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viernes, 27 de diciembre de 2024

EL CORREGIDOR GREGORIO DE CHAVES

 EL CORREGIDOR GREGORIO DE CHAVES







(1608-1654)
Nació en Trujillo, diócesis de Plasencia, el julio de 1608 en el seno de una distinguida familia hidalga. Era hijo de Cristóbal de Chaves y Mendoza, señor de Villavieja y Rongil, de Juana de Orellana y Aragón. Sus hermanos Cristóbal de Chaves y Mendoza y Gabriel de Chaves y Sotomayor fueron respectivamente colegiales de Cuenca y de Oviedo.

Su hermano Gabriel( 1612-1671) nacoió en septiembre de 1612 en Trujillo, diócesis de Plasencia, en el seno de una familia de larga raigambre hidalga. Era hijo de Cristóbal de Chaves y Mendoza, señor de Villavieja y Rongil, y de Juana de Orellana y Aragón. Sus hermanos Gregorio Antonio de Chaves y Mendoza y Cristóbal de Chaves y Sotomayor fueron colegiales de Cuenca también. El 21 de septiembre de 1651 contrajo matrimonio con María Josefa Novia de Salcedo y Avendaño. Era en 1659. Caballero de la Orden de Santiago. El 30 de abril de 1671 fallece en Madrid.Licenciado, posiblemente en Cánones.24 de junio de 1633. Es admitido en el Colegio.Concluidos los ocho años de beca en el colegio, pasa a la Hospedería, desde la que finalmente accede a cátedras. Quedó noticia de él de “huésped, opositor a leyes, tiene pocas letras y la capacidad es corta” (BUSA, Ms. 1925). Tuvo, no obstante, una distinguida carrera.5 de diciembre de 1645-1646. Catedrático de Instituta.1646-1648. Regenta una cátedra cursatoria de Código.26 de abril de 1648. Catedrático de Vísperas de Leyes.´



 Caballero de justicia de la Orden de San Juan. Caballero de la Orden de Calatrava.

El 21 de marzo de 1642 contrajo matrimonio en Granada con Francisca María de Molina y Villarroel.
Fue 1º señor de las villas de San José y Chaves, y alcaide perpetuo del castillo y fortaleza de Adra.
El 21 de marzo de 1654 fallecióen Madrid.


Su yerno Francisco Gudiel, Francisco. Priego (Cuenca), c. 1545 – Valladolid, 19.VII.1605. Consejero de Indias. 
Hijo de Francisco de Gudiel y de Catalina de Vera, naturales de Priego en la diócesis de Cuenca.

Desde su Priego natal pasó a Salamanca, donde, una vez graduado de bachiller, ingresó en el colegio mayor del Arzobispo (1567) y poco tiempo después se graduó de licenciado en Leyes.

Inició su carrera letrada como alcalde mayor de la Real Audiencia de Galicia (23 de noviembre de 1578) y al cabo de nueve años fue promovido a una alcaldía de Casa y Corte (9 de septiembre de 1587) desde la que, finalmente, fue ascendido a una plaza togada en el Consejo de Indias (24 de enero de 1604) en la que se mantendría hasta su muerte.

Contrajo matrimonio con Mariana de Peralta, natural de Madrid, hija que era de Luis de Peralta, natural de Madrid, y de Juana Calderón, natural de Valladolid, y hermana de Gaspar de Peralta, colegial en el Mayor del Arzobispo e inquisidor de Toledo. De esta unión nacieron: Andrés de Gudiel y Peralta, que pasaría a la Nueva España (12 de marzo de 1612); y Luis Gudiel y Peralta, nacido en Valladolid (1583) y muerto en Zaragoza (agosto de 1644), Caballero de la Orden de Calatrava (1636), colegial en el mayor del Arzobispo (1606), fiscal en la Audiencia y Chancillería Real de Granada (1616), oidor allí mismo (1617) y en Valladolid (1624), fiscal del Consejo de Hacienda (1628), fiscal del Consejo de Castilla (1629) y consejero de Castilla (1633) y de su Cámara (1642), casado con Antonia de Chaves, hija de Gregorio Chaves y Mendoza, provisto alcalde mayor de Galicia, alcalde hijosdalgo en Granada (1638), oidor allí mismo (1646), alcalde de Casa y Corte (1648), corregidor de Córdoba (1648) y del Consejo de Órdenes (1651).

