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miércoles, 15 de febrero de 2012

EL DESLINDE




                       



Me viene a cuento una fábula de un novillo muerto, encima del cual  se colocaba como dueño y señor un fiero león. Pasando por aquel sitio un ladrón, le pidió la parte que le correspondía de aquella apetitosa presa;  a continuación, pasó de largo  un indefenso viajero que, ante la ferocidad de la fiera, retrocedió lleno de temor. Sin embargo, ante la incredulidad del ladrón  el  timorato viajero fue reclamado cariñosamente  por el ilustre felino.  Esta es la primera parte  o escena  de esta fábula. Y viene  muy a  cuento con respecto a aquellas personas  que les gusta repartirse algo que no les corresponde y continuamente se muestran en un sentido depredador intenso  apropiándose de todo  lo que es ajeno; porque  no respetan ni lo que  es de otro, y menos lo que  es público, sino que, a las primeras de cambio, se lo apropian y lo anexionan a su terreno privado o entre sus enseres de hogar. Y, aún más, lo peor de todo, son  una especie de personas que se inventan marcas de división hasta donde no existen, lindazos de tierras con corrimiento de mojones que siempre se mantuvieron  en su sitio ( y no en los que ellos se inventan), fronteras y límites de supuestos poblamientos, aldeas o terrenos que nunca llegaron a dividirse. Pero, eso no les importa a este tipo de señores del hurto, sino que son como el ladrón que cree que todos son de su misma condición.

Menos mal que viene la segunda  parte de la fábula. Al ladrón no se le reparte nada, al viajero le da una buena parte del novillo  y, además, el león  deja abierta la mayor parte de la  presa dividida para todos los hombres que acudan al bosque. Pues, el león, símbolo de fiereza pero testigo  vivo de ser un  señor o caballero,  no  quiere respetar a esos intrépidos hombres amigos de lo ajeno, sino que tiene  más en cuenta  el comportamiento de esas personas sencillas que saben respetar lo que es de todos y, por eso, consciente de  su responsabilidad de repartidor, sólo se atribuye la función de ser un buen administrador de unas  simples particiones, o  distritos provisionales  para llevar a cabo  una mejor distribución de la piel  que, por cierto,  es comunal.

De ahí que el león sea altivo con el ladrón, porque quiere llevarse la mejor presa y dejar hambriento a  todos los demás. Es complaciente con el viajero  por su respeto a la legalidad, y  es generoso  para que todo hombre disfrute de la piel del novillo.

Bella lección, en estos tiempos en los que algunos se imaginan  que son los jueces de los linderos de términos municipales- nunca nacidos-, los salvaguardas de los  límites de pueblos que nunca existieron y  la jurisprudencia de una forma de gobernar mezquina y egoísta. Y esto sucede en el ámbito nacional,  pero, en el  ámbito local, hay voces que se reparten, sin razón histórica  ni social,  piel de terreno de la paloma de la comarca alcalaína  que nunca fue destrozada ni por los más grandes buitres de los caballeros medievales ni por los convulsos movimientos del federalismo del diecinueve. Pues la piel de esta paloma  es grande,  y puede abastecer a  todos los vecinos,  sino la  convierten en una sola  pieza,  en un simple corazón destrozado- Una Mota- . Dejemos a los  ladrones que  sean  ilusos y osados en reivindicar  que les corresponde el resto de la paloma,- pues se pelearán entre ellos creyendo que  unos llegarán hasta el Porticuelo, otros hasta Puertollano, otros hasta el camino de Charilla, e , incluso algunos ladrones atrevidos ansiarán  que su parte llegue hasta las puertas del Consistorio. ¡Qué lastima no le quedaría ni corazón ni cerebro a esa paloma!     Por eso, menos  mal que, en el escudo de Alcalá junto al castillo de la Mota está el león triunfante, caballero de reparto y caballero de unión, como marca indeleble de la historia local.


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