POR ÚBEDA Y BAEZA,
CON
ANTONIO MANCHADO
DÍA 9 MARZO
ORGANIZA ASOCIACIÓN
HUERTA DE CAPUCHIINOS DE ALCALÁ LA REAL
DIARIO DE ÚBEDA y Baeza
A las ocho de la ocho de la mañana,
salimos cincuenta ruteros capuchinos de la Estación de Autobuses de Alcalá la
Real, lloviznando, sobre todo por el entorno de Campillo de Arenas. Mientras
nos despertamos haciendo una introducción de estas dos ciudades, patrimonio de
la Humanidad. Al paso de la antigua Mentesa, nos extendimos sobre su
antigüedad, su necrópolis, castillo y el templo vandelviriano. No dejamos atrás
el yacimiento íbero de Puente Tablas. Hicimos una introducción histórica, al
mismo tiempo que recordamos vivencias de mi niñez de estancia baezana.
Comentamos la distancia de ocho kilómetros que separan Úbeda y Baeza, mientras
las oteamos encaramadas a los cerros más altos de la comarca de La Loma, esperando
desde la autovía, la presencia del valle de un recién nacido Guadalquivir y
dejando a nuestro lado Mancha Real y las cumbres de Sierra Magina a lo lejos.
No reparamos en extendernos sobre la conquista cristiana en tiempos de Feriando
II, tras unas pequeñas notas de su pasado prehistórico, íbero, romano y, sobre
todo, musulmán que dejó gran huella en ambos lugares en torno a sus alcázares. Insistimos
que Baeza y Úbeda ocupan el centro geográfico de la
provincia de Jaén y, recordamos nuestra
niñez, aludimos a los miradores que
rodean sus antiguas murallas medievales. Sobre todo, desde la de Baeza que
recorrimos antes de que se colocara el busto de Antonio Machado, por aquellos
parajes que frecuentaba en mi niñez.
Sobre el olivar,
se vio la lechuza
volar y volar.
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos.
Y la encina negra,
a medio camino
de Úbeda a Baeza.
Antes de llegar al Puente del
Obispo, comentamos el polígono de Mancha Real, los extensos olivares, la
muestra museística y molinera de la Laguna, las aldeas de Baeza. Y al pasar por
el puente nuevo de hierro, el antiguo, obra del obispo Alonso Suárez de la
Fuente Sauce. Panegírico a este aedificator de muchas obras monumentales
de Jaén, Úbeda y Baeza. No olvidamos la antigua capilla ni el recuerdo del
portazgo. Divisamos Begíjar, y pasar se nos ofreció difícil en cuesta que en
mis años infantiles bajamos para recreo y baño. Rodeamos el cerro baezano
vigilándonos la torre de la catedral y, nos hicimos machadianos:
Desde mi ventana,
¡campo de Baeza,
a la luna clara!
¡Montes de Cazorla,
Aznaitín y Mágina!
¡De luna y de piedra
también los cachorros
de Sierra Morena!
Vamos contemplando estas vistas más
bellas del norte andaluz. Y se nos pierde la vista, mirando hacia el sur, donde
se extiende este inmenso mar de olivos que desciende hasta las orillas del río Guadalquivir y trepa hasta las cumbres violáceas de Sierra Mágina,
un territorio enaltecido por la literatura, la leyenda y el embrujo, sobre todo
de Antonio Muñoz Molina. Y, entre recuerdos de bollos de aceite y pies cansados
por el andar, me vienen los versos machadianos.
Los olivos grises,
los caminos blancos.
El sol ha sorbido
la calor del campo;
y hasta tu recuerdo
me lo va secando
este alma de polvo
de los días malos .Poco nos queda para terminar en Úbeda. Comentamos el dicho por los cerros de Úbeda, leyenda medieval de aquellos perdidos en tiempos de la conquista
por este lugar, que se transforma en símil de pérdida de ubicación. , Y
recordamos al frailecillo, de Santa Teresa. Pues en Úbeda murió el poeta
místico san Juan de la Cruz. En
su convento-museo, además de la celda donde falleció el autor del Cántico
espiritual, se celebran conciertos en su bello patio medieval.
Llegamos a Úbeda, pasamos por
las Escuelas de la Sagrada Familia y nos saluda el relieve de Palma Burgos, sus
escuelas profesionales y de Magisterio. Bajamos en la avenida de Cristo Rey, y
nos espera el guía baezano Julio que nos conduce a desayunar tras el anisete de
Rute y los pestiños de Ermita Nueva. Formamos un coro turístico y nos
adentramos en la lonja del Hospital de Santiago, se nos explica
pormenorizadamente la historia de Úbeda, su ubicación y los personajes
históricos como Francisco de los Cobos y Juan Vázquez de Molina. Y entramos por
la portada de medio punto al patio central y claustro de doble arcada,
vandelviriano, recordamos su función de cura bubónica, los frailes
franciscanos, las pinturas de los Raxis. Y subimos a su majestuosa escalera
entre el simbolismo renacentista y del mundo clásico.
