Archivo del blog

domingo, 19 de febrero de 2023

HOY, PARAÍSO DE LA SIERRA SUR. EN EL JAÉN









EL PARAISO DE LA SIERRA SUR.

Si hay una comarca de la provincia de Jaén, en la que confluyan más rutas de diversa índole, la Sierra Sur de Jaén ocupa un lugar preeminente. Nos podemos remontar hasta las antiguas vías púnicas y romanas para poder comentar el origen de estos pueblos. Como tierra de frontera entre el reino de Castilla y Granada  perviven sus testigos militares y sus caminos de entrada y campo de batalla entre musulmanes y cristianos. Con Carlos I podemos enlazar desde Europa hasta Granada pasando por Alcalá la Real como ruta carolina o la huella urbanística de su tiempo den Villares y Valdepeñas. El mundo del olivo se introduce con el itinerario de municipios que se titulan con este proyecto de patrimonio de la Humanidad. San Juan de la Cruz dejó sus huellas por el camino de la Corte que enlaza las ciudades de la Mota y Alcaudete. Caminos de Pasión nos adentra en una singularidad que nos remonta a un modo de entender la Semana Santa con los pasos vivientes. Ciudades Medias lo enlaza con otras ciudades de Andalucía. Castillos y Batallas se manifiesta en una gran cantidad de atalayas y fortalezas que se remontan al tiempo de los primeros pasos de los árabes por la Península. Entre la modernidad y el carácter ancestral, nos podemos acercar a lugares del santerismo en las montañas de Frailes o Sierra del Camello

 

            Entre sierras y valles de la Subbética, donde recorren arroyos y ríos que desembocan al Genil y Guadajoz, nacieron variaras ciudades que testimonian la huella del urbanismo renacentista de tiempos de Carlos V . Desde la capital del Santo Reino, nos podemos acercar a los Villares, donde podemos constatar un pueblo que nace en la primera mitad del siglo XVI, como una pequeña aldea creada para repoblar y roturar la Sierra de Jaén. Su traza reproduce la forma de antiguos campamentos militares romanos,  entre viales fijados por la cardo y decumana. Los mismo que  Juan de Reolid, llevó a cabo de las nuevas poblaciones de Campillo de Arenas, Mancha Real o Valdepeñas, que, junto a Los Villares, deben su creación al proyecto repoblador de la sierra de Jaén, de Juana I de Castilla, de 8 de marzo de 1508, y cuya ejecución tiene lugar a partir de 1539 durante el reinado de su hijo Carlos I. Los Villares eligieron el lugar de los Majanos para la nueva población, que, al estar situado en un cerro entre los ríos Eliche y Río Frío, los planos de Juan de Reolid, debieron adaptarse a la orografía.  Junto con la huella renacentista de la Iglesia de San Juan Bautista,  o la visita al palacio de  Vizconde  y  el ayuntamiento no puede olvidarse  subir   al puerto de la Hoya  a través del área de recreo de Riofrio, un paraje que conecta con la ruta de los Barrancos de la Hoya. La Pandera en medio de un lugar donde abundan los manantiales  y un lugar que nos invita a un entorno singular  y de gran belleza para contemplar el Quebrajano.

               Desde los Villares el camino nos conduce a Valdepeñas, los monfíes, los bandoleros, la gente de la Sierra, los caballeros de los montes, los maquis y los romeros de los santuarios de Chircales, Moclín o el reciente de la Hoya del Salograr,  escribieron sus páginas de intrahistoria  recorriendo caminos inhóspitos, coronando cumbres superiores a los mil metros, que entre surcan  barrancos y torrentes, donde se guardan valiosos ecosistemas naturales y paisajes serranos, de recientes cerezos, viñedos de antaño  y huertas mimadas por la mano de los hortelanos que aprendieron la ingeniería del agua entre canales, caz,  presas y puentes. Se puede encontrar , entre olivares, el  bosque mediterráneo autóctono,  con el protagonismo de la encina, el quejigo, el enebro y el tejo, sin impedir la introducción de los avances técnicos de las energías eólicas de  las Sierras del Trigo el Paredón .

