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sábado, 7 de junio de 2025

RELATOS. CUENTOS Y LEYENDAS. DESDE LOS MIRADORES DE LAS CRUCES. LA CRUZ DE LOS MOROS.

 

LA CRUZ DE LOS  MOROS

     

         La selva del madroñal

 

         Antes de que, en el reinado de  los Reyes Católicos, estos  permitieran bajarse al llano a los vecinos de Alcalá la Real, se llamaba esta parte del pueblo la Selva de Madroñal, por estar cubierta de robles y de madroños. Más tarde, se confundió llamó Cerro de los Palacios este sitio , donde se levantaban las Torres Bermejas y la zona de la Viñuela ( nombre que  se mantuvo durante muchos años). No es de extrañar el Corral del Concejo, la  Corredera y el Tiro de Barra aluderan a un tiempo en el que se mantenían las prácticas caballerescas de un pasado de frontera.  Luego,  en el siglo XVI, se  levantó un  Vía Crucis-cruz estacional y oratorio-, y este barrio o arrabal se denominó del Calvario o Cruces. 

A finales del siglo XVIII, se abandonaron muchos barrios cercanos a la Mota, trasladaron muchos edificios públicos a la nueva ciudad en torno a la calle Real y  Rosario. Los conventos y las nuevas iglesias  formaban nuevos barrios: la Veracruz y Consolación y Llanillo.  El perímetro de la ciudad se fue cerrando por los aledaños  del cerro de los Llanos, delimitándose con el Corral del Concejo,  el pilar de Mari Ramos ( hoy desparecido, cercano al Pilar de las Tórtolas) y la cruz de los Moros, los cuales comienzan a ser nuevos testigos de la nueva ciudad, abriéndose la calle Fuente Nueva Nueva. Cuando en 1680 los regidores se dan cuenta de la necesidad de trasladar la cárcel pública de la Mota a la Tejuela, la situación era más que lamentable en la fortaleza de la Mota: “ no abía quedado en ella más de tres cassas y que las abitan dos caballeros biudos y un lego capellán y la cárcel y estaba amenazando todo la ruina”.

 



 

 

 

 

 

 

LA CRUZ DE LOS MOROS, PUERTA  PARA LA PESTE  DE LACIUDAD

                             Con motivo de  la peste de 1682

(Esta puerta es llamada por algunos la Cruz de los Valencias, pero si nos remontamos a tiempos anteriores se denominaba Cruz de los Moros. e incluso, de los Mozos en años anteriores )


 

Una de las más importantes epidemias que influyeron en la comarca, concretamente en la villa del Castillo de Locubín, fue la peste que se extendió desde Cartagena desde el año 1676. En la comarca, al principio, afectó en el gran desembolso económico que suponía los preparativos, prevenciones y colaboraciones con otras ciudades, y, la villa sufrió los efectos mortales en  1682, que tuvo una gran trascendencia en la vida económica de la comarca.






Hubo necesidad de solicitar nuevas roturaciones de tierras para afrontar todos los gastos que se produjeron relacionados con la peste y otros muchos que se pueden concretar en la reedificación de casas y murallas, las malas cosechas de años anteriores, la baja de la moneda,  y el pago de los cuarenta guardas diarios que suponían cuatrocientos ducados para lo que se vendieron 100 fanegas de trigo

 

La ciudad de Alcalá la Real que tuvo que hacerse cargo de toda la administración sufrió una crisis especial al tener que afrontar las prevenciones y la incidencia de la  peste, sobre todo, en la villa del Castillo de Locubín, que en el camino hacia Granada tenía dificultades de control del camino de  los forasteros en sus Alamedas como ya previno el prior de los capuchinos en 1680


A finales de este año, parece ser que los arrieros que comerciaban el pescado con Alcalá y el trigo alcalaíno en Málaga trajeron nuevas noticias de su contagio en muchas zonas, entre las que destacaban la capital y la Ajarquía. A esto se añadió la situación financiera embarazosa de retrasos en los pagos y la morosidad de muchos labradores, sobre todo, en los impuestos de millones y rentas reales, que se quejaban ante la ciudad de las medidas de los receptores, como aconteció a finales del año 1678. Los gastos de veinte guardas a caballo y de las puertas de los Álamos, Tejuela y san Bartolomé, recaían en vecinos y trabajadores elegidos a suerte sobrepasando los 550 reales diarios, con el fin de impedir la llegada de vecinos de Málaga y obligar a los transeúntes a la correspondiente cuarentena.

