EL
SOLDADO MARTÍN JIMÉNEZ
Ante el escribano, 1570. Alonso Ramírez no se esperaba escribir un documento tan insospechado como el que le aconteció aquella mañana de agosto. Desde el mirador de la Mota, asomándose por la parte trasera de al tienda de escribanía, el día anterior había visto venir a la ciudad una caterva de personas, con triste atuendo de moriscos que parecían una prenda de un botín de guerra; venían escoltados por un jefe y varias escoltas de soldados, y caminaban arrastrando los pies y, a veces, el mismo cuerpo y asidos a las sogas de los soldados y los burros a los que los tenían atados. Corrían los trágicos momentos del final de la guerra del levantamiento morisco de las Alpujarras. El escribano recordó en su interior que laa Pragmática Sanción de Felipe II en 1567, limitando las libertades religiosas de los moriscos, provocó un levantamiento, principalmente en las Alpujarras. No hacía sino darle vueltas que, en los últimos momentos, se habían acrecentado el mercado de esclavos, los fugitivos por las Sierras y muchas caravanas de personas que se trasladaban hacia el interior, apartados del Reino de Granada. Comentaban que el ejército castellano no había podido sofocar aquella sublevación, cuando se encontraba al mando del Marqués de Mondéjar. Pero, desde que llegó don Juan de Austria como capitán general habían cambiado muchas las cosas, en 1570, año este, en que el levantamiento fue sofocado por don Juan de Austria al mando de un ejército regular traído de Italia y del Levante español. Hasta la llegada de las tropas de don Juan de Austria actuó la milicia local, en la que se integraba la compañía de don Diego Mejía, compuesta por 300 hombres, algunos de ellos de pueblos de la comarca de La Serena. Ante las deserciones que se producen, el 29 de abril de 1570, "el fiscal de Su Majestad de la Orden de Alcántara actúa contra Francisco Benítez, de Campanario, y contra Juan Ramírez, vecino de Villanueva de la Serena".
Un
vecino de Villanueva, Juan Alguacil, testigo en la causa, relata cómo el
capitán se encuentra por el camino, al regreso de una misión que le había
llevado a Órgiva, con otros desertores: "un hijo de Salvador Pérez que
se llama Juan Pérez y a Pedro Gómez y a Pedro Escobar y a dos hijos de Pedro
García que se llaman Juan y Alonso y a Martín Alonso Márquez, vecinos todos de
esta villa de Villanueva y ansí en el dicho camino vido que venían hasta esta
tierra Marcos Hernández y a Francisco Pérez.
Comentaba
aquella mañana la llegada de un capitán muy apuesto, que había encerrado a
todos los moriscos en el Hospital del Dulce Nombre de Jesús y de la Veracruz.
Pernoctaban hacinados para hacer una nueva etapa con dirección a Extremadura.
Pero,
muy de mañana subió a la fortaleza, y vivió este acontecimiento de un paisano suyo
ante el escribano.
Inesperadamente se topó con este soldado de la
guerra de las Alpujarras, que se sentía ufano de haber acudido a la guerra con
e l ilustrísimo capitán don Juan de Sande. Lo primero que hizo al entrar al
escritorio, fue decirles a los escribanos, soy soldado del capitán Juan de
Sande. Me tiene que servir usted con todos los honores. No soy un prófugo ni un…Pero,
al ver al oficial se salió y dijo:
-A sus órdenes, mi capitán.
El
escribano, sorprendido, le preguntó:
-Que le trae por estos altos.
-Un
simple papel de trueque de soldados, me llevan por la calle de la amargura,
entre cambios, deserciones…y fallecidos.
--Me
dice sus datos.
-Soy
el capitán Juan de Sande, de la ilustre casa de los señores de Valdefuentes,
oriundo de Galicia y, actualmente, vecino de Cáceres, donde ejerzo de regidor y
además me nombraron como capitán de una compañía de la ciudad.
-Ilustre
linaje, los Sande, me suena don Álvaro de Sande, sus batallas con Carlos I. Dicen
que su abuelo, el poderoso Sancho de Paredes Golfín, escribió al Emperador
Carlos I de España y V de Alemania, para que lo admitiera a su servicio. Estuvo
presente en numerosas batallas en Europa en la conquista de Luxemburgo, Epernay.
Aquí una mina le abrasó el cuerpo: pero no desistió en la carrera de las armas,
siguió dirigiendo la batalla desde la camilla donde esta postrado, conquistando
Augsburgo, Frankfort, Parma, Siena y
África, donde presenció el desastre de la isla de los Gelves. Cayó prisionero
de los turcos y fue llevado a Constantinopla, donde estuvo cinco años. Libre de
cautiverio, al haberse pagado un fuerte rescate, volvió a guerrear contra los
turcos como Maestre de Campo General, consiguiendo liberar la Isla de Malta.