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Contratación, 5.324, n.º 32; Indiferente General, 751, 868; Archivo General de Simancas, Consejo Real de Castilla, 561, exp. 2; secc. Escribanía Mayor de Rentas, Quitaciones de Corte, leg. 17; Archivo Histórico Nacional, Consejos, leg. 13529, n.º 7; Consejos, leg. 32320, exp. 5; Consejos, lib. 707, fols. 168v., 299v.-301r.; lib. 724, fols. 221r.-222v., 265v.; lib. 725, fols. 122r., 241r.-242v., 351v.-352r.; Órdenes Militares, Expedientillos, 10.120; Biblioteca Histórica de Santa Cruz de Valladolid, ms. 320, fol. 145v.

E. Schäfer, El Consejo Real y Supremo de las Indias. Su historia, organización y labor administrativa hasta la terminación de la Casa de Austria, vol. I, Sevilla, Universidad, 1935, págs. 245 y 357; L. Ferrer Ezquerra y H. Misol García, Catálogo de Colegiales del Colegio Mayor de Santiago el Cebedeo, del Arzobispo de Salamanca, vol. I, Salamanca, Acta Salmanticensia iussu Universitatis edita, 1956, pág. 41.

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  sosa Fdo. Portocarrero de Orellana  sosa María Osorio de Silva     
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sosa Luis Antonio de Chaves y Sotomayor  sosa María Portocarrero y Silva   
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sosa Juan de Chaves y Sotomayor ca 1583- sosa Catalina de Orellana y Mendoza ca 1583-
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sosa Gregorio Antonio Chaves y Mendoza ca 1600-

 

Juan Antonio López Cordero

(Publicado en Sumuntán: anuario de estudios de Sierra Mágina, núm. 3. Colectivo de Investigadores de Sierra Mágina (CISMA). Carchelejo (Jaén), 1993, págs. 87-103.

 

 

            Pocos lugares tienen para los pegalajeños una significación tan profunda e íntima como el monte de Bercho, por muchas razones. Entre ellas, la de comprender su extensión una zona amplia de sierra, que tradicionalmente ha servido de pasto para una importante cabaña ganadera, fuente de leña y carbón y lugar de caza.

            Es la zona más alejada del núcleo urbano dentro del término municipal. Históricamente ha estado delimitado por el Norte, Este y Sur por las alturas de Sierra Mágina, que forman los picos del Morrón, Mojón Blanco, Almadén, Púlpito y Atalaya, formando un profundo valle de inclinada pendiente con precipitados barrancos, como los del Buhoncillo, Toril, Borbotón, Goro, Álamo, etc., que drenan las aguas pluviales en el arroyo de Bercho; mientras que por el Oeste se encontraba la, hoy desaparecida, dehesa Boyal, finca ésta perteneciente a los propios de Pegalajar. En total eran unas 2.000 has., que suponían alrededor del 25 % del término municipal.

            Por su orografía, en el pasado secularmente ha sido una tierra destinada a ganadería y caza. Un lugar tradicionalmente deshabitado, si exceptuamos el período romano desde el último tercio del siglo I a los siglos IV o V; época de paz y de colonización que dio lugar al surgimiento de diferentes núcleos de población dispersos por toda la zona, como lo atestiguan las pequeñas necrópolis de Los Charcones, Batacazos, La Canteruela, Fuente del Albercón, Nogueruela, Llano de la Peñuela,..., correspondientes a una sociedad que tendría una base económica basada principalmente en la ganadería. Esta población de núcleos dispersos en la zona de Bercho se puede considerar una anécdota en el tiempo, pues pasada la época de "pax romana", desaparecieron estos núcleos, volviendo a recuperar el monte la soledad que anteriormente tuvo. La inseguridad reinante hizo que la población se refugiase en núcleos urbanos, quedando las zonas de montaña para el periódico pastoreo y como lugar de refugio de proscritos, por lo que la naturaleza volvió a recuperar el espacio que las villas romanas abrieron en Bercho.