La economía se resentía porque tan sólo se permitía a los agricultores ir al campo a través del Barranco de Millán( final de la calle Fuente Nueva)  y la Cruz de los Moros o quedarse en los cortijos, prohibiendo cualquier tipo de comercio. Tan sólo, los molineros y los abastecedores de hortalizas tenían esta única salida y entrada para comunicarse con la ciudad. La situación se hizo bastante tensa hasta el punto que hubo que  encarcelar a algunos labradores que no podían soportar tantos días de inactividad y el propio corregidor propuso que se les concedieran tres reales por cada noche de guarda que realizaba para poder sustentar a sus familias. A las circunstancias de la peste se unía la carestía del pan, acudiendo al Duque de Sesa que les conseguía salvar la situación con el envío de 600 fanegas desde Baena.   

 

A pesar del cerco de la ciudad y del Castillo de Locubín, y, tras haber adoptado medidas oportunas en los cortijos y caserías, habiendo avanzado su contagio a los pueblos cercanos de Íllora  por la parte de Granada, a Lucena y Priego por Córdoba y por el norte a Torredonjimeno y Alcaudete en la provincia de Jaén, también afectó a la comarca, particularmente al Castillo de Locubín en el 1682. Para ello de nuevo se cerraron las puertas, se puso una aduana a media legua de la ciudad y se prohibió el comercio y la salida de sus habitantes, tan sólo se permitió la entrada para los hombres del campo por las puertas de los Álamos y Tejuela mediante registro de dos caballeros y en el portillo del Cambrón a través del Postigo. Tampoco sirvieron las medidas de restricciones a mesoneros, bodegueros y taberneros impidiendo el alojamiento de personas sin licencia,  ni el que las boticas dispusieran de las medicinas necesarias, sobre todo la trinca de Toledo, el control sanitario de las personas viajeras, los 60 guardas de día y de noche ni la comisión especial para asuntos de urgencia, constituida por varios regidores y jurados y el corregidor, ni los registros ni la prohibición de ventas y comercio de ropa, lienzos, paños ni especería.

La población de los doscientos cincuenta cortijos  también se vio afectada con medidas de alojamiento de mujeres y niños en Alcalá y control exhaustivo de los hombres que tan sólo se les permitía ira a trabajar o, a lo más residir en los cortijos durante el contagio, recibiendo el alimento necesario en las puertas de la ciudad para impedir que metieran  el trigo y la cebada entre las ropas. Se impidió que la población lavara la ropa en el lavadero de la Fuente Rey, levantándose el de Mari Ramos.  El comercio se cerró con Motril, Antequera y algunas ciudades de Málaga contagiadas; tan sólo se permitió el abastecimiento con los campos cercanos a través de las puertas de Cambrón y Cruz de Los Moros. Incluso, algunas medidas llegaron a ser trágicas como la demolición de las casas y albergues de Frailes y el alojamiento de sus vecinos a Alcalá por la primavera de 1680:

“no salgan del término por no estar cercadas dichas casas y es contingente que reciban en dichas algún forastero que benga de parte contagiosa y que participe  con lo que residen en dichas Casas de Frailes a los vecinos de esta dicha ciudad por tener en ella libre entrada”

En el Castillo, en el año 1680, había avisos de que los forasteros, que corrían por las alamedas, pudieran estar afectados y de que el ganado caprino se veía afectado por una peste de zangarriana.

 

Aunque se aplicaron en el año 1680  dichas medidas y la proliferación de  grandes rogativas dedicadas a la patrona santa Ana, Virgen de las Mercedes, san Roque y san Sebastián, en el Castillo de Locubín, su alcalde  Sebastián Pérez de Aranda anunció en veinte de mayo de 1682 que la peste se había propagado en la villa en  donde se habían encargado dos regidores locales y los alcaldes ordinarios y también se había cercado.

