yo que se fue a Sevillay luego a las Indias, que tam,bién tacharon de judío, , Recibió la alcaldía de la ciudad gaditana en 1622 yconsiguió para su familia en la tenuría de esta en su mayorazgo, al que se añadía el patronazago del convento de la Trinidad, dehesas de Conchorrera y Qubrantachinuelos,, renta del papel sella de Gibraltar . Fue caballero de la Orden de Santiago. Hizo de juez de residencia en el corregimiento de las cuatro villas del entorno de Santadare en 1613. Corregidor de Alcalá la la Real, Lojay Alhama (1633-37) en tiempos de Felipe III. Fue nombrado corregidor treinta de abril de 1633, expedido el diecisiete de mayo y tomó posesión el sei de junio. Llevo a cabo el juicio de residencia de Juan de Vera. Su alcalde mayor fué el licenciado Juan del Puerto y Mesa, que se encontraba ya mayor de edad con muchos achaques de modo que fue susituido en ocasiones por regidores locales que lo representaron en la Corte y Chancilleria como Luis de Leiva en 1637 con motivo de la peste y se encontraba sangrando. Los alguaciles Antón de Elías y Alonso Martín Serrano.Se mantuvo en el cargo hasta el catorce de noviembre de 1637.
La epidemia de peste no llegaron a afectar a la ciudad de Alcalá. En 1637 se llevaron a cabo todas las prevenciones necesarias, cercando la ciudad desde la calleja de Pedro Vázquez Mesía hasta la calleja de Francisco Velasco y, de allí, hasta la calle Tejuela y Puerta Velasco, desde la Puerta Villena hasta san Sebastián y la Cuesta Cambrón con tres puertas en Villena, Álamos y Peña Horadada y estableciendo las correspondientes rondas. Sólo quedaron al principio por cercar el Barranco de Millán y las Torres Bermejas que eran las salidas de los campesinos y el lugar de entrada de enfermos de los cortijos. Alguna incidencia debió existir de la peste, porque el 23 de junio se da llave junto casa de Antón de Alcalá, al párroco de santo Domingo para administrar la extremaunción de los enfermos que vienen del barrio de las Torres Bermejas. Y además vinieron vecinos forasteros a segar en el mes de junio, los cortijos, procedentes de lugares contagiados.
Si las medidas de imposición eran continuas y producían continuas deudas, el Pósito sufría también las mismas consecuencias al existir un gran número de deudores de trigo y dinero por el año 1632, que eran continuamente apremiados por los alguaciles.
Su carácter exento, reminiscencia de un período anterior, que le obligaba a prestar servicio militar a la Corona con varias compañías de soldados ahonda la pobre situación de sus arcas municipales. Y este reinado mantuvo varios frentes en el extranjero, Portugal y la península. A cada movimiento militar, repercutían en Alcalá consecuencias militares y financieras.
Sirva como ejemplo que hubo que acudir a la guerra de Cataluña con una compañía de soldados a Tortosa y en la guerra de Portugal el 1637 también estuvieron 160 infantes para apagar la rebelión de Portugal, No es menos penoso el continuo alojamiento de soldados en los últimos años del reinado, sobre todo, en la villa del Castillo de Locubín que provocará varios altercados y levantamiento de la población.El primer alojamiento tuvo lugar en febrero de 1627 con la llegada del tercio de la armada que provenía de las Indias. Además de la manutención de pan, aceite y leña, el repartimiento entre los vecinos provocaba grandes inconvenientes entre los vecinos, a los que se les obligaba a realizar el padrón. La ciudad procuraba evitar los roces entre su vecindad mediante la instalación en la casa de alquiler de la calle de la Peste y, en caso de necesidad, desalojar todas las casas de aquella calle y alojar los vecinos entre los demás vecino.
La administración local, a pesar de los esfuerzos de Baltasar Gilemón de la Mota en 1636 de reducir los cargos municipales alcanzaban la cifra de cuarenta regidores y 11 jurados que al final del reinado se quieren consumir y librar a las arcas municipales de esta carga.
Investigado
el asunto por la ciudad, se comprobó que los guardas del cuarto de legua del
Marqués se habían adentrado en el término alcalaíno, apresando a vecinos y
acometiendo actos de justicia
violentando la jurisdicción de Alcalá. Como la situación de vecindad
todavía no estaba muy clara con los vecinos labradores de Puerta Alta que disfrutaban de muchos beneficios sin
pagar diezmos ni tenían cargas concejiles y disfrutaban de los pastos y tala de
los montes del término de Alcalá, se decidió quitarles la vecindad y traer
apresados a todos los que habían cometido los excesos, al mismo tiempo que se
estableció un nuevo servicio de vigilancia de la zona por guardas y un
amojonamiento de la legua entre los distintos ayuntamientos de Valdepeñas,
Martos, Alcaudete, y el marqués. En 1660, tuvieron que alojar durante el
tránsito y paso de Granada a los tercios de Flandes y Cataluña, un cuerpo de la
Armada.
La
necesidad de un mayor número de regidores por las muchas delegaciones y
comisiones, la distancia con el recinto fortificado que impedía la ausencia de
muchos de ellos, el desgobierno futuro que podría ocasionarse eran otras
razones para rechazarlo.
