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miércoles, 4 de diciembre de 2019

LA IMAGEN DE LA ORACIÓN EN EL HUERTO, y LOS DOS JACINTOS HIGUERAS EN LA REVISTA ESPERANZA



Cuando en 1949 se revitalizó la Semana Santa Alcalaína, prácticamente se reconstruyó de nuevo, de modo que dos nuevos pasos acrecentaron la presencia de la secuencia pasional. Por un lado, se mantuvieron y renacieron con gran vitalidad, en el Jueves Santo, los pasos del Señor de la Humildad y la Virgen de los Dolores; y en el Viernes Santo, los pasos de la cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno y Santa Caridad, y por la noche del mismo día el Santo Entierro y la Soledad. Por otra parte, por primera vez las imágenes del Cristo de la Salud y la Virgen de las Angustias salieron en manifestación religiosa, ocupando el primero el paso de la Veracruz, que procesionaba el Jueves Santo con el Cristo de las Penas y la Virgen de las Angustias trasladando su salida del viernes de Dolores a esta tarde de Semana Santa. Faltaba un nuevo paso, el de la Oración de Jesús en el Huerto, pues el calendario litúrgico completaba con actos de culto completaban el relato pasional con el Domingo de Ramos, el Vía Crucis y la Misa de Resurrección.
A partir de aquel momento, comenzaron a realizarse gestiones para ponerlo en marcha. Mi padre me hacía referencia a que el gremio de los escribientes y de los empleados de banca ocuparon, en los primeros años, un papel fundamental a la hora de la erección y fundación de la Cofradía de modo que me recordaba, entre otros, los nombres de sus compañeros del Banco Hispano Americano como Luís Rus, los empleados del Registro Armenteros, Valverde…Pronto se organizaron en forma de hermandad y encargaron la imagen a un imaginero. En concreto, lo hicieron con Jacinto Higueras Fuentes, que como manifiesta el crítico del arte José Domínguez Cubero, era el máximo exponente de la escultura jiennense de la primera generación del siglo XX. Curiosamente, se eligió un artista que rompió la tradición contratista de los alcalaínos en la Escuela Granadina, diferente a la jiennense, donde con su influencia granadina, Navas Pareja, Prados, Sánchez Mesa y, sobre todo, Martín Simón habían copado la producción artística de la imaginería y retablística de la posguerra en los templos y cofradías de Alcalá la Real y sus aldeas.  Por aquel tiempo, no es de extrañar que se considerara a Jacinto Higueras Fuentes (1877-1854), “la estrella de la escultura giennense del siglo XX y una de las más refulgentes de Andalucía y del país. Un artista ciertamente de crédito, que gozó del mimo de las fuerzas locales. Se le dice «Nuestro escultor... porque nuestros son sus entusiasmos, sus alientos nobles por la gloria, sus triunfos y sus anhelos generosos»[1].  Tras una vida consagrada y exitosa en la escultura[2], ya como un  escultor consagrado en el tramo final de su vida se comprometió a realizar varias obras de Alcalá la Real, el Cristo Yacente para la cofradía del Dulce, la escultura monumental de Martínez Montañés y   el grupo escultórico de Jesús en la Oración del Huerto. Curiosamente,  dos vertientes de su arte, la escultura religiosa que inauguró con la imagen de San Juan de Dios[3]; y la monumental[4]y de bustos broncíneos[5].
LA ORACIÓN DEL HUERTO
Entre 1941 y 1953, Jacinto Higueras había fijado su domicilio en la casa número seis de calle de Felipe V, donde recibió el encargo de tres obras para la ciudad de Alcalá la Real.  Hemos de tener en cuenta que algunos alcalaínos ocupaban puestos en el equipo del ministro de Educación Ruiz Jiménez. Primero fue el Cristo Yacente, luego el de la Oración y, por último, Martínez Montañés. Como es natural, en la obra del Huerto Jacinto Higueras debió recibir la influencia de Benlliure, que no debió gustar a los primeros contratantes de la obra, y hubo que perfeccionarla, de modo que en su remodelación se plasmó de las características de su arte. Ello no es sino fruto de la una tendencia alcalaína, cuando se buscaba más el realismo y naturalismo e imitación a pasos anteriores como Jesús Nazareno o el de la Humildad de Alcalá la Real que a las nuevas tendencias modernistas y cubistas. Por eso, afloraron las características esenciales de su arte religioso que se aparta de los parámetros iniciales.  Si se observa con detalle la obra del escultor de Santisteban del Puerto en tierras alcalaínas, se plasma todos los detalles de su ideario artístico. Sobre todo, en la figura de Jesús, arrodillado se muestra la precisión en el modelado, y en el ángel con el cáliz predomina la rotundidad volumétrica, que se nos define como visualización de formas, y se insinúa, por ser unas figuras religiosas, el acostumbrado regusto por el misticismo, ya que engloba una escena de la mayor profundidad pasional, la entrega total de Jesús al Padre en el momento de la Agonía. No se olvida tampoco en esta Oración alcalaína de imprimirle cierta teatralidad en los dos personajes, la recuperación de cierto sabor melancólico, que le proviene del final renacentista (ya aquí fue su mejor exponente Pablo de Rojas y su escuela), que algunos también relacionan con la influencia montañesina. Sin embargo, en este grupo, no se encuentra el apego modernista, que puede aparecer en algunos elementos del monumento de Juan Martínez Montañés, del que comentaba el paisano y chófer transportista Antonio Aguayo que algún miembro y sentido suyos lo había incorporado el maestro para su obra, refiriéndose a su nariz.  
