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domingo, 10 de diciembre de 2023

LA SIERRA DE SAN PEDRO

 

LA SIERRA DEL CAMELLO, LA







ULTIMA FRONTERA ANTES DE LA UNIDAD DE ESPAÑA


 

 

            

 

 

 

 

 

La aldea de  Ermita Nueva ofrece una composición singular y  una curiosa historia de su entorno por haber sido durante muchos años y siglos un paso entre demarcaciones que pasan de los reinos a las provincias. No es extraño que fuera frontera entre el reino nazarita de Granada y Castilla más de 150 años.

Este territorio constituyó un paso natural, marcado históricamente por diversas atalayas ( unas desparecidas, otras en cimientos  y algunas citadas por las visitas antiguas de términos)  que protegen el camino y ha sido testigo de migraciones  como los destierros de los moriscos hacia tierras castellanas en diversas ocasiones de la historia de España; también ha sido  sitio de paso de las partidas de asaltantes de caminos como los monfíes en los primeros siglos de los Austria, como se constata en varios documentos del archivo municipal de Alcalá la Real ; guarida  de los bandoleros que  siguieron la huella de  los  anteriores y abundaron por los montes  cercanos  a aquellos cortijos,  a los que asaltaban y debían acudir  regidores y jurados con el corregidor y alguaciles para protegerlos, así como obligaron a  establecer “caballeros de la sierra” o “guardas de campo” para proteger estas tierras en tiempos de paz,  y  que se mantuvieron hasta finales del  siglo XX; testigo vivo de tantas correrías o invasiones  de reyes, jefes militares y ejércitos  desde tierras castellanas  o del reino de Jaén  hacia el Reino de Granada ( por aquí pasaron las tropas castellanas de Alfonso XI,  y sus predecesores, de los Reyes Católicos, o la de los ejércitos que venían de tierras americanas; para forrajear, o los  ejércitos carlistas  en retirada o  las invasoras napoleónicas, o era el sitio esperado de ataque de las tropas franquistas). Todavía, en sus tierras  la numismática puede recorrer periodos amplios de la historia, con la aparición de monedas romanas, no digamos el periodo califal  que viene perfectamente datadas con las monedas del tesorillo de Ermita Nueva,  o la constatación de algunas monedas castellanas como “ agnus dei” en tiempos de los reyes cristianos de la Reconquista o la abundancia de maravedíes, reales y ducados  que muestran una zona de un intenso comercio, de paso a santuarios, a lugares medicinales,  fruto de ser una ruta muy visitada. 

Ya Madoz recogía este terreno con estas palabras: “Tiene una ermita en el centro del partido, con su capellán, y junto a la puerta de él, un nacimiento de agua potable y unas pilas; tres cerros, la Jineta, aislado, de figura cónica y naturaleza arenosa; Malabrigo al Oeste del anterior y de poca elevación, como él; y el Camello, más elevado y extenso que los anteriores, y aunque de su misma naturaleza, casi todo cubierto de monte bajo , pues las numerosas y corpulentas encinas que lo poblaban han desaparecido para leña este monte y sus faldas se denomina dehesa del Camello, que corresponde al cauda de propios , y los tres cerros forman cordillera de Este a Oeste a 1 legua de Alcalá la Real. El río Palancares atraviesa en dirección de Oeste  a Este este partido de campo, cuyas tierras en su mayor parte son de buena calidad”.

         Y, actualmente, sus tres núcleos rurales que la conforman ( Cequia, Pilillas y Ventorrillo) recuerdan un pasado no muy lejano, cuyo territorio de su partido de campo  está claramente definido históricamente por estos factores: la travesía de su territorio por el camino( actual carretera N 432)  con el jalonamiento de una serie de ventas que se remontan  a tiempos musulmanes ( y no nos extraña  de una anterior villa romana y, en estos tiempos, zona de asentamientos de servicios, almacenes y comercio);  una  reminiscencia de tierra de frontera, marcada por su repartimiento posterior para funcionamiento del gasto del ayuntamiento alcalaíno, actualmente en manos particulares o convertidos en los núcleos rurales  mencionados de Cequia, Pilillas o Ventorrillo- unos, como cortijos  de propios, Cequia Alta y Cequia Baja, Pinillo, Piojo y la Cruz; otros, comprados por el monasterio de la Cartuja de Granada, Quejigal, Cartuja y aledaños;  y una tierra de dehesa ( el Camello y otros montes cercanos) transformada, roturada y recudimentada  desde el siglo XVII ( con un repartimiento definitivo a finales del siglo XVIII) que transforma  el hábitat disperso  concentrándolo en  diversos núcleos rurales y   va a tender una mayor población  que vive a expensas de la tierra repartida; en torno al río  Palancares se abre un paso natural muy importante que  marca todo su terreno".

Recorrer el paraje natural de la Sierra del Camello adentra a un  lugar privilegiado. A través del antiguo camino de las se llega a una amplia colada, que conduce a los actuales terrenos de la Dehesa, y se enlaza  con el camino de Íllora que nace en la Peña del Yeso, más ancha,  y menos peligrosa, que  ronda un terreno de ganado mientras se sube por una cuesta empinada hasta las Cabrerizas, En su entorno se ofrece una dolina, que es la cuarta de las que se encuentran en esta sierra, la de la Calera, el antiguo hoyo de Cequia, que simula un coso taurino rodeado de un graderío natural, cuyo origen geológico es fruto de  una erosión natural y su interior cavernoso. En siglos anteriores, estas dolinas se describen como humedales.

 Al llegar a las Cabrerizas, se contemplan los abrevaderos antiguos y modernos , un cortijo abandonado y la antigua cueva de arenisca para lavar los objetos de metal en las arcanas cocinas de la Sierra Sur. Por una vereda exterior , se adentra a la Virgen del Camello, un monumento natural que recogió en los años treinta Enrique Romero de Torres,  contemplando  terrenos granadinos, el cortijo del Menchón, el Quejigal, las Parrillas, el valle, las lindes y los campos extensos de olivar y cereal, regados por el Palancares.   En los derredores de la Virgen del Camelló, se recuerda el origen de aquella roca humana con similitud icónica de una virgen theotocos, donde se celebraba la fiesta de abril por el día de San Marcos. Bajando el camino hacia una carretera que se dirige al Menchón Alto, se atraviesa y continua al paraje  la Ciudad, un lugar curioso que  fue la mayor concentración de este partido de campo  en el siglo XIX y XX, superando a los núcleos actuales de Cequia, Pilillas y Ventorrillo. Y unos pasos más adelante, en  este núcleo desparecido un fresno y un quejigo, son los testigos del antiguo arbolado medieval, y cerca de una doble encina, los aldeanos de los años posteriores a la posguerra celebraban la fiesta de la Virgen de Fátima. Parece como si el Menchón Bajo, de origen cartujano,  nos mirara y nos solicitara una visita para otra ocasión. 

 

Entre olivos, se llega a las ruinas de las antiguas viviendas de La Ciudad, rememorando los roturadores de terrenos de propios que lindaban con los de los monjes cartujos, desarmonizados por Mendizabal. Muros medio caídos, ventanas sin marcos, hornos de barros  entre maleza y los olivos, una fuente seca donde hay  triones y otros de su misma especie.  Si se sigue por una amplia vereda, una cuesta da de nuevo con la carretera asfáltica, que lleva a los Capachos,  las dos dolinas cercanas al núcleo aldeano desde cuya descendida se llega a  la plaza de la ermita de san Isidro, luego por la carretera y más tarde por la trocha hacia las Pilillas.

 

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