El comisario de la peste don José de Narváez estaba ausente en su cortijo y hubo que nombrar nuevos comisarios. Pronto se tomaron las medidas sanitarias, médicas y hacendísticas, cerrando por completo las puertas y cercas de Alcalá mediante una aduana y unos 36 hombres de guarda y solicitando una provisión real de más de tres mil ducados para afrontar los gastos. Afectó a más de noventa y cuatro casas, ciento cincuenta personas tuvieron que curarse de cuarentena, y murieron unas ciento diez personas. El comercio quedó completamente paralizado y no se permitió la salida al trabajado en la villa del Castillo. Como la villa estaba desabastecida de Hospital y servicios médicos, se invirtieron cuatro mil ducados en un hospital en las Almenillas, servicios médicos, farmacéuticos y cuatro franceses para quemar los enseres de los afectados. Además durante los meses de mayo hasta parte de agosto debieron vivir de las limosnas la mayor parte de la población, y, sobre todo, la parte jornalera. El efecto de la peste fue enorme simplemente la quema de todo tipo de enseres, la pérdida de cosechas, la ausencia de comercio y el abandono de los campos supusieron unas pérdidas de treinta tres mil reales para aquella villa, a lo que había que añadir los cuatro mil ducados invertidos por la ciudad de Alcalá la Real y la limosnas de los vecinos para alimentarlos durante este período. Se vieron afectadas noventa y cuatro familias en los que ellos llamaban estar picadas sus casas, murieron ciento diez personas, no se pudo comerciar y se perdieron muchos alquileres de casas, que alcanzaba la cifra catorce mil cien reales según la tasación de los albañiles del Castillo de Locubín.

La peste también influyó en el año 1680 en el abandono de los barrios altos de la ciudad, ante la imposibilidad de poner guardas en una gran extensión amurallada, debido a la pobreza y las malas cosechas, obligaron a los pocos vecinos del barrio de san Bartolomé

que todos son gente pobre y trabajadora se recojan y abriguen en el cuerpo de esta dicha ciudad y la de toda la cerca que ay desde la Puerta de Santiago hasta las casas de don Francisco Angulo y Peña Horadada.

También se produjo un fuerte movimiento migratorio y una pobreza que no podía ni corresponder con los servicios recaudatorios de la Corona hasta el punto que se había reducido el consumo de abastos un cuarto,  pues

 en el Castillo por epidemia murieron y se ausentaron muchos vecinos, se consumieron y quemaron muchos caudales y quedó tan aniquilada que pide se le perdone de todas las contribuciones  ... y los vecinos en la suma pobreza en que se hallaban como al presente lo están hasta la ruina fue motivo de que se fuesen a otros lugares, donde no tuviesen dicha gravosidad

La  calle Nueva, junto a la Cruz de los Moros, cerraba la parte suroriental de la ciudad en el año 1682.

La higiene de la ciudad dio también lugar a la de edificación de  un nuevo pilar en la zona distante del recinto amurallado en la zona del corral del Concejo cerca del nacimiento de agua de los Llanos, junto al pilar de Mari Ramos, obra de Manuel del Álamo con un presupuesto de 2400 reales, compuesto  de unos acueductos para conducir el agua, estanque, lavadero y caños y orlado con las armas de la ciudad. 

El final de la peste dejó otras huellas importantes, pues la baja de la moneda de molino de cuatro maravedís a uno y de ocho a dos, provocó situaciones de desabastecimiento de trigo. En 1681, se había trasladado una gran cantidad de moneda de molino a la Casa de Moneda para se fundida en vellón grueso. Sólo en arbitrios 1034 reales.

         No obstante se recompensó a la ciudad con una feria, que era tradicional entre los comarcanos, donde se  vendía, sobre todo, ganado y había entrado en litigio con la de Noalejo que se celebraba por las mismas fechas. La importancia económica de dicha  feria consistió en convertirla

 perpetua , desde el día doce hasta el veinte de septiembre de cada año, pagándose alcabalas y demás derechos reales de todo lo que no es franco y reservado más de  que por sí dicha Ciudad en virtud de privilegios estuviese excepta.

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