Este
nuevo grupo, controlado por los Sotomayor, Salazar y Mendoza, Alonso de Moya ,
Miguel de Utrilla y Gamboa impedía cualquier apertura en el acrecentamiento de
sus miembros. Por eso, en 1630, cuando el rey, acuciado por las difíciles
circunstancias económicas que le ocasionaban los frentes de la guerra en
Italia, Flandes y en las Indias, se oponía la mayoría de ellos a conceder
hidalguías a nuevos personajes enriquecidos por puestos burocráticos. Un claro
ejemplo fue el escribano Luis Méndez de Sotomayor con el que emprendieron una
serie de litigios que alcanzaron en algunos momentos la violencia entre los diversos
bandos de la ciudad que enfrentaba a los
Sotomayor y los nuevos advenidizos como
los Utrilla y Vásquez Mesía frente a los hidalgos de sangre como los Cabrera,
Góngora, Aranda o Clavijo .(cf.
31.5.)
Lo mismo manifestaron en 1634 cuando los vecinos, acuciados por gran número de cargas municipales y oficios, pretendían que estos últimos podían repartirse por igual entre pecheros y nobles. El estamento hidalgo se opuso rotundamente, agraviado por la posible entrada en su gremio de otros muchos hidalgos y privilegios anteriores(11,3. ). No obstante, varios miembros aspirantes por sus títulos profesionales en el año 1634 volvieron a replantear la vuelta al número anterior a la reforma de Gilemón de la Mota, porque eran necesarios y además tan sólo tres regidores de la familia de Salazar y Mendoza controlaban todo el gobierno municipal. Los nuevos regidores o herederos de familias procedentes de finales del siglo XVI, Miguel de Utrilla, Luis de Ortega, Juan Fernández de Villalba y el abogado Pedro Muñoz de los Díez defendieron la postura de los vecinos en el cabildo y se opusieron los regidores hidalgos de la familia Salazar, el hermano del abad Alonso de Moya, Juan Vázquez Mesía, el alcaide Antonio de Gamboa y Pedro y Cristóbal de Jerez. El enfrentamiento fue tenso entre los distintos miembros provocando la salida de algunos de ellos de la sala de Cabildos. El asunto lo llevó a la Corte el regidor Miguel de Utrilla, pero pronto murió. Se inició un nuevo pleito, en el que los regidores trataban de impedir cualquier tipo de ampliación. La razón fundamental de su postura radicaba, más bien, en esto último, que en otros motivos alegatorios y banales como eran el que se habían evitado los bandos que hasta ahora habían dominado la vida municipal y habían gobernado con paz y quietud la república. Tampoco es muy creíble el beneficio de las clases menos privilegiadas al disponer la ciudad de mejores y mayor número personas preparadas para ejercer la gran cantidad de oficios que se nombraban por el cabildo y no verse obligados los sectores menos desfavorecidos a ejercer cargos que le implicaban molestias y vejaciones. Lo que sí era un dato fiable que anteriormente los oficios solían recaer siempre entre un reducido grupo de personas, que solían formar una endogamia y un clientelismo a través de las ventas de los oficios y la corruptela de su administración den detrimento de las clases menos desfavorecidas. El corregidor Diego de Guzmán decretó la vuelta a la situación anterior que permitía un mayor número de oficios.
En la Abadía, un confesor del rey, ocupó la sede y se reavivaron ciertas obras.
Fray Antonio de Sotomayor |
1-10-1632> 1649 |
Dominico, confesor de S.M el rey Felipe IV que le nombró. Inquisidor General apostólico de la Santa Cruzada y del Consejo de Estado. Arzobispo de Damasco. |
No residió ni vino a la ciudad. Vicario gobernador, visitador y provisor general: Juan de Bustamante, Antonio Carrión de la Real, abad de san Estebán de Burgos, el doctor Lorenzo Bellón, tesorero y canónigo de Santander, prior y abad de Cubero, protonotario de S.S. y comisario de S.O. de España, Garcí Gil Manrique, obispo de Barcelona, que huía ante la llegada de los franceses y Marcos López Mejorada.
|
Fundación del convento de san Juan de Dios en Priego, Obras en los conventos del Rosario y san Francisco, y capuchinos. |
Lo mismo sucedía con el abuso de poder como
las decisiones desorbitadas que en este mismo año mencionado anteriormente tomó
sin provisión real el alcalde mayor doctor Lara y Castro, aunque en beneficio
de la ciudad había roturado 500 fanegas de tierra en el monte baldío, destinado
al pasto común y cría de ganado para
hacer frente a las obras de los corredores y el rastro, venía en detrimento de las intereses de los
ganaderos, que veían cada día más reducido el término municipal destinado al
pasto de sus animales.
