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domingo, 19 de enero de 2014

UNA ESTAMPA DE AÑOS Y DE HOY. ASSTI




RELATOS  Y ESTAMPAS ALCALÁINAS DE AYER Y HOY

 

ASSTI

 

AssTI es un nombre cualquiera. Parece como si tuviera grafía y fonema ingleses ( Y no lo es así) . Es un chico de Senegal. Vivía con su madre en tierras africanas. Sencillamente, la familia se mantenía a cuentagotas con el sustento diario. Cierto día,  fue a un centro escolar y leyó una noticia en Internet que le informaba de unos vecinos suyos que habían alcanzado las costas europeas. No se lo pensó, se juntó con otros amigos y conocidos y se montó en una patera. Luego vinieron varios días  y noches a la deriva de la mar. De pronto despierta, y se encuentra bajo unos cartones al cobijo  de los pilares de  una obra sin terminar (no lo sabe y, como él,  la empresa sufre las consecuencias de la crisis, dicen que están en la UCI financiera).  No tiene  más abrigo que una manta  de segunda mano  que  le  ha aportado una entidad benéfica;  come frugalmente, pues tan solo puede hacerlo con lo que le dicta su religión mahometana y recibe de la caridad y la solidaridad de la Cruz Roja; fuera de  aquel recinto, se calienta, durante el día,  con  una fogata, hecha de tablas de construcción; esta noche ha tenido suerte le han llegado los Reyes Magos y le han dado unos vasos de caldo caliente, leche con cola cao y galletas; en la despedida  abre las manos y recibe varias latas de sardinas y atún. A pesar  de que su cara está fría como el  carámbano, rompe el duro rictus de su rostro  con una sonrisa de agradecimiento, y pregunta si les pueden dar trabajo (Pues Asstiu lleva  unos quince días desde que llegó a Alcalá en estas míseras condiciones y nadie le ha ofrecido un tajo para unas horas y para experimentar con él). Los voluntarios se marchan, el senegalés se cobija entre la manta y los cartones. Sueña con su país, con el mar, con su  familia y, como si les anunciara que les solucionaría  los días de hambre, se  ve envuelto en una sueño de un día de  campo de aceituna.  Y, muy de  mañana. va a la estación de autobuses, se enfunda sus pantalones vaqueros, su saquito de lana y las botas de cuero donados por unas personas que se le han ablandado el corazón. Se les caen las lágrimas, cuando son las diez de la mañana y un viejo land rover  ha montado a su compañero que es el único que encontró trabajo de entre los treinta y tantos que ocupan el campamento del solar abandonado. Y se dice : “Cuándo  llegará mi día…”.   

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