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Dejamos atrás las
ruinas de San Nicasio, la plaza de toros, la iglesia de San Lorenzo, y nos
adentramos por la calle de los antiguos Mesones entre colgantes de alumbrado
carnavalesco que recordaban el Entierro de la Sardina hasta llegar a la Plaza
de Primero de Mayo, donde se nos recrea con el conjunto de edificios civiles y
la figura central de general Saro mientras nos vigila la torre del reloj y
asoman restos de la muralla. Se nos hace realidad
Úbeda animada, culta y comercial Nos adentramos pronto en el recinto fortificado de los alcázares de
Úbeda, convertido en ciudad y barrios de la Úbeda Renacentista y modernista. Entre el recuerdo y pervivencia de una ciudad
comercial, centro de las ciudades la Loma y edificios algunos modernistas, la
vista a veces se pierde en las torres e iglesias de barrios del derredor como la Trinidad.
Llegamos a la plaza de Andalucía, el recinto festivo, la imagen de san Juan de La Cruz (al fondo su
convento carmelitano) y ante la presencia de la iglesia de Santo Domingo el
gótico se hace triunfante, así como el recuerdo de aquel espacio abierto para
las festividades pública. Una referencia al presente de las casas de Joaquín
Sabina. El balcón del antiguo ayuntamiento nos impresiona y el instituto
Francisco de los Cobos nos ilustra de las nuevas reformas.
Bajamos por la calle Real y nos
adentramos por algunas calles, sorteando los espacios peatonales y del mundo
del motor, entre casonas y palacios: el palacio del conde de Guadiana, único de cinco estrellas de la provincia de Jaén, la casa de los Hombres Salvajes,
cinema en restauración, tiendas de productos locales, calles que conduces a los
barrios de otras parroquias, palacio de los Vélez y llegamos a la plaza de
Vázquez Molina. Julio se explaya con la figura del secretario de Carlos V y
beneficiado de la iglesia mayor de Alcalá la Real, entre otros cargos, su
portada es un libro del hombre de corte del humanismo renacentista entre la
simbología clásica y cristiana. Vandelvira, y, algo Siloé, se nos presentan en
puro estado. Nos adentramos a su interior y nos convertimos en un romano que
visitaba una basílica y el panteón de los dioses, en este caso del famoso
secretario. Nos sorprende sus cielos, su suelo, su altar mayor, su sacristía
con los bustos de los tondos que nos miran con ojos de personajes clásico. Y
los atrevimientos constructivos de la puerta en esquina y en esviaje de la sacristía de la
capilla del Salvador de Úbeda que supone
todo un alarde de maestría de Andrés de Vandelvira.
Salimos a la plaza y se nos hace realidad que Úbeda posee el mayor catálogo patrimonial de edificios civiles del arte renacentista del
XV y esta plaza, una de las s mayores más bellas de Europa. Es verdad
que la llaman de Vázquez de Molina, aunque todos los vecinos la conocen
como plaza de Santa María. No es solo una plaza principal, es un
gran catálogo de la mejor arquitectura renacentista del sur de España: palacio del deán Ortega, Junto a la
capilla del Salvador, el primer
parador-palacio que abrió sus puertas en nuestro país en 1930, palacio de Vázquez de Molina, donde se nos ilustra por sur una lección
renacentista de equilibrio armonioso y convertida en ayuntamiento,
.frente a la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, antigua mezquita
aljama. Pósito, palacio de Mancera,
Cárcel de Clérigo, y detrás se divisan su murallas y miradores. .
Volvemos a la
calle Real. A espaldas del palacio
Vázquez de Molina y, en su arranque de la monumental calle Real, donde abre sus
puertas Alfarería Tito. Las piezas de cerámica que salen de su horno árabe y
dejaron hace algunos años de ser aquellos platos, alcuzas y vasijas anclados en
un añejo Barroco. Hoy la alfarería se ha adaptado a estos tiempos y fabrica
modernos objetos de diseño respetando los procesos tradicionales.
Llegamos a Baeza, paramos cerca del
Hospital de San Antón. Recordamos su relación con la iglesia y cofradía
alcalaínas del mismo nombre. Fotografíanos la cruz de fuego de su escudo. Nos adentramos
por el barrio cercano de la muralla que contemplamos en algunos momentos del recorrido,
Aunque pasamos por algunas plazuelas y casas de gente de pecheros, también
comprobamos que presenta una lista grande de
monumentos religiosos más reconocidos de aquella época conforme subimos a su
catedral (iglesia de san Andrés, el Salvador, san Pablo, san Francisco, Santa
Cruz,). Entramos a ella por la puerta de la luna. En primer lugar, nos
dirigimos a la Capilla Dorada, luego a la de los Carvajales, y al contemplar a
San Cristóbal, una porfía entre nuestro paisano y el guía de versos machadianos
Por un ventanal,
entró la lechuza
en la catedral.
San Cristobalón
la quiso espantar,
al ver que bebía
del velón de aceite
de Santa María.