Finalmente, su definitivo asiento se ubicó en la calle Mantuano y compartió oficio escultórico con su hijo Jacinto Higueras Cátedra, entre 1953 y 1954, año de su fallecimiento. En dicho espacio creativo se concibieron los  encargos del «Cristo del Perdón» para Santisteban del Puerto y el monumento erigido a su paisano y predecesor artista de la tierra en Alcalá la Real, dedicado a juan Martínez Montañés[6], finalizado por su hijo y continuador de la obra paterna. Por lo tanto, el  paso grupal de Jesús en el Oración del Huerto y Ángel con el cáliz no fue exclusivo de su gubia, sino que es obra de ambas manos, porque no sólo intervino el padre, achacado por la edad, sino que su obra recibió la gubia de su hijo Jacinto Higueras Cátedra, que como manifiesta su hija Lola coopera con el padre desde  1950 y 1952 :  Algunas mañanas va al estudio de su padre, en la calle Felipe V, y le ayuda en los trabajos del Cristo Yacente y el Paso de la Flagelación, obras que realizaba en esa época. En enero y febrero de 1951 sigue trabajando en el estudio de su padre y en marzo le ayuda a terminar el Cristo Yacente de León, Ángel, Cristo Orante y el Paso de la Flagelación para Alcalá la Real. E, incluso, ejerciendo ya de auténtico escultor, interviene en otras obras de su padre para darle el acabado final. Estas es una ampliación de sus declaraciones:” El 2 de mayo de 1953 fallece de madrugada su suegro Horacio Rodríguez Martínez, lo entierran en la Sacramental de San Isidro, Jacinto, hijo, hará el diseño del panteón familiar y el Ángel del relieve en piedra que lo preside. Su padre cierra el estudio en Felipe V y lo traslada a Mantuano, 32, allí trabajará en el Monumento a Almendros Aguilar, el Monumento a Martínez Montañés, un Crucificado, un Nazareno, para Los Villares, y el paso de La Oración en el Huerto, obras que terminará su hijo Jacinto. Y, por otras aclaraciones de esta hija y hermana de ambos artistas, sabemos que el padre Jacinto Higueras Fuentes: El 20 de noviembre de 1954, a las 13 horas, muere su padre, Jacinto Higueras Fuentes, en su domicilio de la Plaza de Oriente, 6, Jacinto escribe en su diario, ´Hoy a la una menos cinco muere papá. Estamos con él mamá, Mary Loli, Augusto y yo. Modesto vino a la media hora, entre Augusto y yo lo amortajamos, el 21 escribe, ´ Hoy a las 11 enterramos a papá y es el entierro una manifestación de duelo importante´´. En noviembre empieza a modelar Virgen del Collado, para Santisteban del Puerto. Retoca la Cabeza de su padre Jacinto Higueras Fuentes en barro y el 3 de diciembre la lleva a una sesión que hacen en su memoria en la Casa de Jaén, en Madrid, Jacinto comenta en su diario, “resulta muy emocionante la sesión”.  (…) El 8 de diciembre de 1954 se inaugura el Monumento a la Virgen del Collado en la Plaza de la Ermita del Ejido, en Santisteban de Puerto, Jaén. Trabaja a lo largo del año en las obras que su padre dejó sin acabar; Monumento a Almendros Aguilar, que termina en julio, Monumento a Martínez Montañés, que se inaugura en Alcalá la Real el 23 de noviembre, el Crucificado, el Nazareno, para Los Villares, y el paso de La Oración en el Huerto”.
