LA FIESTA DE SAN ANTÓN EN JAÉN
Este domingo se
celebra la fiesta de San Antón. Parece ligada en tierras jiennenses a las
célebres hogueras y, en tiempos recientes, se le relaciona con la Carrera
deportiva que recorre todo el ambiente festivo de estas luminarias. La única
reminiscencia de la festividad que, en la mayoría de las ciudades, se encendían
para anunciar las fiestas el día de la Víspera. Pero, la otra vertiente de este
acontecimiento festivo, estaba relacionado con el patronazgo de este santo
sobre los animales, a los que se suele bendecir por estas fechas.
En sus orígenes se creó una orden hospitalaria con el nombre de este santo,
cuyos hermanos recibían, en algunos lugares, el de la Orden de San Antonio o
Antonianos. Era una congregación católica romana fundada hacia 1095, que se encargaba de
cuidar a aquellos que sufrían la enfermedad medieval, por entonces muy común,
del Fuego de San Antón. Se basaba en el relato de que en este año Gastón de
Valloire, un noble del Delfinado del Reino de Arlés perteneciente al Sacro
Imperio Romano Germánico, y su hijo Girondo, la fundaron en agradecimiento por
la cura milagrosa de este último, pues padecía de Fuego de San Antón y fue
sanado gracias a las reliquias del santo. Hizo votos de patronazgo al Santo
ofreciendo sus bienes, y se emplearon en socorrer a los afectados por el fuego
sagrado. Gastón, ante la duda de que no alcanzaran sus bienes para la cura de
todos los enfermos y pobres que acudieran a su provincia, se cuenta que san
Antonio le ofreció su báculo en forma de la letra griega «tau» y le mandó que
lo hincase en la tierra como un presagio que, en forma de árbol crecería, para
cubrir a todos los que vinieran a la cura.
La congregación
religiosa formada por laicos fue confirmada por el papa Urbano II en el año
1095. Las reliquias se custodiaban en la Iglesia de San Antonio de la villa de
La Mota, donde erigieron un hospital cerca, donde cuidaban de los peregrinos
que visitaban el santuario de la Iglesia de San Antonio y de los enfermos,
particularmente de aquellos afligidos por el Fuego de San Antón, enfermedad muy
común en la Edad Media, particularmente entre los pobres, por el consumo de
cereales contaminados con cornezuelo y la falta de higiene corporal. Primero
fueron laicos y, más de ciento veinte años después de su fundación, recibieron
la sanción en 1218 como orden monástica por bula del papa Honorio III. La historia de los antonianos en España está
directamente relacionada con el Camino de Santiago, pues FUE Castrogeriz EL
lugar elegido para establecer el primer convento español. La orden de los
antonianos se organizó de acuerdo con los principales reinos de España ente comendadores
y administradores de hospitales que se dedicaron, desde el principio, en la
atención y cuidado de enfermos con dolencias contagiosas: peste, lepra, sarna,
venéreas y sobre todo el ergotismo, llamado también fuego de San Antón o fuego
sacro o culebrilla.
Entre los hospitales que
se crearon en Castilla, en nuestra provincia se encontraba el de San Antón, de
Baeza, al que se le unieron una serie de cofradías con el mismo nombre. Entre
las cofradías, destacaba la de Alcalá la Real fundada a mediados del siglo XVI,
cuya relación mantuvieron hasta el siglo XVIII, cuando fundaron una iglesia con
el mismo nombre y en la que aparecen el signo de la tau por algunos lugares
constructivos. Es muy ilustrativa la relación entre el Hospital baezano y los
hermanos alcalaínos de San Antón Por un
documento de acuerdo entre ambos ante el escribano Francisco Jiménez,
1563, figuraba encabezando el documento el presbítero comisario de la Orden de
San Antón de los Reinos de Castilla y León y administrador de la Casa y
Hospital de San Antón de Baeza para representarla en el distrito del
Obispado de Jaén, Abadía de Alcalá la Real y la Orden de Calatrava a la hora de
dar licencia a la cofradía alcalaína por delegación del comendador general
de la Orden, fray Lucas Hernández de
Almenara de las Casas de Sevilla, Córdoba y Baeza con fecha en Sevilla en 27 de
diciembre de 1556 . Juan de la Minga era el mayordomo, que regenteaba la
cofradía alcalaína desde que se fundó. El motivo de la presencia de este
encuentro fue el hecho de que los cofrades alcalaínos habían fundado la
cofradía sin licencia alguna en contra de las bulas pontificales, pragmáticas
reales y otro tipo de ordenanzas. Para regularizar la situación, se reunió con
los cofrades que llevaba poco tiempo, por otro lado, no disfrutaban de bienes,
pero si el beneplácito del prelado. Habían adquirido cruces, pendón y otros
ornamentos, y recogido limosnas, pero debían ser reconocidos por los
adminstradores y comendadores de la orden. Se le habían entregado cuatro ducados
a la Casa de Baeza en limosnas. Llegaron
al acuerdo que a partir de primero de junio los cofrades podían n continuar
como cofradía en la ciudad de Alcalá la Real, gracias a los privilegios y bulas
y por los indultos otorgados en todo el término de la Abadía salvo Castillo de
Locubín. También podían hacer demandas en la calle, practicar el culto y la
devoción, tener imágenes, bacines, cetros, estandartes, cruces y otros
ornamentos. Y poner todo en beneficio de los pobres. Para el aumento de
cofrades y acrecentamiento de la devoción, se reservaban tres cuartas partes de
las demandas recogidas en un libro de cuentas y el resto debía enviarse al abad
de la Casa de San Antón de Baeza, junto con las limosnas entregadas por los
devotos hasta el momento de la firma. Dos siglos después, levantaron los
cofrades alcalaínos la iglesia de San Antón, con el acuerdo del hospital
baezano.
En España, la Orden fue extinguida a petición del rey Carlos
III por un breve pontificio del papa Pío VI, publicado en 1791, repartiéndose
sus bienes y rentas entre hospitales, iglesias locales y ayuntamientos, que
estaban encargados de seguir con el servicio prestado por la Orden de atención
a los enfermos.
La tradición alcalaína de la feria de San
Antón se mantuvo muy avanzado el siglo XX. No tiene que ver nada con otra
fiesta junto al Pilar de las Tórtolas la feria, denominada de los Cochinos por
el día de San Andrés, en la que cientos y miles de cerdos se ponían a la venta de diferentes razas y
tamaños con intención de hacer las matanzas familiares. Simplemente se decía
misa y función de iglesia. En recientes años, se ha recuperado el patronazgo
con los animales y se han bendecido junto mascotas al pie de la iglesia San
Antón. En otros lares, quedó la hoguera,
y se añadieron los eventos deportivos para calentar el cuerpo. Pues, San Antón
fresco y tristón, mete los viejos en un rincón. Y ahora más.
FRANCISCO MARTÍN ROSALES
No hay comentarios:
Publicar un comentario