SEGUNDA PARTE
Como otros hermanos del Santo Sepulcro, Juan Vega se comprometía a salir todas las tardes del Viernes Santo hasta las primeras horas de la noche acompañando al Santo Entierro de la iglesia franciscana de la Observancia, también a velarlo durante la noche del Jueves Santo sin poder ausentarse de las estancias del convento, recogiendo la costumbre de otro nombre de la hermandad como Judíos y Guardas del Santo Sepulcro. Estos, incluso, firmaron un acuerdo con el clero conventual y la cofradía para sacar el gallardete en la misma noche y velar al Santo Sepulcro. Salían con el gallardete de la Soledad y el del Santa Sepulcro; eran 42 hermanos vestidos de judíos, con su capitán, alférez, sargento y cabos de escuadra, el hermano mayor y alcaide, y un personaje peculiar, el paje de la Jineta, un niño provisto de una espada y bellas vestimentas como todavía se conservan en otras ciudades castellanas y andaluzas ( Sevilla, Carmona o Navalcarnero) entre las tropas de romanos y judíos. NUESTRO LAZARILLO. (Ya en este tiempo solían salir los gallardetes de las casas de los hermanos mayores de estas cuadrillas, y llevarlos hasta la procesión con las costumbres de evitar salidas por el lado izquierdo, no provocar escándalos y procesionar vestidos de judíos o de soldados de la tropa de la ciudad). Y, en la velada, a pie firme, junto al Santo Sepulcro relevándose aquella noche, y volviendo a la celda del claustro que le reservaban los frailes para descansar y para sosiego del trajineo de aquel día.
No era hidalgo como los cofrades de la cofradía de la Soledad, fundada por los años finales del siglo XVI, ni entraba en los litigios como habían provocado sus miembros en el siglo XVIII, cuando salían por la noche, y valiéndose de la nocturnidad y alevosía, se cubrían de rostrillos y cometían muchas tropelías, cuyos litigios llegaron nada menos a la Chancillería de Granada en tiempos del corregidor Montoya, y, en clara lid contra las autoridades rigoristas de la abadía alcalaína, sobre todo los provisores y vicarios que no comprendían los pasos alcalaínos, donde se mezclaban los de imágenes con los vivientes cubiertos de rostrillo, vestidos con atuendos de la tropa de la ciudad e, incluso, de sayones, verdugos, sambenitos del Santo Oficio, y personajes no privilegiados de la ciudad.
A la hora de morir, no se olvidaba de las horas que pasó junto al Santo Entierro, en visitas desde la plazoleta y en las convocatorias anuales del Viernes Santo. Recordaba que lo debían velar como lo acostumbró con el Santo Entierro en la noche del Jueves al Viernes Santo. Y para compartir el mensaje de aquella escena de Pasión, quiso ser enterrado en la bóveda que tenían reservado todos sus compañeros de esta hermandad menor, siendo recibido por la comitiva de frailes, pendón, hachones y cirios de la cofradía.
Y no olvidó que le dijeran misa de réquiem y otra cantada, como estaban obligados a decírsela los frailes y los miembros de la cofradía de la Soledad con los gallardetes del Santo Sepulcro y Soledad, y el pendón de la cofradía ( lo habían hecho con su mujer y su hija Dorotea, así lo marcaban los estatutos). Por haber sido hermano de la Tropa de Soldados y salir con ellos en la procesión. Se lo encargaba a su hijo Antonio y al cura don Manuel Berlango.
Su hijo debió vivir momentos muy tristes para la cofradía de su padre. En primer lugar, todos los bienes y memorias y fundaciones cofrades desaparecieron en tiempo de Manuel María de Urquijo en la mal llamada primera desamortización de Godoy, que el no promulgó. Posteriormente, en el año 1808, cuando todas las cofradías y hermandades, gallardetes, pasos y cuadrillas prácticamente se integraron en la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús, a la que se añadió Santa Caridad, para poder recoger el nuevo espíritu real de ejercer la labor caritativa y social, integrándose o transformándose otras muchas en simples cofradías de ánimas, para decirle las misas en el óbito final. En tercer lugar, cuando el Santo Entierro se integró en 1830 en esta última cofradía, prácticamente ni salía ya en las procesiones, entre años de guerras, conflictos sociales y los malos tiempos que corrían. Finalmente, vivió los momentos de que el convento fue cerrado, la imagen de la Soledad y todas las demás imágenes, y retablos fueron vendidos, y tan sólo desde el Rosario, se levantó un nuevo retablo de la Soledad, frente al de Jesús Nazareno y comenzó a realizar la procesión bajo la égida del la cofradía del Dulce Nombre de Jesús. Venía de tiempos, en los que la Madre de Dios de toda las iglesias, que acompañaba en su Dolor , se transformó en Soledad en la mayoría de las procesiones de Semana Santa, la del Miércoles Santo del Señor del Huerto, y cambio de nombre por el de la Humildad, la del Jueves Santo de la Veracruz, y la Madre de Dios del Rosario que compartió este cambio. Incluso, hubo algunas Soledades como en San Juan.
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