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viernes, 8 de marzo de 2019

EN ALCALÁ INFORMACIÓN,GRIFOS Y TENANTES.


GRIFOS Y TENANTES        El pilar de los Álamos  se remonta, en el tiempo, a aquella Fuente Nueva, que nació tras la Fuente Beber de la Tejuela y la de la Mora Vieja, por encima de la anterior. Todas ellas abastecían a los nuevos vecinos de la  ciudad de la Mota, que bajaron al Llanillo a  ubicar sus viviendas entre caminos reales y  veredas de hazas de repoblación, que posteriormente se convirtieron en las calles de la ciudad. Y pervivieron hasta el siglo XXI, dejando atrás otras como la del Tesillo, Tórtolas, pilar de San José y el de San Juan. La Fuente de los Álamos es un símbolo municipal y abacial,  y la carta de presentación de los alcalaínos a los visitantes actuales. Por cualquier ángulo que se le contemple ofrece la quintaesencia de este pueblo fronterizo, comercial y real. No hay más  que mirarla de frente, desde la antigua posta de viajeros, y toparse con el escudo emblemático de la ciudad, donde el cuartel central encierra la llave alcalaína, símbolo de una ciudad que siempre hizo historia.  Con la llave, se entregaba el poder de las ciudades, y en 1341, esto debió llevar a cabo el alcaide Ibrahim, al nuevo alcaide cristiano Diego  López de Haro. Y con la llave, se abrían y cerraban las puertas principales de la ciudad; se guardaban los documentos de privilegios; y eran las maestras para descubrir  lo más recóndito. 

En el escudo heráldico, ocupa la llave  el ombligo y el centro, el sitio privilegiado, y se ve orlada de castillos y leones,  que recogen simbólica a la nación española, antes de que se conquistaran otros reinos distintos a los de Castilla y León. Con esta simbología, nos encontramos una ciudad española, pero se le añaden al  frontal de esta antigua fuente dos tenantes que sostienen  el escudo heráldico y, hacen frente a dos grifos. Los tenantes, como en otros escudos,  recogen la tradición de ser portado  por dos esforzados  soldados, que, de la mano del  escultor Florentino, el yerno de Juan Muñoz, se convierten con rostro de Laoconte cuando empuñaba todas sus fuerzas para desembarazarse de las serpientes que le habían enviado la divinidad mítica para matarlo. Pero, simulando un trabajo de Hércules, estos caballeros se muestran orgullosos  de portar la ciudad como blasón de victoria. A sus lados, dos grifos hacen revivir el mito grecorromano  en la ciudad renacentista del llano, con su parte frontal de un águila gigante, sus plumas doradas, pico afilado y poderosas garras y su cuerpo de león. Simbolizan todas las guerras  y conflictos que debió superar la ciudad hasta que se convirtió en parada de viajeros de los caminantes de la carretera de la Corte.

Este fue el ayer de este símbolo, pero los símbolos y los mitos perviven hasta tal punto  se han puesto de moda  y se emplean para darle una bofetada a la cara del primero que se encuentre en su lid partidaria. No es raro el día que los políticos no se enreden entre el episodio del caballo de Troya, los trabajos de Hércules o, se bajen del burro mítico,  y aludan a la felonía de Bruto y Casio con respecto a Julio Cesar. Parecen como si vivieran unos tiempos, ya superados por la racionalidad, en los que el mito se empleaba para  interpretar el  mundo entre el género más alto de la tragedia griega. Se avecinan tiempos de comedia griega, nada menos con tres escenarios, las elecciones nacionales, locales y europeas (en algunas comunidades las autonómicas), donde competirán los partidos y porfiarán sus líderes para representar la sociedad.
El escudo de la Fuente Nueva de los Álamos  vuelve a convertirse en un relato de  fábula mítica. Una épica para este momento crucial  en los diversos ámbitos de este nuevo periodo electoral democrático.  Ahora la llave de la ciudad  simboliza un poder que se dirime en los tres comicios,  una llave  de un poder que puede abrir o cerrar puertas,  o ser maestra  de desatascar algunas cuestiones que implican la superación pacífica de la convivencia nacional. Por otro lado, los grifos proliferan  por todos las partes; ahora no  portan  picos de oro, ni alas doradas, sino que están recubiertos de todos los elementos de la posverdad, que ha degradado desgraciadamente  el mito en el siglo XXI, con las fake news, las mentiras, las manipulaciones, las medias verdades,  y la épica ficticia. De ser una comedia, el género llano y democrático, que se extendió por todo el mundo grecorromano, puede pasarse a una tragedia, en el sentido clásico,  y hacer verdad lo que manifestaba Campbell “la persistencia transfiguradora de las mitologías arcaicas en la representación alegórica, aluvial, desgarradora y veraz  de la complejidad del mundo  moderno”.  Esperemos que triunfe La Asamblea de la Paz de Aristófanes y no Edipo Rey de Esquilo de modo que  no caigamos, como decía el autor anterior en sus Máscaras de Dios "en utilizar las mitologías en la necedad y el desastre, como frecuentan los  insensatos, que no hacen como los poetas elevarla para fines poéticos, o las personas razonables  que lo hacen  para fines más amplios, más libres y trascendentes, más sofisticados y más limpios”.


 


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