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domingo, 19 de marzo de 2023

CANDIDATOS EN ALCALÁ INFORMACIÓN

 


CANDIDATOS

            Hace unos años, escribí  un artículo que casi me invita a repetirlo. Trataba de la trascendencia de las lecciones municipales. Ahora se acercan estos comicios locales en todo el territorio español. Es una realidad que estas elecciones despiertan  mayor atracción y expectación, movidos por estar los vecinos más cerca de la polis, la ciudad imperfecta que construyen y sienten como su casa y su familia a lo largo de cada día de su vida. Los vecinos, además, se sienten ciudadanos, porque van a elegir a los que los representarán durante cuatro años. Son los únicos mandatos,  que, salvo circunstancias de emergencia, nunca  se han adelantado o atrasado. Todo elector palpa de forma más directa al concejal o alcalde, con el que le va transmitir una propuesta de mejora, una sugerencia,  queja o un agradecimiento- desgraciadamente lo que pocas veces acontece-. Los aciertos y las obras  se olvidan pronto, en menos que canta el gallo.

            Ya han pasado las elecciones andaluzas, y tras el breve paréntesis de la Semana Santa y la llegada de la Resurrección, los atabales y chirimías anuncian este momento crucial para la historia local. De nuevo, los candidatos se cubren con  la túnica blanca de candidato y  presentan sus proyectos y programas de futuro. Y viene a cuento por el hecho de que los candidatos se salen de sus cuarteles de invierno ( sus sedes, organizaciones y sus grupos)   y se echan a la calle  para reclamar el apoyo público asumiendo papeles desconocidos por  la mayoría del pueblo. Curiosamente, asumen una nueva faceta  con su proyección sociopolítica, apasionante y comprometedora, a partir de la cual  se  vinculan con sus electores, al menos leal, responsable y fiablemente. Se convierten en personajes de un nuevo rol, con el quieren ganar los apoyos de sus convecinos para ocupar los resortes del poder. Es decir, se convierten en  "personas",  máscaras,  a la manera de los actores griegos,  o, los rostrillos como la tropa de los autos semanasanteros y ejecutan una nueva puesta en escena. Es decir ejercen, como dice Ortega y Gasset, el nuevo personaje de actores del teatro de la vida social. Y es curioso  que, cuanto más se acerca el votante al perfil de  los candidatos, con mayor clarividencia le va a apoyar para  nombrarlo como su  regidor local.

            Sin embargo, partiendo de la sinceridad de los planteamientos de todos  los candidatos de cada partido o coalición,  y del papel que cada uno , desarrolla en el escenario público, las nuevas tecnologías han globalizado el proceso electoral de modo que se ha llegado a las más sofisticadas artes de persuasión para captar el voto de los ciudadanos. Los hay que se llevan en sus alforjas el trabajo hecho, por eso de que obras son amores y no buenas razones  ( en los equipos de gobierno o de la oposición, a lo largo de este periodo democrático que se remonta a 1979); otros se incorporan con  las prisas de acudir a una convocatoria al socaire de beneficiarse de la cresta de la ola de una crisis nefasta para todo el mundo; incluso, los hay quienes emplean las malas artes escénicas. Pasan de la comedia- el teatro de la mejora vida de la ciudad- a representar la tragedía de lo excepcional, fomentando las más viles pasiones sin tener en cuenta que  la catarsis era colectiva y salvaba a todos. Pero, con esto de que, en las redes sociales, se ha puesto de moda el esperpento y la astracanada, han olvidado la sabiduría de la  inteligente ironía y el sano espíritu burlón;  a estos foros anónimos ya no acuden auténticos actores que aspiran al servir al pueblo, sino que proliferan fingidos y auténticos profesionales de personajes de las series más fantasiosas que persona sensata haya podido ver. Entre ellos, los hay que se han provisto del trabuquete de la insidia y malicia y lanzan pedradas, más bien bombardas,  repletas de infamia, odio y venganza para confundir a la  gente en medio de un  caótico espectáculo de una batalla maleintencionada. No extraña que aparezcan los apuestos adalides que se introducen en los pasadizos y refugios para tramar emboscadas y golpes de manos, de puro efecto  sin más intencionalidad que herir al adversario. No les importa la verdad, la honra  ni la buena fama, sus armas son el dolo, la manipulación y la tergiversación de los datos y de los hechos. Su campo de batalla es un escenario donde se pierde el espíritu crítico y democrático para convertirlo en una frase soez  o un mensaje hiriente de un twet o de un muro de un Facebook . Algunos se revisten con la `pìel de cordero, y son lobos de carne y hueso.  Se mueven como pez en el agua en estos mares de lodos, ya que dominan todas las malas artes ( desdoblamiento de personajes, cuentas anónimas o fingidas, propaganda subliminal, encantamiento de personas con imágenes provocativas, suplantación de personas, o, en su jerga, los trols...) . No les importa fomentar el tuidio de cualquier inocente ni " el boca a boca " on line que contagia más, se benefician de la rapidez del mensaje y la impronta de la comunicación y machacan como una gota continua sobre la roca.     

Por eso, más valdría cambiar el "Manual del linchamiento on-line" por el manual  del candidato ciceroniano, incluso por las buenas artes de una buen tratado  de estilo, ético y estético. o, lo que llaman Javier Leiva por "La gestión de la reputación on line"

 

 

 

 

 

 De seguro que el buen candidato se asemejaría a aquel alumno de oratoria latina que culminaba  su etapa escolar con la participación política, donde las cualidades, la experiencia, los conocimientos y el buen hacer se valoraban por encima de la humillación pública, el escarnio mordaz y las cruzadas de falta de vergüenza. En el fondo, la participación de la vida pública  para unos es contribuir a mejorar o transformar la sociedad; para otros, ejercer un servicio público; y, para todos, conseguir   la felicidad colectiva.    

        Curiosamente, todavía ni se ha proclamado la convocatoria, y, se repite el mismo escenario que comentábamos hace ocho años. Tan sólo, ha cambiado la máscara de algunos personajes que se desdoblan o se la intercambian adaptándose a estos momentos traspandémicos.

 

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