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domingo, 10 de diciembre de 2017

VECINOS DE LA PLAZA EN EL CATASTRO DE LA ENSENADA. LOS BARBEROS SANGRANTES EN ALCALÁ. EN OTROS SITIOS SANGRADOR.







En la plaza del Catastro, que se denominaban del Ayuntamiento, como actualmente, decíamos que " abundaban los vecinos con establecimientos abiertos, del sector de servicios, el terciario".  Siempre lo ha sido, con sus  zapaterías, mesones, churrerías, imprentas, tiendas de ultramarinos, incluso imprentas y funerarias; muchas dedicadas a la bebida (desde aguardenterías a tabernas). Entre estas famosas,  Alfonso Bellido (1043), que tenía abierta una taberna, con la que mantenía a su mujer e hijo menor, y vendía vinos de diferentes cosecheros sin conseguir más beneficios que cien reales anuales. No es de extrañar aquellas coplillas que cantaba "El vino que tiene Albondón,/ ni es blanco ni tinto,/ ni tienes color, Asunción, Asunción/ este niño será marinero"/.  O, aquella otra que cantaba el vino del tabernero del siglo XIX Vicente Martín, al que apodaron con el nombre de las cartelas que imitaban a las granadinas que colgaban en la Plaza de Bibrambla " El vino que tiene Caroca,/ ni es blanco ni tinto, /pero endulza la boca"//. Se cocían las letras de las carocas en los mostradores de madera gruesa con el calentamiento del vino torrontés o el abuso de los vinos vidueños y baladíes. Distinto es el caso de Bartolomé de Arjona (1044) jornalero meramente, mancebo que tenía un hermano menor de 18 que no trabajaba por ser morante y estar baldado, y además vivía con una hermana.   
Famoso fue el boticario de carrera  e hidalgo don Alfonso García Briz (1042) , que se asistía en su botica con un oficial, un mancebo; y su familia estaba formado por su mujer , tres hijos y una criada. No era el caso de la farmacia una tienda cualquiera, la salud siempre ha sido una fuente de ganancias, por eso multiplica por más de cuatrocientos a los ingresos de la taberna. Sería por eso de que eran las que cortaban los delirios etílicos, los ataques de melancolía o las manías persecutorias. Este farmacéutico ganaba nada menos que 4.400 reales. La saga de  los García Briz provenía de tierras granadinas y malagueñas y algunos llegaron a destacar en la sanidad militar a lo largo del siglo XIX.
Las zapaterías que eran frecuentes en las calles colaterales también se abría al espacio abierto de la plaza. Diego Benito Martínez (1045), era maestro zapatero, casado con cuatro hijos, uno de ellos aprendiz de su oficio y cuatro hijas. Ya tenía que arreglar zapatos para salir a flote, menos mal que todo el pueblo pasaba por su zapatería  con el pretexto de comprar las verduras y frutas en la plaza. 
Como en la Mota, en la plaza se abrieron barberías. Francisco Díaz de Arjona regentaba una barbería para afeitar, pelar, rasurar el pelo , que compartía labores con una sangría o un masaje; era  el típico sacamuelas para amortiguar los dolores de muelas tras extraerlas con unas  tenazas, y al mismo tiempo estaba dispuesto a  poner  ventosas, o infiltrar sanguijuelas a un enfermo. Se le suele llamar maestro sangrador  en todos los rincones de España, aquí sangrantes y para alcanzar su profesión , solía  cubrir dos etapas de examen  para alcanzar el grado de barbero:"  En la primera debía exponer sus conocimientos sobre la anatomía vascular y los procedimientos más rutinarios de este arte; mientras que en la segunda, realizada en un hospital, debía demostrar su habilidad práctica en las técnicas de sangrar, sajar, echar ventosas, poner sanguijuelas y sacar dientes y muelas. (1046). Casado completaba su familia con un oficial de zapatería al que mantenía. 
Su casa se componía de cinco cuartos, portal, cocina, cámaras, y corral. Era de ocho  varas de frente por catorce de fondo, lindera con la de Miguel de Bolívar  por la baja, y con otra del mismo por la parte alta; si se arrendara alcanzaba la renta de 242 reales, y estaba gravada con 1.100 reales a favor de doña María de la Mercedes, monja dominica de la Encarnación que   rentaba 3 ducados 833 reales. 
La casa comentada de la Plaza estaba compuesta de  una sala, portal, caballeriza, cocina, cámaras y corral, de seis varas de frente por doce de fondo, lindera con la casa del regidor don Felipe de Cortes, por la parte alta; y por la baja con la suya. Rentaría 242 reales.  y estaba gravada con un censo de cien ducados a favor de doña Francisca de Tapia, a quien se ele pagaba 33 reales.  
Fuera de la plaza poseía una casa en la calle de los Caños, compuesta de cinco cuartos, caballeriza,  portal, cocina, y corral, de once varas de frente por ocho de fondo., lindera con casas de Felipe Berlango y por la baja Antonio de Baeza (154 reales), gravada con un censo a favor del convento trinitario y le rentaba 33 reales anuales. 
No era el barbero una persona simplemente con un oficios de servicios, sino que además poseía tierra de labor: seis fanegas de tierra en Frailes, linderas con el lucentino don Alonso Rico (E y N), Antonio Bolívar (O) y José Garrido (S), con cuatro pies de encina que ocupaban cuatro celemines y el resto de sembradura con dos cosechas de escaña y yeros en seis años. Y otras dos en Frailes, linderas con tierras de don Manuel de Castro (E), Pedro Cano (O), José Garrido (N) y el río (S), con dos encinas y una fanega y ocho celemines con dos cosechas de cinco años de trigo y cebada. 
También tenía arrendadas dos piezas de tierra. nueve fanegas  del vecino de Alcaudete don Miguel de Angulo en el Villar  y otra de dieciocho fanegas, propias de don Pedro Félix Vega, ambas le rentaban  90 y 136 fanegas. Para realizar la tarea con cuatro bueyes , seis cerdas, dos mulas, un mulo, una jumenta, y para alimentación doce cerdos grandes y 36 pequeños. 


