto e intercesión por la paz lograda por los príncipes de aquellos tiempos.

Subiendo por el compás de la Trinidad a la actual calle Cava, antigua Carrera Vieja y calle Cruz del Cristo de la Pîedra junto al actual Viacrucis de la Mota, y el del siglo XVI en la cuesta del Cambrón. Este recinto disfruta del encanto del entorno imbuido por la Leyenda del Cristo de la Piedra, una porfía por una princesa capturada en el Puente de Pinos, que, tras el sarao, recuerda un duelo que acabó sin muerte por la intervención del Cristo de la Cruz.

De allí, por la calle Zubia, entre las últimas cruces de forja, se llega a la iglesia de San Juan, con las de la portada, la leyenda del Saliva y la cruz efímera de San Antón, recuerdo del   alguacil de la Santa Inquisición Juan Ramírez.

Por la calle Ben Jakán se llega a la Cruz de Ambrosio o de los Muladares, Muliares, cruz de término. Más adelante se baja a la de la Cuesta del Cambrón, la Cruz de los Brazos de Hierro (el travesaño y la cúspide formando el anagrama de la cruz de Santiago), la cruz de la Concepción que rememora la de piedra que marcaba el camino que venía de Granada y el inicio del primer Viacrucis de la ciudad. En el final, de este camino, se encontraba la Cruz de los Blanquitos, el final de la leyenda de Mari Rosa.

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