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jueves, 14 de diciembre de 2023

EN EL JAÉN, DICIEMBRE 23


 

DICIEMBRE, 2023

 

 

 

Parece que se cumple que diciembre, como en tiempos del rey Numa,  era el mes décimo. Nos referimos al tiempo de primeros de otoño, más que de antesala del periodo invernal. Y, aunque compartimos que diciembre es del año, el mes más anciano, ni se cumple que “en diciembre, frío; y calor en el estío”. Ya, desde finales del siglo pasado, lo curioso acontece cuando  nos fijamos en  los  numerosos eventos que se celebran durante este meses. A pesar de que hay que buscar como un aguja en el pajar alcalaínos  un lugar de restauración, abundan los actos  y fiestas de amor, entendido no como “eros” conquistador (que lo hay, porque los donjuanes ya se refugian en todos los tiempos),  sino en la nueva lectura de la gracia, o “ágape”, regalo o  banquete  que recibimos desde diversas instancias superiores. Abundan las cenas del mundo de la empresa, de compañeros de trabajo, de peñas deportivas, de muchas asociaciones y de los grupos más insospechados. En nuestro mundo  occidental, ocupan un lugar central  las opíparas cenas  familiares  de Navidad y Fin de Año (algunos no olvidan los Reyes Magos por eso de que todos los santos tienen Novena). Por el contrario, parece como si ese concepto de amor-ágape no calara en nuestros corazones, cuando vemos que muchas personas de otros países solo reciben sino las migajas  del rico Epulón, las de nuestros alimentos  o del dinero sobrantes, como presenciamos en el modo de espectáculo con el pueblo palestino. Y eso que se multiplican  los mensajes  y campañas  de confraternidad y solidaridad por este tiempo; y además aumentan los dardos envenenados con lemas como los que la generosidad no es dar lo que nos sobra.  Para este pueblo, parece que el belén ha desaparecido, de modo que ya  no hay buey ni mula, sino que  la familia se ha quedado con un solo personaje que ha emprendido su huida a Egipto sin encontrar ni la posada ni  la tierra prometida donde les den de comer.   Para  estos hermanos nuestros, no sirven aquellos refranes  “El mes de Pascua, pásalo junto a la ascua”, ni    “En diciembre, hielos y nieve; ladrillos de matanza y roscos de aguardiente”, pues ni tiene trabajo  y han salido trasquilados ante la terrible situación que afrontan  viviendo bajo cobertizos  y sin ni siquiera leña para encender una fogata ni un pedazo de pan y aceite poder llevarlo a su boca.

 

En muchas familias alcalaínas por estas fechas, caló aquel dicho “Como nace, mece”, refiriéndose al nacimiento de Jesucristo. Muchas personas hacen cábalas a la hora de programar para al año siguiente los actos de Semana Santa y, en otros hogares, el destino de sus vacaciones.  Últimamente rara es la Nochebuena, en la que no cae un chirimiri  que barrunta lluvia y se transforma en una tormenta  de órdago en el Viernes Santo venidero.  Todas las ilusiones puestas  para una salida procesional, más bien su manifestación religiosa,  se caen en el vacío al depender de un momento, un lugar y una climatología. Nos hemos quedado  en  el Antiguo Testamento griego usando  la palabra eros, para conquistar el objeto y , aunque  Friedrich Nietzsche diga que el cristianismo  habría dado de beber al eros un veneno, y   le hizo degenerar en vicio,  en parte tiene cierta razón porque  el mundo occidental  todavía no ha experimentado lo que significa  la palabra ágape,  que  denota sin duda algo esencial en la novedad del cristianismo, precisamente en su modo de entender el amor, el sentarse en torno a una mesa, ser todos miembros de un solo ser,  el ver el rostro de  Dios en  las personas más excluidas. Si tuviéramos esta visión, perfectamente  comprenderíamos  el dicho del final y principio del ciclo  histórico de  Jesús y no nos quedaríamos  en los oropeles. Pues, si nace como uno más  de nosotros, morirá en las mimas  condiciones. Lo demás son autojustificaciones, evasivas o simplemente quedarnos  “Días de diciembre, días de amargura; apenas amanece, ya es noche oscura”. Noches de crisis para los de siempre,  de espantar sus diablos para los miembros de las sociedades de bienestar. Por eso encomendémonos a San Silvestro y llevemos al nuevo año del  cabestro. Feliz Navidad y Venturoso  Año 2024 a todos.

 

 

 

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