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jueves, 15 de febrero de 2024

EL PERRO GALLEGO

 

EL PERRO GALLEGO

 

Vivimos unos tiempos, en los que la protección animal prima en muchos aspectos. Lo palpamos en el ambiente, en las familias  y en todas las edades de modo que se ha asumido presencial y vivencialmente por muchas personas la protección animal. Pero es curioso que los animales jugaron un papel importante por el que los humanos empatizaron  y simpatizaron sentimientos de cualquier índole. Viene esto a cuento de una reciente frase que encontramos en un documento de finales del siglo XVII, Curiosamente, acudía ante el  alcalde mayor un vecino alcalaíno para resolver un litigio judicial. En 1679 Diego Muñoz  se quejaba de que  el francés Juan Cano le había insultado con la expresión del ”perro gallego”, y  a su mujer tachándola de “borracha”. 

Me entusiasmada el sentido léxico de aquella frase, condicionado por mi tendencia filológica. De sobra tengo asimilado el uso de la palabra canina y su relación con las actividades humanas. No me olvidaba de su labor protectora de la casa recordando aquel antiguo mensaje impresivo  “cave canem” que se fijaba en las inscripciones de las  villas romanas. Ni tampoco, me pasaba por alto su personalización canina en los hombres, con aquel dicho “que cada perro se lama su pijo”, o lo que es lo mismo que  cada uno de nosotros debemos  aprender a ser autosuficientes, encargándonos de sus propios asuntos. y siendo responsable de nuestros propios actos. Tampoco, me sorprendía que al perro se le suela adjetivar con topónimos que mostraban un sentido muy diferente al instinto y comportamiento de  este aminal, que, según su tipología, alcanza la fiereza, la  mansedumbre, la protección y otras cualidades como la caza,  búsqueda y delación  de otros animales o sustancias de cualquier naturaleza. Recordaba hasta una frase cruel de aludir a los perros con el topónimo judío, que estaba muy imbricada en una parte de la sociedad española antisemita. E, incluso llegué a remontarme a una frase proferida en tiempos pasados  que recordaban levantamientos contra los judíos por su acusación de usura “A quien sea judío, que lo quemen”. Pero no llegaba a comprender que hubiera una variante genética de la especie canina que se  apedillara con la región del apóstol Santiago.

Estaba este francés avecindando en Alcalá y ejercía el oficio de establero, relacionado con el ganado. Y no era de extrañar que a finales de este siglo XVII mantuviera raíces de otros pueblos que había anteriormente visitado, donde  era  frecuente  el uso de toponimia para  zaherirse entre, vecinos, pueblos y reinos de aquella época calificándose con sorprendentes epítetos. Pero lo curioso del caso radicaba  cuando por  primera vez apareció “ perro gallego”  para  relacionarlo con un vicio humano. Pues sabíamos que “perro judío” se refería a este animal que en unos versos satíricos de Alba de Tormes recogió Juan Agüero de Trasmiera, y correspondía el significado de este sintagma a la unión del animal con el hecho de que en el pueblo solo mordía a los judíos y estos se quejaban de que no lo hacía con los cristianos. Desgraciadamente, no les cayó en suerte el otro refrán de “A perro ladrador, poco mordedor”.  

Nada menos que al primero que le endosaron aquel calificativo de “perro gallego”, fue a Rodrigo Díaz de Vivar, un personaje que fue el líder ideal en momentos que se autocalificaban de gloriosos para nuestra patria. Pues El Cid Campeador ha sido fruto de las filias y fobias de los estudiosos y de sus adversarios o defensores. Por eso, no es de extrañar que  las fuentes musulmanas muestren a Rodrigo Díaz como “el Campeador que Alah confunda”, “el infiel perro gallego” el caudillo maldito, “el forajido sin patria, sin fe, sin honor…”. En  definitiva, trasladaron una imagen del héroe castellano que actualmente han puesto al día como hombre de frontera los exhaustivos trabajos de investigación de  historiadores y filólogos de Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, Dámaso Alonso,  o Menéndez Pidal entre otros.  Lo curioso del caso que  esta frase despectiva se mantuvo entre la gente para execrar a las personas y se extendió desde Castilla hacia el Sur. De ahí que no nos extraña que haga una degradación de un animal tan pacífico y le adose un gentilicio que nadie espera de un pueblo que, por estos lares, no conocimos sino en tiempos de la repoblación de la Alpujarra en 1568.

El pueblo llano se mantuvo este refranero y  pervivó desde  su origen en algún acontecimiento real hasta su desaparición. Nadie usa actualmente este refrán, y , a lo sumo, algunos episodios de otra índole hacen referencia al "perro gallego". Vivimos momentos en los que por la Candelaria se nos vienen y hacen realidad aquellos dichos de animales: : desde el gastronómico  Paloma que vuela, a la cazuela”; o el defensivo  “ No te me irás, paloma torcaz”. Sin olvidar el despectivo “Serranos, palomas y gatos todos animales ingratos”. Y el muy actual “La censura perdona a los cuervos y se ensaña con las palomas”. Por eso, aquella querella del ofendido cayó en agua de borrajas ante la justicia, pues perdonó al francés sin someterlo a la cárcel. Eran otros tiempos. Lo hacía ante la Cruz y Dios el perdón del querellado sin exigir otro cargo y para siempre jamás.

 

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