En el mes de mayo, la fiesta de la
Exaltación de la Cruz, se celebra desde tiempo inmemorial ligada a las
cofradías de su mismo nombre y a su presencia en los rincones más insospechados
de todos los territorios. En las tierras de la subbética son frecuentes los
calvarios o cerros de las cruces y su presencia como testigos de mojones de
cabildo y de frontera. No es difícil
conocer la tipología de esta presencia icónica de la cristiandad en una ruta de
las cruces y sus leyendas en la ciudad de la Mota. Al subir por el sendero del
cerro de la Luna, en la descendida de los Llanos, se topas con la cruz y restos
del chozón, testigo de la dehesa de los Llanos como antiguo terreno de lo común,
es esta cruz blanca de referencia necrológica que está delante de su puerta junto
a la placa del niño asesinado en 1956 Pedro Pérez Ávila, un crimen que turbó a
la ciudad de Alcalá la Real, que acabó con la vida de este alcalaíno a manos de
un infanticida.
Unos pasos más arriba, la vereda de
ascenso a los Llanos llega a la Cruz del Rayo, donde se levanta junto a una
era, restos de una torre o atalaya, y el camino de Frailes y Guadix, como marca
de miliario, sin olvidar la leyenda de la leyenda de recuerdo del pastor herido
por el rayo. Cercanas se encontraban Torres Bermejas envueltas en la leyenda de
la Mina que unía el cerro de la Mota con el de los Llanos por medio de un
pasadizo subterráneo.
Por la vereda del borde de los Llanos se llega a la cruz en el parque de la
Verónica. Un oratorio que ha sustituido a al antiguo lo mismo que se ha
renovado su cruz, envuelto en la leyenda de la mujer Verónica, Vistas
panorámicas majestuosas con la Mota al frente nos dirigen por la misma vereda y
borde hacia ermita Fátima. Antes nuestros pies del borde del Tajo, se ubica la
cruz de la estación décima de la crucifixión del barrio de las Cruces o
Calvario. Recuerda la historia de la erección laica de este viacrucis desde 1600,
con las reformas del siglo XX hasta el nuevo viacrucis, su destrucción de las
cruces en el otoño de 1931 y la nueva reconstrucción que ha obtenido para
el paraje premio de Paisaje urbanístico del Mediterráneo con su mirador de
atalaya
Y bajando desde el borde, donde se
ubicaba el molino de viento en el siglo XVIII, se llega a la ermita de Nuestra
Señora de Fátima, décimo cuarta estación, ermita de San Judas Tadeo, donde estaba
la caja de cristal con el Cristo Yacente, procedente de San Francisco y salía
en la noche del Santo Entierro del Viernes Santo.
Bajando el barrio antiguo de las Cruces,
se topa con nuevas cruces de las estaciones del Viacrucis que remodelaron
poblacional y urbanísticamente este barrio entre rincones de piedra y cuevas
horadadas. Da gusto detenerse en la que conserva una basa con la leyenda Aqi
Caio, que hace alusión a la caída de Jesús en medio de Parada en las
casas de alojamiento rural- hoy de emigrantes, y en las cruces de
descendida. Entre ella una remodelada cruz de estación, donde se
desarrolló la escena de la leyenda del corregidor don Hilarión que se encontró
por este paraje de monte mediterráneo a una figura fantasmal. Le abrazó y
en una noche tormentosa se dio con bruces ante el cadáver de una mujer. Actualmente
no es el ambiente que se respira en este lugar premio de urbanismo internacional.
De allí a la cruz que dirigía edículo y cruz de la antigua Verónica, donde se describen
los dos barrios de las Cruces y Verónica y se desciende por la calle Corredera
y la de la antigua Caserías de las Valencia hasta la calle Utrilla. En frente
del final de la calle Fuente Nueva, se la funcionalidad de la cruz de los
Valencias, por estar en la casería antigua de esta familia, pero ser cruz
junto a la puerta del camino que venía de los molinos de Huéscar; y también
referencia por su antiguo nombre de Cruz de los Moros en el barrio de las
Torres Bermejas. Cruz de fin de delimitación de la ciudad, cruz de identidad
cristiana y de proteger ante los malos espíritus y epidemias, como comenta Caro
Baroja en otras ciudades de esta misma tipología.