            De época romana puede también proceder su toponimia, en relación con la población de Cambil, ya que a través de Bercho pasaba el antiguo camino hacia esta población, que cruzaba el puerto de la Atalaya o de Villanueva. En aquella época, en el término de Cambil se ubicaba la ciudad romana de Vergilia. También se conserva en otros lugares del término de esta Cambil el topónimo "Bercho", como el cortijo y el puerto de Bercho (Vergio), lugar este último donde nace el arroyo Arbuniel[1], idéntico al del paraje montañoso del término de Pegalajar. Otra posible identificación podría ser con el nombre de Belcho, correspondiente a una planta de las familias de las efedráceas, de 0,50 a 1 metro de altura, que vive principalmente en los arenales, y de la que se obtiene la efedrina, de efectos parecidos a los de la adrenalina.

            La situación de frontera que correspondió a Sierra Mágina entre los siglos XIII y XV conservó esta situación de lugar virgen, despoblado. Por aquél entonces, las sierras de Jaén tenían una fauna rica y algunas de ellas una importante vegetación. La Crónica de Condestable nos habla de jabalíes, lobos, ciervos y osos, de cacerías, de vegetación cerrada en algunos lugares[2],... Desde la conquista de Pegalajar en 1244, el monte de Bercho fue tierra realenga. A pesar de pertenecer al rey y no a ser tierra de propios, los vecinos de Pegalajar solían obtener leña y carbón de esta zona para su uso; también posiblemente los vecinos utilizasen sus pastos bajo alquiler.

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            De la eminente función ganadera aún quedan referencias en la toponimia de la zona y en lugares hoy destinados a agricultura, tales como las majadas Ampona, Yeguas, Barrios, del Sol, etc. Esta situación permaneció inalterable hasta 1646, fecha en que el pueblo de Pegalajar decidió comprar la finca al rey e incluirla dentro de sus propios.

            El porqué de esta venta real está directamente relacionado con la bancarrota de la Hacienda española en el transcurso del reinado de Felipe IV. Las rentas recaudadas por Hacienda se dedicaban exclusivamente a satisfacer los gastos de la casa real, la alta burocracia, la deuda pública y, sobre todo, los gastos militares. Para atender estos últimos gastos, provocados por la política guerrera del Conde‑Duque de Olivares, se crearon nuevos impuestos, como el papel sellado, la emisión de juros con adquisición obligatoria para todas las personas con medios económicos, y se buscaron otros recursos adicionales, como las ventas de pueblos y tierras de realengo, cargos y oficios públicos, petición de donativos, alteraciones de la moneda, etc. Medidas que no consiguieron los fines apetecidos. El Conde‑Duque de Olivares fue destituido por su fracasada política en la guerra de Separación de Cataluña, el conflicto en Portugal y la conspiración de los nobles andaluces, encabezados por el duque de Medina Sidonia.

            El estado del ejército de Cataluña, donde en 1646 continuaba la "guerra de dels Segadors", necesitaba subvenciones para la campaña de este año, por lo que la mayor parte de las ciudades con voto en Cortes prestó su consentimiento para que, aparte de los impuestos, se pudiesen recaudar ciento y cincuenta mil ducados en los obispados de Toledo, Sevilla, Granada, Córdoba, Jaén y Cartagena —correspondiéndole al obispado de Jaén veinte y cinco mil ducados— a cambio de la compra de tierras baldías realengas para pasto o labor.

