CARLOS
IV 1788-1808
El
período del reinado de Carlos IV se caracteriza por una gran continuidad con respecto al
período anterior. Si bien aparecen nuevas formas de contribución tributaria de
la ciudad, debido a las nuevas guerras que surgieron contra Francia hasta el
año 1797, año que tiene lugar el Pacto de san Sebastián. Posteriormente, el
conflicto con Gran Bretaña volverá a incidir en la economía nacional, en la que
pocos eran los recursos asumidos por las deudas de la guerra. Las levas de voluntarios, el ofrecimiento de
recursos, la constante sangría de cualquier tipo de imposiciones y las medidas
desamortizadoras contra los bienes de las Obras Pías, comenzaron a incidir en
Alcalá. No era extraño que en el 1688, el síndico personero recogiera las
críticas de los vecinos que se veían agravados con las dobles imposiciones de
los géneros, ganados y siembras, se retiraran los panaderos de los molinos por
el excesivo arancel y los vecinos de la Rábita exigieran el nombramiento de un
ministro que representara la nueva cortijada.
Una
sociedad en decadencia
Los más destacados fueron la nueva
contribución extraordinaria del cuatro por ciento sobre las posesiones y el
real por arroba de aguardiente y medio real por el vino. Como es lógico la
ciudad siempre recurría estas medidas apelando a sus privilegios. De ahí que
algunas medidas no llegaron a aplicarse o se retardaron como la orden del
Consejo de imposición de 17 maravedís por fanega o 17 mas por real(cfr.
28-4-1798) o la venta de las casas de Propios, que no le afectaba a los bienes
de la ciudad. Uno de los llamamientos más urgentes fue en el mes de agosto de
1798 solicitando un donativo voluntario de monedas y alhajas de plata y un préstamo
patriótico de cuatro mil ducados del Pósito. Y el más sangrante en el
abastecimiento local, la saca de un quinto o el veinte por ciento de los fondos
del pósito, por lo que significaba para el desarrollo agrario y de
abastecimiento de la población (Cf. 27-3-1799). Esto suponía para un fondo de 26.865 fanegas y 111.556
reales unas 5.373 fanegas y 22.311
reales, que se acumulaba a las deudas y obligaba a los anticipos del reintegro
del trigo prestado por las sementeras. Muchas medidas se recrudecieron por el
impedimento del comercio con América, debido a las guerras que tenían cortado
el comercio marítimo y, por ende, el paso de caudales de aquella zona.
Para la emisión de pagos reales, la
ciudad se agregó a la Caja de Málaga y se recibieron órdenes para división del
pueblo y clases (Cf. 1-8-1799). Uno novedoso que intentó aplicarse fue le
promovido por la Dirección General de Correos de gravar con dos fanegas de
tierra u obrada de viña para cualquier vecino usuario ,y con cuatro reales por caballeriza mayor y tres
por menor de arriero o trajinante por el uso de los caminos y para su
reparación, aunque luego se establecieron dos reales por arroba de sal por la
Junta Nacional de Propios. El pago de 330 millones mediante
el repartimiento entre todos los pueblos de España supuso un enorme
derroche para poder contribuir a los 126.000 reales que habían correspondido a
Alcalá , y obligó a tomar medidas recaudatorias contra los rompedores de
tierras y casas y a solicitar un préstamo del abad mediante el cobro del
período vacante. También se pidieron cuarenta y cinco mil reales de la Obra Pía
del abad Moya y de la Fábrica de la Iglesia en una proporción de 25.000 y 20ooo
reales. El cobro de todos estos préstamos provocó un conflicto con el abad,
obligando a continuos retrasos. Continuas son las dilaciones en el pago de las
rentas provinciales, frutos civiles y de la paja a la administración
provincial. Uno de los ramos más importantes cuales eran el de pujareros y
labradores se quejaban en 1802 de la disminución de su grupo y del ganado lanar para librarse de las
cargas impositivas que gravaban 25 reales a la yunta y en proporción del ganado
y real y cuartillo por fanega sembrada.
Los
últimos años del reinado fueron verdaderamente difíciles para la población. Las
malas cosechas, las epidemias del año 1800 y 1802 en Andalucía y las sangrantes
imposiciones dan lugar a la petición de moratorias y aplazamientos para poder
pagar los nuevos impuestos, el impago de muchos de los anteriores , la
decadencia de muchos recursos en agricultura y ganadería y, como síntoma de una
sociedad en decadencia, ya no pueden acudir a los servicios de la Corona cuando
en el año 1806 se le solicitan caballos para el ejército en la difícil
situación de la guerra contra Inglaterra ocasionada por la difícil alianza
hispano-francesa.
Algunos
bienes de la Obra Pía del Abad Pedro de Moya son vendidos, a pesar de que el
ayuntamiento alcalaíno recurra la medida y ponga las bases para el nacimiento
de un nuevo hospital, ya que el que había en el del Dulce Nombre de Jesús es
pequeño, mal equipado y , a pesar de encontrarse en zona céntrica, el aumento
de población necesitaba de unas instalaciones más acordes con los nuevos
tiempos como se aprecia en la creación de nuevas plaza de mujer partera titulada.
El asunto que llegó a los tribunales tuvo un veredicto a favor del cabildo
alcalaíno que esclareció aquella administración oscura de unos bienes que se
habían destinado más al enriquecimiento de administradores que a los fines que
se había propuesto de beneficencia y apoyo a la educación de estudiantes.
La
nuevas sedes provinciales de hospitales de expósitos no llegaron a afectar a la ciudad, que mantuvo
este servicio asistencial en la ciudad mediante el presupuesto con el que los abades se hacían cargo.