Los
intereses contrapuestos provocaba un amplio debate entre los miembros del
cabildo, divididos entre la legalidad e ilegalidad, subterfugios de intereses
particulares. De ahí que surgían situaciones muy embarazosas de personas
afectadas ante el anticipo de dinero y nuevos arrendamientos, que al final los
propios munícipes obligaron a paralizar dicho arrendamiento y endeudamiento de
los propios para pagar las obras emprendidas. El regidor Ruiz Díaz de Mendoza
emprendió todo tipo de acciones legales ante la carestía y subida del precio de
la carne, pues, aunque un poco exagerado, se veían en situación de peligro el
ganado de cerda y ovino y, lo peor de todo, se habían desmontado gran cantidad
de monte llegando a producir más de mil
cargas de leñas de las que se aprovecharon el corregidor y alcalde mayor. Estos
tuvieron un enemigo común cual fue el abogado Diego de Haro y los regidores
Francisco Salazar y Pedro Vásquez Mesía que prosiguieron el pleito contra el
alcalde mayor tras el cese de su cargo.
Con ello se logró que las tierras no se volvieran a arrendar y quedaran de
pasto común, porque, según alegaban los regidores, un foco fantasiosamente era
imposible criar ganado ovino ni de otro por no haber donde pastar un monte bajo para abrigo , dando lugar a que los ganaderos lo sacaran del término para venderlo..
El
abuso de poder por parte de los corregidores excediéndose en las competencias e
invadiendo los privilegios de los regidores y jurados era otro campo frecuente
de fricciones en la ciudad, puesto que su nombramiento real no le permitía
usurpar los privilegios que la ciudad había conseguido en siglos anteriores.
Varios fueron los pleitos entre los que destacó el nombramiento de alguaciles
de la ciudad, que enfrentó en 1633 al cabildo con el corregidor Diego de Guzmán
que unilateralmente pretendió evadir esta suerte concedida por Alfonso XI a los
miembros del cabildo. Aunque, alineado con el bando de Alonso de Cabrera con el
que tenía cierto parentesco, los regidores Antonio de Gamboa, Juan Fernández de
Villalta, Pedro de Góngora y Alarcón se le opusieron y fueron encarcelados,
dando lugar a la paralización de la vida municipal en el que no se convocaban
cabildos. Recurrieron a la Real
Chancillería de Granada e inmediatamente fueron soltados. La situación de la hacienda municipal era
desastrosa, porque las tierras de
arbitrios no habían cobrado más de mil ducados ni se habían nombrado regidores
comisionados para los pleitos ni esterilidades de donde dimanaban muchos
intereses de la ciudad. El abuso de los ejecutores y el nombramiento de un
excesivo número de alguaciles atormentaba a muchos labradores, porque cobraban
en exceso y había llegado a un límite la ciudad que
la
ciudad no había visto los nombramientos y llevan más derechos de los que toca y
salen al campo a denunciar, no pudiéndolo hacer y se a dado ante su Majestad en
su Real Consejo el riesgo que esta Ciudad y capitulares de ella con la deuda
del señor don Diego de Guzmán, por los bandos y disensiones, que han formado en
particular don Alonso de Cabrera, y amenazas y excesos con el nombramiento de
tantos alguaciles-
Ante
esta situación, trasladaron el asunto a la Corte, protestando por la actitud
excesivamente personal del corregidor que impedía la participación de los
regidores en detrimento de la hacienda local, mermada por la falta de cobro del
Pósito, propios y arbitrios, y lo más grave el alineamiento con un bando de
ellos, al que exigieron la prohibición
de entrada en terrenos de propios :
el dicho don Alonso de Cabrera sin poder hacer, en contravención de las órdenes reales, tocantes al plantío y conservación de los Montes y a lo dispuesto en las Cortes de 1632, teniendo en su mayorazgo mucho monte de encinas. muy considerable y provechoso a esta república, muchas veces a bendido muchas encinas a carboneros y la ciudad y la justicia de ella le han hecho causas y justicias de ella y impedido a él cortar, y no obstante esto, a prozedido y con la mano poderosa del teniente y el favor del señor corregidor procede de suerte que de raíz saca encinas y talado el dicho monte y aciendo lo mismo a lo que queda, y lo peor es que en lo público y realengo a hecho la dicha la dicha tala y bendiendo las dichas encinas a carboneros, en que se a seguido más de treinta mil ducados (cfr. 11.8.1633).
El asunto
lo zanjó la resolución de José´Chumacero y Carrillo , miembro del Consejo y
Presidente del Consejo, obligando al corregidor a entregar las varas de los
alguaciles mayores de Alcalá y Castillo de Locubín y la del alguacil de penas de ordenanza para que
lo echaran en suerte entre los miembros de la ciudad (25.8). Otras veces va ser
en el nombramiento de guardas de campo y alguaciles de vagabundo y penas de
ordenanzas como ocurrió el mismo año con la reacción de protesta contra el
mismo corregidor en el Castillo de Locubín. Alegaba el corregidor que la villa
tenía más de 600 vecinos y nombró el corregidor a los guardas de las seis zonas
del campo otros seis sobreguardas o acompañantes de los guardas, además que los
alguaciles también solía emprender algunas acciones de ejecución y control en
el campo. Por su parte, la ciudad, no admitía en el Castillo más de quinientos
vecinos y tan sólo un alguacil se mantenía el orden desde hacía treinta años
hasta 1633 y el actual Lorenzo Maldonado en contra de las ordenanzas vivía en
Alcalá y había cometido un gran número de vejaciones contra los vecinos. La
situación se describía en el dos septiembre de esta manera por el corregidor
parcialmente:
la
ocupación es de tan poco aprovechamiento falta ordinario que execute los autos
y órdenes de la Justicia y padecen notable daño y perjuicio los vecinos de que
ha tenido queja general y así mismo grandes robos y salteamientos que suceden
en el campo y es forzoso hayga nuestra justicia que la visiten y requiera lo
qual no es contra los privilegios que este no tiene por nombrar guarda de
campo...nombró uno en particular que bisite de noche y de día el término común
y bentas para obiar guertas y salteamientos y en razón de tocarle las
execuciones es cosa asertada...
