Me viene a
cuento una fábula de un novillo muerto, encima del cual se colocaba como dueño y señor un fiero león.
Pasando por aquel sitio un ladrón, le pidió la parte que le correspondía de
aquella apetitosa presa; a continuación,
pasó de largo un indefenso viajero que,
ante la ferocidad de la fiera, retrocedió lleno de temor. Sin embargo, ante la
incredulidad del ladrón el timorato viajero fue reclamado cariñosamente por el ilustre felino. Esta es la primera parte o escena
de esta fábula. Y viene muy a cuento con respecto a aquellas personas que les gusta repartirse algo que no les
corresponde y continuamente se muestran en un sentido depredador intenso apropiándose de todo lo que es ajeno; porque no respetan ni lo que es de otro, y menos lo que es público, sino que, a las primeras de
cambio, se lo apropian y lo anexionan a su terreno privado o entre sus enseres
de hogar. Y, aún más, lo peor de todo, son una especie de personas que se inventan marcas
de división hasta donde no existen, lindazos de tierras con corrimiento de
mojones que siempre se mantuvieron en su
sitio ( y no en los que ellos se inventan), fronteras y límites de supuestos
poblamientos, aldeas o terrenos que nunca llegaron a dividirse. Pero, eso no
les importa a este tipo de señores del hurto, sino que son como el ladrón que
cree que todos son de su misma condición.
Menos mal que
viene la segunda parte de la fábula. Al
ladrón no se le reparte nada, al viajero le da una buena parte del novillo y, además, el león deja abierta la mayor parte de la presa dividida para todos los hombres que
acudan al bosque. Pues, el león, símbolo de fiereza pero testigo vivo de ser un señor o caballero, no quiere respetar a esos intrépidos hombres
amigos de lo ajeno, sino que tiene más
en cuenta el comportamiento de esas
personas sencillas que saben respetar lo que es de todos y, por eso, consciente
de su responsabilidad de repartidor,
sólo se atribuye la función de ser un buen administrador de unas simples particiones, o distritos provisionales para llevar a cabo una mejor distribución de la piel que, por cierto, es comunal.
De ahí que el
león sea altivo con el ladrón, porque quiere llevarse la mejor presa y dejar
hambriento a todos los demás. Es complaciente
con el viajero por su respeto a la
legalidad, y es generoso para que todo hombre disfrute de la piel del
novillo.
Bella lección,
en estos tiempos en los que algunos se imaginan que son los jueces de los linderos de términos
municipales- nunca nacidos-, los salvaguardas de los límites de pueblos que nunca existieron y la jurisprudencia de una forma de gobernar
mezquina y egoísta. Y esto sucede en el ámbito nacional, pero, en el
ámbito local, hay voces que se reparten, sin razón histórica ni social,
piel de terreno de la paloma de la comarca alcalaína que nunca fue destrozada ni por los más
grandes buitres de los caballeros medievales ni por los convulsos movimientos
del federalismo del diecinueve. Pues la piel de esta paloma es grande, y puede abastecer a todos los vecinos, sino la convierten en una sola pieza, en un simple corazón destrozado- Una Mota- .
Dejemos a los ladrones que sean ilusos y osados en reivindicar que les corresponde el resto de la paloma,-
pues se pelearán entre ellos creyendo que unos llegarán hasta el Porticuelo, otros hasta
Puertollano, otros hasta el camino de Charilla, e , incluso algunos ladrones
atrevidos ansiarán que su parte llegue
hasta las puertas del Consistorio. ¡Qué lastima no le quedaría ni corazón ni cerebro
a esa paloma! Por eso, menos mal que, en el escudo de Alcalá junto al
castillo de la Mota está el león triunfante, caballero de reparto y caballero
de unión, como marca indeleble de la historia local.
No hay comentarios:
Publicar un comentario