                Este último paso responde a lo que se denomina a la secuencia pasional de Jesús en Getsemaní, descrita por los Evangelios, antes de su sufrimiento pasional hasta la culminación del Calvario, donde se materializó la crucifixión.  Recoge, exactamente, el encuentro con el Padre, tras ser rodeado de los apóstoles y abandonado por ellos, sólo en la oración de agonía, con la mirada elevada al cielo llena de presencia y diálogos divinos, y la asistencia del Ángel para confortarlo (Lucas,22,43).  La imprecación en medio de la tristeza, la oración, el abandono de sus discípulos, la soledad, el misticismo salvador entre la lucha del demonio y Dios, la fe en su Padre y en la Salvación Universal, la presencia del Padre, el sufrimiento frío del sudor de sangre (, (Mateo 26, 53,) el cáliz confortador del ángel y la obediencia y voluntad son los elementos que se recogen en esta representación iconográfica. Higueras se quedó en lo figurativo y dejó aparte lo efímero como el entorno de olivos, que se asemeja a lo natural, con alguna rama, que solía colocarse su altar por un hermano en los primeros años, y siempre aparece en la manifestación religiosas. Este paso es fruto de ambos escultores jiennenses, merecedores de numerosos premios y laureles en los sucesivos certámenes y exposiciones en los que se plasmó buena parte de su creatividad en el ámbito y el entorno de la plástica imaginera, manifiesta en el ámbito de la escultura y el arte religioso. Los dos fueron herederos del legado remitido por los maestros del Barroco, de una prolongada tradición en la Escuela. Por eso no nos extraña que el crítico de arte Prados López, lo considere el «místico del Sur» acorde con la declaración agustiniana: Nihil in spiritu quid primum in sensus fuit. (Nada hay en el espíritu que no estuviese antes en los sentidos) Y en la Oración del Huerto de Alcalá la Real el misticismo de la agonía, en el sentido etimológico de la lucha por algo sublime, plasma el momento esencial del acto humano, el de la elección final, lo decisorio, el de la Salvación, en medio de un policromado suave, aplanado, sencillo, realista, de modo que la escena se concentra en los rostros, y estos muestran la sublime esperanza.  


[1]  Recientemente este chauvinismo ha dado paso al conocimiento desapasionado –per se– con que nos lo muestra Rosario Anguita en el libro que le dedica11. Jacinto Higueras nació en Santisteban del Puerto (Jaén), en 1877 y, tras una brillante carrera cargada de triunfos y reconocimientos, desarrollada desde Madrid, murió en la capital de España en 1954.
[2] Se inició en la pintura, y a los 17 años, becado por la Diputación de Jaén, entra en el taller madrileño de Federico Madrazo. La muerte del pintor frustró sus anhelos y, mozo veinteañero, decide probar fortuna en lo escultórico; primero, por tres anualidades, en el taller de Agustín Querol; y después, durante nueve, en el de Mariano Benlliure. En 1920, obtuvo Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes; desde 1944, académico de la Real de San Fernando; y profesor de la Escuela de Cerámica de Madrid.
[3] Fueron muy requeridos sus crucificados, con un mismo tratamiento (precisas líneas sobre el mismo plano, tirantez de miembros, un sucinto marcaje anatómico cubierto con escueto y ajustado perizoma, y rostros dulces de facies clásicas). El que se considera su máximo exponente es «Crucificado de la Buena Muerte», de la Catedral de Jaén (1927) le siguen del «Perdón», de Santisteban; en Villacarrillo, dos, el de la «Vera Cruz», patrón de la localidad, y el de la Iglesia de Santa Isabel; el de la cripta del Sagrario de la Catedral de Jaén, el de los «Desamparados», en Pedro Abad (Córdoba). No valoran con mucho entusiasmo sus críticos e historiadores San Ginés de Sabiote, el «Nazareno» (1941) de Úbeda, y algunas vírgenes como la del Carmen, perteneciente a los fondos de la Diputación de Jaén, por su solidez hierática, y con rictus seco, silente, nada presto a la comunicación, como incapaces para estimular la piedad popular. Contemplan más el prisma escultórico que el imaginero. Tampoco las imágenes de cuerpo entero de Inmaculada (130 cm) en Guarromán, un Niño Jesús (50 cm) en la parroquia de la Asunción, de Villacarrillo, y la misteriosamente desaparecida Virgen del Carmen, de Arjona.
[4]Las batallas de Navas de Tolosa (1212), y la de Bailén (1808). En 1912 lo inauguró Alfonso XIII. El monumento a Miguel de Cervantes, del lateral izquierdo de la lonja del Santuario de la Virgen de la Cabeza, es una obra póstuma en colaboración con su hijo.
[5] Los del poeta Bernardo López (1904), Bernabé Soriano, Prado y Palacios, Martínez Montañés, Almendros Aguilar, Alfredo Cazaban, Niceto Alcalá Zamora, el general Saro, el capitán Cortés y unas célebres cabezas, como la de «Terrateniente» y «Manigero» (Medalla de Oro en la Exposición de Panamá); sin embargo, «Bética», un cuidado desnudo femenino
[6] Es digno de destacar que el propio Jacinto Higueras Fuentes realizó en plan laudatorio su semblanza biográfica y su producción imaginera en el Discurso de Ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando sustituyendo al palentino Victorio Macho. En palabras de Bonet Correa “En su erudita disertación literaria glosó el clasicismo creativo generado por la gubia montañesina conforme al elogioso y atinado estudio publicado en su momento por el erudito investigador y veterano catedrático hispalense, José Hernández Díaz. En dicho discurso ensalzó la figura de su predecesor jienense al reclamar el meritorio legado propiciado por el insigne maestro alcalaíno. En su versada disertación justifica y unifica los términos de escultor e imaginero en único apelativo para añadir, ¿Acaso ambos vocablos no responden al mismo anhelo de plasmar ideas, sentimientos, en formas plásticas? Reniega de los que se inscriben con el nombre de imagineros cuando, hablando con propiedad, no son sino santeros, invasores de templos, conventos y oratorios con sus producciones, para escarnio de la religión y el arte.

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