el barbero sangrador
Siglos atrás si no disponías de mucho dinero y tenías un problema de salud, tu única solución era acudir al barbero sangrador o maestro sangrador, una figura multidisciplinar que lo mismo podía hacerte una sangría (actividad en la que eran maestros consumados), sacarte una muela o darte un masaje y todo en una misma sesión.
La posición social del barbero estaba entre aquellos profesionales titulados de la medicina como podían ser los médicos o los cirujanos (caros), y los curanderos, santiguadores o ensalmadores que carecían de argumentación empírica (estafadores).
Al igual que los demás gremios de la Edad Media, el barbero sangrador atendía a sus clientes en el bajo de su propia casa, mientras que en la primera planta vivía con su familia, y en algunos casos con los aprendices de esta singular profesión que abarcaba actividades de lo más variopintas.
En primer lugar, el barbero sangrador era el que supervisaba al barbero de toda la vida, cuyo cometido era cuidar la higiene del cliente lavando y cortando el pelo y la barba. Además, este “fontanero de la salud” sacaba dientes y muelas, ponía ventosas y sanguijuelas, y hasta trataba fracturas y luxaciones.
Por si fueran poco, las comadronas tenían la obligación de llamar al barbero cirujano si el parto se complicaba; en ese caso sacaban el cuerpo del niño si había muerto mediante instrumentos quirúrgicos, o bien realizaban una cesárea post-mortem para intentar salvar a la criatura.
Los clientes de estos profesionales de la salud eran en su mayoría campesinos y artesanos que no podían permitirse pagar un médico o un cirujano. Sin embargo, los nobles también contrataban sus servicios por recomendación de sus médicos de cámara.
A lo largo del siglo XIII se constituyó el gremio de los barberos sangradores, lo que significó una estructuración de los conocimientos de la disciplina hasta su entrada en la universidad un siglo más tarde.
En el año 1500 los Reyes Católicos fundan el Protobarberato, una institución compuesta por barberos mayores que examinaba y acreditaba a los barberos sangradores y los diferenciaba del oficio de barbero común:“…no consientan ni den lugar que ningún barbero ni otra persona alguna pueda poner tienda para sajar ni sangrar ni echar sanguijuelas ni ventosas ni sacar dientes ni muelas, sin ser examinada primeramente por los dichos nuestros Barberos Mayores personalmente”.
Lamentablemente, con el paso de los siglos, la profesión de barbero sangrador, al igual que otras relacionadas más o menos con la salud en aquellos tiempos como los bizmadotes, algebristas, batidores de cataratas, drogueros o especieros, se perdió para siempre en beneficio de los cirujanos.
Cercano vivía el oficial de barbería Francisco José Palomino (1047) sin hijos. Esto era frecuente, como hemos recogido anteriormente en esta nota de internet. 
Como acontecía en los años recientes, probablemente por dejarle una casa o algún que otra de las dependencias municipales se encontraba en la plaza los conserjes u ordenanzas.  Juan Manuel González ejercía de ministro ordinario) así se les llamaban o ministril (1048) casado con un hijo y una hija. Era un alguacil menor, y ganaba atendiendo la jurisdicción de Alcalá la Real 300 reales. Los complementaba con el arrendamiento de una fanega en la Fuente de la Salud, de sembradura de segunda calidad, lindera con el clérigo don Juan Ignacio Navarro (15 reales). 
Al cargo anterior, se le añadía el de fiel almotacén que controlaba el peso y las medidas de todos los productos de la ciudad con sus pesas, balanzas y varas de medir, lo que le rentaba 800 real, ejercía el pluriempleo claramente. Y poseia ganado  para comer ( dos cerdas, dos lechones, una oveja, cuatro cabras, ) y para cumplir sus funciones de vigilancia y orden público( un potro y un caballo).  
Almotacén o fiel almotacén era la denominación de los inspectores de los mercados y talleres andalusíes cuyo puesto como funcionario público aumentó en responsabilidad y autonomía desde los tiempos del Emirato de Córdoba (siglos VIII al X) hasta que su figura desaparece en el siglo XIX. El DRAE conserva esa palabra para denominar al empleado público que contrastaba pesas y medidas, y recoge como usos antiguos que también designaba al mayordomo encargado de la hacienda real y, en Marruecos, al funcionario que se encargaba de la vigilancia de los mercados y de señalar cada día el precio de las mercancías
Las panaderías no faltaban, porque el pan era el alimento básico de las familias. El anterior poseía una panadería que le rentaba 300 reales.  Juan Serrano de Briones era ahechador y panadero, este oficio estaba muy ligado a la política municipal, porque se recurría a ellos en los momentos de crisis de subsistencia ( carestía, fríos, sequías y nevadas),  Briones estaba casado con tres hijos (1049).  Por panadero ganaba 300 reales y por ahechador (600 reales). Y bien que se ganaba estos reales con el trabajo de la criba de los cereales, trigo, cebada, garbanzos, lentejas, y todo tipo de legumbres. Solía colocarse una faja a su cuerpo en tono al viente para protegerse del roce de la criba o harnero  y se protegían de las famosas arrabaillas , la zona lumbar.  Se empleaban varios tipos de harnero según la granulogía de la criba, padrón,. terciado y menudo ....A estas personas se les confiaba, la limpieza de todo tipo de granos como cebada,  trigo, garbanzos  y cualquier otro tipo de cereales o legumbres.