            El encargado de la misión del rey en la provincia de Jaén era Gregorio Antonio de Chaves y Mendoza, miembro del Consejo Real y oidor de la Real Chancillería de Valladolid, que se encontraba en Úbeda cuando el 22 de enero de 1646 se realizó la escritura de venta de las tierras realengas del monte de Bercho, Carretón y Puerto Seslín al Concejo, Justicia y Regimiento de la villa de Pegalajar, en cuyo nombre compareció Marcos Ruiz de las Vacas, regidor de esta villa.

            El Concejo de Pegalajar que concedió poder de representación, fechado el 14 de enero de 1646, a Marcos Ruiz de las Vacas estaba compuesto por Juan de Cabanillas Maldonado y Francisco López Vacas, alcaldes ordinarios; Miguel de Valenzuela, alcalde provisional de la Santa Hermandad; Pedro García Zamorano, Alonso de Morales, Juan de Liébana y Pedro Aranda Contreras, regidores perpetuos. La razón principal de esta compra estaba en que ciertos vecinos de la villa de Cambil y Alhabar habían comprado en el término de Pegalajar algunas tierras y monte en el sitio de Seslín y otras partes, encargándole:

 

            "... conferir esta materia y las demás que convengan cerca de la dicha venta y composición de tierras valdías y monte y componerse con su Majestad y dicho señor juez en su nombre y pujar todas las tierras y montes que ovieren comprado los dichos vecinos vecinos de Cambil y Alhavar y otras qualesquier personas en la cantidad o cantidades de maravedíes que más bien vuestro le fuere y ansi mismo comprar todo el monte de pinos y encinas y demás árboles del sitio de Bercho y demás tierras realengas...".

 

            Se le otorgó facultad de "hacer y disponer a su voluntad con las calidades y condiciones siguientes:

 

            "‑ Que puedan vender toda la leña del dicho monte de Bercho a qualesquier personas y en propiedad.

            ‑ Ansí mismo vender todo el dicho sitio en propiedad a vecinos desta villa que lo hayan sido de diez años a esta parte y los tales vecinos lo que ansí compraren lo puedan vender a otros tales vecinos del mismo tipo y no a forastero alguno.

            ‑ Que si algunas personas o concejos pujaren en todo o en parte an de ser obligados antes que se les admita la tal puja a pagar por este concejo y sus vecinos todos lod maravedíes que debe a su majestad. Ansí de reales servicios, donativos...

            ‑ Con condición que su Majestad se a servido de darle a este concejo título de venta real con inyvición y prohibición del pasto común atento los demás concejos... para que más bien se pueda pagar a su Majestad los maravedís en que así asentare y comprare las dichas dehesas y monte, pueda repartir este concejo entre sus vecinos todos los maravedís a que el dicho Marco Ruiz de las Vacas nos obligase y satisfacerlos a los dichos vecinos por suertes y partes de las dichas dehesas y montes vendiéndoselo a los dichos vecinos para satisfacerlos de lo que así pagaren y se les repartiere..."

 

            Finalmente se acordó la compra de:

 

            ‑ 124 fanegas y media (78 has.) de "tierras y monte" en el término de Pegalajar, "en el pago de la hoya del Carretón y Puerto Seslín", que lindaban con tierras baldías de realengo. Se midieron y amojonaron por orden de Pedro de Bustamante, vecino de Cambil, por encargo de Gregorio Antonio de Chaves, comisionado real para venta de estas tierras en el obispado de Jaén. Tierras que se tasaron con el monte alto y bajo en 3.046 reales.

            ‑ "un pedazo de tierra y monte por romper que llaman el pago de Bercho", también dentro del término, que se extendía "desde la dehesa Boyal del dicho concejo alindando con el término de las villas de Cambil, villa de Torres y villa de La Mancha"[3].

            El precio de todos los baldíos comprados ascendía a 800 ducados de vellón o 300.000 maravedíes, que fueron dados "por juro de heredad para agora y para siempre jamás a la dicha villa de Pegalajar para sus propios y caudal dellos... Y como dueño della la pueda romper, labrar, panificar o arrendar a pastos y yerba, cortar el monte alto, vender la hoja, podarlo para leña o carbón u otro ministerio... a voluntad del dicho concejo como administrador de los derechos propios".

