LA CALLE REAL, CALLE DE LOS SARDOS
La calle Real se ha convertido actualmente en un acceso a la ciudad fortificada de la Mota. Fue la primera
arteria vial que comunicó con la nueva ciudad que se abría en el valle
comprendido entre los cerros de la Mota y Llanos. Entre sus vecinos, hay referencia
exacta de la localización de las viviendas del padre Pedro Sardo y de su hijo
Miguel Raxis y otra de Melchor Raxis en la calle Real, colindantes
una de otra. En el nuevo barrio, por otro lado, la de Nicolás Raxis se situaba
en las puertas del Arrabal y la de Pedro, en la calle Relimpios: todas ellas
ubicadas en el barrio de San Juan y de las Trinitarias. Según
hemos podido constatar, las casas alcalaínas de algunos sardos tenían una
estructura muy sencilla y similar a la que hemos descrito en una reciente
publicación sobre la historia local. Salvo la de Pedro, su localización
urbanística responde a la expansión urbana que desde la Mota surgía a mediados
del siglo XVI, donde se permitía sin licencia y gratuitamente el permiso de
ubicar talleres de carácter artesanal, `principalmente en el trayecto que
llegaba hasta la esquina de la calle Rosario. Era una especie de rastro, donde
los más emprendedores abrían tiendas, pequeños talleres y oficinas liberales
como las de los escribanos. En una de estas casas de la calle Real, cuando esta
calle todavía pertenecía a la parroquia de Santo Domingo de Silos, nació el
imaginero Pablo de Rojas. Pues el ayuntamiento obligó un año más tarde a todos
los artesanos artísticos a subir a la plaza de la Mota.La casa de nacimiento de Pablo de Rojas,
perteneciente a su padre Pedro Sardo, lindaba con las de su hijo Melchor
Raxis sardo por un lado y del escribano Pedro Contador, por la otra
parte. Se abría con una fachada de piedra de cantería, y la portada
adintelada y unos vanos pequeños que
daban luz a través de las ventanas a los aposentos del interior. Como todas las
casas alcalaínas de estos tiempos, se componía de una parte baja, donde se
albergaba el taller con su mesa y su banquillo y, como quiera que los retablos,
que esta familia realizó, fueran de pequeñas dimensiones, podían almacenarse
todos los materiales y los bastidores en estas salas. En su sótano, cosa
también frecuente, se componía de una amplia bodega sin
necesidad de contratarla, cosa que hacían los cosecheros de vino,
pues esta familia, gracias a sus rentas compró viñedos y traficó con el vino.
Su almacenamiento en las tinajas de vino demuestra que compartía el oficio
artístico con otros negocios, pues muchos de ellos, sobre todo el padre, y los
hijos Pedro y Miguel tuvieron algunos peculios adquiridos a lo largo de su vida
artística que consiguieron con lo obtenido por el pago de las obras. La parte
superior con varios cuartos la reservaban para la intimidad familiar. Y en la
planta tercera, las trojes almacenaban trigo para proveerse la familia durante
el año. Los ornamentos y muebles solían ser elementales. Para guardar los
enseres, cuatro arcas, dos grandes y pequeñas, donde se almacenaba la ropa, las
joyas y, sobre todo, los documentos gráficos e instrumentales de la artesanía
imaginera. Como oro en paño, las telas de lino y estopa, pinturas de colores,
123 estampas de dibujos traídos de Roma, 20 libros de estampa, de traza y de
música[1].
En
este ambiente familiar, vivió el joven Pablo de Rojas, primero en una de las
calles de la parroquia de Santo Domingo, en la de los Izquierdos y, en los
últimos años se trasladó a la parroquia de Santa María, a la calle
Real junto a su hermano Miguel. En este contexto de la casa de
su padre Pedro Sardo, el joven Pablo de Rojas, el décimo de tan extenso linaje,
debió formarse con toda seguridad. De seguro que no necesitó de un contrato de
aprendizaje, pues su padre ejerció el papel de su maestro de escultura y
pintura y, por razón natural, estaba obligado a darle los medios
de subsistencia básicos- alimento, vestido, salud, vivienda- y, como
es lógico, a impartir los conocimientos y destrezas básicas para su formación artística.
En esta casa del último sector de la calle Real, esta
familia se incardinó en su arte, en su vivienda, en sus negocios, en su arte, y
en el damero de la ciudad. Esta arteria parece como si viviera un tiempo de
transición en el que se asemeja a sus primeros tiempos de grandes solarines in
edificar, casas con las fachadas sin cuerpos interiores, solares transformados
en nuevos usos y la transformación y reutilización de sus casas y casonas. Es
un canto de cisno o una llamada para regenerarla. Es el momento, y hay que
proyectar el urbanismo del futuro patrimonio del casco antiguo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario