LOS PRIMEROS OLIVOS DE
MUCHOS PUEBLOS DE LA SIERRA SUR
Finales
del siglo XVIII
A finales del siglo XVIII, Bernardo Espinalt describía las distintas ciudades en su Atlante Español. Y ya resumía la riqueza de Alcalá con las siguientes palabras:
“su término
es fértil en trigo, cebada, maíz, aceite, vino y legumbre, y sus huertas en
frutas y hortalizas; está plantado de olivos, viñas, árboles frutales y sus
montes de encinas, pinos, alcornoques y chaparros, y hay en ellos caza mayor y
menor, y buenos pastos para la manutención de ganados”.
Otros interesantes documentos de finales del siglo XVIII nos ilustran de esta fase algo expansiva del olivar. Se refieren a las licencias para roturar tierras entre 1776 y 1799 expedidos por la Corona. Curiosamente, una gran parte de las peticiones afectaban a dos pueblos de la comarca de la Sierra Sur. En Valdepeñas consistía su destino en plantar olivos y vides, porque estos terrenos, al ser montes y dehesas, eran más válidos para este cultivo que para los cereales y, por otro lado, el concejo municipal tenía necesidad de su cultivo para abastecer a la población que carecía de este producto en el abastecimiento de la población , al mismo tiempo que proporcionaba trabajo a los jornaleros. El trabajo de desmonte y plantación supuso una fuerte inversión en los colonos a través de censos enfitéuticos y en lotes de una fanega para repartirla en igual número de personas. Debían plantarla en un plazo de dos años y en terrenos baldíos y dehesas que, a partir de su rotura, impedían el paso del ganado.
En Alcalá es muy ilustrativo el informe del alcalde mayor ante
la solicitud hecha en 1794 a la Corona, pues refería en la Junta de
Propios que muchos terrenos cambiaban el cultivo de los cereales por
el del olivo y la vid en los terrenos de la Dehesilla y Llano , ya que en
atención de lo pedregoso de aquellos terrenos, y que si todos los plantasen de
vides y olivos, es preciso expender mucho gasto en ello, y sería de
gran utilidad, respecto que para siembra sólo pueden 3 o 4 años, y que la mayor
utilidad de dichos terrenos es para olivos y vides” .
El siglo XIX
Los datos generales de la provincia de Jaén demuestran que el subsector del olivar resulta fundamental para comprender la evolución de su agricultura, dentro del marco regional de Andalucía oriental donde se situaba. Aunque se han hecho algunos estudios aproximativos, entre ellos los del profesor Jiménez Blanco, las conclusiones , muy matizadas para la comarca de la Sierra Sur y, sobre todo, para cada una de las localidades, se pueden dividir, a lo largo del siglo XIX, en cuatro fases de acuerdo con dos parámetros fundamentales, la superficie plantada de olivar de 1835 y la del año 1879, en la que ya estaba plantado el 61 % de la extensión de olivar.
En una primera fase de iniciación en la transición del Antiguo Régimen se
vio favorecida por la primera desamortización de 1798 y por la estabilidad de
los terrenos de colonos, sobre todo, en los pueblos de la subcomarca de Alcalá
la Real, afectados por los anteriores rendimientos que iniciaban a dar
rendimientos: Castillo de Locubín, Frailes y aldeas como Charilla. Clara
referencia del poco avance del terreno olivar en los primeros años del siglo
XIX nos lo presentan los datos de la producción del aceite de oliva
en la zona de Alcalá la Real el libro de Apeo del 1820 y en un informe
requerido por el Gobernador Civil de Jaén en el año 1834.
Se recogen los
arrendadores de 15 molinos sin distinguir los de pan de los de
aceite, de los que nos inclinamos que tan sólo uno era de
aceite. Por lo que respecta a las zona de olivar coinciden con las
antiguas de viñedo en el ruedo de la ciudad de Alcalá, patios de casas ( San
Sebastián, Cañuelo, Mesa, San Blas, Puerto, san Francisco) Acamuña, Noveruelas,
Pocico del Obispo, Torcales, Cuesta de Frailes, o la Fuente el Gato,
con explotaciones que no alcanzaban ni la fanega salvo casos
aislados y algunas que otras dispersas en las aldeas de las
Caserías, Fuente el Soto, Mures, Santa Ana y el pueblo de Frailes. También, se
reflejan estos datos comparativos con respecto a otros tipos de productos
relacionándolo con otros pueblos de alrededor: En el término alcalaíno se
cría en abundancia trigo y otros cereales, vino y aceite. Se importa vino de la
costa de Málaga y aceite del Castillo, Martos y
Alcaudete. Las legumbres, frutas y hortalizas vienen casi todas del
Castillo. De
datos de estos tiempos, se invirtió en el consumo de la población del
término, salvo 13.450 fanegas de trigo, 3960 de cebada y 1.400 de garbanzos que
sobraron. Hubo que comprar 9.260 arrobas de aceite. Y el precio de
los productos respondía a los reflejados en la tabla.
En una segunda fase, comprendida entre 1837 y 1855, se llevó a cabo
un mayor crecimiento de la extensión del olivar,
favorecido por las desamortizaciones de estos años, aunque en la subcomarca
mencionada, el cereal era muy significativo y el viñedo sufrió una fuerte caída
debido a la filoxera. Sin embargo, comenzaron a ponerse los cimientos con la
plantación de estaca que tuvo su mayor rendimiento a finales del siglo.
En la tercera fase, se produce un estancamiento en la extensión del olivar,
sobre todo, de los pueblos de la subcomarca norteña de la Sierra Sur , debido a
la crisis agrícola y ganadera, aunque en la subcomarca de Alcalá la
Real comienzan a surgir nuevas plantaciones y una extraordinaria
industria molinera acercándose a los núcleos rurales. Así, según Luis Garrido,
el olivar de secano, asociado y de regadío había alcanzado en Alcalá
la extensión de 4.566 Has., en el Castillo (311), y en Alcaudete, 5.227 Has,
los Villares 3.403 Has, Fuensanta 2039 Has y Frailes1.773 Has. Y ninguna en
Noalejo .
En la cuarta fase, a principios de siglo XIX, se asiste a una nueva etapa
de crecimiento de menor intensidad que la segunda fase, y muestra clara de ella
fue el nacimiento de importantes industrias aceiteras ( almazaras y de
extracción de orujo) que, en el caso de la Fábrica de Nuestra Señora de las
Mercedes de Alcalá la Real ocupaban uno de los primeros puestos de
la provincia.
En el Castillo de Locubín conviene hacer una aclaración, pues los cambios
de la estructura de la propiedad en el siglo XIX fueron
acompañados a las nuevas condiciones del mercado provincial y nacional. Pues,
coincidimos con las palabras de Masur
“La
agricultura castillera ha estado orientada al mercado desde hace tiempo. Los
habitantes han cultivado huertas y olivos para el beneficio de otros o han
ofrecido su labor a cambio de jornales. Hasta hace poco tiempo mucha tierra ha
sido de propietarios forasteros. Al menos durante 100 años han buscado los
cultivos más lucrativos, dadas las condiciones locales, por ejemplo, en el
siglo XVIII moreras para los gusanos de seda; en el siglo XIX, más
olivos y, en el XX, cerezos” .
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