Castillo
de Locubín y las aldeas
Lo que
sí se observa un período de tranquilidad es en el litigio con la villa del
Castillo, una vez que su Junta de Abastos y Propios logra la administración del
abastecimiento, medidas de control y representación de la ciudad. Tan sólo, en
el año 1801, la población del Castillo introduce una nueva pretensión de que se
invierta en las obras públicas y en la construcción de las casas de los
concejales y de la Junta de Propios el sobrante de las rentas del impuesto de
posesiones con el fin de que dar un establecimiento a sus nuevos órganos
administrativos (Cf. 31-10-1801). Sin embargo, la pérdida de autoridad del corregidor,
en favor del intendente provincial, dio lugar a que este transmitiera una línea
de actuación en la que hacía prevalecer
su autoridad jerárquica frente a la justicia local en el terreno económico,
como se manifiesta en la gestión de propios. (Cf.31-8-1802). Al mismo tiempo,
las nuevas cortijadas, aldeas y Frailes comienzan a organizarse bajo el control
de la justicia que nombra dos ministros, a la manera de los alguaciles o
guardas de campo, que suelen ser los representantes y los ejecutivos de todas
las órdenes y de la política judicial y administrativa. Un factor importante en
el asentamiento de los nuevos núcleos y su definitiva consolidación va a ser la iglesia, que
logrará ser, a través de los capellanes, el garante de los vecinos en las
situaciones dramáticas de desabastecimiento y, en otras , de control de la
población como censos, padrones y reparto de los alimentos. Dos ermitas se
reedificaron en este período la de Frailes y la de Ribera a finales de siglo ,
y se construyó en 1689 una nueva en la aldea de la Acequia, junto a la rotura
de Vicente de Díaz de Arjona en el cortijo de acequia y el camino real con lo recaudado en el
monumento de la Trinidad.
Una nueva manera de gobernar se expresa al
principio del mandato de los corregidores que se asesoran de los privilegios y ordenanzas, al mismo tiempo que
suelen programar la línea de su actuación mediante un Auto de Buen Gobierno
dirigido a la población (Cf. 4-8-1800)
Algunas
costumbres desaparecen en estos tiempos
como las corridas de toros, organizadas por las cofradías y las congregaciones
marianas como las de los Siervos de María en el año 1797 que desean organizar
seis corridas de toros, algunas de muerte, y solicitan permiso de la Real
Chancillería e informe de presupuestos y
posibles beneficios. De los datos se desprendían unos ingresos de 20.000 a
24000 reales de vellón y unos gatos de 12000 reales de vellón, la presencia de
muchos forasteros a los espectáculos, que se complementaban con fiestas de
moros y cristianos, provocando la
deficiencia de hospedaje y abasto de pan. Para ello sugería otras medidas
extraordinarias(cf.13-1-97). En el año 1805 se mantuvieron estas restricciones
a espectáculos. La educación para las
clases jornaleras se incrementa en la ciudad mediante la incorporación de un
maestro y un ayudante de primeras letras (Cf.6-5).
Al
mismo tiempo se asiste a una nueva instrucción formativa en las escuelas, por
medio de la difusión de nuevos métodos de enseñanza que pretendían un enfoque
básico en el alumnado. Aunque la escritura era el objetivo primordial, también
se procuraba por la Corona que se difundieran la pasión por la agricultura como el Apéndice de Educación al Discurso de la Industrial Popular. El arte de escribir por reglas y con muestras
de Torcuato Toro de Rivas se difundió en todas las escuelas para los
alumnos de las primeras letras. En esta misma línea se creó una nueva Junta
Municipal de Sanidad, que trataba de regular la higiene y la salud de los
vecinos, procurándose de la ubicación de cementerios municipales y de otros
aspectos relacionados con los vecinos en tema de control de alimentos, aguas, y
servicios sanitarios.
El
abad y el municipio
El
conflicto entre los estamentos eclesiástico y civil surge con la llegada de
los nuevos abades que trataban de implantar un rigoricismo y una austeridad
de formas que no concordaban con los
regidores, acostumbrados a las fastuosas fiestas del Corpus. El primero
que desencadenó la situación fue el Abad Palomino Lerena. Sus medidas de
prohibición de las procesiones de Semana Santa por el escándalo de los
rostrillos y el desplazamiento de las andas del Corpus por el porte de la
Custodia en su mano entablará un largo litigio entre los dos estamentos, que
poco a poco acabará diluyéndose al mantener el abad aquellos formalismos en los
últimos años, levantar las procesiones de los rostrillos y caretas de las
procesiones del Viernes santo y al comprobar los miembros del Cabildo municipal
el talante filántropo del abad Palomino, emparentado con el ministro de
Hacienda Lerena, cuyo testimonio quedó
reflejado en una obra pía para beneficio de los pobres jornaleros, administrada
por el conde de Altamira. A ello coadyuvó su provisor don José de Ortega, que
se distinguía por su celo, caridad, desinterés e instrucción y la propia
ciudad pidió la prórroga tras el
fallecimiento, a pesar de que se mantuvo la tradicional petición de un obispo para la nueva situación
en el año 1800, al recaer en Manuel de Trujillo.
Por
este tiempo, las misiones de frailes es frecuente en la formación de los vecinos a través de los
sermones en los grandes acontecimientos o en momentos como la llegada del padre
Diego de Cádiz que visita la ciudad con gran aceptación de todos y presencia del
cabildo. De ahí que en el año 1801 se celebren en el convento de Capuchinos
honras por su muerte con presencia de l propio cabildo. La caridad y la limosna
eran sobre todo las medidas que más propugnaba en estas circunstancias la iglesia como una
manera de paliar las diferencias sociales entre los miembros de la población.
No obstante, la devoción de la Santísima Trinidad fue una de las que más se
propagaron con la presencia de este monje hasta tal punto que hicieron colectas
para levantar monumentos y hubo regidores que sus propias casas
adornaron con este elemento
iconográfico.
Con el
abad Trujillo se iniciaron los mismos pleitos, agravados por el plan
beneficial, que pretendía atajar la situación de los beneficiados ausentes de
la ciudad, creación de la nonata colegiata y nueva iglesia mayor, discusiones
protocolarias en la jerarquía y saludos
de actos , y, sobre todo, en las relaciones entre ambos con motivo de la
cuestión social de los jornaleros en el repartimiento y limosna de los fondos.
