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sábado, 25 de abril de 2020

DIEGO LÓPEZ Y ANA FERNÁNDEZ DE LA REINA, DOS DEVOTOS ALCALAÍNOS DE LA VIRGEN DE LA CABEZA ANTES DE LA FUNDACIÓN DE LA COFRADÍAHOY, COMIENZA LA ROMERÍA 2020 EN ALCALÁ LA REAL. ARTICULO DE ESTE AÑO. LOS PRIMEROS DEVOTOS. AMPLIADO






         Siempre ha sido un debate entre los investigadores la fecha de la fundación de la cofradía alcalaína de Nuestra Señora de la Cabeza. Entre 1555, que propugnaba el padre trinitario Arturo Curiel, y la oficial de 1560, refrendada por la declaración del hermano mayor de 1568 ante el corregidor de Alcalá la Real, pero nunca se había comentado la instauración de la devoción en nuestra tierra. 
Y la hubo. Sirvan de ejemplo varios documentos en forma de testamento. El primero adelanta el culto a 1542 lo realiza Diego Martínez de Pareja, el segundo de Ana Fernández de Reina. 
Diego era  un padre de familia que se vio obligado a acudir a la Jornada de Guerra de África con las milicias locales en 19 de diciembre de 1542 este año; y, tras el desastre de Árgel que las tropas otomanas habían infringido al emperador Carlos V, no sabía lo que le podía ocurrirle como le aconteció a Cervantes, caer cautivo o morir en la guerra o cautiverio. Por eso levanta el testamento para exponer sus últimas voluntades. Y entre las tradicionales mandas, deja varias por su alma, almas del Purgatorio y su padre Andrés Martínez de Pareja. Y dos especialmente rezadas en la Iglesia Mayor dedicadas a Nuestra Señora de la Cabeza, para ruegue ante Dios e interceda para que le perdone sus pecados. Como hombre del mundo del campo y ganadero, se ve inmerso en ventas de animales de cargas ( mulos y asnos) y pieles de animales y contrayendo varios censos o préstamos familiares con Francisco de Góngora junto con su madre Catalina  García y su hermano Marcos Hernández
El segundo documento  es el testamento de Ana Fernández de Reina, hija de Diego Hernández del Rey, casada con Pedro González con dos hijos Magdalena y Alonso González, que levantó ante el escribano Francisco Ordóñez  el 14 de mayo de 1548. Suele presentar los típicos datos, en este caso, del enterramiento de una sepultura en la Iglesia de Santo Domingo de Silos, donde estaban enterrados sus abuelos y padres. También, las mandas de misa de réquiem y vigilia y acompañamiento de beneficiados y cera y pendón de la cofradía de Santa Ana, de la que era hermana, en su entierro; otro novenario de misas, la de San Agustín, el quinario a Nuestra Señora, por almas del purgatorio, y otras de Espíritu Santo en el templo de Santo Domingo de Silos, pero manifiesta que fueran rezadas.  No olvida tampoco los cuatro maravedíes para los santuarios acostumbrados como era el de Jerusalén, y por el rescate de los Cautivos, ni un regalo para su hija Magdalena, que versaba en todas las piezas de diversos colores (de seda azul, amarillo, colorado…) de un dormitorio y de un comedor con sus sabanas y atavíos; tampoco lo hace con su prima hermana  que la había mantenido en su casa como personal de servicio y recomienda a su marido que le pague por su trabajo.  
Y hay dos notas destacadas, también dos misas rezadas por su devoción a Nuestra Señora de Cabeza, con lo que adelanta en siete años los datos sobre la práctica y culto por esta advocación mariana. Y lo dice con estas palabras “ las quales mando que se digan el domingo postrero de Abril, primero venidero quando van a su fiesta; y, si antes se pudiera decir, de diga y se le dé la limosna para la cera que se gasta en su capilla un cirio de una libra; mando que las dichas misas se digan en su propia casa donde está”.
El documento tercero es el testamento de Catalina Martínez, mujer de Diego Ibáñez que comparte con Ana Fernández la fecha 5 de agosto  de 1548, y la dedicación de dos misas a Nuestra Señora de la Cabeza  y a Nuestra Señora de Consolación (Escribano Luis de Cáceres).

CONCLUSIÓN
La devoción de la Virgen de la Cabeza ya tenía antecedentes antes que se fundara la cofradía, y a ella ya acudían los devotos alcalaínos, y lo celebraban, como ahora, el último Domingo de Abril y lo curioso que todavía nos e había fundado el templo sino en la Casa del Santuario, como manifiesta el santuario, donde acudían los romeros y hacían ofrendas, en este  caso los cirios, al mismo tiempo que se reservaban unas misas por las almas de los difuntos.  









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