S
ASOCIACIÓN HUERTA DE CAPUCHINOS
ALCALÁ
Como
es frecuente en todos los años
anteriores, recogemos con el título de cuentos rurales variadas muestras de nuestro folklore alcalaíno
entendido como la comarca de Alcalá
Por
haber pertenecido a una entidad eclesiástica común como era
EL
ROSAL DE CUATRO ROSAS
Había un precioso rosal cercano a la
casa de un escritor. Destacaba entre todas las plantas de todos los huertos
vecinos por su belleza y colorido. El escritor, siempre que pasaba por el
rosal, se quedaba atraído por su aroma fragante y el aspecto colorista de sus
hojas. Las consideraba como si tuvieran alma humana, porque, al mirarlas, se
llenaba de gozo o de esperanza y se las figuraba como si se trataran de mujeres
en la flor de la vida o en la plenitud de la
juventud en medio de su nostalgia.
Cierto día, entre el bardal de espinos de una parte del huerto, encontró
un rosal que mantenía cuatro rosas, fruto de la buena simiente del antiguo
rosal y de la pureza de la gama de
colores que fueron asimilando a lo largo
de su crecimiento.
Eran frecuentes, por mayo y junio, las
tormentas alcalaínas, y un fuerte
aquilón se llevó a una de ellas en una noche de mayo repleta de relámpagos y
rayos. Quedó tronchada y marchita en el
suelo, junto a un hoyo que le servía de fosa abierta de tal modo que fue como
si siguiera perfumando aquel huerto con su aspecto marchito.
Después, vino el viento céfiro y con suave viento y se
llevó a otra rosa, que guardaron por su belleza en un convento de la ciudad; y
allí llenó de su fragancia todas las estancias
monjiles hasta que se marchitó también muy joven.
Un día, el escritor salió de paseo, vio
a un automóvil parado junto al huerto, rodeado de mucha gente. Le pregunto a la
vecina:
-¿Qué
pasa?
-Nada,
que se llevan a la tercera flor, que tu tanto amas.
-¿Quién
se la lleva?-preguntó el escritor.
-El
amor-responden varias vecinas.
Y el amor y la rosa se marcharon
sonando la trompeta, mientras el escritor se repetía interiormente: “ es que
amar en automóvil debes ser cosa muy rica ”
Quedó el jardín mustio y triste con la
única flor que regaban los dueños del jardín
durante todos los días; pero el escritor no hacía más que cantarle
poesías como esta:
La de mirada ideal,
La de risa de cristal,
Y fresco y garrido talle;
La última flor del rosal
Y ornamento de la calle.
Y siempre se preguntaba interiormente si vendría a aquel
huerto un nuevo jardinero que se llevara
la flor para acabar aquel cuento.
(Este cuento está tomado de Guardia Castellano “En
serio y broma”)
EL NIÑO MUERTO
También
recogido del libro de Guardia Castellano “De mi pueblo y de mi hogar” es el
argumento de una película que se echaba en el cinematógrafo de principios de
siglo XX en
Empezaba el autor viendo dicha película e iba contando:
Érase
un matrimonio que se había unido más por intereses que por afecto y cariño de
tal modo que se habrían divorciado ya desde hace tiempo sino fuera por el hijo
de esta unión en la que tenían puestos sueños contrapuestos.
El
padre era un conde arruinado, jugador, mujeriego; la madre era una honrada
mujer del pueblo, hija de un afortunado naviero. Este último legó en su
testamento toda su fortuna al nieto ante la conducta impropia de su yerno con
respecto a su hija. A pesar de que no le correspondía aquella fortuna, el padre
malgastaba sus rentas con el juego. Para colmo de males, no sólo era un
derrochador y disoluto sino también un insidioso y un criminal. Pues maquinó la
muerte de su propio hijo para quedarse
con la fortuna.
Una
noche, mientras dormía su hijo, tomó un fresco de veneno y se lo puso junto a la mesita del hijo que se encontraba enfermo como si se
tratara de una medicina para curarlo. Inmediatamente, intentó marcharse de la habitación para esquivar cualquier tipo
de sospechas. Sin embargo, la madre estaba presenciando todas las maniobras y escondida tras un tapiz del dormitorio que
ocultaba las rendijas de la puerta del dormitorio del niño. lo estaba viendo.
La
madre se inquietaba por los alaridos del niño que no pegaba ojo y no sabía como
lo podía adormecer. Cayó en la cuenta de que en el armario tenía un beleño que
era una pócima antiansiolítica diagnosticada por el médico en los momentos de
sus crisis de nervios. Se lo dio al niño y quedó dormido. A continuación, envió
al niño a una amiga suya modista.
Le
prepara una cajita cerrada donde en su interior encierra al niño y su ropita.
Llama a un mandadero para que se lo entregue a la costurera. Cruza calles y caminos hasta entregarlo.
Se
interrumpió el cinematógrafo y no se supo cual era el final o desenlace de este
Niño Muerto.
SAN
PEDRO
Cuentan que, cierto día, en el cielo se encontraba en una chicha calma hasta tal punto que tan sólo se oía roncar a San Pedro tras la portería, desde donde daba la bienvenida a los que entraban al cielo. Paseaba de un sitio para otro un ángel inquieto como un diablillo en medio de un aire impregnado con el humo del incienso. Al ver dormido a san Pedro, de improviso le quitó la llave de la puerta celestial. Raudo, se marchó dando un portazo que ocasionó que se despertara el santo de una forma malhumorada preguntando:
-¿Quién anda por ahí?
-Yo, señor, gente de paz, -le contestó
el ángel.
-Pues no se pasa.
-Hombre, san Pedro, soy de la casa.
Pedro insistía en no dejarlo entrar ni
reconocerlo, además que lo creía que se confundía con unas mujeres que se
hacían pasar por serafines. El ángel se autoafirmaba como verdadero y le
contaba que le había despertado con los estentóreos ronquidos, cosa que negaba
el apóstol.
Cabreado san Pedro, le dio, de nuevo,
un portazo que retumbó en todo el vestíbulo del cielo y lo despidió de
inmediato quedando el ángel flotando en las nubes hasta que posó en una de las
casas de Alcalá
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