El
propio síndico lo apoyaba porque los vecinos de Martos se adentraban por la
zona del Castillo a medio legua con sus ganados y no había más solución que
poner remedio. Este corregidor no sólo se enfrentó con el estamento civil sino
que lo hizo con el clero regular. Así en 1635, fray Agustín Maldonado acudió a
la Corte, en representación de los frailes de Consolación, que tuvieron una
alterado con sus alguaciles en calle
pública y con escándalo y alboroto (20.7).
Si hay
un período significativamente
conflictivo en la historia moderna de Alcalá, no puede señalarse otro
sino el corregimiento del corregidor Diego de Guzmán. El cabildo municipal se
hallaba completamente dividido en dos
bandos irreconciliables por rencillas de familias, el levantamiento del
vecindario y las continuas imposiciones entre las que destacaba el conflicto de
la sal. A ello se unían los clérigos y las familias hidalgas, encabezadas por
Alonso de Cabrera enfrentado al escribano y regidor Luis Méndez de Sotomayor,
un personaje que se había ido enriqueciendo con una serie de
escalonamientos en la vida pública y con
el comercio del vino, mientras otros habían sido despojados en el consumo de
oficios de los años veinte y esperaban el momento de volver a sus cargos. Raro
no era el día que se le investigaba a este último, se levantaba la población, y
surgían reyertas entre alguaciles y vecinos en el año 1635. A pesar de la
intervención del abad, que era además Inquisidor General y residía en la Corte,
, no ofrecía credibilidad las intervenciones del corregidor para atajar la
alteración del orden público. Para colmo de penas, una nueva devaluación de la
moneda y trueque tuvo lugar en dicho año.
Pero
la causa del conflicto vino, sobre todo,
provocada por la entrada del vino de Lucena en Alcalá, ya que los
arrieros aprovechaban los itinerarios
hacia otros lugares para abrir puntos de venta en Alcalá y la comarca
como en Valdepeñas. En el año 1624, ante las quejas de los vecinos, se acordó por el ayuntamiento la entrada de vino de Lucena (cf.25,11)
En 1625 se solicitó al cabildo ayuda ante la confederación de los linajes, que pagaban la tercia directamente sin la intervención de medidores ni tabernero, provocando un conflicto con las normas de la ciudad (cf.28.1.). En 1630 se constataba la entrada de vinos, que provocaría la desaparición de los propietarios de viñas por el elevado sueldo de los trabajadores. De ahí que regularon los sueldos (13,3,). En la ciudad se formaron dos grandes grupos, uno dirigido por Rodrigo de Cabrera y otros hidalgos frente al de Luis Méndez de Sotomayor, coaligado con el corregidor, que había introducido vinos cordobeses a la ciudad provocando la decadencia. Hubo alguna muerte de un arriero y asalto a las cargas de vino foráneos e incluso enfrentamiento de armas entre los distintos bandos que hubo que atajar el corregidor. Como es lógico, los intereses y odios personales generaron una serie de acciones y reyertas entre ellos. Al final el cabildo consciente de la importancia municipal en 1632 promulgó una nueva ordenanza del vino que impedía la entrada de vino de fuera y nombraba comisarios a Francisco de Salazar y Alonso de Moya para redactarlos:
parte porque la ciudad temía a la consumición de los vecinos herederos de vino , porque es la principal cosecha y caudal (cfr. 28.6.1632)
Convocaron varios cabildos a campana teñida para provocar a la población y trataron de implicar a toda la población, a lo que se oponía el corregidor previendo las intenciones y la tensión que se había generado entre los bandos. En intereses y odios personales generaron una serie de acciones y reyertas entre ellos. Al final el cabildo consciente de la importancia municipal en 1632 promulgó una nueva ordenanza del vino que impedía la entrada de vino de fuera y nombraba comisarios a Francisco de Salazar y Alonso de Moya para redactarlos:
parte porque la ciudad temía a la consumición de los vecinos herederos de vino , porque es la principal cosecha y caudal (cfr. 28.6.1632)
Convocaron
varios cabildos a campana teñida para provocar a la población y trataron de
implicar a toda la población, a lo que se oponía el corregidor previendo las
intenciones y la tensión que se había generado entre los bandos. En el año
1633, y algo parecido sucede en 1641, el problema sigue efervesciendo por las
nuevas imposiciones que hay que hacer efecto a la Corona; por eso se alude a
una ordenanza que prohibía:
entrada de vinos de fuera de la ciudad en ella ni en las tres leguas a la redonda y planta de vinos y cobranza de ms los quales se reparten para paga de Su Majestad en una cantidad de 522 reales y 22 ms.
