En el mes de mayo se nombró a Manuel Hurtado de Mendoza. pero le fueroncedidas varias prórrogdas que le permitieron llegar a la ciudad el catorde de noviembre de 1985.
Era caballero de la Orden de Santiago. Nombró de alcalde mayor don Domingo Francisco de Salazar, abogado de la Chancillería de Granada. Hasta que se ocupó el cargo y el corregidor Ariz se encontraba en Madrid la situación de desgobierno y falta de justicia se agravó.
En el mes de septiembre de 1685 se constata la siguiente situación que el cabildo del día 24 nos describe junto con el cuadro de una corta cosecha, en la que se añadía el fraude de los privilegiados en otras actividades, solicitando al alcalde mayor que pusiera fin a todos estos excesos:
públicamente, de día y de noche, desde que se empezó a seguir la cosecha de este año, se está sacando el trigo de esta ciudad, llevándolo vecinos de otras partes, y esto con tanto exceso, que oy día , según las cabalgaduras que salen cargadas, parece pasarán de cuatrocientas fanegas de trigo además que dentro de esta ciudad se la llevan diferentes personas de Granada, Écija, Espejo y Castro y otros lugares con cantidades de dinero de pronto y públicamente están comprando trigo y remitiéndolo en carreta cabañas que continuamente van y bienen que atento a la cosechas de esta ciudad es incierta podría faltar el trigo en los meses de abril y mayo.....
dando lugar a que se padezca falta de pan y alborotos y ruidos que sobre ello suceden , como lo experimentó en el mes de mayo próximo pasado,- refiriéndose a 1684- que en sólo dos días que ubo falta de pan se experimentó el daño que consigo trujo, obligando a hallanar las casas y sacar el trigo que tenían para sus gastos para evitar mayores incovenientes..
“ es notorio que, en muchas casas así de eclesiásticos como particulares seglares, públicamente y sin ningún emboco ni tener privilegio ni excepción, se están vendiendo y pesado el carnero y vaca en grave perjuicio de los derechos reales como del buen gobierno, asimismo todos los montes propios de esta ciudad y los arbitrios de que usa y de los particulares públicamente los está talando y destruyendo sin que se castigue ni se ponga remedio a esto”
Cuando en el mes de noviembre se incorporó a la ciudad desde el corregimiento de Soria, este caballero de la Orden de Santiago, emprendió una serie de acciones que lo calificaron como uno de los mejores corregidores de Alcalá. La remedida de tierras roturadas se emprendió por medio del juez de la Corte Julio Rospillosi. Se estableció una comisión que llevó a cabo la elaboración de un libro donde se encontraba señalado el número de trances y suertes, el control de las tierras arrendadas, y las que estaban vacantes de arrendamiento. Afectaron a la zona de Mures, por donde se principió la actividad. La situación se nos describe en el año 1688:
“ hace mucho tiempo que no se remiden ni se arriendan mucha parte de las roturas de que esta ciudad usa para sus negocios, y que nuevos an roto las lindes, por cuya causa se han confundido unos con otros sin poder distinguir la cantidad de fanegas que cada uno tenga (Cf.25.2.)”
Las medidas contra el absentismo de los regidores se recrudecieron para evitar que los asuntos reales se aplazaran. Para ello, se suspendió de voto, activo o pasivo, y de todo tipo de preeminencias en actos públicos al que no acudiera por seis meses, cuatro meses y un año según el número de asistencias. Persuadió a cumplir su delegación a algunos regidores que dejaban olvidados asuntos de su delegación sobre todo, de la protección de los montes y sobre la caza y la pesca.
El estado lamentable de calzadas, puentes y calles se arreglaron con la colaboración de los vecinos, sobre todo la de las calles Braceros, Santillán, Llanillo hasta Álamos e Izquierdo, la calzada de la Magdalena desde el Coto hasta la Peña el Yeso, la vereda del Carmen, puente de la Ribera y del arroyo de las Parras y del río Carrizal. Lo mismo se arregló el aguadero de las Caserías de san Isidro, situado entre las dos Moralejas, en el camino real que se dirigía a Priego desde la Fuente Tejuela y la fuente del Pozuelo de san Juan. En este tiempo, el servicio de locomoción en los coches de caballos obligaba a todas estas reformas, sobre todo, los del Presidente de la Audiencia de Granada y, por otra parte, no se podía olvidar el importante comercio de esta zona de Andalucía. El Corral de las Comedias se remozó en los aposentos de la ciudad fijando las armas reales, de la ciudad y de la Cofradía de la Veracruz. La iglesia del convento de san Francisco, afectada por el terremoto de 1680, acabó de terminarse, lo mismo que las bóvedas del Convento del Rosario que recibieron una limosna de doscientos reales. De su tiempo data la ordenanza que no permitía la entrada de ganado en la ciudad, salvo el caprino, estableciendo una distancia de un cuarto de legua. Solicitó una provisión real para levantar las obras públicas de la Carnicería , del Cabildo y de la Cárcel en sitios cercanos al Llanillo. Fue muy interesante el debate de la ubicación de cada una de ellas que fijaban como centro el triángulo Llanillo, Real hasta el Rosario, y Tejuela, ya que, si hubiera conseguido la facultad real, pudo haber salvado este barrio en siglos posteriores. Sus propuestas hubieran significado la recuperación, al menos, de muchos materiales de las antiguas dependencias que hubieran servido para la creación de las nuevas, aunque todavía permanecen testigos de aquellas por no llevarse a cabo esta decisión. Fue una realidad la nueva ubicación de las Carnicerías en la calle Real, y, prueba del dinamismo que se experimentaba en la ciudad:
de sólo averse empeçado la fábrica, se reconoce que se an reparado las casas que se caían, y arrendadas, las que estaban desiertas Cf. 15,2,1687
Tuvo que hacer frente a partir de este año al nuevo encabezonamiento para el servicio de 24 millones y ocho mil soldados, realizando un control exhaustivo de medidas, aforos, pesas y de entrada y salida de la ciudad en las puertas de Álamos y Tejuela y concertando la contribución eclesiástica con el abad Pedro de Toledo en una cantidad de cuatro mil reales a los 916,3000 maravedíes para el servicio de millones y 130.900 de los ocho mil soldados, lo que suponía 1.047.200 maravedíes. Sin embargo su gestión no fue fácil, ya que las dificultades en cobrarlo y repartirlo eran muy poderosas sobre todo, en los continuos aplazamientos que provocaban el estamento eclesiástico y los vecinos del Castillo de Locubín, dando lugar a la excomunión de los comisarios en el año 1688.(Cf. 23.7.)
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