Llego a ser Gobernador y Capitán General de Milán en 1571, Felipe II le
concedió el marquesado milanés de la Piovera y sus descendientes cambiaron el
titulo por el español de marqueses de Valdefuentes.
-Soy hijo de su hermano Pedro, el que heredó el título-el cuarto señor
de Valdehondo-, pero pasó a manos de su hermano y engrandecido con el de
Piovera y señor de Vladehondo.
-Sí
no me equivoco, su divisa y escudo un águila en vuelo orlada de banderas y
estandartes.
-Claro
que sí.
-Mi
madre no dude este que también es de alta alcurnia. Doña Aldonza de Torres,
hija de García Fernández de Vargas y Marina Paredes.
-Pero,
a que viene usted mi capitán, me basta con su presencia y sus titulaciones de capitán.
-Sí,
capitán en esta guerra contra los moriscos, por tierras de Almería. He traído
una partida de moriscos para venderlos en los mercados de fuera del reino de
Granada. Algunos los llevaré al mercado extremeño de Cáceres y otros nos los
reservaremos como botín de guerra.
-Cuando
quiera iniciamos los contratos de compraventa, no tiene más que buscarme a los
comparadores, ahí en la plaza abundan los regatones y los mercaderes.
-No
ni mucho menos, este no es el motivo de mi visita.
-Entonces,
¿en qué le puede complacer?
-
Un poder notarial.
-Que
no, que no, es un trueque…
-Un
cambio de alguna moneda, con esto de la inflación…
-Tampoco,
no es un asunto ajeno a mi persona. Un soldado.
-Sí
ese que me espera en la puerta.
Martín Jiménez hablaba con el alguacil menor
a la puerta de aquella torre, en el soportal de un cuerpo recién construido. Le
comentaba que había estado recorriendo los campos de Almería, allá por tierras
de Cadiar y la alpujarra almeriense., su anterior su oficio de vaquero, que le
servía de apellido. Y, en medio de la conversación le desveló que tuvo que
venirse a la guerra en una de las levas que hicieron para la guerra y
encuadrado a las órdenes del capitán Sande. Le mostraba su arcabuz, su frasco,
su rodela y sus prendas de vestir de la guerra algo deterioradas. Pero, mantenía asidas con mucha fuerza las
armas porque no se fiaba que algún rufián pasara por la plaza y se las quitara.
Era una orden tajante que debía cumplir de su capitán. Junto a él se encontraba
Juan Zamorano, otro joven cacereño que había quedado de reserva de leva de la
ciudad extremeña, y había acudido a la cita notarial de la ciudad de la Mota
por una misiva que le envió el capitán Sande. Un poco aturdido de la situación,
no sabía lo que le esperaba si acompañar a la comitiva hasta Cáceres o volver
con el capitán a la guerra. Los dos andaba en una densa conversación
contemplando el trasiego comercial de aquella plaza alta de la Mota, rodeada de
casas y tiendas de la ciudad y particulares, un hospital (que algunos
denominaban de los Monteses), las Casas de Cabildo y una Iglesia, la Mayor,
alzándose en torno a una anterior de estilo gótico y con un bello claustro
adosado a las Casas de Cabildo. Se oían las voces de los mercaderes portugueses
que vendían telas, hilillos y prendas de Portugal en las tiendas debajo de los
escritorios, junto a la casa del corregidor. Salían los vecinos con sus varas
de tela de tiradizo, de tafetán, lino y estopa. Los había que compraban
especies y productos de comida en la plaza.
Salió el escribiente del notario Alonso
Ramírez_
-Martín Jiménez Vaquero.
-Servidor.
-Juan Zamorano, servidor.
-Entren, entren en la escribanía.
Alonso Ramírez abrió el legajo y, como
muestra de notoriedad, se puso manos a la obra con su pluma.
Comenzó escribiendo: “En la ciudad de
Alcalá la Real, llave, guarda e defendimiento de los Reinos de Castilla y León,
a 2 de junio de 1570, … de pronto interrumpió la escritura del
documento.
-¿Quien
se obliga en este caso? ¿
-El
soldado Martín Jiménez, natural de Cáceres y estante en esta ciudad.
Pero, entró el capitán y cambió de
aspecto. -
Le
entregó las armas a su colega y se obligó a no desertar y a volver a la guerra.
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