El asunto alcanzó cotas de gravedad
entre ambos estamentos, porque sus homilías y arengas dieron lugar al
levantamiento de los jornaleros y a la ruptura de las relaciones entre los dos
cabildos, llegando el pleito a la Chancillería de Granada.
Las
dilaciones del ayuntamiento en el pago de los préstamos concedidos daba a lugar
a un enfrentamiento larvado con la Abadía. Se intentaron todas las fórmulas,
incluso, la venta de los bienes propios. Pero, la situación llegó al límite en
el mes de mayo de 1801 con un cruce de acusaciones entre el abad y el ayuntamiento.
Para los miembros de este órgano el abad era acusado
sobre
el abuso, indiscreción y demás movimientos que finge, que han causado levantamientos y asonadas en los mismos
trabajadores socorridos, no está otra cosa que proyectos de estos mismos señores
caballeros Capitulares a fin de manejar a su arbitrio qualesquiera limosnas,
que así en el tiempo como en el subcesivo, se han dado y dan con el colorido de
un fondo fuera de dichos infelices.
Al
mismo tiempo, consideraba el ayuntamiento que la limosna procedía del fondo de las rentas decimales de
la Real Capilla de Granada y del diezmo
del aceite del Castillo de Locubín que
no se incluía en las partes de la anterior capellanía. Por eso, no era de
extrañar que la respuesta eclesial quisiera mantener su independencia en las
ceremonias religiosas, obviando la presencia de cabildo y causando desaires y desaveniencias que
provocaban la desafección y falta de armonía.
Como
con Palomino, el abad Trujillo retomó las riendas y al final, se creó un buen
clima con las autoridades civiles que le apoyaron en todas las gestiones para
la creación de una Casa de Misericordia que pretendía la educación, crianza,
alimentación de los niños , en donde se incorporaban los fondos de la parte diezmal
correspondiente a la Real Capilla de Granada(cfr. 14-9-1801). La erección
definitiva tuvo lugar en el año 1804 según comunicaba el EXcmo. Sr. José
Eustaquio Moreno Colector General de Expósitos (Cf.18-5-1804). Días más tarde
surgen las primeras desaveniencias sobre el control del nuevo establecimiento
público con el nombramiento de un director o un capellán rector, en el que se
dividían los pareceres de ambos cabildos, quedando al fina la dirección en
manos del cura de santo Domingo. Aunque
también el abad solicita fondos del cabildo municipal, pronto se percibe que la
situación no permitía nuevos arbitrios para afrontar este servicio.
Las
clases privilegiadas logran ejercer un control de la sociedad, y eso invita a
que muchos vecinos hacendados traten de
ocupar el status de hidalguía mediante las distintas revisiones del censos y padrones. Aunque el corregidor
estableció un informe a la Sala del crimen de Granada sobre los hidalgos, son
muchos los que quieren incorporarse, ligados con familias de hidalgos o ilustres hacendados a través de la
Maestranza de Granada. Incluso, los puestos de defensa del común como los
diputados y personero fueron ocupados mediante su elección restringida de entre
los veinticuatro electores de las dos parroquias y recayeron en familias hidalgas o personas relacionadas con la
administración de la ciudad ( medidores, contadores, depositarios del Pósito).
En este contexto hay que comprender los
enfrentamientos con el abad de la ciudad, Antonio Palomino, primo del ministro
de Hacienda Manuel de Lerena, en torno a cuestiones de protocolo en las
procesiones del Corpus, cuando el abad abrió un amplio litigio que duró desde
los años noventa hasta el 98 con motivo de sacar la hostia sagrada en sus manos
y no en las andas con el boato típico de esta fiesta tan arraigada y barroca en
la ciudad. El asunto trascendió a otras esferas de la religiosidad popular
prohibiendo las procesiones de Semana
Santa que no ofrecían a aquel abad humilde y austero un ejemplo de vivencia
cristiana más bien un aspecto carnavalesco, porque no comprendía os rostrillos
y vestimentas anacrónicas que pervivían en la dramatización de la Pasión de
Jesús. Lo mismo acontece con las preeeminencias entre regidores para sustituir
al corregidor, que se dirimían entre el regidor decano o de l antiguo abolengo.
Varios son los padrones y abundan los expedientes de hidalguía que se
tramitaron en este período. Destaca el del año 1801 por barrios y parroquia,
comprobándose el asentamiento urbano de las familias hidalgas frente a la
ausencia de cualquier miembro de este estamento en las aldeas. Por parroquias,
existían unos 23 hidalgos en la parroquia de Santa María la Mayor y 26 en Santo
Domingo de Silos (cfr18,20 -4-1801).
Continua
durante los años 1797 , 1798, 1799,
1800, 1801 y 1802 ( esta última con nieves intensas) el ciclo de inviernos
duros de restricción del pan, carestía de precios, lluvias y tormentas que
provocaban la ausencia del trabajo y miseria de jornaleros, y obligando a medidas
de repartos por cuarteles y en las casas capitulares y en los conventos de
santo Domingo y Consolación a través de boletas, limosnas del corregidor,
regidores, los pudientes hacendados, del
Pósito y del Abad. Muchas veces se perdían incluso los nuevos productos como el
aceite , como sucedió en el año 1800, en el que
se ve que comienza a incidir dicha labor agrícola en la clase jornalera
para alimentarse y para el trabajo.
