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domingo, 18 de febrero de 2024

EL OLIVAR DE LA SIERRA SUR (IV )

 


 

 

 




 

A principios del siglo XX, los olivares de la Sierra Sur de Jaén se encontraban en plena producción  y, en el libro de registro de  molinos, la tecnología había modernizado su industria. Con la llegada de la electricidad,  se había conseguido que los antiguos molinos de viga, torrecilla y prensa  comenzaran a decaer, mientras empezaron a surgir otras formas de maquinaria como las de vapor y las hidráulicas. El cronista y escritor  alcalaíno reflejaba en 1913 la situación de la agricultura industria molinera:

 

“Ya en su agricultura, abandonando antiguas y rutinarias prácticas,  figura en primera línea de los pueblos productores; sus aldeas  crecenlos caseríos se multiplican, y los campos se alegran con sus  vides nuevas y con las hojas verdes de sus crecientes olivares, esperanza de un mañana venturoso...... tenemos fábricas de orujo ( dos en construcción, y treinta y cuatro aceiteras, algunas de ellas tan potentes como la movida a vapor, titulada de Santa Matilde, de propiedad de don Buenaventura Sánchez-Cañete, y la novísima de Nuestra Señora de las Mercedes, de la propiedad de una sociedad cooperativa de labradores, movida por la electricidad y dotada de los últimos adelantos”.

 No obstante, el carácter tradicional de elaboración aceitera  predomina, al mismo tiempo que la fabricación se acerca al lugar de las plantaciones, En años sucesivos, se incrementó el número de vecinos, conforme se avanzaba el siglo XX en todas las localidades de la Sierra Sur, así como el gran número de cortijos diseminados. Claro testimonio de ello son estas palabras que, por los años cuarenta, escribía  el mencionado escritor castillero Rafael Álvarez de Morales, acerca del olivar en el Castillo de Locubín:

 

“En años de este siglo aumentó considerablemente la plantación del olivo nevado, distinto del antiguo marteño de mal rendimiento; se han ido arrancando las variedades antiguas de poca producción y, aunque se mantiene la  variedad  picual, en general todas van cediendo lugar al nevado, de más segura cosecha, maduración temprana, y que soporta mejor el vareo de la planta. El cambio comenzó al desmontarse masivamente la Dehesa, Las Canteras, la Sierra de San Pedro, el Cerrajón, el Marroquín, Encina Hermosa y Los Rasillos, y plantarse con olivos de esta clase la tierra de labor resultante”

 

  En 1910, el panorama industrial del aceite se reflejaba de la siguiente manera en tierras alcalaínas:  las nuevas zonas  olivareras de las Grajeras y Ermita Nueva  se servían de nuevos tipos de molinos ( uno  de prensa hidráulica, en Ermita Nueva, propiedad de Gregorio Fuentes Pareja y otro de torre en las Grajeras, propiedad de Francisco González de Lara); otros, más antiguos, se modernizaron  en los nuevos sistemas (el de Francisco Sánchez de la calle del Puerto , el de José Sánchez en Charilla y el de Vicente Cano ,  se transformaron de husillo, o el de Antonio García Alcaide en prensa hidráulica); , y muchos de  ellos se convirtieron de vapor, principiando por los  nuevos que en años posteriores incrementaron el patrimonio molinero como el  de Felipe Núñez o los antiguos, como el de Gregorio Barrio en Charilla o Francisco Córdoba en Fuente Álamo. El acontecimiento más importante fue la inauguración, en 1911, de un molino  de prensa movido por electricidad, propiedad de Julián Gil Rodríguez; algunos pasaron a otras manos, como el de Misas, al propietario granadino José Mier Gavilán que en 1917 se dio de baja. En 1918,  se inauguró una fábrica de Aceite y Orujo por Francisco Sierra Montañés.

En 1919, la red molinera se había engrandecido en todas las aldeas alcalaínas hasta tal punto que la mayoría de los molinos lograron cubrir todas las extensiones agrarias.  Además, la modernización había alcanzado a la mayoría de los molinos de la zona alcalaína, convertidos en molinos de vapor. Sin embargo,  hay casos como el  de Vicente Cano, que comparte dos sistemas, uno de vapor y otro de torre;  los puramente, de torre ya son escasos y los de vapor mayoritarios.

La progresiva extensión del sistema eléctrico para uso industrial , a lo largo de las decenas siguientes del siglo XX, hizo que se abandonaran otros sistemas de producción del aceite y comenzaran a aparecer las prensas de 25, 20,  30, 35 c. junto con las termobatidoras. No obstante, en Cantera Blanca, hasta el año 1944 pervivió el molino de una prensa y viga de Manuel Ruiz Ocaña.

 

En el año 1956,  las descripciones geográficas muestran ya una  nueva panorámica del paisaje de la comarca: “El tapiz vegetal domina  en este orden: Cereales, olivar y pastizales permanentes, aparte de la gran variedad de especies que dominan el monte  alto y bajo. Gran parte de los pastizales podrían convertirse en tierra de labor y la repoblación forestal haría fortuna en cotos y dehesas”.

 

Al mismo tiempo, la propiedad se había concentrado  y era cultivada por los propios dueños que solían poseer tierras de regadío y secano en un término medio que nos parece excesivo de 25 Hectáreas. Como muestra de aquel paisaje, el cereal ocupaba 10.480 Hectáreas,  y el olivar 6.670 hectáreas, frente al viñedo que era prácticamente  testimonial 174 hectáreas en vid, el resto superaba las seis mil hectáreas se dedicaba a pastizales y a otros cultivos de pequeña productividad, entre ellas unas 580 hectáreas de regadío. La producción de olivo  era 20 Qm. por hectárea de secano, de donde se extraía el aceite en las 24 almazaras y nada menos que seis extractoras de orujo. Unas y otras no sólo eran utilizadas por los pueblos del término de Alcalá, sino también por los cosecheros de los pueblos limítrofes de Córdoba y Granada.

Alcaudete ofrecía un análisis distinto, pues la propiedad estaba concentrada en pocas manos, la mayoría de ellos absentistas, que vivían en Madrid y Jaén, aunque los propietarios medios tenían una media de 3 hectáreas. El terreno de olivar superaba con creces al de Alcalá en una superficie de 10.440 hectáreas y 1.202 de regadío.     

Castillo de Locubín, además de sus huertas, la principal fuente de riqueza era el olivar que ocupaba 4.679 Has.  con una producción superior a los cinco millones de Kg de aceituna, sobrepasando los 10 millones en los años de alto rendimiento,  y un rendimiento del 21 % de aceite y 34 de aceite de orujo.  Existían nada menos que 14 fábricas de aceite, dos en régimen de cooperativa y una de orujo. Con unos parámetros similar parecidos, se encontraban Los Villares: una producción de 5.864.877 kg. de aceituna en la campaña de 1954/55 y una extensión de olivar de 5.463 Has. Y 11 fábricas de aceite.

Menor incidencia del olivar existía en Valdepeñas con una extensión de 2.600 Has   y solamente cuatro fábricas de aceite; en Noalejo, tan sólo, se destinaban 200 Ha. Al olivar con una producción 12 Qm. o en Frailes con otra de 1.350 Has. y una producción de 1.500 Kg. de aceituna con cinco fábricas electrificadas.

Los datos de Fuensanta ya mantenían la línea progresiva de principio de siglo con 3.82 Ha. De olivar, que en la campaña agrícola del 1953/54 arrojó las cifras de 1.129.017 Kg. de aceite, 25.042 de turbios y 1.663.o17 de orujo.

 

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