Los tres harneros que se empleaban para la limpieza y clasificación de los garbanzos se llamaban, padrón, terciado y menudo.
Primero se les daba el primer tiento con el padrón que era el que tenía los agujeros de mayor tamaño y solo se quedaban los más gordos y de mayor calidad, la categoría de estos se sabía, en función del números de garbanzos que entraban en una onza, medida de la época que equivalía a unos 30 gramos.( mientras menos entraran mejor) con el harnero padrón el número de garbanzos por onza, estaban sobre los 45, el trabajo de estos profesionales no solo era limpiarlos, sino también clasificarlos.
El segundo tiento se daba con el harnero terciado, estos eran más pequeños y solían entrar por onza entra 56 a 60 garbanzos, también destinados para la venta.
El siguiente tiento se hacía con el harnero menudo, con este se obtenían los de menor tamaño y no se contaban, se destinaban para el pago a los sirvientes del cortijo.
Con una criba de 5,5 se obtenían los partidos mezclados con tierra u otras semillas llamados cochineros empleados para alimento del ganado.
El trabajo de ahechador era muy duro sin horarios, se trabajaba a tanto por fanega, ya que este trabajo no se hacía a jornal.
Dos hombres al día solían limpiar y clasificar unas 25 fanegas de garbanzos al día, unos 1500 kilos, que apenas daban para llevar una vida digna.

En los años 60 empezaron a aparecer primero las aventadoras, luego las segadoras, las maquinas para limpiar el grano y después las cosechadoras que dejaron obsoleto este oficio y con ello llegó su desaparición.

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