Al mismo tiempo, Diego de Guzmán nombró de teniente de corregidor, que se ufanaba de perseguir al resto de los regidores encarcelándolos y provocando un vació de poder ante el absentismo del resto de los regidores a asistir a los cabildos.
Al año siguiente, un vecino Antonio Callejón introducía el vino de Lucena, dando lugar a una queja de los vecinos que veían coartados sus ingresos y pedían que se cumplieran las ordenanzas antiguas de entrada de vinos porque es el principal caudal y hazienda que tienen (20.3).
Lo más grave fue que la entrada de vinos se extendió a Granada provocando la competencia en aquella ciudad, donde hubo que defenderse a lo largo del siglo en continuos pleitos para hacer valer los privilegios que le permitían entrar en el mes de mayo, junio y julio y cada vez más se veían acosados los comerciantes por medidas impositivas y por los cosecheros granadinos (cfr.14.5.). En los años treinta y cuarenta fueron constantes los viajes de los comisarios regidores, y, hasta el propio corregidor, a Granada para defender la ciudad ante la nueva situación.
atento al negocio de vino por esta ciudad en la de Granada es tan grave y de mucha utilidad para los vecinos de esta ciudad herederos de vinos, y en Granada se le hacen vejaciones y no les dejan vender libremente ni usar de privilegios y exenciones que tienen de Su Majestad (16.5).
En 1647, el asunto trascendió a la esfera de los conflictos internos y el enfrentamiento se produjo entre los productores de vino y los corredores que prácticamente habían conseguido un monopolio de la comercialización. Los cosecheros solicitaron que fueran los corredores de vino elegidos anualmente o eliminados para conseguir una mejor comercialización del vino que es el principal caudal y cosecha que esta ciudad tiene y porque los arrendadores de los oficios de medidores de vino an resultado grandes inconvenientes.
Pedro gómez pedrero y otros se juntaron y han concitado y alborotado esta ciudad diciéndolo lo más público de ella delante de mucha gente, que no se dé esa cantidad en Jaén que se a cargado y ha sido injusticia el pedirla, y otras palabras descompuestas con la justizia y reximiento, diciendo que todos los vecinos no pagasen y que él los libraría, ascribiendo muchos que reducía obligandoles a que abían de dar dineros, con lo qual lebantó los ánimos de los vecinos de suerte que no se puede conseguir el servicio de Su Majestad ni cobrar lo que se daba, porque todos fiados en las promesas del dicho pedro Gómez y consortes se escusan de pagarlos y las prendas que se le sacaron no ay quienes las compre, por cuya causa está detenido un ejecutor despedido por el dicho señor Manuel Pantoja, que viene a la cobranza de la que resulta debiendo de la dicha sal y que se resta debiendo y por que demás de lo referido el dicho pedro Gómez es hombre sidicioso en esta república y que todas las veces que se ofrece de escribir a Su Majestad siempre mal de los acuerdos del cabildo y lebanta a los vecinos; para que no lo haga, importa que se le castigue de oficio por la Justicia. Ante el mal cariz del asunto se trasladó el 23 de mayo a la Real Chancillería de Granada por lo que significaba el desacato al Rey en el impago de la sal, solicitando al mismo tiempo que se castigara al promotor del alboroto por parte del administrador de la sal y enviando a varios regidores a entrevistarse con él y se constata que era real la situación: el lebantamiento de algunos vecinos de esta ciudad se impide la cobranza a Su Majestad de lo que se debe el resto del acopiamiento voluntario de esta ciudad
A finales de mes el pleito se encuentra en manos de los abogados y el propio síndico de la ciudad se entrevistó con él para emprender todo tipo de acciones judiciales. El asunto era bastante difícil porque los nuevos receptores del impuesto de la sal veían que la merma que se producía les obligaba a grandes desfases en el balance de las cuentas y, por otra parte, los ejecutores acuciaban con continuos apremia la ciudad. Aún más, el propio Pedro Gómez seguía incitando a la ciudad, porque los regidores se habían obligado a pagar 16 reales por fanega de sal en el acopiamiento voluntario sin permiso ni facultad real. La ciudad, ante los compromisos, no tenía otra solución que proseguir el pleito emprendido. Por otra parte, el administrador de la sal nombró al alcaide de Porcuna Diego del Rincón subdelegado para que asumiera el asunto en el apartado judicial y se presentó en Alcalá con un alguacil. En el mes de marzo Manuel de Pantoja se trasladó a Granada para resolver el conflicto. En el mes de septiembre, se cobró el primer pago de acopiamiento de la sal a un precio de 56 reales la fanega. Pero en el mes de diciembre hubo que traerse de Baena setenta y dos reales. El recargo que los vecinos soportaban en la sal queda manifiesto en estas cifras: 52 reales para el rey, dos reales a Baena por el derecho antiguo, 3 reales al fiscal, 4 reales y medio por el acarreto y conducción y 5 reales por ventas y mermas. En 1634 se sacaba la sal de Filique y su precio con el acarreto y costos no alcanzaba la suma de 27 reales por fanega en el mes de septiembre. Casi siempre el mejor remedio era otorgar el cargo a los incitadores, y el 1635 vemos a Pedro Gómez, nombrado toldero y