1788 |
|
|
|
|
1789 |
sequía |
|
|
|
1790 |
|
|
|
|
1791 |
x |
|
|
|
1792 |
x |
tormentas en Julio |
|
|
1793 |
|
temporales en mayo |
|
|
1794 |
x |
|
|
|
1795 |
|
tormentas |
|
|
1796 |
|
lluvias |
|
|
1797 |
|
temporalss |
|
|
1798 |
x en abril |
|
|
|
1799 |
|
tormentas |
|
|
1800 |
|
temporales en enero |
Peste terciana en Santa Ana |
|
1801 |
|
temporales |
peste |
|
1802 |
|
tormentas |
|
|
1803 |
|
|
|
|
1804 |
|
tormentas |
|
mala cosecha |
1805 |
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lluvias en enero |
enfermos del lazareto |
Reparto de trigo a pobres |
1806 |
|
tormentas en abril |
terremotos en octubre |
destrozo en campos y cortas
cosechas |
1807 |
x |
|
langosta |
|
1808 |
x |
|
|
|
Hallándose
el fruto del aceite que es uno de los
primeros de necesidad casi perdido por
no poder recoger la aceituna.
En la mayoría de las ocasiones
los diputados del común y el personero se hacían eco de la situación en
situaciones como ésta:
se
encuentran en vandadas por la calle pidiendo limosna e implorando la caridad
para no morir de hambre con sus pobres familias (Cf.22.4.1797)
La miseria invadía aún más en los presos de la
ciudad, a los que hubo que librarlas alguna cantidad y medidas extraordinarias.
Aunque
la ciudad se representaba por dos comisarios regidores o jurados, pronto el
control de la distribución de los recursos del Pósito y otras fuentes se ponían
en manos de capellanes, y párrocos o representantes del Abad. Las rogativas a
la Patrona con su traslado a la iglesia de
la Veracruz proliferaron en estas ocasiones para impetrar la ayuda divina a
través de la Virgen, porque el pueblo y el cabildo alcalino era muy creyente en
su mano auxiliadora. No sólo era difícil la primera estación del año sino
también la primavera por las tormentas frecuentes que asolaban los campos y
destrozando con frecuencia las mieses, arbolado y frutales.
Sin
embargo una orden del Supremo Consejo de Castilla impidió las medidas
que hasta ahora se arbitraban en estas situaciones a costa de la autonomía local, que solía
librar trigo del Pósito en estas circunstancias azarosas mediante su
restricción en situaciones urgentísimas, lo que podía lugar a motivos de
conflictos que hasta ahora se paliaban, librando de la situación a los
hacendados que eran los primeros que iniciaban
las limosnas en los momentos de ausencia de trabajo, en los que a veces
la situación se recrudecía con levantamientos, al menos de palabras, que
insinuaban ya lo que podría ocurrir momentos de tragedia. No era de extrañar
que aquella masa de desfavorecidos presentara escenas dantescas en la primavera
con:
infinitos
clamores del común y más quando se hallan en la estación presente las pobres mujeres
y sus familias sin el amparo de sus marido por hallarse estos en las campiñas
(Cf. 4-6-1798).
La
situación social,
en la que se unían la problemática del
paro estacional de los jornaleros con
los prestamos de escarcha y sementera y las nuevas medidas recaudatorias de la
Corona, daba lugar a que se le pidieran elevados préstamos al abad con el fin
de cubrir los envíos de recursos en el año 1799. De ahí que, ante la solicitud de más de 200.000
reales a la autoridad eclesial, el abad sólo pueda cooperar con el préstamo de
100.000 reales, ya que las nuevas circunstancias de su feligresía en nuevos
ámbitos urbanos obligaban a la reconstrucción de nuevos templos como era el
caso de las reconstrucciones y nuevas ermitas de Frailes y la Ribera( Cf.
29.3.). En los años finales del siglo XVIII y XIX, la limosna se
iniciaba por el corregidor y todos los miembros del ayuntamiento-regidores,
jurado, personero, diputados y escribanos, se constituían grupos de comisarios
con el corregidor y párrocos para pedir por las casas de los hacendados y luego
se repartían en los conventos, dando lugar a un nuevo conflicto entre los dos
estamentos ante la grave situación, como la del año 1802 que se tildó de
urgentísima necesidad y calamidad con todo rigor ante la propuesta al Consejo
Supremo de Castilla de constituir un
fondo perenne de las rentas decimales para esta necesidades por parte de los
regidores (Cf.13-1). Cosa que provocó
desaveniencias con el clero, dando lugar al levantamiento de los jornaleros mediante la influencia del propio
abad, según hemos comentado.
En
1804, todavía se resintió la ciudad de los malos años anteriores, prohibiéndose
sacar trigo, maíz y cebada, y de haber enviado grandes cantidades a Málaga y la
Costa y se llevó a cabo un registro de los partidos del campo, que ya estaban
perfectamente delimitados en los siguientes y representados por los alcaldes de
las cortijadas: Santa Ana, Ribera y Mures, Acequia, Cantera Blanca, Valdegranada,
Viñuela, Caserías de san Isidro, la Rábita y Charilla. Fue un año que llegó a
suspenderse la feria ante la escasez de trigo y el posible contagio de la peste
de Málaga.
En
1806, el propio Godoy escribía a Alcalá lamentándose de la triste
situación que sufría el vecindario,
afligido con los continuos terremotos.(29.10.1806)
Peste
terciana en Santa Ana
De
nuevo renacieron con más virulencia en la aldea de Santa Ana las fiebres
tercianas en agosto de 1800 que afectaron a mayor número de vecinos, muriendo
21 personas y recayendo en la enfermedad 282 personas, aplicándose las mismas
medidas que se llevaron a cabo en el año 1784. La epidemia de 1800 que asoló
muchas partes de Andalucía Oriental no afectó en muertes ni enfermos, pero
obligó a la ciudad a tomar las medidas de prevención que supuso el
establecimiento de un cinturón de tropas
y construcción de un barracón en la zona de la cruz de los Moros y san
Blas para impedir la llegada de contaminados por el Levante y del Sur. Al mismo
tiempo se instalaron dos casas de campo, propiedad de los regidores, que hacían de hospital de cuarentena en los
cortijos de las afueras distantes de la
ciudad y otro de enfermería en el cortijo de los frailes de Consolación de los llanos, donde se instaló
un molino de viento. A todo ello se añadieron tumultuosas procesiones de
rogativas en las que participaban la mayoría de las imágenes de la ciudad- la
Patrona, la Virgen de las Angustias, san Roque, santo Domingo, Jesús Nazarena y
el Cristo de la Salud- para impetrar la ayuda del cielo, ya que el miedo que
invadía en estas ocasiones era muy grande entre los vecinos.
