LA SIERRA DEL CAMELLO, LA
ULTIMA FRONTERA ANTES DE LA UNIDAD DE ESPAÑA
La aldea de Ermita Nueva ofrece una composición singular
y una curiosa historia de su entorno por
haber sido durante muchos años y siglos un paso entre demarcaciones que pasan de
los reinos a las provincias. No es extraño que fuera frontera entre el reino
nazarita de Granada y Castilla más de 150 años.
Este
territorio constituyó un paso natural, marcado históricamente por diversas
atalayas ( unas desparecidas, otras en cimientos y algunas citadas por
las visitas antiguas de términos) que protegen el camino y ha sido
testigo de migraciones como los destierros de los moriscos hacia tierras
castellanas en diversas ocasiones de la historia de España; también ha
sido sitio de paso de las partidas de asaltantes de caminos como los
monfíes en los primeros siglos de los Austria, como se constata en varios
documentos del archivo municipal de Alcalá la Real ; guarida de
los bandoleros que siguieron la huella de los anteriores y
abundaron por los montes cercanos a aquellos cortijos, a los
que asaltaban y debían acudir regidores y jurados con el corregidor y
alguaciles para protegerlos, así como obligaron a establecer “caballeros
de la sierra” o “guardas de campo” para proteger estas tierras en tiempos de paz,
y que se mantuvieron hasta finales del siglo XX; testigo vivo de
tantas correrías o invasiones de reyes, jefes militares y ejércitos
desde tierras castellanas o del reino de Jaén hacia el Reino de
Granada ( por aquí pasaron las tropas castellanas de Alfonso XI, y sus
predecesores, de los Reyes Católicos, o la de los ejércitos que venían de
tierras americanas; para forrajear, o los ejércitos carlistas en
retirada o las invasoras napoleónicas, o era el sitio esperado de ataque
de las tropas franquistas). Todavía, en sus tierras la numismática puede
recorrer periodos amplios de la historia, con la aparición de monedas romanas,
no digamos el periodo califal que viene perfectamente datadas con las
monedas del tesorillo de Ermita Nueva, o la constatación de algunas
monedas castellanas como “ agnus dei” en tiempos de los reyes cristianos
de la Reconquista o la abundancia de maravedíes, reales y
ducados que muestran una zona de un intenso comercio, de paso a santuarios, a lugares
medicinales, fruto de ser una ruta muy visitada.
Ya
Madoz recogía este terreno con estas palabras: “Tiene
una ermita en el centro del partido, con su capellán, y junto a la puerta de él,
un nacimiento de agua potable y unas pilas; tres cerros, la Jineta, aislado, de
figura cónica y naturaleza arenosa; Malabrigo al Oeste del anterior y de poca
elevación, como él; y el Camello, más elevado y extenso que los anteriores, y
aunque de su misma naturaleza, casi todo cubierto de monte bajo , pues las numerosas
y corpulentas encinas que lo poblaban han desaparecido para leña este monte y
sus faldas se denomina dehesa del Camello, que corresponde al cauda de propios
, y los tres cerros forman cordillera de Este a Oeste a 1 legua de Alcalá la Real.
El río Palancares atraviesa en dirección de Oeste a Este este partido de
campo, cuyas tierras en su mayor parte son de buena calidad”.
Y, actualmente, sus tres núcleos rurales que la
conforman ( Cequia, Pilillas y Ventorrillo) recuerdan un pasado no muy lejano, cuyo territorio de su partido de campo está
claramente definido históricamente por estos factores: la travesía de su
territorio por el camino( actual carretera N 432) con el jalonamiento de
una serie de ventas que se remontan a tiempos musulmanes ( y no nos
extraña de una anterior villa romana y, en estos tiempos, zona de
asentamientos de servicios, almacenes y comercio); una reminiscencia de tierra de frontera, marcada
por su repartimiento posterior para funcionamiento del gasto del ayuntamiento
alcalaíno, actualmente en manos particulares o convertidos en los núcleos
rurales mencionados de Cequia, Pilillas
o Ventorrillo- unos, como cortijos de propios, Cequia Alta y Cequia Baja,
Pinillo, Piojo y la Cruz; otros, comprados por el monasterio de la
Cartuja de Granada, Quejigal, Cartuja y aledaños; y una tierra de dehesa ( el Camello y otros
montes cercanos) transformada, roturada y recudimentada desde el siglo
XVII ( con un repartimiento definitivo a finales del siglo XVIII) que
transforma el hábitat disperso concentrándolo en diversos
núcleos rurales y va a tender una mayor población que vive a
expensas de la tierra repartida; en torno al río Palancares se abre un
paso natural muy importante que marca todo su terreno".
Recorrer el paraje natural de la Sierra del Camello adentra a un lugar privilegiado. A través del antiguo
camino de las se llega a una amplia colada, que conduce a los actuales terrenos
de la Dehesa, y se enlaza con el camino de Íllora
que nace en la Peña del Yeso, más ancha, y menos peligrosa, que ronda un terreno de ganado mientras se sube por
una cuesta empinada hasta las Cabrerizas, En su entorno se ofrece una dolina,
que es la cuarta de las que se encuentran en esta sierra, la de la
Calera, el antiguo hoyo de Cequia, que simula un coso taurino rodeado de un
graderío natural, cuyo origen geológico es fruto de una erosión natural y su interior cavernoso. En
siglos anteriores, estas dolinas se describen como humedales.
Al llegar a las Cabrerizas, se contemplan
los abrevaderos antiguos y modernos , un cortijo abandonado y la antigua cueva
de arenisca para lavar los objetos de metal en las arcanas cocinas de la Sierra
Sur. Por una vereda exterior , se adentra a la Virgen del Camello, un
monumento natural que recogió en los años treinta Enrique Romero de Torres, contemplando terrenos granadinos, el
cortijo del Menchón, el Quejigal, las Parrillas, el valle, las lindes y los
campos extensos de olivar y cereal, regados por el Palancares. En los
derredores de la Virgen del Camelló, se recuerda el origen de aquella roca
humana con similitud icónica de una virgen theotocos, donde se
celebraba la fiesta de abril por el día de San Marcos. Bajando el camino hacia
una carretera que se dirige al Menchón Alto, se atraviesa y continua al paraje la Ciudad, un lugar curioso que fue
la mayor concentración de este partido de campo en el siglo XIX y XX,
superando a los núcleos actuales de Cequia, Pilillas y Ventorrillo. Y unos
pasos más adelante, en este núcleo
desparecido un fresno y un quejigo, son los testigos del antiguo arbolado
medieval, y cerca de una doble encina, los aldeanos de los años posteriores a
la posguerra celebraban la fiesta de la Virgen de Fátima. Parece como si el
Menchón Bajo, de origen cartujano, nos
mirara y nos solicitara una visita para otra ocasión.
Entre olivos, se llega a las ruinas de
las antiguas viviendas de La Ciudad, rememorando los roturadores de terrenos de
propios que lindaban con los de los monjes cartujos, desarmonizados por
Mendizabal. Muros medio caídos, ventanas sin marcos, hornos de barros
entre maleza y los olivos, una fuente seca donde hay triones y otros de su misma especie. Si se sigue por una amplia vereda, una cuesta
da de nuevo con la carretera asfáltica, que lleva a los Capachos, las dos dolinas cercanas al núcleo aldeano
desde cuya descendida se llega a la
plaza de la ermita de san Isidro, luego por la carretera y más tarde por la
trocha hacia las Pilillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario