EN ALCALÁ INFORMACIÓN,GRIFOS Y TENANTES.
GRIFOS Y TENANTES El pilar de los Álamos se remonta, en el tiempo, a aquella Fuente
Nueva, que nació tras la Fuente Beber de la Tejuela y la de la Mora Vieja, por
encima de la anterior. Todas ellas abastecían a los nuevos vecinos de la ciudad de la Mota, que bajaron al Llanillo
a ubicar sus viviendas entre caminos
reales y veredas de hazas de
repoblación, que posteriormente se convirtieron en las calles de la ciudad. Y
pervivieron hasta el siglo XXI, dejando atrás otras como la del Tesillo,
Tórtolas, pilar de San José y el de San Juan. La Fuente de los Álamos es un
símbolo municipal y abacial, y la carta
de presentación de los alcalaínos a los visitantes actuales. Por cualquier
ángulo que se le contemple ofrece la quintaesencia de este pueblo fronterizo,
comercial y real. No hay más que mirarla
de frente, desde la antigua posta de viajeros, y toparse con el escudo
emblemático de la ciudad, donde el cuartel central encierra la llave alcalaína,
símbolo de una ciudad que siempre hizo historia.
Con la llave, se entregaba el poder de las ciudades, y en 1341, esto
debió llevar a cabo el alcaide Ibrahim, al nuevo alcaide cristiano Diego López de Haro. Y con la llave, se abrían y
cerraban las puertas principales de la ciudad; se guardaban los documentos de
privilegios; y eran las maestras para descubrir lo más recóndito.
En el escudo heráldico, ocupa la llave el ombligo y el centro, el sitio
privilegiado, y se ve orlada de castillos y leones, que recogen simbólica a la nación española,
antes de que se conquistaran otros reinos distintos a los de Castilla y León.
Con esta simbología, nos encontramos una ciudad española, pero se le añaden al frontal de esta antigua fuente dos
tenantes que sostienen el escudo
heráldico y, hacen frente a dos grifos. Los tenantes, como en otros escudos, recogen la tradición de ser portado por dos
esforzados soldados, que, de la mano
del escultor Florentino, el yerno de
Juan Muñoz, se convierten con rostro de Laoconte cuando empuñaba todas sus
fuerzas para desembarazarse de las serpientes que le habían enviado la
divinidad mítica para matarlo. Pero, simulando un trabajo de Hércules, estos
caballeros se muestran orgullosos de
portar la ciudad como blasón de victoria. A sus lados, dos grifos hacen revivir
el mito grecorromano en la ciudad
renacentista del llano, con su parte frontal de un águila gigante, sus plumas
doradas, pico afilado y poderosas garras y su cuerpo de león. Simbolizan todas
las guerras y conflictos que debió
superar la ciudad hasta que se convirtió en parada de viajeros de los
caminantes de la carretera de la Corte.
Este fue el ayer de este símbolo, pero los símbolos y los
mitos perviven hasta tal punto se han
puesto de moda y se emplean para darle
una bofetada a la cara del primero que se encuentre en su lid partidaria. No
es raro el día que los políticos no se enreden entre el episodio del caballo de
Troya, los trabajos de Hércules o, se bajen del burro mítico, y aludan a la felonía de Bruto y Casio con
respecto a Julio Cesar. Parecen como si vivieran unos tiempos, ya superados por
la racionalidad, en los que el mito se empleaba para interpretar el mundo entre el género más alto de la tragedia
griega. Se avecinan tiempos de comedia griega, nada menos con tres escenarios,
las elecciones nacionales, locales y europeas (en algunas comunidades las
autonómicas), donde competirán los partidos y porfiarán sus líderes para
representar la sociedad.
El escudo de la Fuente Nueva de los Álamos vuelve a convertirse en un relato de fábula mítica. Una épica para este momento
crucial en los diversos ámbitos de este
nuevo periodo electoral democrático.
Ahora la llave de la ciudad
simboliza un poder que se dirime en los tres comicios, una llave
de un poder que puede abrir o cerrar puertas, o ser maestra
de desatascar algunas cuestiones que implican la superación pacífica de la convivencia nacional. Por otro
lado, los grifos proliferan por todos
las partes; ahora no portan picos de oro, ni alas doradas, sino que están
recubiertos de todos los elementos de la posverdad, que ha degradado
desgraciadamente el mito en el siglo XXI,
con las fake news, las mentiras, las manipulaciones, las medias verdades, y la épica ficticia. De ser una comedia, el
género llano y democrático, que se extendió por todo el mundo grecorromano,
puede pasarse a una tragedia, en el sentido clásico, y hacer verdad lo que manifestaba Campbell
“la persistencia transfiguradora de las mitologías arcaicas en la
representación alegórica, aluvial, desgarradora y veraz de la complejidad del mundo moderno”.
Esperemos que triunfe La Asamblea de la Paz de Aristófanes y no Edipo
Rey de Esquilo de modo que no caigamos, como decía el autor anterior en sus Máscaras de
Dios "en utilizar las mitologías en la necedad y el desastre, como frecuentan
los insensatos, que no hacen como los
poetas elevarla para fines poéticos, o las personas razonables que lo hacen
para fines más amplios, más libres y trascendentes, más sofisticados y
más limpios”.
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