La
destrucción de los montes
Los
años finales de este siglo supusieron un movimiento importante en la roturación
de las tierras y en su venta a censo perpetuo a muchos labradores. Esto
provocaba una ansia por los labradores para la roturación de tierras en muchos
lugares que estaban destinados al pasto de ganado. Los corregidores y sus
ministros se vieron obligados a adoptar medidas de control. Entre los terrenos
usurpados se encontraba la dehesa de los Llanos, que en el año 1790 fue
inspeccionada y se castigaron a los roturadores furtivos, en beneficio del
ganado y pasto común. Los terrenos de Charilla, rodeados de distintas dehesas
la tallar y de las yeguas y potros, son
objeto de queja de los vecinos que no encuentran donde pactar sus ganados de
cerda y lana. En Mures, las obras del convento de Consolación también de nuevo
dan lugar al arrendamiento en las suertes anteriores que se habían realizado
años antes con motivo de la iglesia de las Angustias.
En
concreto, un real decreto de ocho de julio de 1797, comisionó a don José María
León para llevarlo a cabo. Este lo ejecutó, pero permitió que se desmontaran
más terrenos de lo permitido, ya que se beneficiaba por la prorrata que cobraba
por parte de cada fanega entregada. La situación era desesperante en 1798 y no
servían para nada ningún tipo de medidas coercitivas ni los bandos del
corregidor, como se manifiesta a lo
largo de los cabildos por parte del síndico, personero y algunos regidores:
ha
dado lugar a que sean mayores en forma que ni han cesado ni cesan el romper,
quemar los montes y arrancarlos (Cf.27-5)
Dio un gran impulso a la vida rural convertir muchas tierras en labor, pero
también provocó un conflicto de intereses entre los habitantes del casco
urbano, de las aldeas y de Frailes con los criadores de ganado. A esto hay que
añadir que muchos propietarios de ganado caprino vieron sus intereses afectados
por muchos rompimientos de montes, y destrucción del arbolado de encinar y de
la maleza, que intrusos campesinos llevaron a cabo de una manera ilegal. Muy
significativos fueron el rompimiento de los montes en las zonas de Charilla y
Frailes, o el abrevadero del Robledo que
se encontraba inutilizado, concretándose en las dehesas, abrevaderos,
descansaderos, apartaderos, caminos y majadas. Varios pleitos se entablaron
entre ganaderos y nuevos campesinos por los terrenos de la Majada de la Silla,
Cerro del Encarvo, el Cuello, de la Zorra, Romanilla, de los Regajos, de la
Choza, Navasequilla y Abulágar. A esto se añadía que conforme pasaba el tiempo
y no se ponían medidas adecuadas los abusos se extendían en el corte de
chaparras y la quema de monte bajo presagiando nuevas tierras de labor en otras
zonas. Como dato significativo, en la
población de Frailes el corregidro tuvo que ejercer medios violentos y la
justicia en la aprensión de los rompedores intrusos, que no eran pocos sino que
en número de setenta y nueve actuaban
solidariamente ante las medidas de presión del corregidor. Así en 1799, la
Solana de la Parra, Cerro del Piruétano, Cañada de las Nogueras, Hoyo del Peñón
y la Sierra de San Pedro configuraban nuevos terrenos de labor del mapa
comarcal diferentes a la zona de Charilla y Frailes. El síndico, defendiendo
los intereses de la ciudad y los propietarios de ganadero caprino acudieron a
la Corona para defenderse de este desorden, que se había provocado y de la
permisividad del comisionado y así lo manifestaban de una manera exagerada:
Ya
no hay pastos ni arbolados y todo constituye a Alcalá en notable indiferencia
será mayor si el desorden no se contiene. Y continua dirigiéndose a la Junta de
Caballería: la necesidad que nos hallamos de defender los privilegios de la
Ciudad y comodidades del vecindario.
Más
explícito el testimonio del alguacil mayor Juan Fermín de Callava de la
insostenible situación al reconocer el término:
el cual se halla sumamente
destrozado, causando un dolor incomparable al mirarlo, rompiendo cada vecino
quanto se le antoja a su voluntad,
destrozando los montes y sacando las matas de cuajo, los cuales daños nos los
pueden pagar con cuanto caudal tienen, por no tener aprecio, que, aunque han
venido varias órdenes del Real y Supremo Consejo, para que cesen los nuevos
rompimientos, se han publicado y fijado edictos en varias ocasiones, no se ha
obedecido, ante si han continuado y continúan destrozando todo el término,
siendo los principales motores los vecinos de la Cortijada de Frailes y
Charilla, que estos , como son muchos, y entre tanto a poco les cuesta,
suministran varias cantidades de dineros con lo que obscurecen la verdad,
queriendo aparentar que la noche es día, y sin
tener presente el temor que deben tener
a los destrozos, que por su culpa se causan, que por lo de consiguiente,
no cumplen como vecinos legítimos que deben ser, por lo que en esta atención y
teniendo presente sobra justificación de todos estos procedimientos, y así
mismo que este Pueblo llegará a verse el más infeliz de todo el mundo, por
dicha causa, pues en el día se está experimentando, que en todas las
inmediaciones de los demás a él se encuentran las carnes buenas y a precios más
equitativos, los labradores más pujantes con los ganados que mantienen que los
de esta ciudad, por cuanto los infelices quieran tenerlos no pueden ejecutarlo
por no tener tierras donde anden con la continuación de los rompimientos.
