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domingo, 6 de agosto de 2023

LA CASA DE LOS SARDOS Y DE PABLO DE ROJAS


Según hemos podido constatar, las casas alcalaínas de algunos Sardos tenían una estructura muy sencilla y similar a la que hemos descrito en una reciente publicación sobre la historia local. Además hay referencia exacta de la localización de la vivenda del padre y de su hijo Miguel y otra  de Melchor en la calle Real, colindantes una de otra ; por otro lado, la de Nicolás se situaba en las puertas del Arrabal y la de Pedro, en la calle Relimpios: todas ellas ubicadas en el barrio de San Juan.
Salvo la de Pedro, su localización urbanística responde a la expansión urbana que desde la Mota surgía a mediados del siglo XVI, donde se permitía sin licencia y gratuitamente el permiso de ubicar talleres de carácter artesanal, `principalmente en el trayecto que llegaba hasta la esquina de la calle Rosario. Era una especie de rastro, donde los más emprendedores abrían tiendas, pequeños talleres y oficinas liberales como las de los escribanos. En una de estas casas de la calle Real, cuando esta calle todavía pertenecía a la parroquia de Santo Domingo de Silos, nació el imaginero Pablo de Rojas. Pues el ayuntamiento obligó un año más tarde a todos los artesananos artísticos a subir a la Mota.

La casa de nacimiento de Pablo de Rojas, perteneciente a su padre Pedro Sardo, lindaba  con las de su hijo Meclor Raxis Sardo por un lado  y  del escribano Pedro Contador, por la otra parte. Como todas las casas alcalaínas de estos tiempos, se componía de una parte baja, donde se albergaba el taller con su mesa y su banquillo y, como quiera que los retablos, que esta familia realizó, fueran de pequeñas dimensiones, podían almacenarse todos los materiales y los bastidores en estas salas. En su sótano, cosa también frecuente, se componía de una amplia bodega  sin necesidad  de contratarla, cosa que hacían los cosecheros de vino, pues esta familia, gracias a sus rentas compró viñedos y traficó con el vino. Su almacenamiento en las tinajas de vino demuestra que compartía el oficio artístico con otros negocios, pues muchos de ellos, sobre todo el padre, y los hijos Pedro y Miguel tuvieron algunos peculios adquiridos a lo largo de su vida artística que consiguieron con lo obteniddo por el pago de las obras. La parte superior con varios cuartos la reservaban para la intimidad familiar. Y en la planta tercera, las trojes almacenaban trigo para proveerse la familia durante el año. Los ornamentos y muebles solían ser elementales. Para guardar los enseres, cuatro arcas, dos grandes y pequeñas, donde se almacenaba la ropa, las joyas y, sobre todo, los documentos gráficos e instrumentales de la artesanía imaginera. Como oro en paño, las telas de lino y estopa, pinturas de colores, 123 estampas de dibujos traidos de Roma, 20 libros de estampa, de traza y de música[1].  En este contexto de la casa de su padre Pedro Sardo, el joven Pablo de Rojas, el décimo de tan extenso linaje, debió formarse con toda seguridad. De seguro que no necesitó de un contrato de aprendizaje, pues su padre ejerció el papel de su maestro de escultura y pintura y, por razón natural, estaba obligado a darle los medios de subsistencia básicos- alimento, vestido, salud, vivienda- y, como es lógico, a impartir los conocimientos y destrezas básicas para su formación artística.

 En este ambiente familiar, vivió el joven Pablo de Rojas, en una de las calles de la parroquia de Santo Domingo, en la de los Izquierdos y, en los últimos años se trasladó a la parroquia de Santa María, a la calle Real  junto a su hermano Miguel. Debió ser un taller, sencillo y no  muy repleto de instrumentales, pues según constatamos en algunos testamentos de su familia. En concreto, hay referencias de uno de ellos el del padre y otro el hijo de Pedro Raxis. Sólo se citan  un banquillo de trabajo, algunos cepillos, gubias y escofinas para realizar el ensamblaje y tallado del  embón o de la escultura, algún modelo de barro, y formones, barrenas, raspar martillos, lijas y limatones para preparar el trabajo de la policromía que constituían los principales medios de trabajo. El del padre, ya en un periodo decadente de la actividad artística, nos ilustra de que en él había una hechura de barro de San Sebastián que servía de base para una hechura de la misma imagen, dos bastidores de pintar, cuatro paramentos viejos ya pintados, un martillo, un cincel, una piedra de bruñir, un pedazo de pino y seis calabazas para pegar. Complementaba este taller los instrumentos de pintura y policromía que suelen ser en  los que se especializan los Raxis-Sardo. Pues aparecen caballetes, lienzos, tablas, vasos de pintura u otros materiales  como el oro para el dorado y par los adornos de los estofados y las encarnaciones. Las referencias a los instrumentos que tenía Miguel, su hijo, en la casa donde compartía con su padre, sin embargo, son mucho más explícitas, pues en el año 1575 con motivo de la separación de bienes, además de las piezas de arte adquiridas y el material de dibujos y grabados para servirle de modelo, recoge el profesor Gila colores de su oficio y beinte y siete hierros de talla entre formones y gubias, beinte y çinco cepillos de ensamblar con sus hierros, garlopa y junteras y un banco, balete, abadejo, puente con abadejo, tablero y dos sierras.












