LA
PLAZA DE SAN ANTÓN
Cuenta el acta de cabildo del 23 de enero de 1569 la siguiente
descrripción de esta plaza y de un arrecife junto a la alameda anexa a su
margen izquierdo “ El arrecife donde
está plantada la alameda que es una obra tan principal, tan necesaria y,
especialmente, en invierno por ser camino muy principal, que hay en esta ciudad
para Granada, Córdoba, Sevilla e toda la Campiña, y, por
más largo, quedó un ramal para hacer, que es desde la dicha casa, que
dicen de la Ventilla el Agua, desde un arroyo que atraviesa y es el remanente;
adonde ahora hay tapiales y muro, el paso es, junto a las Casa y entrada de las
calles, y también en el servicio del Lavadero e Fuente Nueva, donde concurren
muchas gentes a por agua e bestias a beber, arrecife que se haga a la entrada
de la calle hasta las espaldas calle Veracruz”.
Estatua de pablo de Rojas |
Años más tarde en 1572, se llevó a cabo el replanteo de la alameda que
dio nombre al lugar y al arrecife, por
estar ubicado la puerta de los Arcos, se
le denominó camino de los Álamos.
Jalonado de mesones, el de los Arcos y el del Abad Moya, en 1623
albergó a su margen derecho y en la esquina de los Álamos una pequeña ermita
con el nombre de San José. En unos años en los que la devoción de la cruz se
extendió por la ciudad y daba bienvenida a todos los que se acercaban a la
ciudad por las puertas de entradas debió fijarse una cruz que le hacía distiguir como emblema de una
ciudad cristiana.
Las modas afrancesadas de los espacios abiertos ajardinados denominaron
a este espacio con el nombre de Salon, y se adornó todo el recinto con poyetes,
bancos y algunos elementos decorativos
típicos de la jardinería del depostismo ilustrado.
Más tarde, en el siglo XVIII la cofradía de san Antón, administrada por el mayordomo el
jurado Ruiz Castellanos, levantó la iglesia del mismo nombre que la cofradía, que nunca se
proclamó parroquia y ejerció de receptáculo de devociones campesinas, como las de San Antón y la
Aurora.
La cruz sobrivivió por encima de todos los tiempos y era el introito
recordatorio de la antigua capilla anterior de la actual de San Antón. Resistió
el embate de miles de empedrados, el asfaltado de las nuevas teconologías y el
bullicio de las ferias de septiembre. Incluso, no le afectaron ni siquiera los
cambios revolucionarios ni los envites de una sociedad laica. Era un hito de la
ciudad que desgraciadamente, por los años del falso desarrollismo de los años
sesenta, cayó junto con otros edificios
modernistas y de aquitectura regional.
Curiosamente, cuando nadie se esperaba.
Hoy, se vuelve a la nueva plaza de San Antón, con su espacio abierto,
en el camino subisidiario de la futura autovía de la 432. La preside la escultura
de Pablo de Rojas, al menos es un recuerdo de un imaginero que bebió de la fuente
de la cruz. Paradojas de la historia.
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