La
posición de los afectados era curiosa al alegar que tan sólo, según
recogemos estas palabras,:
Se
hicieron presente al Consejo los recursos de Diego Romero y consortes hasta el
múmero de 79 todos vecinos de la misma
población con la misma pretensión que Manuel Romero por iguales causas de
molestarles el corregidor de dicha ciudad, a instancia de un religioso
Franciscano secularizado que quería acomodar un atajo de ganado cabrío.
Este
contexto no sería comprensible si los regidores, jurados, diputados del común y
personero hubieran cumplido con las obligaciones que contraían en los acuerdos
continuos de las distintas sesiones. Sin embargo, imbuidos y aprovechándose de
las mismas circunstancias, muchos de ellos junto con los oficiales de la ciudad como los abogados, contadores, procuradores,
eran los primeros que cometían tropelías, aumentaban sus peculios, invadían las
zonas de pasto común, las veredas, majadas y abrevaderos sin manifestar en modo
alguno un testimonio ejemplarizante de la población que, en su mayoría
jornalera, invadía los restos que no habían usurpado los grandes propietarios.
El asunto se dirimía entre el establecimiento de nuevos canones, o rentas a las
nuevas rentas y su posterior reversión en terrenos baldíos en perjuicio de los
bienes de propios o la ejecución de medidas por parte del Consejo Supremo de
Castilla a través del Tribunal Regio, a cuya espera se agrandaba cada día más
el problema.
En
medio de todo este embrollo legal, medidas contemporanizadoras ,algunas que
otras multas fácilmente asumibles por los infractores, la pérdida de terrenos
comunes y el detrimento del pasto común en beneficio de la agricultura, más
bien, de algunos avispados propietarios,
y los jornaleros que tuvieron posibilidad en las zonas más desfavorecidas, la
situación se pudría, quemaba a corregidores y creaba la división entre los
miembros del cabildo municipal, no muy decidido de afrontar el problema por las
cargas que le supondría la investigación y por las personas de su entorno afectadas.
El asunto alcanzó su grado más álgido con la acusación de verse impulsados
todos estos desmanes por el regidor Nemesio de Torres, que protegía, animaba y
amparaba a los rompedores ilegales de tierras, actuación que debió investigar y
castigar el propio alcalde mayor ante la acusación de algunos regidores y los
diputados y personeros del común en el año 1798. Todo el conflicto provino a
consecuencia del incendio provocado de la dehesa tallar, que se le atribuyó al
mencionado regidor, como manifestó el alcalde mayor ante las acusaciones del
personero y el regidor Benavides. Las consecuencias habían sido notorias,
porque en el Barranco de la Plata, la Majada de la Silla, y Cerro Encarvo de
Frailes habían sido rotas 225 fanegas de tierra y treinta y nueve personas
estaban implicadas en presencia de los alcaldes del lugar Juan Mudarra y
Francisco de Peña. A través de diversas investigaciones y declaraciones de los
guardas, acusan al regidor Nemesio de Torres, que en su período se vio
implicado en mayor número de casos de malversación de fondos, tráficos de influencia en las
compras y favoritismo de familiares para
cargos y subastas.
Esta
situación no sólo creó pleitos entre los vecinos sino también con los pueblos
cercanos en la mojonera con Martos, donde los vecinos del Castillo de Locubín
se habían adentrado en aquel término. También, antiguos hidalgos como Vicente
Estrada en su cortijo de la Merced, o Fausto Fernández de Moya en la vereda de
Palancares se vieron obligados a revisar linderos, y mojoneras por usurpación
de tierras, unas veces cometidas por los labradores vecinos en terrenos
linderos con los propios usurpados y otras, usurpadas por ellos mismos. Un caso
especial fueron la familia de los Díaz de Arjona, cuyo asunto alcanzó el grado
sumo de la violencia. Uno de ellos llegó a enfrentarse con armas con el
corregidor Carbonell, matando a su propio hijo e hiriendo a su persona. Los
miembros de esta familia era abogados, curas, oficiales destacados de la ciudad que se habían
enriquecido a través de sus oficios y la usurpación de tierras, queriendo
alcanzarla hidalguía que se les denegaba. A ello se añadía que uno de los terrenos invadidos por Juan de
Dios de Arjona, era cercano a la aldea de santa Ana y se le achacaba la
epidemia de la dura epidemia de tercianas. En medio de este clima, el ejercer
la justicia tan devaluada por las medidas permisivas anteriores hacía estallar estos conflictos.
El
veinte de abril de 1799, el corregidor de Alcalá Gregorio Guazo aplicaba una orden del
intendente de la provincia de Jaén por la que prohibía cualquier rompimiento de
tierras nuevas, sobre todo, majadas, abrevaderos y caminos y dehesa de las
yeguas, y la devolución de las tierras, arrestaba a algunos de los rompedores,
como Manuel Romero que se resistió violentamente a la Justicia, y se tomaban medidas con el fraude de los
caudales públicos. Las medidas no respondían a la tradicional defensa de los
pastos comunes hasta tal punto que sobreseyó el expediente de uno de los
afectados, se encargó al mismo comisionario que graduara y reconociera todos
los rompimientos antiguos y nuevos. Con el comisario José María de León la
solución del problema se encontró con una doble dificultad. La oposición de
algunos que querían distinguir los
rompimientos comunales de los propios para salvar a través de los pleitos a todos aquellos que
habían roto los terrenos a pesar de ser ,en el fondo, todos baldíos y públicos
y de esta manera fingir falsos informes a la Corona. Por otra parte, el mismo
había admitido y asignado algunos rompimientos y desmontes y los seguía
permitiendo hasta tal punto que desde la fecha primera de las medidas
restrictivas del siete de julio de 1798 lo acusaban los regidores alcalaínos se
habían producido muchas más. Poniendo ejemplos, decían que en la Majada Coello
de cinco o seis rotas el número se elevaba a catorce, y en la Majada Silla,
Cerro Encarvo y otros descansaderos y abrevaderos de ganados se había roto y
desmontado aquel precioso monte de encinas. Lo mismo sucedía en una
extensión aguadero del Robledo, repartido a Fulano González. El interés era
claro, pues se beneficiaban de la cantidad concedida para llevar la comisión
que la había duplicado en la cifra de siete mil reales, obrando el y sus ayudantes
44 reales diarios. Los vecinos contribuían el pago mediante el prorrateo de las
fanegas medidas. Benavides, uno de los regidores que más defendió los terrenos
comunales, alegaba que estaba apoyado por el Intendente de Jaén Manuel Rubín y
éste impedía la denuncia de síndicos y ayuntamiento de Alcalá al Consejo
Supremo de Castilla y la situación era
desastrosa en los mencionados abrevaderos, descansaderos y apartados de ganado
de las majadas del Cuello, silla, Zorra, Romanilla, Regajos, Solana del Madroñal,
Lomillas Verdes, Zorra y su aguadero, Navasequilla y Abulágar, todos ellos de
la zona de Frailes, donde se habían reducido todo a labor sin orden de cesar
rompimientos y ninguna vereda y con tendencia a no quedar árbol alguno. Por
otras zonas se había iniciado la corta
de chaparras y quema de monte bajo y el poco prado que quedaban como Piruétano,
Cañada de las Nogueras, Joya del Peñón y Sierra de san Pedro.