 En este taller familiar, contactó con el arte renacentista italiano, pues su padre mantuvo su relación con los artistas de su país mediante los viajes que realizaba a su tierra natal, donde se solía trasladarse en compañía de algunos de sus hijos, sobre todo Miguel, y, a su regreso, traía carpetas de dibujos y láminas de los mejores artistas del momento, como demuestran los cuadros que aún quedan en los retablos de las iglesias alcalaínas o prieguenses. Claro influjo de ellos es la huella de Mantegna, Rafael y pintores de la escuela florentina. Al principio, aproximadamente hasta el año 1564, fue el taller de su padre, donde aprendió los primeros conocimientos de su oficio como aprendiz y por lo tanto no se han podido constatar la presencia de su mano en los contratos de retablos e imágenes realizados en el ámbito paterno; posteriormente desde el año 1564 hasta el 1580, sus hermanos mayores formaron sus propios talleres y en ellos debió adquirir la perfección de sus inicios e, incluso, cooperó como oficial retribuido hasta que logró emanciparse y formar su propio taller.
 No tenemos una clara distinción de cada uno de ellos por los contratos, pues hay algunos que aparecen como pintores y ejercen sobre la pintura de cuadros, otros son doradores y estofadores, y, a veces, incluso ensambladores. Pero lo más frecuente se les cita mancomunadamente en la que participan desde la labor del tallado, desbastado, preparado para la policromía  y pintura. Estos talleres eran una auténtica escuela manual y de oficios artísticos, donde el futuro escultor contactaba con familias alcalaínas de carpinteros como los Sánchez Montañés; ensambladores como Alonso Morales; rejeros y arcabuceros como la familia de los Reyes; doradores y escultores como los Aranda; entalladores como Jusepe de Burgos y Martín Pérez. Todos ellos acudían a firmar contratos junto con su padre y hermanos en las obras artísticas que se realizaban por los años sesenta en Alcalá, en Granada y en otros lugares del reino de Jaén, el corregimiento alcalaíno que comprendía Loja y Alhama o la abadía de su ciudad natal, que comprendía a su vez Priego, Carcabuey y Noalejo sin olvidar lugares que mantenían comercio con la ciudad como eran los pueblos de la campiña cordobesa y jiennense y los de la Orden de Calatrava ( Martos, Porcuna, Arjona, Arjonilla, Lopera..). Y no sólo iba adquiriendo la formación artística, sino que consiguía una auténtica información sobre el mundo social de las relaciones laborales y contractuales desde que el maestro se comprometía a la obra, realizaba el proyecto, lo ejecutaba y lo entregaba; además, se internaba en el complicado entramado de la competencia, de sus dificultades de las subastas públicas o del reconocimiento artístico de su obra parte de los mecenas religiosos o seglares  a la hora de dar presupuestos y, lo que era más difícil, la organización del mundo laboral en la distribución del trabajo y el  pago  de los colaboradores. Hasta sus 12 o 15 años todo esto lo percibió en su ámbito familiar y  debió completar su formación estética, religiosa y humanista.   
Ya lejos de Alcalá la Real, cuando Pablo de Rojas se encontrba en Granada , hay un dato muy signficativo de la historia de las casas de la familia de los Sardos. Sabemos que se mantuvo la del padre al adquirirla Miguel de Raxis y Sardo y ligarla a una fundación para proteger a sus hermanas doncellas que vivieron hasta muy avanzado el siglo XVII. Pero la de Melchor no se mantuvo bajo la propiedad de su familia. Pues en 20 de julio de  1595, la vendió en cien ducados y repartió el dinero entre sus hijos quedando un resto de 613 reales . El padre Melchor levantó un documento ante el escribano Francisco Jiménez, por el que se obligaba a responder ante sus hijos Melchor, Baltasar, Mayor, María y Cristina, ( estros cuatro meniores de 25 años y mayores de 20 años9 del finiquito del resto de  la venta tras la muerte de su esposa Francisca Serrano. No apareció el famoso Pedro de Raxis, mayor de veinticinco años,  como Melchor , su hijo mayor, que ya vivía en Granada, y al que había de darle cuenta en un plazo de tres meses pagándole su parte. Estaba situada entre la de su hermano Miguel Raxis y la de Sebastián de Quesada, que la adquirió para ampliar la que poseía. 





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