            Los 800 ducados se dividieron en varios plazos de cobranza: el primero, de 150 ducados, debía de hacerse efectivo el último día de febrero de 1646; el segundo, también de 150 ducados, el último día de marzo del mismo año, "puestos y pagados en la ciudad de Úbeda, en poder del depositario general della"; el tercero, de 250 ducados, el último día de agosto del mismo año; y el cuarto, de otros 250 ducados, el último día de agosto de 1647, "puestos y pagados en la ciudad de Jaén en poder del depositario general della". Todo ello más 600 maravedís de salario que debía recibir el ejecutor que fuese a la cobranza por cada día que "se ocupare en la ida, estada y vuelta hasta la real paga"; además del ocho por ciento por el tiempo que se dilatasen las pagas tras cumplidos los plazos.

            Para conseguir el dinero el concejo tenía la facultad de poder vender a cualquier persona y por el precio que se concertase la cantidad que le pareciere de dichas tierras y monte, así como poder repartir entre los vecinos el total de dinero que suponían los plazos, vendiéndoles de dichas tierras la cantidad a que equivaliere el repartimiento o satisfaciéndoles con los productos de estos baldíos[4].

            El concejo trató de buscar fiadores para las tierras, el monte y la leña de Bercho, sin encontrarlos, por lo que el primer plazo se cumplió y se mandaron ejecutores a su cobranza. Entonces el concejo, utilizando la facultad que tenía, mandó repartir el 27 de marzo de 1646 los 800 ducados a los vecinos de la villa para que los pagasen en tres pagas iguales, "con atención a los aprovechamientos que cada vecino tiene del dicho monte"[5]. Pero no se pudieron cobrar "por las necesidades generales", seguramente un eufemismo referente a la pésima situación socioeconómica de la población.

            Mientras tanto, tras haberse cumplido los dos primeros plazos, las costas y salarios de atrasos iban acumulando la deuda. Más aún cuando, con un salario de 600 maravedís por cada día, se estaba ocupando de la cobranza Juan de la Peña, vecino de Baza, lugar éste en el que el comisionado real, Gregorio A. de Chaves, había librado los 300 ducados de plazo ya cumplidos a cuenta del pago de ciertos caballos que le fueron vendidos para los reales ejércitos. El concejo, para que de la dilación en el pago no se siguieran mayores daños y en vista de las necesidades comunes, pidió a los vecinos "de imposibles posibles" para pagar los plazos cumplidos "y quedar en su quieta y pacífica posesión con dichas tierra y montes que ser despojados de sus aprovechamientos perpetuos".

            Para la cobranza de estos 300 ducados estaban encargados por orden del concejo Juan de Mora en el barrio de la Plaza y Miguel Ruiz Zamorano en el de Santa María. Y para los 500 ducados restantes que se habían de cobrar nombraron a Jacinto de Valenzuela. Las cantidades a pagar por cada vecino variaban de 15 a 132 reales, siendo la moda 33 y la media 43. Al 73 % de los vecinos le correspondía pagar menos de 50 reales, el 24 % de 50 a 100 y sólo el 3 % entre 100 y 150 reales[6].

            A partir de entonces, el monte Bercho pasó a pertenecer a los propios municipales, pasando a denominarse dehesa de Bercho, continuando su aprovechamiento como fuente de leña y carbón para los vecinos y arrendándose sus pastos y frutos. Poco a poco, comenzaron a roturarse algunas tierras, las más fértiles; de tal forma que un siglo después, en 1752, ya aparecen roturadas 100 fanegas de tierra (62,62 has.), las cuales se consideraban de tercera calidad. La dehesa del Carretón continuaba toda ella dedicada a pasto, que junto la limítrofe del Cuchillejo, sumaban 300 fanegas (187.86 has.)[7].

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