La Virgen habló:
Déjala que beba,
San Cristobalón.
Contemplamos la custodia de Gaspar
Núñez, el claustro con sus capillas, su archivo con su corales, dalmáticas y
patrimonio de cuadros y esculturas, la Virgen de Hernández con interrogación el
retablo del altar mayor, la lámpara, el cuadro del seminario, y otras capillas.
Al salir de la catedral, posamos en su escalinata y contemplamos la plaza de Santa María y comprobamos poro su relieve del frontón el título de catedral de la Natividad y, frente a ella, el seminario de San Felipe Neri, unido al palacio gótico isabelino de Jabalquinto, sede de la Universidad Internacional de Andalucía. Es un epicentros monumental y punto de partida de itinerarios que se despliegan por las calles, plazas y barrios medievales. Nos adentramos por estos últimos y contemplamos el entorno de la catedral, antiguas consistoriales, palacio de Rubí de Ceballos y se asoman por la callejas otras iglesias.
Y nos dirigimos a la Baeza,
poética, universitaria y silenciosa. Baeza es una ciudad de ambiente juvenil,
sede de la universidad internacional de Andalucía. Baeza posee una numerosa colección de palacios, entre
los que sobresale el de Jabalquinto, con su fachada de estilo gótico isabelino,
Rememoramos en el palacio de los Benavides
nuestros años de infancia, su escalera, aquella medalla inmaculada, los
primeros latines, la noche de la estatua de Machado y, en la portada
descubrimos un mudo de símbolo en un retablo de piedra isabelina con resabios
del cantero del Eros,.
Junto
se encuentra la iglesia de la Santa Cruz y el
instituto Santísima Trinidad de Baeza, antigua sede de la universidad
Baeza. Nuestra aportación alcalaína a la sede su fundador Rodrigo López, Juan
de Ávila, el teólogo Valdivia, el a paraninfo, su claustro y el falso obispo, y
el aula del poeta Antonio Machado del mismo modo que la dejó cuando
impartió allí clases de francés entre 1912 y 1919.Allí, un recuerdo especial a Machado. Se siente en su aula con el guía el
compromiso cívico y social que había
cimentado uno de los dos argumentos que el poeta asienta en Baeza.
Heme aquí ya,
profesor de lenguas vivas
(ayer maestro de gay-saber,
aprendiz de ruiseñor),
en un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego. Invierno.
Cerca del fuego.
Fuera llueve un agua fina,
que ora se trueca en neblina,
ora se torna aguanieve.
Fantástico labrador,
pienso en los campos.
¡Señor qué bien haces!
Llueve, llueve tu agua
constante y menuda
sobre alcaceles y habares,
tu agua muda,
en viñedos y olivares.
Te bendecirán conmigo
los sembradores del trigo;
los que viven de coger la aceituna;
los que esperan la fortuna de comer;
los que hogaño, como antaño,
tienen toda su moneda
El segundo descubrimiento es el paisaje, aquello que lo rodea, lo que
contempla e inscribe sin dudarlo en los versos que a partir de ahora se hacen
táctiles, sensoriales y gustativos. El monte, el cerro, el olivo y la lechuza
no son circunstancias ni narrativas paralelas. Con Machado el paisaje se hace
verbo. Durante su estancia en la ciudad jiennense, además de los paseos por el
camino que acabará llevando su nombre, el alcor frente al valle que modula la
naturaleza más vivaz de la alta Andalucía, el poeta en compañía de amigos y
alumnos viaja por los alrededores de la ciudad que habita. “Guadalquivir como
un alfanje roto / y disperso, reluce y espejea”. El paisaje venía en la maleta
cerrada en Soria, pero es en Baeza donde cobra todo su significado por mucho
que, una vez más, se sienta ajeno, casi desterrado en la ciudad donde ahora
reside: “En estos campos de la tierra mía, / y extranjero en los campos de mi
tierra”.
De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi
pena.
El río va corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.
Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal;
descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.
El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos…
¡Ay, ya no puedo caminar con ella
Y su experiencia y recuerdo de Baeza, muy bien
descrito por el guía con estos versos:
Sobre el olivar,
se vio la lechuza
volar y volar.
A Santa María
un ramito verde
volando traía.
¡Campo de Baeza,
soñaré contigo
cuando no te vea!
Y al final
terminamos en la plaza del Pópulo de Baeza cuya
fuente está presidida por la estatua romana de Himilce, y desde donde se
descubren los soportales que rodean la plaza de la Constitución, corazón de la
ciudad contemporánea. El poeta Antonio Machado vivió en una casa próxima y
cerca de ella abre sus puertas y recordamos de otras visitas la cárcel hoy
ayuntamiento, la torre del reloj, el parque, los conventos. Y aunque habíamos
comprado los regalos en Úbeda, se había despertado
el gusanillo del estómago, y nada mejor que hacer realidad con uno de ellos al contemplar pastelería Virolo, al lado de la
plaza del Pópulo, donde elaboran los famosos hojaldres baezanos, la
quintaesencia de la repostería jienense.
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