Ante
esta situación el cabildo municipal se hallaba dividido entre los partidarios
de cesar y terminar con el gran destrozo de los montes y aquellos que
subrepticiamente apoyaban al comisario y a los rompedores, como eran Nemesio de
Torres y Antonio Morales, emparentados con el comentado comisario, y que
apoyaban el informe de los labradores. El primero de ellos huyó a Madrid y fue acusado de malversación de caudales del
fondo del pósito por varios testigos, siendo apresado, y privado de cargos
municipales por un cierto tiempo.
El
alcalde mayor expedientó a los anteriores regidores y se formó una comisión de
otros dos regidores que representaron en el Consejo de su Majestad los
intereses de la ciudad que se hayan
destrozados, obviando y saltándose la autoridad del Intendente de Jaén
de una forma secreta en las personas de
Benavides y Juan de Alcalá. De ahí que la situación no se pueda describir más
desoladamente:
Todo
el término se halla destrozado, causando un dolor imponderable del mirarlo,
rompiendo cada vecino quanto se le antoja a su voluntad, destrozando los montes
y sacando pies no quedaba encina ni chaparra que no se corte y reduzca a fuego
y se producían en algunos sitios como en Majada Coello espectáculos de 36 hogueras de fuegos y
amojonamientos de miembros de la corporación expedientados ante los mismos
regidores y el mismo comisario, que trataban de emitir informes.
La
situación ,a finales de año, continua en los mismos términos con nuevos
repartimientos en la Solana y Majada del Majanillo y los Barranquillos de la
Losa, Maleza de santo Domingo y Monte Tallar , Mata Hermosa con el corte y quema de chaparros por los
vecinos de Charilla y de Frailes destrozando majadas, aguaderos y coladas de
caminos.
Aunque
el intento de poner orden alcanzó las casas y huertos que habían invadido los
caminos vecinales de una manera arbitraria, emitiendo órdenes de dejar libres
los caminos, sin embargo el final de siglo y principios del siguiente no se
escatimaban esfuerzos para introducir el olivo en terrenos baldíos o roturados
como los LLanos, Prado de Viedma o las Nogueruelas en detrimento de las dehesas
y pasto común. De ahí que la situación era insoportable en el año 1800 para los
alcaldes de la cortijada de Frailes que se veían requeridos por la Junta de
Propios y para los propietarios de ganado caprino en aquellos parajes hasta el
punto no había vecino que no hubiera
roturado dos o más fanegas y hubiera sembrado con mucho más exceso, impidiendo
el paso por las veredas que apenas permitían andar a un hombre a pie. El
criterio se había hecho vox populi: cada vecino toma lo que le parece a
medida de su gusto. A los anteriores parajes se añadieron otros nuevos como
la Majada de la Zorra, la Zarza, Rodrigo Alonso, Solana de la Parra, cañada del
Peñón y Cerro de Enmedio, Soto Redondo, aguadero de Navasequilla, Fuente la
Parra, Barranco de Valdeinfantes, Cerro de Garcitocinos y colada de la
fuentecilla. Como cifra ilustrativa
hasta el 1797 habían sido roturadas y desmontadas 602
fanegas de tierras y a partir de
ese año 1200 fanegas y los vecinos de aquel sitio de Frailes usaban de los
recursos más siniestros sin que les afectaran cualquier medida preventiva o
intimidatoria. A finales del año 1800, la ciudad recibió órdenes del intendente
provincial para que continuaran la mensura, deslinde de los rompimientos de
veredas de campos, abrevaderos y majadas
y los incorporados arbitrariamente y solicitan al corregidor la dimisión del
comisario León.
Otro
de los puntos al que también afectaron en el repartimiento de tierras era la
sierra de san Pedro, en una cantidad que excedía las mil fanegas. En el año
1804, aunque se preferían los verdaderos pobres, tuvo lugar esta importante operación que salió subasta
entre los colonos que mejor tanto por
ciento ofrecían y con una anticipos para no obstaculizar la hacienda municipal.