Valdepeñas de Jaén es un sitio privilegiado  de la naturaleza  entre la famosa Sierra de la Pandera y  la de Alta Coloma, con simas gigantesca, y quejigos y encinas centenarias y picos de los de mayor altura de la Sierra Sur.  Se hace imprescindible la visita a los parajes de Las Chorreras y el Cañón de Pitillos. Su urbanismo marcado por las directrices a lo romano de Vitrubio invita a la visita de la iglesia renacentista de Santiago Apóstol  y  su tradición molinera tiene su mejor testigo en el bien conservado molino y museo de Santa Ana. La Sierra Sur tuvo siempre como un santuario para sus gentes la ermita de Santo Cristo de Chircales, alejada del pueblo y, tras pasar, por bellos parajes de huertas trabajadas con gran mimo por los hortelanos valdepeñero.

 

Alcalá la Real, enclave estratégico fundamental para expediciones bélicas o mercantiles, ha sido  un lugar propicio, desde tiempos remotos, en el origen y desarrollo  los temas de los romances. Ser “llave, guarda y defendimiento de los reinos de Castilla”, y “puerta del reino de Granada”, como se ha  mencionado en muchos documentos, daba lugar a distintas y variadas pugnas fronterizas, que después el trovero y el juglar de turno, difundían en otros lugares, para ganarse el favor de sus señores. La fortaleza  de la Mota ofrece el crisol de sus culturas; desde las cuevas argárica hasta la iglesia Mayor abacial pasando por la Cárcel Real de estilo mudéjar y el castillo de los Banu Saîd. El caso histórico ofrece una nueva ciudad entre los cerros de las Cruces y la Mota, donde se jalonan edificios civiles neoclásicos como el Ayuntamiento y el Palacio Abacial, y religiosos como  las iglesias de Consolación, San Juan  y Angustias o neoclásicos como San Antón. El historicismo ecléctico  dejó su huella en su arteria principal del Llanillo de la mano de Manuel López Ramírez, Granados Domingo Sánchez Velasco y Cándido García.  

Alcalá la Real está rodeada de una corona de estrellas aldeanas, donde lucen las atalayas . Se remontan a diversos periodos de la historia desde un villar romano o una alquería árabe o a la roturación y repartimiento de tierras de reinados anteriores. Las Grajeras ofrece un aspecto diseminado entre barrancales y las salinas, la ermita de San José, y los cortijos blancos en medio de extensos olivares. La ruta molinera del Velillos  abastecía con su pan a la ciudad de Alcalá la Real y, en torno al cauce del río, que por aquí se denomina Frailes, surgieron varios núcleos. El primero, cercano al Cepero, se alza Frailes, que canta con sus aguas los antiguos baños, y , en trámite, de renacer en su uso,  paraje singular entre los barrios del Bahondillo , la Iglesia de Santa Lucía, Nacimiento y Almaguer; las aguas recuerdan los antiguos batanes, molinos  de pan moler y de aceite y se cruzan por diversos puentes que conducen a tierras de la Hoya del Salograr. No pudieron recibir mejor nombre las dos aldeas alcalaínas de las Riberas. La Alta, lindando con el asentamiento del oppidum iberorromano de la Mesa, su ermita de san Juan Bautista remonta a tiempos carolinos  en los que los colonos comenzaron a levantar capillas junto a los cortijos de los labradores e hidalgos rentistas. Sus vegas son un elixir del cultivo artesano que mima los productos con el agua controlada. Por su parte, la Ribera Baja mantiene algunos testigos  de la industria molinera con un molino cercano a los dominios del Cerrato y otros transformados en viviendas de turismo rural en un paraje histórico y de gran belleza, que recuerda los parajes de Huéscar, donde se cantaba el romance de Caballeros de Alcalá, peones de Colomera. La ermita de San Jerónimo es un testigo de construcción andaluza religiosa.