receptor de la administración, realizando un reparto y una distribución en tres puntos de Alcalá( Mota, Trinidad y Llanillo) y en el Castillo, aunque causó en los mismos defectos que los anteriores y se vio obligado a cesar en los pocos meses ante la queja general. En el año 1635, proseguía el levantamiento de la sal y el corregidor tuvo que acudir a medidas drásticas, apoyado por algunos regidores y enfrentado a un sector que encabezado por don Luis Aranda y Leyva, opuesto al resto de los regidores y denunciador de la malversación de los fondos de los arbitrios y de las malas administraciones del Pósito. Estos apoyaban al corregidor en el pago del impuesto de la sal a la Corte y exigía el castigo de los culpables(27.8). En el mes de noviembre vino un pesquisidor a investigar todos los delitos que se habían cometido hasta el punto que se llegó al apresamiento que el administrador de la sal, Diego de Umbría, hizo a varios vecinos. Con diversos aplazamientos, se retardaba el asunto y se enconaba la situación entre el cabildo y los vecinos que eran dirigidos en su protesta por el clero. La propia ciudad reclamó la ayuda del gobernador de la Abadía, don Alonso de Bustamante para que mediara en el enfrentamiento. Muestra de la situación de la ciudad son estas palabras del corregidor ante la denuncia realizada por unos vecinos en la Chancillería:
el tiempo que ha servido a Su Majestad en este corregimiento es notorio el celo con que a procurado cumplir con su conciencia y obligación y a goçado esta república de mucha paz y conformidad entre todos sin tope de diferencia y de tres a cuatro meses a esta parte aviendo entendido su merced nacían algunas desaveniencias y el daño que de ellas podían resultar procuró todos los medios posibles para atajarlas y, valiéndose de los más suaves y eficaces, pidió a don Luis de Aranda y Leyva que, por quien es le ayudase a deligenciar el efecto de estos deseos y lo mismo consultó con otros caballeros de esta ciudad, , que, siendo lo tanto, debían mostrarse mis partes en estas demonstraciones, y nada a vastado con mucho sentimiento de su merced y esperando lograr a este intento y el que la ciudad tiene grande de que su república goce de paz general a que a mirado siempre y a servir a Su Majestad y que a consultado su Merced con su Señoría el Presidente y señores de la Real Audiencia de Granada el estado de estos encuentros y de pleitos que cada día se recrecen . espera conseguir su ánimo ,el de esta ciudad y todos en general quietud, valiéndose asímismo de medios de paces acepta con este con este fin e intenta otra cosa el ira a servir a la ciudad.
Ante la llegada del administrador de la sal se opone el propio Luis de Aranda. Además implicó a varios regidores en los débitos del Pósito y los Propios y en la mala administración de las tierras de los arbitrios que se habían gastado en otros usos a los que estaban destinados, implicando al corregidor, y al alcalde mayor. En el mes de noviembre varios regidores Juan de Villalba, Luis de Ortega y Luis de Aranda fueron apresados y el 27 de noviembre así el clima social:
la ciudad dijó que está inquieta la república por muchos medios a tratado y trata de sus sosiego y quietud y a esperimentado que fomentan las inquietudes y dan causas a ellas algunos clérigos, y para que se eviten la ciudad acordó se con don Alonso de Bustamante, gobernador de la abadía para que lo remedie con la brevedad necesaria sino, que se dé quenta a Superioridad a su Majestad.
El
asunto se llevó a la Corte con el
envío del regidor Luis Méndez. Sin embargo, a una actuación del mencionado se
le respondía con su correspondiente denuncia y provocaciones de venganzas entre
los dos bandos. El abad fray Antonio de Sotomayor escribía en el mes de febrero
del año 1636 se ofrecía a procurar la paz de la ciudad con todos sus medios.
Algunos regidores eran conscientes de que la nueva situación se había generado
por reverdecer un asunto que ya se había zanjado años con la prohibición de la
entrada de vinos en la ciudad por parte de luis Méndez de Sotomayor y el haber
implicado al cabildo en las querellas propuestas por el bando de Luis de
Aranda. A esto se añadía que el corregidor se había alineado con Luis Méndez y este fue apresado en Granada
ante una nueva denuncia del bando de los Cabrera que habían querido vengarse de
anteriores situaciones. De ahí que el cabildo intentó desligarse ante la nueva
situación por no incumbir a la ciudad y fruto de venganzas personales. Y en el
mes de mayor Luis Méndez fue condenado a seis años de presidio y 7.500
ducados por el oidor de la Chancillería
y el regidor Pedro MUñoz de los Díez que era uno de sus partidarios. Aunque
huyó de la cárcel ,sin embargo, días después el bando de los Aranda intentaron
atacar con armas a su criado y esposa. No acabaron con estos pleitos la vida azarosa de este
personaje, sino que en el 1638 es acusado de tomar trigo del Pósito junto con
el alguacil, siendo descubiertos por el corregidor y obligados a perder la vara
de justicia este último. No era fruto de la situación de mano poderosa que le permitía invadir
todos los terrenos en una sociedad donde la norma legal era el papel mojada
frente a la fuerza de las corruptelas y el
enriquecimiento personal de algunos de los hidalgos.