En
estos años debieron ser muy tensas las relaciones entre los vecinos que, en la
despedida del corregidor en 1805, se evaluaba su gestión muy importante,
porque:
ha
sido infeliz el estado de los propios ...tocante al sosiego y tranquilidad
pública y en la administración pública y el que de una plebe impetuosa,
propensa a la ebriedad y a las quimeras, que aparece permitan transitar por las
calles a los vecinos juicios, ha recobrado su natural carácter, siendo el
pueblo más dócil y obediente de este reino.(4.12.1805)a
El
orden público se benefició en muchas ocasiones del alojamiento en nuestra
ciudad de la partida de escopeteros de Granada o la presencia de muchos
regimientos de caballería en los mesones y en las casas particulares, pastando
en las dehesas, como del Regimiento de Caballería de Santiago en 1797, el del
Borbón de Málaga en 1798 o el de Calatrava de España. Aunque la presencia de
malhechores y contrabandistas en la ciudad, hizo que se extremaran las medidas
con dos o cuatro serenos, y la ayuda de comisarios de la Santa Hermandad de
Ciudad Real. No obstante, muchas veces
el corregidor tan sólo mantenía de cuerpo de guardia dos alguaciles
ordinarios y tuvo que nombrar a vecinos
honrados que provistos de armamento y con órdenes explícitas defendían a cada
cuartel de la ciudad mediante rondas.
Las
medidas liberalizadoras y de reformismo, impulsando nuevas fórmulas de riqueza,
se mantenían, obligando a las autoridades municipales a llevar a cabo un padrón
y censo quinquenal, según una orden de Manuel de Godoy, en el que se respondieran una serie de
cuestionarios para tomar medidas de progresos de sus habitantes en la
agricultura, amén de su funcionalidad para las levas, sorteos y alojamiento de
soldados.( Cf.3-10-1797) Por eso, aunque la comarca dependía prácticamente de
la agricultura que permitía otros servicios judiciales, municipales, y , hasta
eclesiásticos a través de sus propios o de las distintas contribuciones, no se
olvidaban todavía otras fórmulas como podía ser el establecimiento de una
Fábrica de Paños, bayetas y lanas en el Pósito Viejo que había sido solicitada
en tiempos de Carlos III, y todavía no se había hecho realidad. Alguna
dificultad tuvieron la instalación de dos fábricas de cantarería en la Tejuela por motivos tan peregrinos como la distancia
con el matadero. En esta línea de racionamiento fueron algunas medidas de
cambiar de sitio en el abastecimiento de la sal , atendiendo más a
razonamientos de rentabilidad que a privilegios anteriores. La ciudad va a traer de Loja su abasto antes
que del Arroyo y Algarve de Córdoba. Se apoyaba que se ahorraba el porte a
través del acarreo del trigo hacia Málaga.
La
preocupación por la red vial y la ciudad
Sigue
la misma preocupación por los caminos, y aún mas por el ornato de la
ciudad y empiedro de la ciudad en las
calles principales de tránsito como el Llanillo, Tejuela, Antigua, o Angustias
, aunque ahora se lleve a cabo un control más estricto a través de la Junta de
Caminos de Granada, Jaén y Córdoba, precedente de la Dirección General de la
Andalucía Oriental, que llegaba a revisar todo los proyectos, ejecución de
obras y proponía medidas de inversión en este apartado. El correo de la Corte a
Granada y el camino de Málaga por idéntica razón se hacía cada vez más rápido y necesitaba de
unos firmes más estables que no sufrieran las inclemencias del tiempo, que
seguían creando muchos problemas en los puntos negros del Barranco de los
Postigos, puentes de Guadalcotón, Moriana, el Coto, pasada de los Prados de la
Gitana y del Palancares. Otros puntos
que preocuparan fueron la entrada y salida de la población, la cuesta del
Carril, Retamal y Hoyas de Hundieros.
Aunque
relacionadas con las obras públicas, se levanta por el año 1797 la torre de las
Casas Capitulares, instalándose un reloj por la necesidad que tenía la ciudad,
obra de Juan Miguel de Contreras y, revisado por la academia a través del
arquitecto Manuel Francisco de Leñeira. En los primeros años se le concedió la
obra del reloj al regidor Fernando de Tapia.
Las reconstrucciones resultaban muchas veces
difíciles de atajar , produciéndose cierres de zonas como los Arcos de las
Entrepuertas, llamado de san Nicolás, en la Mota o el lavadero de la Fuente Rey
que fue restaurado por los años primeros del siglo XIX. Y las nuevas obras de
los edificios, desgraciadamente, se llevaban a cabo con la reutilización de
antiguos edificios civiles y religiosos: el Humilladero de la Tejuela, el
Pósito Viejo, la ermita de la Magdalena servirán en la construcción de obras
como las del Convento de Consolación o la ermita de san Blas, el poco
patrimonio de la villa del Castillo de Locubín, representado en la Villeta y
sus carnicerías servirá para las obras
de la Iglesia de san Pedro. Tras la participación del alcalaíno Antonio Martín
Espinosa de los Monteros, a partir de los últimos años del siglo intervendrán
en estas obras Juan López de Paz, procedente de Montefrío y natural de Santa
Fé, y José María Armenteros, este último que era de Jaén ya en el siglo XIX. Estos últimos junto con
el corregidor, fueron los que
transformaron la Alameda de ser una pequeña dehesa es en la actualidad un
recreo graciosísimo, plantado y embovedado de quarteles, con diferentes fuentes
de que de presente se está concluyendo una hermosísima.
Una
capilla se abrió en la pared de san Miguel en el convento de los Capuchinos,
integrando el pórtico conventual a través del camino de la Fuente del Rey.
El
abastecimiento de agua para los animales y hombres se revisa continuamente y
aumentan la construcción de fuentes en aldeas como Charilla, diseñada por José
María Armenteros, o las de las Pilillas en el camino de Granada. Ya no sólo la
ciudad de Alcalá tenía un referente
único sino que la nueva distribución entre las aldeas y su casco obligan a una
nueva organización de servicios que debía satisfacer desde el ayuntamiento y
que se ha mantenido hasta nuestros días. El desarrollo de la agricultura en los
anteriores terrenos baldíos había culminado una nueva estructura social,
económica y urbanística, incluso, cultural: Alcalá, sus aldeas y, el nacimiento
de otros pueblos como Frailes y Castillo
de Locubín que en los próximos años del siglo XIX alcanzarán la independencia
.
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