Llegar al final de la Corredera es recorrer la calle
de circunvalación de la Alcalá Moderna, pasando la zona del Tiro de Barra del
siglo XVI junto con el Corral del Concejo- y bajar a la cruz de las
Tórtolas, al que dio nombre un hortelano y arrendador de estos parajes, Cristóbal
López de Tórtolas y cerraba el circuito urbano del casco antiguo de Alcalá la
Real, cruz de término local y de protección ante el maligno.
Bajar por la calle del Horno o del
tinajero Antón de Alcalá, tras pasar por la desaparecida casa de la
Inquisición, y llegar a la primera estación del Viacrucis, Jesús se presenta
al pueblo condenado, el Ecce-Homo, cruz de la calle Rosa. Invita a contar la
leyenda entre Mari Rosa, el tamborilero y el capitán de los Blanquitos.
Triángulo de amor. Una ficticia historia de una amante, que no fue sono la
vecina María, de apellido de la Rosal, que se ubicaba en la calle del mismo
nombre, con el que se perpetuó su apellido familiar. El oratorio ofrece
detenerse en esta primera estación del Viacrucis ante la imagen del Ecce Homo, obra
del círculo de Pablo de Rojas. Aquí en mayor se celebran las fiestas de la Cruz
en medio de un bullicio juvenil, con olor a alcohol y aglomeración de personas
por los chiringuitos del Juego Pelota.
Por la Tejuela, se alcanzamos con la vista la cruz de hierro de Villena, otra
cruz de término junto a la puerta situada al norte de a ciudad. Se puede hablar
de su nombre, ya que en una casa cercaba vivía Tomé de Villena en el siglo XVI
y algún familiar regentó el mesón del entorno a la puerta y cruz de Villena. Se
produjo decadencia festiva por el accidente pirotécnico de años sesenta del
siglo XX.
Por calle Mesa, pasando por el Pósito, restos de aquel
silo, obra de José de Oviedo, se llega a la Cruz de la calle Ancha, remodelada
en los primeros decenios del siglo XXI, con una pavimentación en cruz y
bellamente adornada recordando ser cruz lindera de ciudad desembocando en el
Barrero de la ciudad. En las afueras del casco, se encontraba la cruz de
cadalso y humilladero con el nombre de este entorno. Testigo de los muertos por
condena a esta pena e hasta el siglo XIX y de los fusilados en los últimos
meses de 1936 tras la toma de las tropas de Franco.
Se sube a otra bella cruz de final de término de
ciudad en la confluencia con la calle de Aben Jakán.
Y de allí a la peana de la cruz del compás de las
ruinas del convento franciscano, cruz de humilladero de iglesias y ermitas.
Cercana se encuentra una cruz histórica, la del último
tramo de la calle Real, la cruz de Juan Vázquez Mesía. Disfruta del privilegio que refiere el decreto de
indulgencias otorgadas a los fieles por el arzobispo de Granada Pedro Antonio
de Bertoeta y Ángel en la segunda mitad del siglo XVIII, al que rece ante ella, se postre de rodillas o diese limosna para
el culto e intercesión por la paz lograda por los príncipes de aquellos
tiempos.
Subiendo por el compás de la Trinidad a la actual calle
Cava, antigua Carrera Vieja y calle Cruz del Cristo de la Pîedra junto al
actual Viacrucis de la Mota, y el del siglo XVI en la cuesta del Cambrón. Este
recinto disfruta del encanto del entorno imbuido por la Leyenda del Cristo de
la Piedra, una porfía por una princesa capturada en el Puente de Pinos, que,
tras el sarao, recuerda un duelo que acabó sin muerte por la intervención del
Cristo de la Cruz.
De allí, por la calle Zubia, entre las últimas cruces
de forja, se llega a la iglesia de San Juan, con las de la portada, la leyenda del
Saliva y la cruz efímera de San Antón, recuerdo del alguacil de la Santa Inquisición Juan Ramírez.
Por la calle Ben Jakán se llega a la Cruz de Ambrosio
o de los Muladares, Muliares, cruz de término. Más adelante se baja
a la de la Cuesta del Cambrón, la Cruz de los Brazos de Hierro (el travesaño y
la cúspide formando el anagrama de la cruz de Santiago), la cruz de la
Concepción que rememora la de piedra que marcaba el camino que venía de Granada
y el inicio del primer Viacrucis de la ciudad. En el final, de este
camino, se encontraba la Cruz de los Blanquitos, el final de la leyenda de Mari
Rosa.
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