La administración de la sal dejó sus coletazos por los años cincuenta en que las deudas con la Corona eran excesivas en 1650 por la mala administración del toldero y los fraudes de los vecinos del Castillo y hubo que administrarla directamente por el corregidor. En medio de esas circunstancias, a río revuelto, ganancias de pescadores, en el año 1654, fueron detenidos algunos extraños que se hacían pasar por receptores y guardas de la sal, cobrando excesivos impuestos por los cortijos de la ciudad y tuvieron que ser apresados( 1.9) .
Una
muestra de lo que daba lugar la política real de guerras en varios frentes eran y sus consecuencias en la ciudad y los
efectos causados en los vecinos de Alcalá. Hasta 1635, en unos dieciséis años
se habían aportado entre donativos y servicios cerca de doscientos mil ducados.
A ello se añadía que muchas tierras roturadas estaban en un abandono tal que ni
se habían remedido y la anarquía imperante daba lugar a que sus arrendatarios
entrasen en los montes y abandono de otras muchas que no resultaban
productivas.
Y aún
más, en el mes de abril, una nueva compañía de soldados marchó hacia Lisboa a
la guerra de Portugal .La ciudad se encontraba en una situación angustiosa ante
la llegada del oidor de Granada,
pidiendolo para la ciudad de la Alhambra
en la que
mucha necesidad que ay en esta y se a visto
por el gran clamor que los vecinos tienen la necesidad de pan y consta que por
el registro y secretos que el dicho ser don Francisco hizo y no aver otro más
trigo en esta ciudad que lo contenido en dicho registro y que es totalmente la
destrucción y ruina de esta ciudad si se sacase el dicho trigo (cfr. 8.4.)
Como en otros momentos se pidió en el mes de agosto que el abad ayudara a paliar el hambre con la parte decimal, se hicieron registros. Si a ello añadimos el pago de los dos donativos que ascendía a 33.OOO ducados y un nuevo resello devaluatorio de moneda el panorama no podía ser más desolador(4000reales). Para mayor fatalidad, la armada francesa se sumaba por las costas mediterráneas y había que apremiar una compañía de milicia bajo las órdenes del Capitán General de la Costa en mayo de 1636.
En
1637 renacieron las disputas entre los partidarios de Cabrera y Luis Méndez en
las que se ve implicado el corregidor Diego de Guzmán viniendo un corregidor provisional de la
Chancillería para solucionar el conflicto; el propio corregidor fue apresado durante
su estancia en la Corte. El desgobierno era total: diez caballeros regidores
tenían pleitos pendientes con el corregidor. Sin embargo el Consejo de Su
Majestad volvió a enviar a don Diego de Guzmán a Alcalá, donde ya se fue
calmando la situación en medio de unos años de escasez de alimentos y acuciados
por otros problemas como la peste en e 1638.
El carácter privilegiado que les eximía de todo tipo de alcabalas obligaba al ayuntamiento a gran cantidad de pleitos con otras ciudades que se dilataban en la Real Chancillería. En 1621, destaca la protesta de los vecinos que se veían agravados por las nuevas imposiciones y es curiosa la postura de la ciudad que expresa su protesta con una frase significativa se arremoline Zamora.
La
persecución del fraude daba lugar a situación de máxima tensión. Los apremios en las deudas de las
tierras roturadas, la remedida de las tierras arrendadas por la ciudad o el
exceso de terreno cultivado en los
cortijos de propios era una constante en
todas las intervenciones de la justicia.
La
gran masa de jornaleros y pequeños pujareros-propietarios y arrendadores de pocas tierras- era muy propensa a quedar
desabastecida. Los propietarios de grandes extensiones solían autoabastecerse
de trigo y de cebada para su alimentación y
el excedente solía venderse a otros lugares, incluso, muchos de su productos solían quedar en manos de
algunas rentas forasteras. Esto daba lugar a que en los momentos de sequía y
esterilidad de los campos los primeros fueran los más perjudicados, obligándose
a sufrir las duras restricciones del reparto de pan.