Castillo de Locubín , a los pies del cerro de la Nava y regado por el río San Juan, canta al agua  desde tiempo inmemorial. En la parte alta, la Villeta conserva algunos paramentos de su pasado árabe; pero, la iglesia de San Pedro, expone el sello renacentista de Juan de Aranda Salazar y de su tío Ginés Martínez de Aranda. Las ermitas de Jesús Nazareno y de San Antón recogen los restos de esta arquitectura andaluza y religiosa de tiempos de la Ilustración. A l río hay que bajar y disfrutar de su nacimiento, sus huertas, sus presas de Nogueral y Moño, su puente, el barrio de Triana, el Batán y los testigos de una zona molinera de pan comer, aceite  y papel.  En sus sierras, montañas y cerros, todavía se alzan la torre de la Cogolla, Marroquín, y Nava. Es un lugar, donde siempre las cuevas, como la Jabonera, sirvieron de refugio de personas que abandonaron el pueblo,  y donde el oppidum iberorromano de Ipocobulco ocupó el paraje de Encina Hermosa. Muy cercana se encuentra La Venta del Carrizal,  nacida de una hospedería de la familia Escavias, se adentra a la ruta del santerismo por las Mimbres, y, el río baña sus blancas casas y su iglesia de San Antonio. El agua cristalina, los senderos del valle del San Juan, el cerezo en flor primaveral y el olivar de las laderas convierten este paraje de la Sierra Sur en un espectáculo visual de la naturaleza, como la fuente de la Teja.

El antiguo camino  mozárabe y califal venía jalonado por estas ventas. Otra, en la actual carretera nacional N-432, entre Alcaudete y Alcalá la Real y justo en el cruce de la carretera que conduce a La Rábita y Sabariego, se halla este rincón de la Sierra Sur. Un  sueño de Celedonio García, junto a su mujer, Paqui Ruiz, la  venta de  San Antonio. Su nombre le viene de una  imagen que se hallaba en la iglesia del cortijo de San Antonio  y preside durante todo el año una pequeña ermita que se halla en las instalaciones de la propia venta.

En Alcaudete, a los pies de la Sierra Ahillos la huella calatrava marca esta ciudad de la comarca de la Sierra Sur, en la que concurren las rutas de la Vía Verde del Olivar, mozárabe y califato.   Su castillo extiende su visión  hasta sus ricos olivares ( entre ellos las aldeas de La Bobadilla, Los Noguerones y El Sabariego ) y sus huertas, regadas por los ríos San Juan, Víboras y la Fuente Amuña.  No puede pasarse por alto los humedales la Laguna Honda y Chinche . A los pies de este recinto, el señorío de los Martín Fernández  de Córdoba se hace patente en su bellísima iglesia de Santa María la Mayor, de la mano de Martín de Bolívar,  y la ciudad medieval jalonada de edificios civiles y religiosos  que se levantaron entre el siglo XVI y XVIII: el ayuntamiento, las iglesias de San Pedro, iniciada por Francisco del Castillo,  y del Carmen, capilla de Santa Catalina , santuario de la Fuensanta y   monasterio de Santa Clara.

Fuensanta de Martos, entre terrenos montañosos y la campiña olivarera, alberga  la iglesia de Nuestra Señora de la Fuensanta, la Fuente Negra, la de Mateo Inurria  y el Lavadero. Sus pasos vivientes distinguían culturalmente este pueblo de la Sierra Sur. Lavadero, Las torres defensivas de Torrevieja y el Algarrobo, así como las ermitas de Los Encinares, La Ribera y El Regüelo forman parte de su patrimonio cultural. Dos productos la distinguen: el olivar y el mueble.

La  aldea  de Las Veletas de Fuensanta 












se conoce también por La Ribera, como una muestra de estos núcleos aldeanos, un poblamiento rural disperso intercalar, articulado a lo largo de la carretera que lo atraviesa, dispuesta en buena parte de su trazado siguiendo el curso del río de La Virgen. Se compone de unos nueve núcleos o cortijadas: El Pilar de Reyes, Huerta del Monte, Los Cortijillos, Las Veletas, La Castillería, Vadohornillo, Pedro Juan, El Arenal y La Venta del Papero (y alrededores de La Venta).

La Sierra Sur es tierra de pueblos y ciudades, aldeas y cortijadas, olivar y encinares, Patrimonio histórico, urbano y militar. Naturaleza e historia. Pero también es Tierra de Ben Jakán, Ibn Said al Magribi, Abu Yafar, del Arcipreste de Hita, de Martínez Montañés, de Pablo de Rojas, de Juan de Aranda Salazar, de Mateo Primo, de Emilio Camps, de Povedano, y de Pablo Rueda;  o de vecindad de Ginés Martínez de Aranda, los Sardos Raxis o la Orden de Calatrava. Tierra de Romances fronterizos, de fandangos averdialados en Castillo, Valdepeñas y Alcalá, y de canciones que se remontan a tiempos remotos.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario