DICIEMBRE,
2023
Parece
que se cumple que diciembre, como en tiempos del rey Numa, era el mes
décimo. Nos referimos al tiempo de primeros de otoño, más que de antesala del
periodo invernal. Y, aunque compartimos que diciembre es del año, el mes más anciano,
ni se cumple que “en diciembre, frío; y calor en el estío”. Ya, desde finales
del siglo pasado, lo curioso acontece cuando nos fijamos
en los numerosos eventos que se celebran durante este meses.
A pesar de que hay que buscar como un aguja en el pajar alcalaínos un lugar de restauración, abundan los
actos y fiestas de amor, entendido no como “eros” conquistador (que
lo hay, porque los donjuanes ya se refugian en todos los
tiempos), sino en la nueva lectura de la gracia, o “ágape”, regalo
o banquete que recibimos desde diversas instancias
superiores. Abundan las cenas del mundo de la empresa, de compañeros de
trabajo, de peñas deportivas, de muchas asociaciones y de los grupos más
insospechados. En nuestro mundo occidental, ocupan un lugar central las
opíparas cenas familiares de Navidad y Fin de Año
(algunos no olvidan los Reyes Magos por eso de que todos los santos tienen
Novena). Por el contrario, parece como si ese concepto de amor-ágape no calara
en nuestros corazones, cuando vemos que muchas personas de otros países solo
reciben sino las migajas del rico Epulón, las de nuestros
alimentos o del dinero sobrantes, como presenciamos en el modo de
espectáculo con el pueblo palestino. Y eso que se multiplican los
mensajes y campañas de confraternidad y solidaridad por
este tiempo; y además aumentan los dardos envenenados con lemas como los que la
generosidad no es dar lo que nos sobra. Para este pueblo, parece que el belén ha
desaparecido, de modo que ya no hay buey
ni mula, sino que la familia se ha
quedado con un solo personaje que ha emprendido su huida a Egipto sin encontrar
ni la posada ni la tierra prometida donde les den de
comer. Para estos hermanos nuestros, no sirven
aquellos refranes “El mes de Pascua, pásalo junto a la ascua”,
ni “En diciembre, hielos y nieve; ladrillos de matanza y
roscos de aguardiente”, pues ni tiene trabajo y han salido trasquilados
ante la terrible situación que afrontan viviendo bajo
cobertizos y sin ni siquiera leña para encender una fogata ni un
pedazo de pan y aceite poder llevarlo a su boca.
En
muchas familias alcalaínas por estas fechas, caló aquel dicho “Como nace,
mece”, refiriéndose al nacimiento de Jesucristo. Muchas personas hacen cábalas
a la hora de programar para al año siguiente los actos de Semana Santa y, en
otros hogares, el destino de sus vacaciones. Últimamente rara es la
Nochebuena, en la que no cae un chirimiri que barrunta lluvia y se
transforma en una tormenta de órdago en el Viernes Santo
venidero. Todas las ilusiones puestas para una salida
procesional, más bien su manifestación religiosa, se caen en el
vacío al depender de un momento, un lugar y una climatología. Nos hemos
quedado en el Antiguo Testamento griego
usando la palabra eros, para conquistar el objeto y ,
aunque Friedrich Nietzsche diga que el
cristianismo habría dado de beber al eros un
veneno, y le hizo degenerar en vicio, en parte
tiene cierta razón porque el mundo occidental todavía no
ha experimentado lo que significa la palabra ágape, que denota
sin duda algo esencial en la novedad del cristianismo, precisamente en su modo
de entender el amor, el sentarse en torno a una mesa, ser todos miembros de un
solo ser, el ver el rostro de Dios en las
personas más excluidas. Si tuviéramos esta visión,
perfectamente comprenderíamos el dicho del final y
principio del ciclo histórico de Jesús y no nos
quedaríamos en los oropeles. Pues, si nace como uno
más de nosotros, morirá en las mimas condiciones. Lo
demás son autojustificaciones, evasivas o simplemente
quedarnos “Días de diciembre, días de amargura; apenas amanece, ya
es noche oscura”. Noches de crisis para los de siempre, de espantar
sus diablos para los miembros de las sociedades de bienestar. Por eso encomendémonos
a San Silvestro y llevemos al nuevo año del cabestro. Feliz Navidad
y Venturoso Año 2024 a todos.
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