También en los años treinta del siglo XVII tuvo lugar el despoblamiento paulatino de los barrios cercanos a la Mota. A pesar de que los capuchinos intentaron fundar el convento en San Bartolomé, en el año 1632 los vecinos son muy pocos y se ven obligados a trasladarse al ejido de la Alameda, recibiendo mil ducados de donativo en la fundación del convento procedente de una anterior donación del convento capuchino del Castillo ( cfr. 5.6.1632). Con este barrio, comenzó a decaer el de la Peña Horadada, el Rastro y san Sebastián. En 1634, la subida de las Entrepuertas en el sitio donde estaba el colegio y el Albaicín, estaba caído y convertido en solares, ya no valían medidas de urbanización; sin embargo, al menos, se asistía a su despoblamiento y ruralización y se permitía que se cercaran y se convirtiera en corrales para animales domésticos como los conejos, ya que los vecinos no hacían caso de las ´ordenes de los regidores (4.3.) En 1634, los escribanos solicitaron una plaza o despacho en medio de la ciudad, porque allí se encontraba toda la vecindad y la Mota prácticamente despoblada (5.5.1634)
La sanidad obligaba a que nuevos servicios se ubicaran lejos del hacinamiento de la ciudad fortificada. Así el remojadero del pescado, se ubicó cerca de la Fuente Tejuela junto a la casa de Juan Méndez Zamorano en el año 1623 (cfr.9.12.) y en el 1633 se inicia el debate sobre una instalación de una carnicería desde la calle Real hacia Trinidad para evitar la venta instan de carne mortecina. En el 16 de enero del año 1629 se establecieron los capuchinos fundando un convento, porque era una religión tan santa y de edificación de las almas. A pesar de que se ubicaron en lugares apartados siempre con la intención de acercarse a los vecinos que no tenían cercana la institución eclesiástica- san Bartolomé, donde se trasladaron en un pedazo de tierra entre el camino y la ermita (25.8.1631), y la Peste- y lo intentaron en la calle Rosa, al final se establecieron en los aledaños de la Alameda de acuerdo con el criterio de no verse co, en la que participaba con veinte velas. Tras la estancia de dos años en este lugar solicitaron el traslado, concediéndosele por la ciudad en un terreno baldío del camino de san Marcos bajo las donde está el Calvario. Al oponerse algunos vecinos, y, sobre todo, los frailes de Consolación, se trasladaron de la casa pública que les concedió la ciudad en el camino de san Marcos, costumbre que solía hacerse con el resto de monasterios y conventos, a la Alameda. En el cabildo del 14 de abril de 1631, se le concede el solar de Rui Díaz de Mendoza, permutándole el sitio del Lavadero de la Fuente Nueva que se había trasladado a la Fuente Beber de la Tejuela;
desde las casas de Gadea hasta las casas que han de fundar los dichos
padres capuchinos ha de haber calle y calzada de dieciocho pasos y desde el
horno de Moyano hasta la cerca de la
huerta otros dieciocho pasos, dejando fuera todos los álamos grandes y por la parte baja del haza de don
Alosno Cabrera hasta donde se ha de
hacer zanja y cerca ha de aber veintidós pasos , dejando todos los álamos y una
calzada de otra parte ha de quedar otros dieciochos pasos señalada.
En
1633, los conventos de la Encarnación, del Rosario y el de los capuchinos
comenzaron a cubrirse recibiendo madera de álamos del ejido (cfr.15.11.)
Las calles del nuevo camino de la Corte suelen ser las que generalmente se empiedran y adecentan para ofrecer un mejor ornato de entrada de la ciudad desde el Humilladero hasta los Álamos (cfr.26.5.1632) y lo mismo los empedrados del Llanillo entre la mora Vieja y nueva, que tenía un aspecto irregular por los remanentes de agua (cfr.22.8.1633)
Los nuevos servicios e industrias artesanales se van extendiendo también hacia el llano. Un claro ejemplo son los diversos tejares que se ubica en la Tejuela, aprovechando los remanentes de la Fuente de la Mora (23.6.1623)
[1] Estos fueron
los hidalgos que se opusieron que citamos por la representatividad de sus
familias: Rodrigo Cabrera y Luna, Martín
de Gamboa, Antonio de Gamboa, Gonzalo de Narváez y Padilla, Martín Fernández de
Villalta, Alonso de Valenzuela y Mendoza, Rodrigo Alfonso de Clavijo, Pedro de
pineda Méndez, Pedro de Góngora Pineda, Fernando de Cabrera y Aranda, Pedro de
Góngora Alarcón, Antonio de Pineda Narváez.
EN CUANTO AL PATRONAZGO SOBRE EL CONVENTO, SOLO LO ERA DE SU CAPILLA MAYOR. VER REAL CONVENTO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE LA CIUDAD DE TARIFA.
ResponderEliminarGracias, por la concrección del patronazago, es lógico que no sea toda la iglesia, de una apilla, o de la capilla mayor, muy bien aclarado el dato,
ResponderEliminarHe citado estos datos de rivados del AHN. Mi interés en mi estudio de los corregidores alcaláinos recae en su gobuerno en Alcalá, más que en los datos genealógicos.
ResponderEliminarNaturalmente, lo comprendo, pero puede aclararme si esta persona, doña Isabel de Mendoza, era la tendera granadina de origen hebreo. Llevo ya tiempo tratando los pormenores de los alcaides, cuando Tarifa revertió a la Corona y se suprimió el señorío jurisdiccional de los Enríquez de Ribera, que eso si siguieron conservando las dehesas arrebatadas al concejo.
EliminarConsiguió el nombramiento de alcaide muy joven, luego primer lugar de asiento y voto en el concejo municipal, pasó luego a la corte y mantuvo primero una actitud de colaboración con el concejo de Tarifa, para luego tener choques, sobre todo por culpa de sus tenientes en el castillo, con los corregidores, él y sus tenientes eran unas buenas piezas, en un lugar fundamental en la defensa de Tarifa como era su castillo. Algunas de estas cuestiones están en imprenta en la Revista Cuadernos del Archivo Municipal de Ceuta, y otras las estoy desarrollando en un trabajo sobre la fortificaciones y medios de defensa de la ciudad bajo los Austrias Menores. Por ello, me es importante que me confirme el dato de posible origen hebrero de los Mendoza de Tarifa. Muchas gracias.